Un Hom­bre Diferente

A DIF­FE­RENT MAN. Esta­dos Uni­dos, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Aaron Schim­berg. 111 minutos

En su ter­cer tra­ba­jo como rea­li­za­dor Aaron Schim­berg ima­gi­na una intri­gan­te fábu­la acer­ca de la apa­rien­cia físi­ca del ser humano. Su guión en gran par­te surrea­lis­ta per­mi­te refle­xio­nar sobre cómo uno se sien­te fren­te a la mira­da del prójimo.

Sebas­tian Stan

La his­to­ria se cen­tra en Edward (Sebas­tian Stan), un neo­yor­kino aspi­ran­te a actor afec­ta­do de neu­ro­fi­bro­ma­to­sis, una rara ano­ma­lía gené­ti­ca que pro­du­ce cam­bios en la pig­men­ta­ción de la piel; eso moti­va que ten­ga que sopor­tar el estig­ma de su des­fi­gu­ra­do ros­tro, con­vir­tién­do­lo en un ser soli­ta­rio e insa­tis­fe­cho, por lo que ape­la a su voca­ción artís­ti­ca para ate­nuar en par­te su esta­do anímico.

La situa­ción tien­de a cam­biar cuan­do lle­ga a habi­tar pró­xi­mo a su depar­ta­men­to, Ingrid (Rena­te Reins­ve), una jovial veci­na que es una aspi­ran­te dra­ma­tur­ga; ambos sim­pa­ti­zan y Edward se sien­te atraí­do con su pre­sen­cia en tan­to que ella demues­tra un sen­ti­mien­to hacia él mera­men­te pla­tó­ni­co. Con el pro­pó­si­to de solu­cio­nar su pro­ble­ma facial, Edward se pres­ta como volun­ta­rio para el tra­ta­mien­to de una dro­ga expe­ri­men­tal; al hacer­lo, súbi­ta­men­te obtie­ne un físi­co nor­ma­ti­vo de ros­tro atrac­ti­vo físi­ca­men­te, al pro­pio tiem­po que comu­ni­ca a quie­nes solían rodear­lo que Edward se suicidó.

Dis­fru­tan­do en su comien­zo con su nue­vo sem­blan­te y logran­do un tra­ba­jo en una agen­cia inmo­bi­lia­ria, Edward pue­de des­cu­brir cómo vive el res­to del mun­do, ade­más de invo­lu­crar­se román­ti­ca­men­te con Ingrid, quien igno­ra la trans­for­ma­ción por él logra­da. El rela­to cobra un giro ines­pe­ra­do cuan­do Edward se ente­ra que su ena­mo­ra­da había escri­to una con­mo­ve­do­ra obra basa­da en su anti­gua con­di­ción y que se deno­mi­na pre­ci­sa­men­te “Edward”. Es así que deci­de pos­tu­lar­se como can­di­da­to para inter­pre­tar su pro­pio rol; pero la situa­ción se tras­to­ca con la apa­ri­ción de Oswald (Adam Pear­son); él es un hom­bre que expe­ri­men­ta la mis­ma afec­ción cutá­nea que aque­ja­ba a Edward y al estar ente­ra­do del con­te­ni­do de la pie­za aspi­ra actuar en el rol pro­ta­gó­ni­co de la misma.

Obvian­do rese­ñar lo que con­ti­núa, Schim­berg evi­ta con­mi­se­rar­se de Edward como tam­po­co explo­ta la con­di­ción de quie­nes pade­cen de neu­ro­fi­bro­ma­to­sis. El pro­pó­si­to de esta his­to­ria es el mos­trar que el cam­bio físi­co de Edward no le abre la posi­bi­li­dad de ser más feliz o real­men­te dife­ren­te de lo que era antes; es así que el film deja abier­ta las pre­gun­tas sobre qué es lo que se con­si­de­ra nor­mal en los ras­gos de una per­so­na, qué es lo que dife­ren­cia lo bello de lo feo, así como si impor­ta más la mira­da de los otros hacia uno o en cam­bio saber acep­tar­se a sí mismo.

