Un Hos­pi­tal Des­afor­tu­na­da­men­te Famoso

PAR­KLAND. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Peter Landesman

Paul Giamatti en PARKLAND

Paul Gia­mat­ti en PARKLAND

Mucho se ha publi­ca­do y comen­ta­do sobre el dra­má­ti­co ase­si­na­to del pre­si­den­te John F. Ken­nedy e inclu­so Oli­ver Sto­ne ya había rea­li­za­do JFK en 1991. Tenien­do en cuen­ta que en pocas sema­nas más se cum­pli­rá el cin­cuen­te­na­rio de su des­apa­ri­ción, el novel direc­tor Peter Lan­des­man cre­yó apro­pia­do vol­ver a refe­rir­se al hecho des­de un ángu­lo dife­ren­te para cen­trar su aten­ción en algu­nos ciu­da­da­nos corrien­tes que en for­ma invo­lun­ta­ria estu­vie­ron invo­lu­cra­dos en la reper­cu­sión de los hechos. En todo caso, el resul­ta­do de Par­kland, nom­bre del hos­pi­tal don­de fue con­du­ci­do el mor­tal­men­te heri­do man­da­ta­rio, es insa­tis­fac­to­rio por cuan­to lo que se con­tem­pla care­ce de dra­ma­tis­mo fren­te al exce­si­vo núme­ro de per­so­na­jes con­si­de­ra­dos y que, sal­vo raras excep­cio­nes, poco o nada agre­gan al desa­rro­llo de esta tragedia. 

En una adap­ta­ción no muy logra­da del libro Four Days In Novem­ber de Vin­cent Buglio­si, el guión de Lan­des­man comien­za en la maña­na del fatí­di­co vier­nes 22 de noviem­bre de 1963, horas antes de la lle­ga­da a Dallas del pre­si­den­te. Gra­dual­men­te se toma con­tac­to con algu­nos de los per­so­na­jes que desem­pe­ña­rían un impor­tan­te rol con las insos­pe­cha­das y extra­or­di­na­rias cir­cuns­tan­cias que se habrían de producir. 

Los pri­me­ros minu­tos son pro­me­te­do­res de una his­to­ria que aun­que muy cono­ci­da podría brin­dar­nos mati­ces anec­dó­ti­cos intere­san­tes. Así, una vez que los dis­pa­ros han alcan­za­do a JFK y es trans­por­ta­do inme­dia­ta­men­te a Par­kland resul­ta de inte­rés obser­var el caos que se vive en el hos­pi­tal don­de los jóve­nes resi­den­tes médi­cos (Zac Efron, Colin Hanks), con el apo­yo de la jefa de enfer­me­ras (Mar­cia Gay Har­den), hacen lo impo­si­ble por revi­vir al mori­bun­do pre­si­den­te sin lograr­lo. De allí en más, el auxi­lio reli­gio­so pres­ta­do por el Padre Oscar Huber (Jac­kie Ear­le Haley), el dolor de Jac­kie Ken­nedy (Kat Stef­fens) cuan­do se impo­ne que su mari­do ya no está más, la asun­ción del vice­pre­si­den­te John­son como nue­vo Jefe de Esta­do, y el tras­la­do de los res­tos del malo­gra­do man­da­ta­rio a la capi­tal de la nación, son aspec­tos que no apor­tan nada nue­vo a lo ya cono­ci­do, sal­vo el hecho de la dispu­ta pro­du­ci­da entre las auto­ri­da­des loca­les que insis­tían en hacer una autop­sia al pre­si­den­te y las auto­ri­da­des fede­ra­les que se opu­sie­ron a que se demo­ra­ra el trans­por­te de los res­tos a Washington. 

Entre algu­nos de los pocos per­so­na­jes que ofre­cen cier­ta reso­nan­cia al ané­mi­co rela­to figu­ran Abraham Zapru­der (Paul Gia­mat­ti), un comer­cian­te local y gran admi­ra­dor de JFK quien logró fil­mar con su cáma­ra de 8 mm. el avan­ce de la cara­va­na pre­si­den­cial en los ins­tan­tes que pre­ce­die­ron al ase­si­na­to así como el acto en sí mis­mo; James P. Hosty (Ron Livings­ton), el agen­te del FBI que no pro­ce­dió efi­cien­te­men­te para inves­ti­gar al cri­mi­nal días antes de haber come­ti­do el mag­ni­ci­dio; y Robert Oswald (James Bad­ge Dale), quien como her­mano del ase­sino alcan­za a infun­dir el pate­tis­mo de la ver­güen­za que debe afron­tar social­men­te aun­que él sea total­men­te ino­cen­te de la tra­ge­dia. Lo que ante­ce­de resul­ta­ría de mayor inte­rés si estos tres per­so­na­jes men­cio­na­dos hubie­sen sido obje­to de un tra­ta­mien­to más profundo. 

En el nivel de actua­ción amplia­men­te se des­ta­can Gia­mat­ti y Bad­ge Dale. El res­to del elen­co se desem­pe­ña con correc­ción inclu­yen­do a Billy Bob Thorn­ton como el jefe del Ser­vi­cio Secre­to de Dallas. 

Con­clu­sión: El film se deja ver pero cier­ta­men­te es falli­do por­que más allá de una super­fi­cial revis­ta a una doce­na de per­so­na­jes que fue­ron tes­ti­gos de los acon­te­ci­mien­tos no lle­ga a con­mo­ver ni tam­po­co incor­po­ra ele­men­tos sobre la famo­sa con­tro­ver­sia de si el ase­sino actuó solo o tuvo cóm­pli­cesJor­ge Gutman