Una Incohe­ren­te His­to­ria Detectivesca

INHE­RENT VICE. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Paul Tho­mas Anderson

Paul Tho­mas Ander­son es un repu­tado cineas­ta cuya fil­mo­gra­fía se ha carac­te­ri­za­do por fil­mes de cali­dad muy apre­cia­dos por los ciné­fi­los. Con todo, su últi­mo tra­ba­jo Inhe­rent Vice basa­do en la nove­la homó­ni­ma de Tho­mas Pyn­chon publi­ca­da en 2009 frus­tra al espec­ta­dor de mane­ra tal que ter­mi­na decepcionándolo.

Pue­de ser que el libro ori­gi­nal no se pres­te a ser tras­la­da­do al cine, pero cier­ta­men­te la adap­ta­ción del rea­li­za­dor deja des­con­cer­ta­do fren­te a un rela­to surrea­lis­ta sur­gi­do de la men­te de una per­so­na que pare­cie­ra estar deli­ran­do al expo­ner un cúmu­lo de situa­cio­nes extra­ñas, glo­bal­men­te incom­pren­si­bles y sin saber hacia dón­de el film apun­ta y cuál es su razón de ser.

: Reese Witherspoon y Joaquin Phoenix

Reese Withers­poon y Joa­quin Phoenix

Solo en su comien­zo se des­ta­ca lo más cohe­ren­te y dige­ri­ble de la tra­ma. La acción tie­ne lugar en Los Ánge­les en la déca­da de los años 70 don­de Doc Spor­te­llo (Phoe­nix), un detec­ti­ve pri­va­do de menor cuan­tía, reci­be la visi­ta de Shas­ta (Kathe­ri­ne Waters­ton), su expa­re­ja; ella le pide su cola­bo­ra­ción pro­fe­sio­nal para evi­tar que Mic­key Wolf­mann (Eric Roberts) — un millo­na­rio pro­mo­tor inmo­bi­lia­rio que es su nue­va pare­ja- sea inter­na­do en un ins­ti­tu­to men­tal por su espo­sa (Sere­na Scott Tho­mas) y su aman­te a fin de apo­de­rar­se de su for­tu­na. Cuan­do uno cree estar asis­tien­do a una de las típi­cas his­to­rias poli­cia­les de Ray­mond Chand­ler, lo que vie­ne des­pués des­mien­te ese pro­pó­si­to por­que el rela­to se abre hacia diver­sas direc­cio­nes, con sub­tra­mas des­hil­va­na­das que intro­du­cen per­so­na­jes secun­da­rios que apa­re­cen y des­apa­re­cen capri­cho­sa­men­te, sin que se lle­gue a saber qué es lo que en ver­dad se está vien­do. De esta mane­ra y en la ausen­cia de un foco cen­tral, se pue­den obser­var per­so­na­jes dro­ga­dic­tos, corrup­tos poli­cías, y esce­nas vio­len­tas den­tro del mar­co de inci­den­tes que se van acu­mu­lan­do sin mayor sentido.

Si lo que Ander­son expo­ne hubie­se corres­pon­di­do a una his­to­ria fan­tás­ti­ca o a una des­ca­be­lla­da pelí­cu­la cómi­ca, uno podría dejar­se lle­var por su tra­ma hacien­do abs­trac­ción de su lógi­ca; sin embar­go, aquí se está fren­te a un pre­ten­di­do rela­to psi­co­dé­li­co de carác­ter rea­lis­ta pero sin la míni­ma cohe­sión narra­ti­va, agra­va­do por la cir­cuns­tan­cia de que se pro­lon­ga fati­go­sa­men­te por espa­cio de dos horas y media.

A su favor, cabe des­ta­car algu­nas esce­nas bien fil­ma­das y la exce­len­te actua­ción cen­tral de Joa­quin Phoe­nix rodea­do de un elen­co de bue­nos intér­pre­tes como Waters­ton, Beni­cio del Toro, Josh Bro­lin, Owen Wil­son, Reese Withers­poon, Jena Malo­ne y Mar­tin Short, entre otros.