Sor­tean­do algu­nas situa­cio­nes que resis­ten cre­di­bi­li­dad y tenien­do en con­si­de­ra­ción que el equi­li­brio entre la crí­ti­ca social y el dra­ma psi­co­ló­gi­co es en par­te des­igual, el film adquie­re rele­van­cia por su elen­co pro­ta­gó­ni­co. En ese aspec­to es muy con­vin­cen­te la carac­te­ri­za­ción efec­tua­da por Stan como el inse­gu­ro indi­vi­duo que lle­ga even­tual­men­te a auto­des­truir­se al encon­trar que su nue­va iden­ti­dad dis­ta de brin­dar­le satis­fac­ción; su nota­ble carac­te­ri­za­ción le ha vali­do el pre­mio al mejor actor en el fes­ti­val de Ber­lin. Por su par­te, Reins­ve refle­ja muy bien la evo­lu­ción que adquie­re su per­so­na­je inter­ac­tuan­do con el des­fi­gu­ra­do y el nue­vo Edward; asi­mis­mo es loa­ble la labor de Pear­son, resal­tan­do la viva­ci­dad y elo­cuen­cia del con­fi­den­te Oswald quien con su caris­ma, su bue­na actua­ción y can­tan­te a la vez, demues­tra que para nada le impor­ta pare­cer “un hom­bre diferente”.
Jor­ge Gutman

Can­do­ro­so Amor Juvenil

WHI­TE BIRD. Esta­dos Uni­dos, 2022. Un film de Marc Fors­ter. 2 horas

Des­pués de varias pos­ter­ga­cio­nes acae­ci­das en los últi­mos dos años, final­men­te se cono­ce Whi­te Bird de Marc Fors­ter quien cen­tra su aten­ción en un amor juve­nil duran­te la épo­ca del nazismo.

Basa­da en la nove­la grá­fi­ca de R.J. Pala­cio el guio­nis­ta Mark Bom­back ha efec­tua­do una muy bue­na adap­ta­ción de la mis­ma que per­mi­tió que Fors­ter logra­ra un apre­cia­ble film en don­de uno de los moti­vos de atrac­ción resi­de en la par­ti­ci­pa­ción de la extra­or­di­na­ria Helen Mirren quien no obs­tan­te en sus pocas esce­nas ilu­mi­na con su presencia.

La his­to­ria pre­sen­ta a Julian Albans (Bry­ce Ghei­sar), un mucha­cho que ha sido expul­sa­do de la escue­la públi­ca por bull­ying y que aho­ra asis­te a un liceo pri­va­do don­de tra­ta de adap­tar­se al nue­vo sis­te­ma edu­ca­cio­nal. Sin­tién­do­se un tan­to aba­ti­do des­pués de una jor­na­da esco­lar, regre­sa a su hogar y es ahí don­de en ausen­cia de sus padres ines­pe­ra­da­men­te reci­be la visi­ta de su abue­la Sara (Mirren), una cele­bra­da artis­ta quien efec­tua­rá una expo­si­ción de su tra­ba­jo en un impor­tan­te museo de Manhat­tan. Sabien­do lo que acon­te­ció con su nie­to por el cam­bio de cole­gio, ama­ble­men­te lo repren­de y con el pro­pó­si­to de hacer­le ver cuán impor­tan­te es ser ama­ble y gen­til con el pró­ji­mo se apres­ta a rela­tar­le la his­to­ria de su pasa­do que gene­ral­men­te ha tra­ta­do de evitarla.

