Un Afec­ti­vo Dra­ma de Adolescentes

ME AND EARL AND THE DYING GIRL. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Alfon­so Gómez-Rejón.

Aun­que el títu­lo anti­ci­pa que uno de los per­so­na­jes es el de una chi­ca mori­bun­da, esta come­dia dra­má­ti­ca basa­da en la nove­la de Jes­se Andrews, igual­men­te autor del guión, con­si­de­ra el pro­ce­so de madu­rez de un ado­les­cen­te, su rela­ción con un com­pa­ñe­ro de tra­ba­jo y final­men­te el víncu­lo que lo une con una enfer­ma terminal.

RJ Cyler y Thomas Mann

RJ Cyler y Tho­mas Mann

Greg (Tho­mas Mann), el joven pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria, es un mucha­cho que sin ser deci­di­da­men­te excén­tri­co, como estu­dian­te del últi­mo año de una escue­la secun­da­ria de Pit­ts­burgh per­ma­ne­ce un tan­to mar­gi­na­do de sus com­pa­ñe­ros. Aun­que en prin­ci­pio des­afec­ta­do de toda emo­ción, lo úni­co que es capaz de atraer­lo es su pasión por el cine de arte don­de ese entu­sias­mo lo vuel­ca en sus ratos libres rea­li­zan­do paro­dias de algu­nos fil­mes clá­si­cos con Earl (RJ Cyler), un mucha­cho de edad simi­lar a quien lla­ma su com­pa­ñe­ro de tra­ba­jo pese a que en reali­dad se tra­ta tam­bién de su mejor amigo.

A los pocos minu­tos y sin que nada lo anti­ci­pe en tér­mi­nos de pro­gre­sión dra­má­ti­ca, el rela­to intro­du­ce a la madre de Greg (Con­nie Brit­ton) quien pre­sio­na fuer­te­men­te a su hijo para que visi­te a Rachel (Oli­via Cooke), una de sus com­pa­ñe­ras de estu­dio recien­te­men­te diag­nos­ti­ca­da de leu­ce­mia, a fin de entre­te­ner­la en esos momen­tos difí­ci­les. Como en muchas otras situa­cio­nes un tan­to irrea­lis­tas que sue­len pro­du­cir­se en los guio­nes de cier­tos fil­mes, uno se pre­gun­ta por­qué nece­sa­ria­men­te Greg ‑que mera­men­te cono­ce a Rachel- debe ser quien la visi­te y por­qué la for­ma car­go­sa y sin suti­le­za algu­na de su madre en obli­gar­lo a que lo haga. Pero en fin, dejan­do de lado la obje­ción seña­la­da, pue­de seña­lar­se que el rea­li­za­dor Alfon­so Gómez-Rejón logra muy bien crear ese cli­ma extra­ño de inco­mo­di­dad que se pro­du­ce cuan­do por pri­me­ra vez Greg visi­ta a Rachel y el modo cómo va rom­pién­do­se el tém­pano de hie­lo que los sepa­ra para que ella final­men­te lo acep­te y vaya ganan­do su sim­pa­tía y afec­to. Todo eso per­mi­te que has­ta aquí, el rela­to trans­pi­re auten­ti­ci­dad evi­tan­do afor­tu­na­da­men­te que la enfer­me­dad ter­mi­nal de la ado­les­cen­te se con­vier­ta en un melo­dra­má­ti­co paño de lágrimas.

Como se seña­ló pre­via­men­te el hilo con­duc­tor de la narra­ción es Greg y es así que ade­más de su ines­pe­ra­do víncu­lo con Rachel, par­te de la his­to­ria está reser­va­do a su víncu­lo con Cooke don­de sin duda las sáti­ras y refe­ren­cias que efec­túan res­pec­to de fil­mes de Scor­ce­se, Her­zog, Truf­faut, Godard y otros títu­los bien cono­ci­dos serán muy apre­cia­das por el públi­co ciné­fi­lo. Con todo, el rela­to intro­du­ce en su par­te media his­to­rias secun­da­rias con per­so­na­jes insu­fi­cien­te­men­te desa­rro­lla­dos que dis­traen la aten­ción, dis­mi­nu­yen­do en con­se­cuen­cia la efi­ca­cia glo­bal del mismo.