Más allá de lo seña­la­do es de aguar­dar que el pró­xi­mo retorno de Ander­son lo sea con pro­yec­tos más esti­mu­lan­tes rela­tan­do his­to­rias que ten­gan un prin­ci­pio, un desa­rro­llo arti­cu­la­do y un final cohe­ren­te tal como se apre­ció, por ejem­plo, en Boo­gie Nights y espe­cial­men­te en Mag­no­lia.

Con­clu­sión: Hacien­do alu­sión a su títu­lo el film posee un vicio inhe­ren­te: incom­pren­si­ble.  Jor­ge Gutman

Los Ojos Gran­des de Mar­ga­ret Keane

BIG EYES. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Tim Burton

Apar­tán­do­se de sus rela­tos fan­tás­ti­cos y/o de cien­cia fic­ción, el rea­li­za­dor Tim Bur­ton abor­da en Big Eyes un dra­ma rea­lis­ta sobre la pin­to­ra ame­ri­ca­na Mar­ga­ret Kea­ne duran­te los años de su segun­do matri­mo­nio con un mari­do abu­si­vo y la con­se­cuen­te reper­cu­sión emocional.

El film comien­za a media­dos de la déca­da del 50 cuan­do Mar­ga­ret (Amy Adams) habien­do sufri­do los emba­tes de su pri­mer espo­so deja pre­ci­pi­ta­da­men­te su hogar lle­van­do con­si­go a su hiji­ta Jane (Dela­ney Raye) para radi­car­se en San Francisco.

Christoph Waltz y Amy Adams

Chris­toph Waltz y Amy Adams

En su nue­vo des­tino, y dada su mar­ca­da voca­ción por la pin­tu­ra, en ferias arte­sa­na­les ella se dedi­ca a retra­tar cua­dros infan­ti­les con ojos sobre­di­men­sio­na­dos, cobran­do una suma ínfi­ma por cada uno de sus tra­ba­jos. Es allí que cono­ce a Wal­ter (Chris­toph Waltz), quien es un corre­dor inmo­bi­lia­rio e impro­vi­sa­do pin­tor de pai­sa­jes pari­si­nos ins­pi­ra­dos en los nume­ro­sos via­jes rea­li­za­dos a la capi­tal de Fran­cia. No demo­ra mucho para que Mar­ga­ret que­de sedu­ci­da por su per­so­na­li­dad encan­ta­do­ra acep­tan­do de inme­dia­to la pro­pues­ta de casa­mien­to que él le hace.

Tenien­do en cuen­ta que los con­ven­cio­na­les tra­ba­jos de Wal­ter no lle­gan a con­ven­cer en el mer­ca­do de arte y vien­do que ocu­rre lo con­tra­rio con los rea­li­za­dos por su seño­ra, sur­ge entre ambos una aso­cia­ción pro­fe­sio­nal don­de con su elo­cuen­cia y dotes inna­tas de buen ven­de­dor él se ocu­pa de comer­cia­li­zar las pin­tu­ras de Mar­ga­ret; con todo, al hacer­lo Wal­ter se atri­bu­ye la auto­ría de las mis­mas. La razón por la que Mar­ga­ret acep­ta esa situa­ción se debe a su natu­ra­le­za tími­da que la inhi­be de opo­ner­se a su mari­do y ade­más por­que com­prue­ba que la acti­vi­dad artís­ti­ca rin­de bue­nos bene­fi­cios para la pare­ja; más aún, la ambi­ción mer­can­ti­lis­ta del fal­so pin­tor hace que se dedi­que a ven­der masi­va­men­te afi­ches o copias de las pin­tu­ras bana­li­zan­do de este modo la impor­tan­cia de las mismas.