Orlan­do Sch­werdt y Arie­la Glaser

A par­tir de allí comien­za la narra­ción de Sara don­de sus recuer­dos moti­van que el rela­to retro­ce­da a 1942. Ahí se la ve a la ado­les­cen­te Sara de 15 años (Arie­la Gla­ser) resi­dien­do en Alsa­cia, una región que aún no había sido inclui­da en la ocu­pa­ción ale­ma­na rea­li­za­da en Fran­cia. La joven vive una eta­pa que has­ta ese momen­to es de evi­den­te des­preo­cu­pa­ción estan­do rodea­da y mima­da por su madre maes­tra (Oli­via Ross) y su padre ciru­jano (Ishai Golan), como tam­bién dis­fru­tan­do con sus ami­gas de la escue­la a la que asis­te. Su vida cobra un dra­má­ti­co giro con la lle­ga­da de los nazis, don­de su padre con­si­de­ra que es el momen­to de tener que huir del lugar en que viven. Lamen­ta­ble­men­te, la deci­sión resul­ta tar­día dado que sus pro­ge­ni­to­res son cap­tu­ra­dos y envia­dos a un cam­po de con­cen­tra­ción; Sara en cam­bia logra sal­var­se debi­do a la opor­tu­na ayu­da de Julien Beau­mier (Orlan­do Sch­werdt) ‑un com­pa­ñe­ro ale­mán de su cole­gio que ren­guea debi­do a una secue­la de polio- y a la bue­na aco­gi­da de sus padres (Gillian Ander­son, Jo-Sto­ne Fewings) quie­nes la res­guar­dan en el gra­ne­ro por temor a que sus veci­nos que sim­pa­ti­zan con los fas­cis­tas pue­dan denunciarla.

En gran par­te el rela­to enfo­ca la amis­tad que se va gene­ran­do entre Sara y Julien don­de él al regre­sar de la escue­la ser­vi­cial­men­te le sumi­nis­tra las ense­ñan­zas reci­bi­das en cla­se. Pron­ta­men­te esa rela­ción con­du­ce a un tierno roman­ce don­de en cier­tos momen­tos ambos ape­lan a la fan­ta­sía para ima­gi­nar que están via­jan­do por el mun­do, como medio de esca­pe del claus­tro­fó­bi­co refugio.

Fos­ter con­si­gue evi­tar cual­quier exce­so melo­dra­má­ti­co expo­nien­do muy bien lo que dos ado­les­cen­tes expe­ri­men­tan en el con­tex­to del impe­ran­te nazis­mo. Si algu­na obje­ción pue­de mere­cer el rela­to es que los horro­res del holo­caus­to apa­re­cen sua­vi­za­dos; en todo caso el men­sa­je de la ancia­na abue­la que­da cla­ro demos­tran­do a Julian cómo la gen­ti­le­za y bon­dad de quie­nes la pro­te­gie­ron han posi­bi­li­ta­do sal­var su vida y per­mi­ti­do desa­rro­llar su voca­ción artística.

Sin lle­gar a un nivel excep­cio­nal, el cineas­ta logra un emo­ti­vo rela­to en el que la audien­cia pue­de empa­ti­zar con las alter­na­ti­vas del roman­ce juve­nil de sus pro­ta­go­nis­tas en medio de la per­se­cu­ción nazi. A nivel acto­ral, los jóve­nes Gla­ser y Sch­werdt se desem­pe­ñan mesu­ra­da­men­te en tan­to que los adul­tos intér­pre­tes salen airo­sos en fun­ción de lo que el guión les deman­da, con espe­cial refe­ren­cia a Mirren don­de en sus bre­ves apa­ri­cio­nes del comien­zo y final del rela­to, con su excep­cio­nal cali­dez rati­fi­ca por enési­ma vez de ser una de las más bri­llan­tes divas del cine universal.
Jor­ge Gutman

Islá­mi­ca Radicalización

AMAL. Bél­gi­ca, 2023. Un film de Jawad Rha­lib. 107 minutos

En el mar­co de un film de fic­ción con tono docu­men­tal el rea­li­za­dor Jawad Rha­lib efec­túa una seve­ra crí­ti­ca al fun­da­men­ta­lis­mo islá­mi­co a la vez que abo­gan­do por la liber­tad de expresión

Lub­na Azabal

El guión del cineas­ta escri­to con David Lam­bert y Chloe Léo­nil ubi­ca la acción en Bru­se­las intro­du­cien­do a Amal (Lub­na Aza­bal), una pro­fe­so­ra de lite­ra­tu­ra en un esta­ble­ci­mien­to de ense­ñan­za media. Apa­sio­na­da del ejer­ci­cio de la docen­cia, tra­ta de ins­pi­rar en sus alum­nos la impor­tan­cia de la lec­tu­ra como así tam­bién el dere­cho a expre­sar su opi­nión sin tapu­jo alguno.