A pesar de lo ante­rior­men­te seña­la­do, el film resul­ta agra­da­ble de ver aun­que sin alcan­zar el mis­mo impac­to emo­cio­nal de The Fault In Our Stars (2014) sobre una temá­ti­ca pare­ci­da. Sin lle­gar a nive­les de exce­len­cia, el rea­li­za­dor ofre­ce un apre­cia­ble rela­to sobre el enri­que­ci­mien­to emo­cio­nal de un ado­les­cen­te a tra­vés de la expe­rien­cia con­fron­ta­da con una per­so­na cer­ca­na a la muerte.

For­mal­men­te resul­ta ori­gi­nal y acer­ta­da la incor­po­ra­ción de esce­nas ani­ma­das que se aco­mo­dan muy bien al carác­ter un tan­to biza­rro de algu­nos de los per­so­na­jes secundarios.

Con­clu­sión: Un dra­ma afec­ti­vo de ado­les­cen­tes que aun­que atra­vie­sa terre­nos ya explo­ra­dos por el cine logra satis­fa­cer por su acer­ta­da rea­li­za­ción y el buen elen­co que lo inte­gra.  Jor­ge Gutman

La Bana­li­dad en su Máxi­ma Expresión

A PIGEON SAT ON A BRANCH REFLEC­TING ON EXIS­TEN­CE. Sue­cia-Norue­ga-Fran­ce-Ale­ma­nia, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Roy Andersson

La bana­li­dad es un con­cep­to que cali­fi­ca a acti­tu­des o situa­cio­nes nada impor­tan­tes o intras­cen­den­tes pero que deno­ta una reali­dad don­de sus acto­res son los seres huma­nos que la ani­man. Ilus­trar esa acti­tud es lo que se impu­so el rea­li­za­dor Roy Anders­son tra­tan­do de radio­gra­fiar y ana­li­zar esos curio­sos com­por­ta­mien­tos des­de la pers­pec­ti­va de una palo­ma posa­da en una rama reca­pa­ci­tan­do sobre la exis­ten­cia, tal como lo expre­sa el títu­lo del film. Aun­que la pre­mi­sa men­cio­na­da pue­da pare­cer deci­di­da­men­te extra­ña, lo cier­to es que el rea­li­za­dor logró un film melan­có­li­ca­men­te paté­ti­co que tie­ne resonancia.

Ya des­de el ini­cio que­da regis­tra­da la impron­ta de Anders­son con tres peque­ñas gra­cio­sas secuen­cias en torno a la muer­te; en la pri­me­ra de ellas un hom­bre falle­ce al des­cor­char una bote­lla en tan­to que su espo­sa indi­fe­ren­te sigue pre­pa­ran­do la comi­da; a con­ti­nua­ción se obser­va a una mujer ancia­na que al ingre­sar a un hos­pi­tal tra­ta de pro­te­ger su bol­so con joyas a fin de lle­vár­se­las al paraí­so; final­men­te, la ter­ce­ra impa­ga­ble secuen­cia mues­tra a un hom­bre que via­jan­do en un ferry falle­ce de un ata­que car­día­co inme­dia­ta­men­te des­pués de haber paga­do el impor­te de su comi­da a la caje­ra que lo aten­día; con la ali­men­ta­ción en la ban­de­ja sin haber sido toca­da, la mujer pre­gun­ta al res­to del pasa­je si alguien desea que­dar­se gra­tui­ta­men­te con el pla­to servido.