A medi­da que trans­cu­rre el tiem­po, Wal­ter fuer­za a Mar­ga­ret a que pro­duz­ca cada vez más, en tan­to que los elo­gios de sus tra­ba­jos son reci­bi­dos por su mari­do. Más aún, es ella quien debe ins­truir­le sobre cómo desem­pe­ñar­se en las entre­vis­tas o rue­das de pren­sa con los perio­dis­tas a fin de pro­veer una expli­ca­ción cohe­ren­te y con­vin­cen­te sobre las pin­tu­ras rea­li­za­das, meto­do­lo­gía de tra­ba­jo y sobre todo para acla­rar las razo­nes de pin­tar “ojos gran­des” infan­ti­les en cada uno de los cuadros.

Bur­ton ha sabi­do crear un cli­ma de ten­sión cre­cien­te entre los cón­yu­ges dejan­do por cier­to tiem­po al espec­ta­dor con el sus­pen­so de saber has­ta cuán­do esta cha­ra­da pue­de seguir man­te­nién­do­se. Gra­cias al guión de Scott Ale­xan­der y Larry Karas­zews­ki que­da muy bien ilus­tra­da la sumi­sión de la pin­to­ra hacia su espo­so así como la exis­ten­cia de un vela­do machis­mo del cual a ella le resul­ta difí­cil escapar.

Con una cons­truc­ción impe­ca­ble, el rela­to cau­ti­va por varias razo­nes. Ade­más de con­si­de­rar la mal­sa­na rela­ción matri­mo­nial des­crip­ta, exa­mi­na de qué for­ma el tra­ba­jo de un artis­ta está liga­do al obje­to de su crea­ción y qué es lo que acon­te­ce cuan­do alguien se apro­pia del mis­mo. No menos impor­tan­te es el de mos­trar cómo una obra artís­ti­ca pue­de trans­for­mar­se en un banal pro­duc­to comercial.

Aun­que gran par­te de las vir­tu­des de este film deben ser atri­bui­das a la labor de Bur­ton y sus guio­nis­tas, no menos impor­tan­te es la con­tri­bu­ción apor­ta­da por los acto­res pro­ta­gó­ni­cos. A Adams le corres­pon­de el difí­cil papel de trans­mi­tir la per­so­na­li­dad humil­de, reser­va­da y calla­da de la pin­to­ra “fan­tas­ma” que en su inte­rior va sufrien­do los per­can­ces de tener que acep­tar el ano­ni­ma­to de sus tra­ba­jos a la vez que sen­tir­se impo­ten­te fren­te a la pre­sen­cia arro­lla­do­ra y aplas­tan­te de un mari­do mani­pu­la­dor; es admi­ra­ble apre­ciar de qué modo la actriz trans­mi­te la vul­ne­ra­bi­li­dad de Mar­ga­ret fren­te a la pér­di­da pro­gre­si­va de su iden­ti­dad artís­ti­ca al pun­to tal de lle­gar a men­tir a su pro­pia hija sobre la auto­ria de sus pin­tu­ras. No menos des­ta­ca­ble es la inter­ven­ción de Waltz quien brin­da mara­vi­llo­sa­men­te los dife­ren­tes mati­ces de una per­so­na caris­má­ti­ca y encan­ta­do­ra, disi­mu­lan­do su face­ta de mitó­mano y de ejer­cer el con­trol total de la vida e iden­ti­dad de su mujer a tra­vés de una exa­cer­ba­da vio­len­cia psicológica.