Sin embar­go el ambien­te estu­dian­til en la sala de cla­se se encuen­tra un tan­to enra­re­ci­do a cau­sa de la diver­si­dad de opi­nio­nes, sobre todo en mate­ria de la reli­gio­si­dad musul­ma­na y en lo que a la homo­se­xua­li­dad se refie­re; eso se mani­fies­ta con la intros­pec­ti­va alum­na Monia (Ken­za Ben­bouch­ta) de con­fe­sión musul­ma­na; con­fron­tan­do su dife­ren­te orien­ta­ción sexual, ella está suje­ta al des­pre­cio y aco­so por par­te de algu­nos de sus com­pa­ñe­ros de aula musul­ma­nes, sobre todo por Jali­la (Ethe­lle Gon­zá­lez Lar­dued), que es la más agre­si­va y nutri­da de nefas­to extre­mis­mo en su cre­do religioso.

Aun­que Amal es res­pe­ta­da por la direc­to­ra de la escue­la (Cathe­ri­ne Salée) y por varios de sus cole­gas, no obs­tan­te man­tie­ne un enfren­ta­mien­to no disi­mu­la­do con el pro­fe­sor Nabil (Fabri­zio Ron­gio­ne) quien tenien­do a su car­go la cáte­dra de reli­gión es un imán con­ver­so, adoc­tri­nan­do a sus alum­nos con una odio­sa inter­pre­ta­ción de los prin­ci­pios sus­ten­ta­dos en el Corán.

La situa­ción alcan­za un alto nivel de ten­sión cuan­do Amal pre­sen­ta en su cla­se algu­nas de las obras de Abu Nuwas, renom­bra­do poe­ta hedo­nis­ta musul­mán del octa­vo siglo que hacien­do refe­ren­cia a la liber­tad sexual desa­fió a las auto­ri­da­des reli­gio­sas de su épo­ca. Eso ori­gi­na una espe­cie de revuel­ta en algu­nos de los estu­dian­tes moti­van­do que las que­jas lle­ga­ran a oído de sus padres quie­nes no desean que sus hijos pue­dan ser influi­dos con los pre­cep­tos sus­ten­ta­dos por el escri­tor. Si bien la escue­la rehú­sa en prin­ci­pio a acep­tar el pedi­do de dichos padres de no seguir abor­dan­do al autor, en últi­ma ins­tan­cia la direc­to­ra soli­ci­ta a Amal que deje de con­si­de­rar a Nuwas para cal­mar los áni­mos. Con todo, en la medi­da que la pro­fe­so­ra es una ardien­te defen­so­ra del lai­cis­mo y con­ven­ci­da de que la edu­ca­ción esco­lar cons­ti­tu­ye la vía para que los alum­nos pue­dan abor­dar al mun­do en que viven con mayor tole­ran­cia y ampli­tud, la cen­su­ra adop­ta­da la des­co­ra­zo­na creán­do­le un pode­ro­so impac­to emocional.