Holger Andersson y Nils Westblom

Hol­ger Anders­son y Nils Westblom

Las tres secuen­cias men­cio­na­das deter­mi­nan el tono de lo que acon­te­ce en las res­tan­tes 36 esce­nas que con­for­man el rela­to. Fun­da­men­tal­men­te, el guión pre­sen­ta dife­ren­tes viñe­tas que sin estar vin­cu­la­das con­fi­gu­ran una mira­da sagaz sobre el com­por­ta­mien­to que los mor­ta­les pue­den asu­mir en su actua­ción coti­dia­na. Entre algu­nas situa­cio­nes curio­sas se pue­de obser­var a una niña con Sín­dro­me de Down reci­tan­do en un esce­na­rio un extra­ño poe­ma, la reapa­ri­ción del rey sue­co Car­los XII en un con­tex­to moderno, un marino pro­ble­ma­ti­za­do por una cita anu­la­da, una pro­fe­so­ra de fla­men­co ofre­cien­do cari­cias muy par­ti­cu­la­res a uno de sus alum­nos, una vela­da esco­lar para niños con nece­si­da­des espe­cia­les y la pelea de una pare­ja en una pla­ya. Con todo, los momen­tos más recu­rren­tes y gra­cio­sos del film invo­lu­cran a un dúo de excén­tri­cos y depri­mi­dos ven­de­do­res (Hol­ger Anders­son, Nils West­blom) que labo­rio­sa­men­te tra­tan de ofre­cer artícu­los de entre­te­ni­mien­to que inclu­yen col­mi­llos de vam­pi­ros, muñe­qui­tos que ríen y más­ca­ras joco­sas. Todo ello no está exen­to de algu­nos momen­tos lúgu­bres ofre­cien­do una visión no del todo pla­cen­te­ra de un mun­do lejos de ser rosado.

Como su exten­so títu­lo lo indi­ca, y tenien­do en con­si­de­ra­ción la visión per­so­nal del rea­li­za­dor quien adop­ta un esti­lo abs­trac­to y de super­rea­lis­mo para ilus­trar lo que se pro­po­ne, esta pelí­cu­la invi­ta a refle­xio­nar sobre la for­ma que adop­ta el com­por­ta­mien­to humano por más ridí­cu­la que apa­rez­ca en cier­tas acti­tu­des. Al así hacer­lo, en últi­ma ins­tan­cia refle­ja la reali­dad de la gran come­dia humana.

Con­clu­sión: Un agri­dul­ce film de humor negro diri­gi­do a una audien­cia selec­ti­va.  Jor­ge Gutman

El Apren­di­za­je de Duddy Kravitz

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

THE APPREN­TI­CESHIP OF DUDDY KRA­VITZ. THE MUSI­CAL. Autor: David Spen­cer basa­do en la nove­la del mis­mo nom­bre de Mor­de­cai Richler. Direc­ción: Aus­tin Pend­le­ton. Músi­ca: Alan Men­ken con Letra y Arre­glos Adi­cio­na­les de David Spen­cer. Elen­co: Ken James Ste­wart, Geor­ge Mass­wohl, Marie-Pie­rre de Brien­ne, Howard Jero­me, Adrian Mar­chuk, Vic­tor A. Young, David Coom­ber, Sam Rosenthal, Michael Rud­der, Kris­tian Truel­sen, Alba­ne Cha­teau, Gab Des­mond, Julia Half­yard, Michael Daniel Murphy. Direc­ción Musi­cal: Jonathan Mon­ro. Soni­do: Peter Balov. Deco­ra­dos y Ves­tua­rio: Michael Eagan. Ilu­mi­na­ción: Luc Prai­rie. Dura­ción: 3 horas (inclu­yen­do 20 minu­tos de entre­ac­to). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 12 de julio de 2015 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

Resul­ta extra­ño efec­tuar la eva­lua­ción crí­ti­ca de una obra recu­rrien­do a los ante­ce­den­tes de la mis­ma; pero curio­sa­men­te ésta es la situa­ción que en este caso se pre­sen­ta con la nue­va ver­sión musi­cal de El Apren­di­za­je de Duddy Kra­vitz, la nove­la más renom­bra­da de Mor­de­cai Richler, estre­na­da en el Segal Centre.

