LE BALCÓN – Autor: Jean Genet – Dirección: René Richard Cyr – Elenco: El Teatro du Nouveau Monde presenta Éric Bernier, Stéphane Breton, Sonia Cordeau, Kim Despatis, Benoît Drouin-Germain, Bernard Fortin, Marie-Thérèse Fortin, Marie-Pier Labrecque, Simon Lacroix, Roger La Rue, Julie Le Breton, Macha Limonchik, Bruno Marcil, Vincent-Guillaume Otis y Denis Roy. Decorados: Pierre-Etienne Locas — Vestuario: Marie-Chantale Vaillancourt – Iluminación: Erwann Bernard – Música Original: Alain Dauphinais. Duración: 1h55 (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 3 de diciembre 2013 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Crónica de Jorge Gutman
Esta obra de Jean Genet escrita en 1956 es una de las más complejas de su producción literaria y la audaz versión que ofrece el Théâtre du Nouveau Monde es fiel al espíritu de la versión original. Uno de los grandes pilares de esta estimulante velada teatral se debe al director René Richard Cyr quien con su puesta en escena despierta admiración transmitiendo con intensidad la dificultad de su trama, sobre todo cuando se trata de un teatro donde el absurdo coexiste con el vodevil para retratar a una sociedad y los mecanismos de poder existente.
Genet ha sido un autor con un pasado turbio. Ladrón, proxeneta y habiéndose prostituido gran parte de su vida, la mitad de su existencia la pasó entre rejas lo que no le impidió desarrollar su talento y precisamente por sus brillantes dotes de escritor logró que personalidades de la talla de Jean Paul Sartre, Jean Cocteau y Pablo Picasso quedasen altamente impresionados y pidieran su indulto. Todo ello viene al caso porque tratándose de un hombre que se desenvolvió en los estratos marginales de la sociedad conocía muy bien todo lo que ahí acontecía; eso contribuyó a formar su espíritu extremadamente anticonformista y convertirse en un implacable crítico del medio social que lo rodeaba. Esa visión nihilista y sombría queda traslucida en esta pieza.
El balcón del título de la obra es un burdel regenteado por una madama y su asistente que de algún modo configura una casa de ilusiones donde sus clientes no sólo vienen para satisfacer sus deseos sexuales sino también para dar rienda a sus emociones y fantasías a través del juego de roles que tiene mucho de ritual ceremonial y que lo van ejerciendo con las pupilas del establecimiento; adoptando los roles de un obispo, un juez y de un general fascista, estos individuos mediante sus falsas identidades hacen gala de los atributos que sus investiduras les ofrece con todas las implicancias que trasunta el ejercicio del poder. Mientras tanto en el exterior de la mansión hay una ciudad que ruge con una revolución social donde su gente está decidida a derrocar el orden establecido por una monarquía completamente caduca.
He ahí donde Genet logra conjugar armoniosamente la realidad de lo que acontece fuera del balcón, con la fantasía que se desarrolla dentro de sus paredes; de este modo, confrontando la identidad de quien es quien con la ilusión de lo que uno quisiera ser, el dramaturgo ofrece su visión subversiva. aniquiladora y nefastamente lúgubre de la sociedad.
La obra tiene carácter intemporal de allí que muchos de los elementos aquí presentados no existían cuando la misma fue escrita como por ejemplo el teléfono móvil para enviar textos. Pero poco importa su adaptación al momento actual que nos toca vivir. Lo que sí interesa es la extraordinaria dirección escénica, la escenografía excepcional, la riqueza del vestuario y por supuesto el elenco de fuste con 15 estupendos actores encabezado por Marie-Thérèse Fortin como la madama del prostíbulo que mantiene la sartén por el mango, y acompañada entre otros intérpretes por Macha Limonchik como su fiel asistente encargada de los registros contables, Bruno Marcil como el jefe de policía local, Denis Roy como el juez, Bernard Fortin como el general, Roger Larue como el obispo y Julie Le Breton, como una emblemática revolucionaria.