Con­clu­sión: Un film femi­nis­ta muy bien obser­va­do y des­crip­to don­de al pro­pio tiem­po se apre­cia con qué faci­li­dad el arte pue­de lle­gar a mer­can­ti­li­zar­se. Jor­ge Gutman

Un Inque­bran­ta­ble Espíritu

UNBRO­KEN. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Ange­li­na Jolie

Ubi­cán­do­se nue­va­men­te detrás de la cáma­ra, la popu­la­rí­si­ma actriz Ange­li­na Jolie sien­te una espe­cial pre­di­lec­ción para enfo­car dra­mas béli­cos. Así como lo hicie­ra en su film pre­ce­den­te In the Land of Blood and Honey (2011) sobre la gue­rra de Bos­nia, en Unbro­ken enca­ra un epi­so­dio de la Segun­da Gue­rra Mun­dial abor­dan­do al atle­ta ame­ri­cano Louie Zam­pe­ri­ni duran­te sus dos años como pri­sio­ne­ro de los japoneses.

Jack O’Connell

Jack O’Connell

Tenien­do como base el libro homó­ni­mo de Lau­ra Hillen­brand y en una adap­ta­ción rea­li­za­da por los cineas­tas Joel y Ethan Coen jun­to con Richard Lagra­va­ne­se y William Nichol­son, el rela­to comien­za cuan­do el con­flic­to béli­co ya está en mar­cha y Zam­pe­ri­ni (Jack O’Connell) par­ti­ci­pa como tenien­te en un bom­bar­de­ro de la Fuer­za Aérea ame­ri­ca­na jun­to con otros sol­da­dos en un ata­que aéreo desen­fre­na­do con­tra los japoneses.

Duran­te esas esce­nas el film inter­ca­la otras del pasa­do con una rápi­da revis­ta a sus años de pro­ble­má­ti­ca infan­cia como hijo de inmi­gran­tes ita­lia­nos vivien­do en el sur de Cali­for­nia y su pos­te­rior afi­ción depor­ti­va por el atle­tis­mo; así, a los 19 años de edad lle­ga a com­pe­tir en las Olim­pía­das de Ber­lín de 1936 en la carre­ra de los 5000 metros logran­do ocu­par un res­pe­ta­ble octa­vo pues­to. Vol­vien­do al pre­sen­te, cuan­do la nave aérea sufre un gra­ve acci­den­te estre­llán­do­se en el Pací­fi­co con la muer­te de 8 de sus tri­pu­lan­tes, Zam­pe­ri­ni logra sal­var su vida jun­to con el pilo­to capi­tán Rus­sell Phi­llips (Domh­nall Glee­son) que es tam­bién su ami­go y el sar­gen­to Fran­cis McNa­ma­ra (Finn Wit­trock). Ahí comien­za para estos sobre­vi­vien­tes un vía cru­cis al que­dar a la deri­va en dos bal­sas sal­va­vi­das; con el peli­gro laten­te de ame­na­za­do­res tibu­ro­nes, cal­man su ham­bre con peces que logran pes­car digi­rién­do­los cru­dos y sacian­do la sed con el agua de la llu­via. Aguar­dan­do que pue­dan ser reco­gi­dos por algún avión o heli­cóp­te­ro de las fuer­zas alia­das, las espe­ran­zas pare­cen ate­nuar­se has­ta que a los 33 días McNa­ma­ra falle­ce y 14 días des­pués Phi­llips y Zam­pe­ri­ni son res­ca­ta­dos por un bar­co enemi­go japo­nés, don­de son hechos pri­sio­ne­ros de gue­rra; de allí en más ambos que­dan separados.

En su últi­ma y exten­sa par­te el film rese­ña el cal­va­rio de Zam­pe­ri­ni a tra­vés del mar­ti­rio que sufre por la des­pia­da­da bru­ta­li­dad ejer­ci­da en el cam­po de con­cen­tra­ción por el sádi­co coman­dan­te japo­nés Wata­na­be (Taka­ma­sa Ishiha­ra, más cono­ci­do por su nom­bre de músi­co y com­po­si­tor como Miya­vi). Los cas­ti­gos que sufre Louie resul­tan des­ga­rran­tes de ver y en tal sen­ti­do Jolie ofre­ce un film de gran dure­za don­de sin duda, el pro­pó­si­to que la ani­ma es mos­trar has­ta qué pun­to la gue­rra lle­ga a des­hu­ma­ni­zar por com­ple­to al individuo.