El libro de Richler ya había sido tras­la­da­do al cine en 1974 por Ted Kot­cheff pero fue en 1984 cuan­do se lo con­vir­tió en pie­za musi­cal aun­que recién en 1987 en Fila­del­fia es cuan­do por pri­me­ra vez sur­gió como un esfuer­zo auna­do de Alan Men­ken en su carác­ter de com­po­si­tor, David Spen­cer como autor de la letra y Aus­tin Pend­le­ton como direc­tor. Todo pare­ce­ría que hubie­se mar­cha­do bien sal­vo que el final de la pie­za, siem­pre res­pe­tan­do la volun­tad del nove­lis­ta, no era lo sufi­cien­te­men­te atra­yen­te como para que el públi­co pudie­ra cele­brar­lo con viva fuerza.

David Coomber, Ken James Stewart & Marie-Pierre de Brienne  Foto de Maxime Côté

David Coom­ber, Ken James Ste­wart & Marie-Pie­rre de Brien­ne (Foto de Maxi­me Côté)

En una bre­ve sín­te­sis el tema gira en torno de Duddy (Ken James Ste­wart), el hijo menor de una humil­de fami­lia judía angló­fo­na vivien­do en el Mile End de Mon­treal de fines de la déca­da del 40 quien tra­ta de bus­car su lugar en el mun­do y, sobre todo, supe­rar el medio en el que se encuen­tra. Para ello y con el pro­pó­si­to de lle­gar a ser alguien impor­tan­te, este joven bus­ca­vi­da no duda­rá en uti­li­zar cual­quier recur­so que pue­da echar a mano con tal de con­ver­tir­se en rico pro­pie­ta­rio de bie­nes raí­ces; así poco le impor­ta­rá dejar de lado escrú­pu­los éti­cos o mora­les aun­que eso decep­cio­ne a Yvet­te (Marie-Pie­rre de Brien­ne), su dul­ce novie­ci­ta fran­có­fo­na, su mejor ami­go Vir­gil (David Coom­ber) o bien a su ama­do abue­lo Sim­cha (Howard Jero­me). Aun­que en esen­cia esta pro­duc­ción adap­ta­da por David Spen­cer res­pe­te en su mayor par­te el espí­ri­tu del libro difie­re de la ver­sión musi­cal ori­gi­nal al ofre­cer aquí un des­en­la­ce com­pla­cien­te con un Duddy dis­pues­to a redi­mir­se. Evi­den­te­men­te, no es lo que Richler con­ci­bió y cabría pre­gun­tar­se has­ta qué pun­to pue­de o no ser legí­ti­mo alte­rar la esen­cia de este per­so­na­je rapaz don­de en rigor de ver­dad resul­ta difí­cil supo­ner que por “arte de magia” se habrá de regenerar.

Marie-Pierre de Brienne y Ken James Stewart (Foto de Maxime Côté)

Marie-Pie­rre de Brien­ne y Ken James Ste­wart (Foto de Maxi­me Côté)

Tal como está pre­sen­ta­da, esta fábu­la musi­cal tie­ne aspec­tos des­ta­ca­bles. La direc­ción escé­ni­ca de Pend­le­ton, adop­tan­do un esti­lo clá­si­co y lineal, per­mi­te que sal­ga airo­so en su come­ti­do insu­flan­do vita­li­dad y rit­mo al con­te­ni­do de esta den­sa obra. No menos impor­tan­te es haber reu­ni­do a un elen­co homo­gé­neo e irre­pro­cha­ble don­de cada uno de los acto­res cum­ple su misión carac­te­ri­zan­do a sus per­so­na­jes de acuer­do a lo reque­ri­do en la adap­ta­ción efec­tua­da por Spen­cer. De todos modos quien más se dis­tin­gue es Ken James Ste­wart en el rol pro­ta­gó­ni­co. El joven intér­pre­te impre­sio­na y con­ta­gia a más no poder con el ímpe­tu, ener­gía y entu­sias­mo que des­plie­ga duran­te su casi per­ma­nen­te pre­sen­cia en el esce­na­rio; a pesar de repre­sen­tar a un per­so­na­je detes­ta­ble, Ste­wart logra que la audien­cia sim­pa­ti­ce con su caris­má­ti­ca personalidad.