Jawaad Rha­lib que es musul­mán, de modo alguno ata­ca al Islam sino a quie­nes lo des­vir­túan des­tru­yen­do los pre­cep­tos del mis­mo. En tal sen­ti­do. su sobria narra­ción expues­ta con nota­ble auten­ti­ci­dad ilus­tra has­ta dón­de pue­de con­du­cir el cie­go fana­tis­mo de la fe cuan­do el odio se impo­ne a la razón. Den­tro del cali­fi­ca­do elen­co, la actriz Aza­bal que se con­sa­gró con su inter­ven­ción en el emo­ti­vo film marro­quí Le Bleu du Caf­tan (2022) aquí nue­va­men­te demues­tra su talen­to trans­mi­tien­do con­mo­ve­do­ra­men­te los ava­ta­res de una hones­ta docen­te que por sus con­vic­cio­nes de libre pen­sa­do­ra que­da ais­la­da del medio que la rodea.

En con­clu­sión, el espec­ta­dor asis­te a un vibran­te rela­to que resul­ta muy opor­tuno en el momen­to actual en que se vive don­de el denun­ciar la for­ma que pue­de adop­tar el oscu­ran­tis­mo reli­gio­so, sir­va en últi­ma ins­tan­cia como medio de com­ba­tir la isla­mo­fo­bia. Jor­ge Gutman

Las Tres Hijas

HIS THREE DAUGH­TERS. Esta­dos Uni­dos, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Aza­zel Jacobs. 101 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Netflix

Como ya se ha vis­to en ante­rio­res opor­tu­ni­da­des, Net­flix no solo ofre­ce pelí­cu­las con­ven­cio­na­les, sino que al pro­pio tiem­po apor­ta fil­mes de un supe­rior nivel de cali­dad, como His Three Daugh­ters, un remar­ca­ble dra­ma fami­liar escri­to y diri­gi­do por Aza­zel Jacobs.

Más de una vez el cine ha con­si­de­ra­do las difi­cul­ta­des que pue­den gene­rar­se entre los inte­gran­tes de una fami­lia y aun­que en este film el direc­tor tran­si­ta por ese tema, al hacer­lo ha teni­do la pre­cau­ción de efec­tuar una exce­len­te des­crip­ción del trío pro­ta­gó­ni­co per­mi­tien­do que en momen­to alguno se per­ci­ba que su rela­to sea ficcional.

La tra­ma que se desa­rro­lla en un depar­ta­men­to del bajo Manhat­tan de New York reúne a tres her­ma­nas adul­tas que sin haber­se fre­cuen­ta­do lo sufi­cien­te, la enfer­me­dad ter­mi­nal de su padre Vin­cent (Jay O. San­ders) las reúne para asis­tir­lo en lo que se supo­ne que serán los últi­mos días de su existencia.

Natasha Lyon­ne, Eli­za­beth Olsen y Carrie Coon

Las hijas del títu­lo son la mayor Katie (Carrie Coon), la del medio Rachel (Natasha Lyon­ne) y Chris­ti­na (Eli­za­beth Olsen), la menor. Cada una de ellas res­pon­de a una per­so­na­li­dad deci­di­da­men­te dife­ren­te. Katie, una pro­fe­sio­nal y madre de una ado­les­cen­te vivien­do en Brooklyn, es quien asu­me las deci­sio­nes y per­ma­ne­ce en eter­na con­fron­ta­ción con Rachel, en tan­to que par­te del tiem­po man­tie­ne con­tac­tos tele­fó­ni­cos con su ado­les­cen­te hija rebel­de; Rachel lle­va una vida caó­ti­ca y des­or­de­na­da con la pro­pen­sión a fumar porros y ver pro­gra­mas depor­ti­vos en la tele­vi­sión y es quien habi­ta con su padre y lo cui­da; por su par­te Chris­ti­na, que pasa par­te del tiem­po comu­ni­cán­do­se por telé­fono con su mari­do y su peque­ña hija resi­dien­do en la zona oes­te del país, es quien tra­ta de adop­tar un tono más repo­sa­do y de con­ci­lia­ción fren­te a los roces pro­du­ci­dos entre sus dos her­ma­nas. Hay otros per­so­na­jes secun­da­rios que inter­vie­nen, entre ellos el pro­fe­sio­nal (Rudy Gal­van) que tie­ne a su car­go los cui­da­dos palia­ti­vos del enfer­mo y el novio (Jovan Ade­po) de Rachel, que Katie no ve con bue­nos ojos que visi­te el hogar.