En un deco­ro­so tra­ba­jo de la direc­to­ra se mues­tra la tra­yec­to­ria de un indi­vi­duo que a pesar del inhu­mano tra­ta­mien­to reci­bi­do duran­te los dos años de cau­ti­ve­rio ha tra­ta­do de man­te­ner una for­ta­le­za a toda prue­ba para que el daño físi­co reci­bi­do no lle­ga­se a que­brar su espí­ri­tu. A pesar de su detes­ta­ble vio­len­cia este docu­men­to es hones­to y a todas luces res­pe­ta­ble en la medi­da que evi­ta caer en los cli­sés que sue­len abun­dar en rela­tos de guerra.

Si este buen film no alcan­za a ser gran­dio­so es por­que a pesar de las peri­pe­cias dra­má­ti­cas que rodean a sus per­so­na­jes, con espe­cial refe­ren­cia a Zam­pe­ri­ni, el rela­to no alcan­za total­men­te a cun­dir con la fuer­za nece­sa­ria como para aden­trar­se con más emo­ción en el áni­mo del espec­ta­dor y por­que en cier­tos tre­chos del rela­to su desa­rro­llo se resien­te un poco. Con todo y más allá de las obser­va­cio­nes seña­la­das, el resul­ta­do es satis­fac­to­rio por su cali­fi­ca­do elen­co, sobre todo el desem­pe­ño de O’Connell y Miya­vi, como tam­bién por la con­tri­bu­ción foto­grá­fi­ca de Roger Dea­kins y la sobria ban­da sono­ra del com­po­si­tor Ale­xan­dre Desplat.

Con­clu­sión: Un buen rela­to dra­má­ti­co de Ange­li­na Jolie. Jor­ge Gutman

Des­lu­ci­da Come­dia Musical

ANNIE. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Will Gluck.

Des­pués de haber pre­sen­cia­do esta nue­va ver­sión de la come­dia musi­cal de Broad­way “Annie” uno se pre­gun­ta cuál ha sido la razón que impul­só a sus res­pon­sa­bles para vol­ver a fil­mar­la. Si bien la obra musi­cal estre­na­da en Broad­way en 1977 no care­ce de atrac­ti­vos, la ver­sión rea­li­za­da en 1982 no fue pre­ci­sa­men­te una de aqué­llas que haya impre­sio­na­do mayor­men­te, a pesar de haber sido diri­gi­da por el gran cineas­ta John Hus­ton; aho­ra bien, la pre­sen­te es deci­di­da­men­te infe­rior a aqué­lla y a pesar de no ser mala, no tie­ne muchos ele­men­tos que per­mi­tan res­ca­tar­la de su pre­ca­ria medianía.

En este rema­ke moder­ni­za­do la acción tie­ne lugar en Nue­va York en la épo­ca actual don­de Annie (Quvenzha­né Wallis) de 10 años de edad, habien­do sido aban­do­na­da por sus padres cuan­do era bebi­ta, vive per­ma­nen­te­men­te con la ilu­sión de que ellos retor­na­rán algún día a bus­car­la. Por esa razón Annie resi­de jun­to con otras cua­tro niñas en un hogar sus­ti­tu­to a car­go de Miss Han­ni­gan (Came­ron Díaz); se tra­ta de una detes­ta­ble mujer vol­ca­da a la bebi­da, que por razo­nes mone­ta­rias se ocu­pa de cui­dar a las chi­cas, aun­que sin pro­di­gar­les el menor ges­to afectivo.