Cabe aho­ra hacer refe­ren­cia a la obra como un musi­cal; aquí sobre­vie­nen algu­nas dudas por las siguien­tes razo­nes. Sabi­do es que cuan­do un rela­to adquie­re la for­ma de una pie­za musi­cal es muy impor­tan­te que cada uno de los núme­ros que inclu­yen su con­te­ni­do sea ins­tru­men­tal al mis­mo; es por eso que en esta ver­sión uno se pre­gun­ta has­ta qué pun­to la músi­ca incor­po­ra­da es un ele­men­to esen­cial para el desa­rro­llo de la tra­ma. Cier­ta­men­te, las can­cio­nes resul­tan agra­da­bles de escu­char y ade­más per­mi­ten a que algu­nos acto­res des­plie­guen su rique­za vocal –como es el caso, entre otros, de Ste­wart y de Brien­ne-; sin embar­go, eso no impli­ca que enri­quez­can nece­sa­ria­men­te los méri­tos pro­pios de la pie­za por­que no se lle­ga a apre­ciar su funcionalidad.

Aun­que la músi­ca per­te­nez­ca a un com­po­si­tor que como Men­ken sea amplia­men­te reco­no­ci­do por su valio­sa con­tri­bu­ción a memo­ra­bles pelí­cu­las de Dis­ney, la mis­ma no alcan­za a cau­sar con­mo­ción, sobre todo por­que no hay “shows­top­per”, o sea núme­ros musi­ca­les que impac­ten fuer­te­men­te a la audien­cia como ocu­rre, para citar unos ejem­plos, en The Sound of Music con “Do, Re, Mi,” Can­tan­do bajo la Llu­via con el tema cen­tral, West Side Story con “To Night” o en Evi­ta con “Don’t Cry for Me Argen­ti­na” . En esta obra, el núme­ro que qui­sie­ra ase­me­jar­se a los men­cio­na­dos sería “Wel­co­me Home” can­ta­do por los per­so­na­jes de Duddy e Yvet­te, pero no logra alcan­zar la fuer­za nece­sa­ria para que su melo­día sea rele­van­te, per­ma­nez­ca en el recuer­do y resul­te fácil de tararear.

Más allá de las obje­cio­nes que los puris­tas y aman­tes de Richler pue­dan obje­tar sobre la con­clu­sión de la pie­za ante­rior­men­te refe­ri­da, que­da como resul­ta­do un ambi­cio­so esfuer­zo de pro­duc­ción que sin lle­gar a alcan­zar un nivel excep­cio­nal como musi­cal, satis­fa­ce como obra pro­pia­men­te dicha. Al menos, su pre­sen­ta­ción cum­ple una misión muy útil como es la de revi­vir al gran escri­tor des­apa­re­ci­do y esti­mu­lar a quie­nes no hayan leí­do la nove­la para que lo hagan a fin de dis­fru­tar de este gran clá­si­co de la lite­ra­tu­ra canadiense.

Un Retra­to Som­brío de Brian Wilson

LOVE & MERCY. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Bill Pohlad

Más que una con­ven­cio­nal bio­gra­fía de Brian Wil­son, Love and Mercy de Bill Poh­lad reco­rre un camino dife­ren­te para narrar la for­ma en que su enfer­me­dad afec­tó su vida y al pro­pio tiem­po tuvo reper­cu­sio­nes en la ban­da de pop rock The Beach Boys que lide­ró duran­te varios años de su exis­ten­cia. Para quie­nes no estén infor­ma­dos sobre este gru­po musi­cal cabe seña­lar que des­de su ges­ta­ción a prin­ci­pios de la déca­da de los años 60 alcan­zó gran reper­cu­sión en los Esta­dos Uni­dos don­de indu­da­ble­men­te Wil­son fue el alma de ese con­jun­to como pia­nis­ta, can­tan­te y com­po­si­tor; el éxi­to de esta agru­pa­ción fue tan gran­de que lle­gó a com­pe­tir mag­ní­fi­ca­men­te, aun­que por bre­ve tiem­po, con los Beatles.

