SARAH PRÉFÈRE LA COURSE. Canadá, 2013. Un film escrito y dirigido por Chloé Robichaud
Al haber sido elegido como uno de los títulos de la selección oficial del último Festival de Cannes, grandes fueron las expectativas de la ópera prima de la joven directora de 25 años Chloé Robichaud. A pesar de que técnicamente está bien realizado, el film no alcanza a colmar el interés suscitado, en parte por la personalidad del personaje principal que desde el principio hasta el fin resulta difícil de dilucidar y por otro lado debido a que la historia principal se bifurca dejando inconcluso el propósito esencial del relato.
Las primeras imágenes muestran a Sarah Lepage (Sophie Desmarais), una joven de escasos 20 años cuyo rostro trasunta una total impasibilidad que en principio podría confundirse con su naturaleza introvertida o quizá dueña de una gran timidez. Viviendo cerca de la ciudad de Quebec, su afición por el atletismo hace que correr se convierta en su única pasión y esa actividad física prácticamente la sustrae por completo de desarrollar una vida social o familiar. Cuando se le presenta la oportunidad de participar en el club de atletismo universitario de la Universidad de McGill, su único deseo es no dejar pasar esa ocasión y desplazarse a Montreal, aunque su madre (Hélène Florent) no cree que debería hacerlo sobre todo porque no está en condiciones de ayudarla financieramente con los gastos de alojamiento y alimentación. Con todo Antoine (Jean-Sébastien Courchesne), un compañero de trabajo, le sugiere viajar juntos, compartir el alquiler del alojamiento y hasta incluso formalizar un matrimonio de conveniencia para poder recibir préstamos y subvenciones del gobierno provincial.
Si bien Sarah es completamente renuente a cualquier acercamiento físico con Antoine, el relato hace que surja lentamente una atracción entre ellos hasta que el vínculo matrimonial queda consumado. La relación entre ambos jóvenes y ciertas situaciones de tono genuinamente humorístico atenúan en cierta medida el mutismo y parsimonia que hasta ese momento conservaba el relato. Así cuando uno aguardaba que el romance surgido entre ambos llegara a motivar un cambio en la personalidad de Sarah, la situación se frustra cuando ella se siente atraída por una compañera del equipo (Geneviève Boivin-Roussy) lo que agrega un aspecto de confusión sexual a la historia, hasta ese momento insospechada; para complicar más la situación el guión incorpora un serio problema de salud que Sarah comienza a experimentar con el propósito de agregar un dramatismo a la historia que de ningún modo alcanza a cobrar relieve.
De acuerdo a lo que antecede no queda claro cuál ha sido el verdadero propósito que animó a la realizadora en su condición de guionista. Pero el problema mayor es que al finalizar el relato no se llega a conocer a Sarah más de lo que se sabía en su comienzo. El guión nunca llega a explicar su obsesión de correr, tampoco aclara la indiferencia emocional que la anima permanentemente, y menos aún existen suficientes elementos para pronunciarse acerca de su orientación o preferencia sexual; de allí que resulta difícil sintonizar o empatizar con un personaje tan apático como lo es la protagonista de esta historia. Lo dicho no alcanza a desmerecer la buena interpretación de Sophie Desmarais quien a pesar de dar vida a un personaje tan particular e impermeable a las emociones, trata de brindarle la mayor intensidad posible.
En lo que concierne a Robichaud, por el momento satisface más la directora que la guionista; es posible que con un relato más sólido y mejor enfocado pueda ofrecer en el futuro un film más acabado.