WHO DO I BELONG TO. Túnez-Francia-Canadá, 2024. Un film escrito y dirigido por Meryam Joobeur. 118 minutos
Después de haber realizado varios apreciables cortometrajes, la tunecina-canadiense Meryam Joobeur debuta en el largo metraje con un perturbador drama familiar en Who do I Belong to.
Basado en su premiado corto metraje Brotherhood (2018) aunque con una perspectiva diferente, Joobeur ambienta la acción en una aldea al norte de Túnez donde vive el matrimonio de agricultores integrado por Brahim (Mohamed Hassine Grayaa) y Aïcha (Salha Nasraoui), con sus dos hijos adultos Mehdi (Malek Mechergui), Amine (Chaker Mechergui) y el menor Adam (Rayen Mechergui) de 8 años.
La rutinaria vida de la familia se altera cuando Mehdi y Amine dejan el hogar para unirse al grupo terrorista Isis en Siria. Eso no es algo inusual dado que después de la revolución de Túnez de 2011, se estima que aproximadamente 5000 hombres del país se han integrado a organizaciones extremistas.
La partida de sus hijos causa inmensa preocupación en la abnegada Aïcha en tanto que su marido la culpa por la educación que les brindó. Entretanto la mujer trata de ocultar a Adam de la huida de sus hermanos haciéndole saber que emigraron a Italia. Después de varios meses sin tener noticias de ellos, inesperadamente Mehdi regresa a la granja con Reem (Dea Liane), una enigmática joven que se encuentra grávida y porta un niqab que le cubre el rostro; en tanto que Amine sigue ausente presumiendo que posiblemente haya muerto en la guerra.
La extraña personalidad de Reem que motiva a que Aïcha tenga que aceptarla en el núcleo familiar así como Mehdi acarreando un síndrome post traumático y ocultándose para que los vecinos de la aldea no sepan de su retorno, va creando un clima de latente violencia sin que la misma se vislumbre en imágenes. Gradualmente el relato se impregna de elementos surrealistas y simbolismos que resaltan los efectos subyacentes de la guerra.
Con una meticulosa puesta en escena, la cámara de la realizadora asistida por la esmerada fotografía de Vincent Gonneville va captando en primeros planos los rostros de sus principales personajes expresando las diferentes emociones que les embarga, como asimismo refleja el ambiente claustrofóbico en que se desarrolla gran parte del relato; eso se complementa con las tomas captadas de los bellos paisajes de la zona campestre cercanos al mar.
Dentro de un elenco en el que la actuación natural de sus integrantes adquiere plena autenticidad, resalta la presencia de Nasraoui quien convincentemente transmite el dolor y sufrimiento de una madre entrañable que se desvive por sus hijos y que se vuelve vulnerable por la incertidumbre que acecha a su familia.
Queda como resultado un impactante drama que aunque no alcance el nivel de perfección, es de todos modos meritorio; en el mismo se revela la madurez de la novel realizadora resaltando las consecuencias colaterales de una familia por la sangrienta violencia desatada por el extremista grupo radical Estado Islámico. Es importante consignar que según lo manifestado por la directora lo que se aprecia en el film es un reflejo del radicalismo imperante en Túnez y que impera en otras regiones del mundo.
Jorge Gutman