Lo que cons­ti­tu­ye el ele­men­to esen­cial del film es la bús­que­da de la iden­ti­dad de un dota­do músi­co como Wil­son, y la for­ma en que la pelí­cu­la tra­ta de pene­trar en su men­te al bata­llar con el pro­ble­ma men­tal que lo afec­ta­ba. En con­se­cuen­cia, aun­que el esce­na­rio de fon­do lo cons­ti­tu­ya el con­tex­to musi­cal del con­jun­to, la his­to­ria fun­da­men­tal­men­te tie­ne como pro­pó­si­to retra­tar a un vul­ne­ra­ble ser humano mos­tran­do cómo par­te de la gen­te que lo rodea cons­ti­tu­ye un fac­tor que agu­di­za y per­tur­ba su ines­ta­bi­li­dad, como tam­bién resal­tar a la mujer que cons­ti­tui­rá su tabla de rescate.

 John Cusack y Elizabeth Banks

John Cusack y Eli­za­beth Banks

El guión de Oren Mover­man y Michael Alan Ler­ner estruc­tu­ra el rela­to en dos épo­cas, que se desa­rro­lla para­le­la­men­te en los años 60 y media­dos de los 80, en don­de el per­so­na­je de Wil­son lo inter­pre­tan Paul Dano –en su pri­me­ra eta­pa crea­do­ra- y John Cusack duran­te los años con­tem­po­rá­neos. Es pre­ci­sa­men­te en el segun­do tiem­po don­de un Wil­son de media­na edad con el pro­pó­si­to de com­prar un coche en una con­ce­sio­na­ria cono­ce a Melin­da (Eli­za­beth Banks), una agra­da­ble ven­de­do­ra del lugar, y entre ellos se pro­du­ce una mutua corrien­te de sim­pa­tía que ori­gi­na un roman­ce; a pesar de carac­te­rís­ti­cas noto­rias que dela­tan a un Wil­son alta­men­te medi­ca­men­ta­do como un per­so­na­je extra­ño, la rela­ción sen­ti­men­tal cobra inten­si­dad cuan­do ella lle­ga a impo­ner­se sobre los años jóve­nes del músi­co sufrien­do la influen­cia poco esti­mu­lan­te de un abu­si­vo padre (Bill Camp) que prác­ti­ca­men­te menos­pre­cia­ba las dotes musi­ca­les de su hijo; es tam­bién allí don­de se refle­ja el perío­do de glo­ria del con­jun­to cuan­do Wil­son a pesar de cir­cuns­tan­cias adver­sas com­pu­so el álbum Pet Sounds, con­si­de­ra­do por la pren­sa como uno de los mejo­res de todos los tiem­pos; curio­sa­men­te, se apre­cia cómo simul­tá­nea­men­te se va dete­rio­ran­do la salud men­tal del mucha­cho que en últi­ma ins­tan­cia reper­cu­te en un com­por­ta­mien­to ines­ta­ble que crea ten­sio­nes en el seno de la ban­da. Vol­vien­do a los años 80, el rela­to fun­da­men­tal­men­te enfo­ca el modo en que la evo­lu­ción de la rela­ción sen­ti­men­tal de la pare­ja encuen­tra un serio obs­tácu­lo en el tirá­ni­co rol que asu­me Euge­ne Landy (Paul Gia­mat­ti), un tera­peu­ta sinies­tro y pre­da­dor que había sido desig­na­do guar­dia legal de Wil­son y que prác­ti­ca­men­te actuó como un demo­nio minan­do su alma; es pre­ci­sa­men­te allí don­de se impo­ne y gra­vi­ta la per­so­na­li­dad de Melin­da para sal­var su amor y al pro­pio tiem­po cons­ti­tuir el fac­tor cata­li­za­dor para la recu­pe­ra­ción de quien lle­ga­ría a ser su marido.