Quvenzhané Wallis y Jamie Foxx

Quvenzha­né Wallis y Jamie Foxx

Annie ve cam­bia­da su suer­te el día en que se topa con Will Stacks (Jamie Foxx), un mag­na­te de las tele­co­mu­ni­ca­cio­nes que aspi­ra ocu­par el pues­to de alcal­de de la ciu­dad. Al haber sal­va­do a la niña de un gra­ve acci­den­te calle­je­ro que fue fil­ma­do en video, Stacks ‑esti­mu­la­do por su ase­sor polí­ti­co Guy (Bobby Can­na­va­le) y con la ayu­da de su fiel alia­da Gra­ce (Rose Byr­ne)- tra­ta de capi­ta­li­zar la acción rea­li­za­da para revi­vir su ali­caí­da cam­pa­ña elec­to­ral. Para ello invi­ta a la niña a vivir tem­po­ral­men­te en su resi­den­cia don­de la peque­ña se con­vier­te en una suer­te de agra­cia­da prin­ce­si­ta al reci­bir un exce­len­te tra­to y aten­cio­nes que jamás había soña­do. Habien­do sido alec­cio­na­da, Annie demues­tra a los medios de comu­ni­ca­ción su apre­cio por el cari­ño reci­bi­do de su bene­fac­tor, en tan­to que Stacks logra mejo­rar deci­di­da­men­te su ima­gen públi­ca como can­di­da­to a la alcal­día y pron­ta­men­te se enca­ri­ña con su hués­ped. Lo que con­ti­núa, inclu­yen­do un giro leve­men­te dra­má­ti­co a la his­to­ria, no es de mayor inte­rés y a medi­da que el film se pro­lon­ga la aten­ción va deca­yen­do sin que exis­ta una genui­na cali­dez que emo­cio­ne al espectador.

Con un guión ende­ble y un mon­ta­je poco satis­fac­to­rio, el rela­to no ofre­ce opor­tu­ni­dad de luci­mien­to para sus acto­res, don­de por ejem­plo el rol inter­pre­ta­do por Came­ron Díaz resul­ta gro­tes­ca­men­te cari­ca­tu­res­co; en cuan­to a los otros per­so­na­jes deli­nea­dos en for­ma uni­di­men­sio­nal, la posi­bi­li­dad de iden­ti­fi­ca­ción con los mis­mos es esca­sa, excep­to el de Quvenzha­né Wallis quien habien­do impre­sio­na­do gra­ta­men­te en Beasts of the Southern Wild (2012) aquí sale airo­sa como la des­en­vuel­ta Annie.

Como espec­tácu­lo musi­cal el film no deja mayo­res hue­llas, a pesar del agre­ga­do de algu­nos nue­vos núme­ros. Sin gran des­plie­gue coreo­grá­fi­co, las dife­ren­tes can­cio­nes, que con excep­ción de una o dos no lle­gan a ser memo­ra­bles, son inter­ca­la­das sin flui­dez al desa­rro­llo temático.

Con­clu­sión: Un des­lu­ci­do musi­cal caren­te de cali­dez y sin mayor emo­ciónJor­ge Gutman

El Film Pós­tu­mo de Alain Resnais

AIMER, BOI­RE ET CHAN­TER. Fran­cia, 2014. Direc­ción: Alain Res­nais. Dis­tri­bu­ción: TVA Films (2014)

Este pós­tu­mo film de Alain Res­nais falle­ci­do en mar­zo de este año pro­du­ce un pro­fun­do sen­ti­mien­to de nos­tal­gia al saber que será impo­si­ble seguir delei­tán­do­se con las obras de uno de los más gran­des inno­va­do­res del len­gua­je fíl­mi­co, don­de Hiroshi­ma Mon Amour (1959) es uno de los títu­los que dan prue­ba de ello. Sin haber sos­pe­cha­do que sería su últi­ma entre­ga, Res­nais se basó en la adap­ta­ción de la pie­za de Alan Ayck­bourn Life of Riley (2010), un autor dra­má­ti­co muy vene­ra­do por él y al cual ya había recu­rri­do en dos opor­tu­ni­da­des ante­rio­res para sus pelí­cu­las Smoking/No Smo­king (1993) y Pri­va­te Fears in Public Pla­ces (2006).

