Subli­me RTA

SING SING. Esta­dos Uni­dos, 2023. Un film de Greg Kwe­dar. 105 minutos

Aun­que lo que se vis­lum­bra en Sing Sing es un rela­to fic­cio­nal, lo cier­to es que basán­do­se en acon­te­ci­mien­tos reales el direc­tor Greg Kwe­dar brin­da un mara­vi­llo­so dra­ma humano que adquie­re el carác­ter de un docu­men­tal. Cier­ta­men­te su visión ali­men­ta y enri­que­ce el espí­ri­tu de tal mane­ra que al ter­mi­nar la pro­yec­ción el espec­ta­dor que­da amplia­men­te gra­ti­fi­ca­do por asis­tir a uno de los mejo­res fil­mes estre­na­dos en lo que va del año.

La his­to­ria dia­gra­ma­da a tra­vés del guión del rea­li­za­dor y Clint Bentley trans­cu­rre en Sing Sing, el cen­tro peni­ten­cia­rio de máxi­ma segu­ri­dad ubi­ca­do a ori­llas del río Hud­son y no muy ale­ja­do de la ciu­dad de New York. En 1996 en esa cár­cel se creó un pro­gra­ma deno­mi­na­do “Reha­bi­li­ta­ción a tra­vés de las artes (RTA) para que median­te la repre­sen­ta­ción tea­tral los pre­sos vol­ca­dos a dicho arte pue­dan lograr la reha­bi­li­ta­ción que les per­mi­ta inte­grar­se a la socie­dad una vez que que­den libres.

Col­man Domingo

Den­tro de ese mar­co, el comien­zo del rela­to pre­sen­ta a un gru­po de pre­si­dia­rios salu­dan­do al públi­co asis­ten­te des­pués de una repre­sen­ta­ción de “Sue­ños de una Noche de Verano”. Cum­pli­do con dicho com­pro­mi­so, el gru­po lide­ra­do por el con­vic­to John Whit­field cono­ci­do como Divi­ne G (Col­man Domin­go) y bajo la direc­ción de Brent Buell (Paul Raci) pro­po­nen que la nue­va obra sea una pie­za musi­cal; su con­te­ni­do en tono de come­dia cons­ti­tui­rá un via­je en el tiem­po hacia el pasa­do median­te un cóc­tel inte­gra­do por anti­guos reyes egip­cios, gla­dia­do­res, una ver­sión adul­te­ra­da de Ham­let, etc.

Gran par­te del rela­to trans­cu­rre duran­te los ensa­yos de la nue­va obra en don­de Divi­ne G, encar­ce­la­do por un cri­men que no come­tió, esti­mu­la al res­to del gru­po para ofre­cer lo máxi­mo de sí mis­mos en los roles que les son asig­na­dos. El gran desa­fío que él enfren­ta es lidiar con el reclu­so Divi­ne Eye (Cla­ren­ce Maclin), un indi­vi­duo encar­ce­la­do por tra­fi­car en dro­gas, de difí­cil carác­ter, resen­ti­do y vul­ne­ra­ble; es así que Divi­ne G rea­li­za lo impo­si­ble para res­ca­tar de él la huma­ni­dad que alber­ga en su inte­rior tra­tan­do de hacer­le ver la rique­za que habrá de adqui­rir a tra­vés de la RTA.

Dejan­do de lado los cas­ti­gos que gene­ral­men­te los pre­si­dia­rios son infli­gi­dos en dra­mas car­ce­la­rios, aquí el film adquie­re una dimen­sión com­ple­ta­men­te dife­ren­te. Así, con­mo­ve­do­ra­men­te cada inte­gran­te del gru­po expo­ne sus ante­ce­den­tes fami­lia­res con­fi­gu­ran­do de este modo un cli­ma de inti­mi­dad y colec­ti­vo afec­to. Pero lo más impor­tan­te resi­de en la espe­cial inter­re­la­ción de Divi­ne G con Maclin a tra­vés de diá­lo­gos pro­vis­tos de máxi­ma autenticidad

La pelí­cu­la adquie­re un tono neo­rrea­lis­ta en don­de duran­te su desa­rro­llo acon­te­ce una tra­ge­dia aun­que de modo alguno moti­va­da por los guar­dia­nes de la pri­sión. En lo que con­cier­ne a la actua­ción, Domin­go brin­da una anto­ló­gi­ca carac­te­ri­za­ción como el alma y men­tor del gru­po tra­tan­do de demos­trar lo que sus par­ti­ci­pan­tes son capa­ces de ofre­cer como legí­ti­mos acto­res; su actua­ción es resal­ta­da a tra­vés de pri­me­ros pla­nos logra­dos por la exce­len­te foto­gra­fía de Pat Sco­la. A su lado resul­ta alta­men­te emo­ti­vo que Cla­ren­ce Maclin, des­pués de haber logra­do su liber­tad poco más de una déca­da, haya resuel­to ves­tir nue­va­men­te su atuen­do de pri­sio­ne­ro para repre­sen­tar una ver­sión más joven de sí mis­mo. A todo ello, más allá de Paul Raci, casi el res­to del repar­to está con­for­ma­do por ex reclu­sos que habien­do par­ti­ci­pa­do del pro­gra­ma de reha­bi­li­ta­ción con­tri­bu­yen con una actua­ción impreg­na­da de nota­ble certeza.

Median­te una diná­mi­ca y flui­da narra­ción, con este dra­ma Kwe­dar resal­ta la dig­ni­dad huma­na a la vez que ofre­ce un mere­ci­do tri­bu­to a la RTA, una noble ven­ta­na a la vida den­tro de los muros de una pri­sión. Jor­ge Gutman