Entre otros méri­tos, el film se des­ta­ca por su nivel inter­pre­ta­ti­vo. Cada uno de sus prin­ci­pa­les acto­res ofre­ce la sufi­cien­te rele­van­cia para que sus res­pec­ti­vos tra­ba­jos no solo luz­can sino que tam­bién resul­ten amplia­men­te satis­fac­to­rios. Así, Banks per­sua­de con su dul­zu­ra, cali­dez y abne­ga­ción de una mujer fir­me­men­te deci­di­da a ayu­dar a Wil­son; un elo­gio seme­jan­te mere­ce Gia­mat­ti don­de a pesar de su per­so­na­li­dad sinies­tra tra­tan­do de demos­trar que solo quie­re el bien­es­tar de su pacien­te, sabe muy bien cómo con­tro­lar su per­so­na abu­san­do en su con­di­ción de psi­quia­tra. El peso mayor del rela­to recae en el per­so­na­je prin­ci­pal; en tal sen­ti­do tan­to Dano como Cusack se desem­pe­ñan en for­ma irre­pro­cha­ble; con todo, hay algo que no se lle­ga a expli­car en el cas­ting efec­tua­do; no hay razón algu­na para que den­tro de la varia­ción de un perío­do de tan solo 20 años se haya teni­do que recu­rrir a dos acto­res dife­ren­tes, don­de en este caso no exis­te un míni­mo pare­ci­do físi­co acep­ta­ble que per­mi­ta creer que se está en pre­sen­cia del mis­mo personaje.

Reafir­man­do el cri­te­rio de que Poh­lad deci­dió dis­tan­ciar­se del méto­do tra­di­cio­nal uti­li­za­do en las bio­gra­fías de músi­cos popu­la­res, aquí no hay mayor espa­cio para que uno se inte­rio­ri­ce sobre los otros miem­bros de la ban­da musi­cal como tam­po­co se la mues­tra rea­li­zan­do con­cier­tos en públi­co; más bien la exce­len­te ban­da de soni­do se hace pre­sen­te en las gra­ba­cio­nes efec­tua­das en los estu­dios, lo que de nin­gún modo resul­ta obje­ta­ble por­que el pro­pó­si­to del film es esen­cial­men­te recrear los alti­ba­jos emo­cio­na­les de un músi­co excep­cio­nal aco­sa­do de enfer­me­dad men­tal y recu­pe­ra­do gra­cias al amor de su mujer.

Con­clu­sión: Más allá que uno esté o no fami­lia­ri­za­do con Brian Wil­son, Bill Poh­lad ofre­ce un rela­to ínti­mo de nota­ble cali­dad.  Jor­ge Gutman

Cam­bio de Sexo

52 TUES­DAYS. Aus­tra­lia, 2013. Un film de Sophie Hyde

A pocos días de haber comen­ta­do Une nou­ve­lle amie de Fra­nçois Ozon don­de abor­da el tema de la tran­se­xua­li­dad y los aspec­tos emo­cio­na­les que deri­van de la mis­ma, la novel direc­to­ra Sophie Hyde tam­bién lo con­si­de­ra aun­que des­de un ángu­lo com­ple­ta­men­te dife­ren­te; en lugar de una fina come­dia osa­da que roza con el absur­do, aquí se con­tem­pla la sin­gu­lar expe­rien­cia de una ado­les­cen­te que en el pro­ce­so de madu­ra­ción sexual se enfren­ta con la deci­sión de su madre de adop­tar un cam­bio de sexo. Nutri­da en algu­nas de sus pro­pias expe­rien­cias vivi­das, Hyde ofre­ce un rela­to poco con­ven­cio­nal, uti­li­zan­do acto­res no pro­fe­sio­na­les y aun­que en el desa­rro­llo del mis­mo se apre­cia un esti­lo de fil­ma­ción no del todo homo­gé­neo, el resul­ta­do cap­ta la aten­ción de un públi­co intere­sa­do en seguir los veri­cue­tos de esta historia.