Sin duda Amar, Beber y Can­tar, títu­lo extraí­do de un ani­ma­do vals de Johan Strauss que acom­pa­ña a varias de las esce­nas del film, cons­ti­tui­rá para muchos de los devo­tos admi­ra­do­res de Res­nais un tra­ba­jo que habrán de apre­ciar­lo, pero tra­tan­do de man­te­ner la máxi­ma obje­ti­vi­dad posi­ble por par­te de quien escri­be estas líneas –gran admi­ra­dor de Res­nais- el film no logra el mis­mo impac­to de sus gran­des tra­ba­jos. En ese sen­ti­do no recae la res­pon­sa­bi­li­dad com­ple­ta en Res­nais como direc­tor escé­ni­co, sino más bien en la pie­za ele­gi­da que no resul­ta muy ade­cua­da para lograr la con­fluen­cia de cine y tea­tro que siem­pre cons­ti­tu­yó una de las preo­cu­pa­cio­nes del des­apa­re­ci­do cineasta.

Sandrine Kiberlain y André Dussolier

San­dri­ne Kiber­lain y André Dussolier

Con una esce­no­gra­fía abs­trac­ta, ela­bo­ra­da arti­fi­cio­sa­men­te con ani­ma­das pin­tu­ras de acua­re­la que daría la impre­sión de estar apre­cian­do un cuen­to infan­til, el guión pre­sen­ta a los seis per­so­na­jes del film repre­sen­ta­dos por tres matri­mo­nios de media­na edad que en la cam­pi­ña ingle­sa de Yorkshi­re están pre­pa­rán­do­se para mon­tar una pro­duc­ción tea­tral de una come­dia de Ayck­bourn. Mien­tras lo hacen se ente­ran de que un ami­go común de ellos, el don­jua­nes­co Geor­ge Riley, se está murien­do de cán­cer y es así que este per­so­na­je al cual nun­ca se lo ve gra­vi­ta en los res­tan­tes, espe­cial­men­te en las muje­res don­de cada una de las mis­mas estu­vo direc­ta o indi­rec­ta­men­te vin­cu­la­da román­ti­ca­men­te a él; la sor­pre­sa se pro­du­ce cuan­do ellas acep­tan la invi­ta­ción del mori­bun­do Geor­ge para rea­li­zar un via­je final de vaca­cio­nes en Tene­ri­fe, hecho que pro­du­ce la con­si­guien­te per­ple­ji­dad y varia­dos resen­ti­mien­tos por par­te de sus res­pec­ti­vos esposos.

El film está esbo­za­do por esce­nas no muy lar­gas que por sí mis­mas tra­tan de uti­li­zar el meca­nis­mo tea­tral para suge­rir que la vida no es más que un lar­go ensa­yo de repre­sen­ta­ción tea­tral y es por eso que resul­ta difí­cil dife­ren­ciar la par­te fic­ti­cia de la real en la que inter­ac­túan sus per­so­na­jes. En todo caso, su tra­ma que se vuel­ve dema­sia­do repe­ti­ti­va se pres­ta para que se abor­den algu­nos aspec­tos vin­cu­la­dos con la vida y la muer­te, aun­que su tono liviano impi­de una mayor profundización.

Que­da como balan­ce, un tra­ba­jo menor pero siem­pre res­pe­ta­ble de Res­nais valo­ri­za­do por las inob­je­ta­bles inter­pre­ta­cio­nes de Sabi­ne Azé­ma, Hip­poly­te Girar­dot, Caro­li­ne Silhol, Michel Vui­ller­moz, Caro­li­ne Silhol, San­dri­ne Kiber­lain y André Dussolier.

El DVD es pre­sen­ta­do en su ver­sión ori­gi­nal fran­ce­sa con sub­tí­tu­los opta­ti­vos en inglés. Jor­ge Gutman