Un Cáli­do Tri­bu­to a la Vejez

UNFI­NISHED SONG. Gran Bre­ta­ña, 2012. Un film escri­to y diri­gi­do por Paul Andrew Williams

Por ter­ce­ra vez en los últi­mos meses se asis­te a un film que ade­más de estar cen­tra­do en gen­te de la ter­ce­ra edad tam­bién refle­ja el ver­da­de­ro amor de una pare­ja en el cre­púscu­lo de la vida. Aun­que Unfi­nished Song no alcan­ce el alto nivel del dra­ma Amour de Hane­ke o del film cana­dien­se Still Mine de Michael McGo­wan tie­ne ele­men­tos impor­tan­tes que lo valo­ri­zan. 

Con dos vete­ra­nos y exce­len­tes acto­res como lo son Vanes­sa Red­gra­ve y Teren­ce Stamp acom­pa­ña­dos por un buen elen­co don­de sobre­sa­le Gem­ma Arter­ton, una artis­ta de la nue­va gene­ra­ción que irra­dia talen­to y con­si­de­ra­ble sim­pa­tía, este film logra tocar la fibra ínti­ma del espec­ta­dor.  

Vanessa Redgrave y Terence Stamp

Vanes­sa Red­gra­ve y Teren­ce Stamp

El film se cen­tra en Arthur (Stamp), un anciano gru­ñón del cual es difí­cil per­ci­bir una son­ri­sa en su ros­tro; con todo exis­te una úni­ca razón de adhe­rir­se a su per­so­na al ver la total devo­ción brin­da­da a Marion (Red­gra­ve), su mujer afec­ta­da de un cán­cer en remi­sión y quien a su vez sien­te por él un amor entra­ña­ble. Los sóli­dos sen­ti­mien­tos que unen a la pare­ja no impli­can que nece­sa­ria­men­te com­par­tan los mis­mos gus­tos; así, y a dife­ren­cia de su mari­do que no le intere­sa en abso­lu­to, Marion encuen­tra reno­va­das fuen­tes de ener­gía para su debi­li­dad físi­ca par­ti­ci­pan­do en un coro inte­gra­do por un agra­da­ble gru­po de gen­te de edad simi­lar, ento­nan­do popu­la­res can­cio­nes, bajo la direc­ción de Eli­za­beth (Arten­ton), una encan­ta­do­ra y entu­sias­ta joven de con­ta­gio­so opti­mis­mo. El rela­to alcan­za su cli­max cuan­do el mal que aque­ja­ba a Marion reapa­re­ce ines­pe­ra­da­men­te ponien­do a prue­ba la for­ma en que el matri­mo­nio enfren­ta­rá el dra­ma como así tam­bién la reper­cu­sión que el hecho tie­ne en la gen­te del coro. Como una sub­tra­ma de esta his­to­ria, el film hace refe­ren­cia a la ten­sión que vive Arthur con su hijo James (Chris­topher Eccles­ton) por razo­nes no muy cla­ras. 

Posi­ble­men­te lo que se ve en pan­ta­lla pue­de que resul­te dema­sia­do sen­ti­men­tal y/o dul­ce con cier­tos cli­sés que no han sido evi­ta­dos; sin embar­go, eso es fácil­men­te olvi­da­ble cuan­do uno se encuen­tra fren­te a artis­tas que trans­mi­ten una gran con­vic­ción al dra­ma que vive la pare­ja y con un rea­li­za­dor que brin­da una cáli­da mira­da a todos y a cada uno de los per­so­na­jes con­ce­bi­dos. Por las razo­nes apun­ta­das es tam­bién fácil­men­te excu­sa­ble la pre­dic­ción de esta his­to­ria por­que en este caso, aun­que se adi­vi­ne cómo habrá de con­cluir, lo que más cuen­ta es el emo­ti­vo camino reco­rri­do para lle­gar a su des­en­la­ce. 

Que­da como sal­do un film que des­ta­ca la impor­tan­cia que tie­ne en la vida de una pare­ja de la ter­ce­ra edad man­te­ner una per­ma­nen­te comu­ni­ca­ción, el sen­ti­mien­to pro­fun­do de la amis­tad así como el res­pe­to que debe pre­va­le­cer entre las par­tes. No menos impor­tan­te es el valor que el film asig­na al can­to y a la músi­ca como fac­to­res de enri­que­ci­mien­to espi­ri­tual. 

Con­clu­sión: Un film que agra­da­rá fun­da­men­tal­men­te a una audien­cia madu­ra capaz de con­mo­ver­se con su sen­ci­lla y huma­na lec­ción de vida y real­za­do por la pre­sen­cia de dos gran­des acto­res. Jor­ge Gutman