Con el trans­cur­so del rela­to la ten­sión va aumen­tan­do en la medi­da que se pro­lon­ga la con­vi­ven­cia for­za­da entre las her­ma­nas, don­de van sur­gien­do resen­ti­mien­tos y frus­tra­cio­nes vin­cu­la­dos con situa­cio­nes del pasa­do que no han que­da­do resuel­tas; es así que lle­ga el momen­to de sal­dar esas deu­das y eso acon­te­ce con el dece­so del padre que­dan­do abier­to el camino de la reconciliación.

El rela­to trans­cu­rre prác­ti­ca­men­te en el depar­ta­men­to de Rachel, sal­vo en los esca­sos momen­tos en que ella sale al exte­rior para fumar sus ciga­rros. .Si bien el film se ase­me­ja al de una obra tea­tral fil­ma­da, la claus­tro­fo­bia jamás es per­ci­bi­da; eso se debe a que el guión de Jacobs está nutri­do de enri­que­ce­do­res diá­lo­gos que per­mi­ten que el inter­cam­bio que se sus­ci­ta entre las tres her­ma­nas resul­ten con­vin­cen­te­men­te realistas .

El cineas­ta ha con­vo­ca­do a tres talen­to­sas actri­ces don­de tan­to Coon, como Lyon­ne e igual­men­te Olsen se han des­per­so­na­li­za­do por com­ple­to para asu­mir en cuer­po y alma el rol que les ha toca­do carac­te­ri­zar; eso que­da aún más resal­ta­do por la mag­ní­fi­ca foto­gra­fía de Sam Levy cap­tan­do las expre­sio­nes de cada una de las her­ma­nas mien­tras interactúan.

Dicho lo que pre­ce­de, Jacobs ofre­ce un autén­ti­co aná­li­sis de la com­ple­ji­dad que pue­den adop­tar las rela­cio­nes de fami­lia y con tal pro­pó­si­to logra una muy bue­na pelí­cu­la que emo­cio­na y cau­ti­va al espec­ta­dor. Jor­ge Gutman

Un Ver­gon­zo­so Pasado

SUGAR­CA­NE. Esta­dos Uni­dos-Cana­dá, 2024. Un docu­men­tal de Julian Bra­ve Noi­se­Cat y Emily Kas­sie. 106 minutos.

Den­tro de los mejo­res docu­men­ta­les estre­na­dos en el año en cur­so, cier­ta­men­te Sugar­ca­ne es uno de ellos. Remar­ca­ble­men­te diri­gi­do por Julian Bra­ve Noi­se­Cat y Emily Kas­sie el film cala hon­da­men­te en el áni­mo de la audien­cia al abor­dar un abo­mi­na­ble tema vin­cu­la­do con la comu­ni­dad autóc­to­na de Canadá.

Una esce­na de SUGARCANE

Comen­zan­do en 1894, el gobierno cana­dien­se sepa­ró a chi­cos indí­ge­nas de sus fami­lias for­zán­do­los a asis­tir a las escue­las resi­den­cia­les.. Dichos esta­ble­ci­mien­tos tenían el pro­pó­si­to de des­arrai­gar a sus asis­ten­tes de la cul­tu­ra nati­va para ser adoc­tri­na­dos a la cul­tu­ra pre­va­le­cien­te en Cana­dá. Cabe seña­lar que esos cole­gios estu­vie­ron mane­ja­dos por la Igle­sia Cató­li­ca y que por muchos años, los alum­nos se refi­rie­ron sobre com­pa­ñe­ros desaparecidos.

Lo ate­rra­dor de esta situa­ción es que los crí­me­nes de la Igle­sia no habían sido ocul­ta­dos y sin embar­go el civi­li­za­do mun­do occi­den­tal no se pro­nun­ció al res­pec­to has­ta que en 2021 se des­cu­brie­ron en Cana­dá fosas clan­des­ti­nas no iden­ti­fi­ca­das don­de fue­ron sepul­ta­dos muchos niños de dichas escuelas.