Del Herbert-Jane y Tilda Cobham-Hervey

Del Her­bert-Jane y Til­da Cobham-Hervey

Billie (Til­da Cobham-Her­vey) es una sen­si­ble ado­les­cen­te de 16 años quien supo desa­rro­llar una exce­len­te rela­ción amis­to­sa con su madre divor­cia­da Jane (Del Her­bert-Jane). Un día, reci­be de su pro­ge­ni­to­ra la sor­pre­si­va noti­cia de que desea cam­biar de géne­ro sexual para con­ver­tir­se en hom­bre adop­tan­do el nom­bre de James; como con­se­cuen­cia de la situa­ción, le pide que ella vaya a vivir con su padre (Beau Tra­vis Williams) y que todos los mar­tes en horas de la tar­de se reúna con ella/él para man­te­ner el con­tac­to y ver cómo se pro­du­ci­rá la adap­ta­ción y reaco­mo­da­mien­to entre ambas con el paso del tiempo.

El camino ele­gi­do por Hyde para narrar la his­to­ria del guión que la rea­li­za­do­ra ela­bo­ró con la cola­bo­ra­ción de Matthew Cor­mack, es la de que Billie comien­ce a regis­trar con su cáma­ra de video un dia­rio de las expe­rien­cias vivi­das duran­te todo un año a tra­vés de los encuen­tros de 52 mar­tes, a los que alu­de el títu­lo del film. Den­tro de esa rígi­da estruc­tu­ra, las esce­nas que se suce­den sema­nal­men­te tie­nen des­igual dura­ción, así mien­tras que en algu­nos casos no alcan­zan 60 segun­dos sin mayor tras­cen­den­cia, en otras la cáma­ra se detie­ne para ir regis­tran­do con mayor inten­si­dad qué es lo que Billie va sin­tien­do fren­te al cam­bio hor­mo­nal por el que atra­vie­sa su madre don­de los ras­gos feme­ni­nos van dilu­yén­do­se para encon­trar­se con la figu­ra de un segun­do padre. Lo que resul­ta nota­ble es el modo natu­ral sobre cómo la joven se halla fren­te a una per­so­na que mucho quie­re pero que le cues­ta acep­tar ese cam­bio. Simul­tá­nea­men­te a esa com­ple­ja expe­rien­cia, ella tam­bién enfren­ta su pro­pio des­per­tar sexual que se refle­ja en una his­to­ria para­le­la don­de se asis­te a las vici­si­tu­des atra­ve­sa­das con dos com­pa­ñe­ros de escue­la, Josh (Sam Althui­zen) y Jas­mi­ne (Imo­gen Archer).

Como se podrá infe­rir de lo que pre­ce­de, éste es un film extre­ma­da­men­te deli­ca­do don­de cual­quier míni­mo error en su tra­ta­mien­to pue­de menos­ca­bar el inte­rés del mis­mo. Sin embar­go, la direc­to­ra logró sor­tear los esco­llos de un elen­co no pro­fe­sio­nal y de cier­tas situa­cio­nes un tan­to for­za­das ‑por ejem­plo la pre­sen­cia per­ni­cio­sa del des­agra­da­ble tío Nick (Mario Spa­te), con quien vive Billie- para per­mi­tir que su film trans­mi­ta máxi­ma hones­ti­dad y sin­ce­ri­dad en lo expuesto.

Con­clu­sión: Casi fil­ma­do en esti­lo docu­men­tal, el rela­to aun­que un poco per­tur­ba­dor per­mi­te que el públi­co pue­da empa­ti­zar con la varia­da gama emo­cio­nal de sus per­so­na­jes. Jor­ge Gutman