Dicho lo que ante­ce­de es impor­tan­te des­ta­car que el rea­li­za­dor Noi­se­Cat ha sido uno de los que indi­rec­ta­men­te sufrie­ron el escar­nio vivi­do por sus fami­lia­res dado que su padre Ed, naci­do en 1959, ha sido el úni­co sobre­vi­vien­te de quie­nes fue­ron intro­du­ci­dos en el ces­to de basu­ra des­ti­na­do a la incineración.

A tra­vés de la minu­cio­sa labor de inves­ti­ga­ción rea­li­za­da por Whit­ney Spea­ring y Char­le­ne Belleau el docu­men­tal se cen­tra espe­cial­men­te en los tes­ti­mo­nios ofre­ci­dos por anti­guos alum­nos de la misión St. Joseph de Williams Lake en la pro­vin­cia de Bri­tish Colum­bia. Es así que se tie­ne opor­tu­ni­dad de asis­tir al tes­ti­mo­nio brin­da­do por varios sobre­vi­vien­tes de dicha misión inclu­yen­do entre otros a Larry Emi­le, Jean William, Laird Archie, Ceci­lia Paul y el del tes­ti­go Wes­ley Jackson.

En el rela­to adquie­ren gra­vi­ta­ción espe­cial los comen­ta­rios de Roger Gil­bert (apo­da­do Rick), anti­guo jefe de las Pri­me­ras Nacio­nes y devo­to cató­li­co, quien se refie­re sobre los crue­les pro­ce­di­mien­tos que han sido some­ti­dos los esco­la­res, inclu­yen­do la tor­tu­ra, infan­ti­ci­dio e inclu­so la vio­la­ción ejer­ci­da por los sacer­do­tes de turno; así, el mani­fes­tó que nació como con­se­cuen­cia de que su madre había sido abu­sa­da sexual­men­te por un repre­sen­tan­te de la San­ta Iglesia.

Como ges­to de recon­ci­lia­ción el Vati­cano invi­tó en 2022 a repre­sen­tan­tes de las nume­ro­sas comu­ni­da­des autóc­to­nas inclu­yen­do a Gil­bert, para una audien­cia con el Papa. En dicho encuen­tro el Sumo Pon­tí­fi­ce expre­sa su pesar de que miem­bros de la Igle­sia hayan come­ti­do seme­jan­tes crí­me­nes; en todo caso no obs­tan­te que para Rick eso cons­ti­tu­ye un cier­to con­sue­lo, lo expre­sa­do por el San­to Padre no es más que un ges­to polí­ti­ca­men­te correc­to pero sin que ofre­cie­ra com­pen­sa­ción algu­na por los igno­mi­nio­sos peca­dos del clero.

Denun­cian­do una atroz reali­dad, los docu­men­ta­lis­tas brin­dan un con­mo­ve­dor docu­men­to inob­je­ta­ble­men­te rea­li­za­do que gene­ra un sen­ti­mien­to de pro­fun­da indig­na­ción fren­te a los atro­pe­llos cometidos.

En los cré­di­tos fina­les se lee que hubo 139 escue­las resi­den­cia­les fede­ral­men­te finan­cia­das en Cana­dá y 408 en Esta­dos Uni­dos en don­de recién en 1997 se pro­du­jo el cie­rre del últi­mo refor­ma­to­rio. La inves­ti­ga­ción rea­li­za­da reve­ló una ten­den­cia de infan­ti­ci­dio que real­men­te estremece.

El docu­men­tal está dedi­ca­do a todos los niños y niñas que fue­ron envia­dos a la misión St. Joseph per­te­ne­cien­tes a las nume­ro­sas comu­ni­da­des autóc­to­nas y a la memo­ria de Rick Gil­bert que falle­ció poco des­pués de haber con­clui­do la fil­ma­ción. Jor­ge Gutman