La His­to­ria De Una Fami­lia Disfuncional

AUGUST: OSA­GE COUNTY. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de John Wells. 

Algu­nas veces se pre­sen­ta el caso de obras que resul­tan fáci­les de admi­rar pero difí­ci­les de amar; eso es lo que pre­ci­sa­men­te ocu­rre con el film “August: Osa­ge County” que está basa­do en la acla­ma­da pie­za tea­tral homó­ni­ma de Tracy Letts que ade­más de haber obte­ni­do el Pre­mio Pullitzer logró varios Tonys en Broad­way inclu­yen­do el de la mejor pie­za dra­má­ti­ca dada a cono­cer en 2007.

Resul­ta fácil per­ci­bir que Letts ha sido el guio­nis­ta de su pro­pia obra por­que quien la haya vis­to repre­sen­ta­da en un esce­na­rio apre­cia­rá que su tras­la­do al cine con­ser­va no solo la esen­cia de la ver­sión tea­tral sino que ade­más los diá­lo­gos son prác­ti­ca­men­te simi­la­res. Su con­te­ni­do es nada más ni menos que el minu­cio­so retra­to de una fami­lia ame­ri­ca­na com­ple­ta­men­te des­es­truc­tu­ra­da don­de la mayo­ría de sus miem­bros pade­ce de una gran mise­ria corro­si­va sin que que­de espa­cio alguno para la lás­ti­ma o con­mi­se­ra­ción. A pesar de que otros dra­ma­tur­gos, entre ellos Euge­ne O’ Neill en su obra maes­tra auto­bio­grá­fi­ca Lar­go Via­je de un Día hacia la Noche, han abor­da­do una temá­ti­ca pare­ci­da dejan­do un mar­gen para que el espec­ta­dor se apia­de de sus per­so­na­jes, aquí eso no ocu­rre por­que el sen­ti­mien­to de deses­pe­ra­do resen­ti­mien­to expues­to por sus prin­ci­pa­les pro­ta­go­nis­tas ter­mi­na inco­mo­dan­do sen­si­ble­men­te al públi­co que los está observando.

Julia Roberts y Meryl Streep

Julia Roberts y Meryl Streep

La acción tie­ne lugar en la épo­ca actual en un calu­ro­so mes de Agos­to en el Con­da­do de Osa­ge ubi­ca­do en los subur­bios de Pawhus­ka, Oklaho­ma; ese deso­la­do para­je se aso­cia fun­cio­nal­men­te a las carac­te­rís­ti­cas de los inte­gran­tes de la dis­fun­cio­nal fami­lia Wes­ton. La pri­me­ra ima­gen del film don­de Beverly (Sean Penn), un anciano poe­ta alcohó­li­co, mani­fies­ta que “la vida es dema­sia­do lar­ga”, ya deja entre­ver que hay algo que no mar­cha bien en el ámbi­to fami­liar; eso se con­fir­ma ape­nas aso­ma el ros­tro de su espo­sa Vio­let (Meryl Streep), la sar­cás­ti­ca matriar­ca quien con un aire iró­ni­co des­pre­cia a la nati­va emplea­da domés­ti­ca (Misty Upham) que él había con­tra­ta­do para que la cui­da­ra por pade­cer de cán­cer a la boca. A los pocos minu­tos, Beverly des­apa­re­ce de la esce­na por­que deci­dió sui­ci­dar­se; ese hecho moti­va que las tres hijas adul­tas de Vio­let que no con­vi­ven con ella lle­guen para el fune­ral. Bar­ba­ra (Julia Roberts) es la hija mayor que vive en Colo­ra­do y vie­ne acom­pa­ña­da de su dis­tan­cia­do mari­do Bill (Ewan McGre­gor) y de su hija ado­les­cen­te Jean (Abi­gail Bres­lin); la segun­da hija del matri­mo­nio Wes­ton es Ivy (Julian­ne Nichol­son), quien vive no muy lejos del lugar y que has­ta el pre­sen­te es quien más ha vela­do por sus padres; Karen (Juliet­te Lewis) es la hija menor, una joven de natu­ra­le­za fri­vo­la que habi­ta en Flo­ri­da y que se encuen­tra acom­pa­ña­da de su novio Ste­ve (Der­mot Mul­ro­ney) quien cier­ta­men­te no es una per­so­na muy con­fia­ble. El núcleo fami­liar que­da com­ple­ta­do con Mat­tie (Mar­go Mar­tin­da­le), la her­ma­na menor de Vio­let, su mari­do Char­les (Chris Cooper) y el tími­do e inse­gu­ro hijo de ellos apo­da­do “peque­ño Char­les” (Bene­dict Cum­ber­batch). 

En la reu­nión que tie­ne lugar des­pués del sepe­lio, Vio­let recu­rre a sus ins­tin­tos más bajos de humi­lla­ción y vio­len­cia ver­bal para inco­mo­dar a los otros miem­bros de su fami­lia que ponen de mani­fies­to sen­ti­mien­tos repre­si­vos que no tuvie­ron opor­tu­ni­dad de mani­fes­tar­se en opor­tu­ni­da­des anteriores.

La com­po­si­ción que Streep rea­li­za de esa mer­cu­rial matriar­ca a tra­vés de sus dife­ren­tes mani­fes­ta­cio­nes aní­mi­cas que varían des­de raros momen­tos tran­qui­los a explo­sio­nes de furia insos­te­ni­bles, resul­ta ver­da­de­ra­men­te admi­ra­ble; su his­trio­nis­mo es elec­tri­zan­te con­fir­man­do una vez más su excep­cio­nal talen­to inter­pre­ta­ti­vo. Del res­to del uni­for­me y cali­fi­ca­do elen­co cabe men­cio­nar la meri­to­ria actua­ción de Roberts como la hija adver­sa­ria que es cons­cien­te de la rela­ción amor-odio que guar­da con su pro­ge­ni­to­ra y que en situa­cio­nes lími­tes exte­rio­ri­za su amar­gu­ra y frus­tra­ción afron­tán­do­la con deci­sión aun­que más no sea que echar por la bor­da todo un cóc­tel de dro­gas medi­ci­na­les de las que se vale su madre por el cán­cer que la aque­ja. 

Como que­dó ante­rior­men­te expre­sa­do, no hay moti­vos para rego­ci­jar­se con los miem­bros de esta paté­ti­ca fami­lia. Sal­vo algu­nos pocos per­so­na­jes como es el caso de Char­les, su hijo, ade­más de la noble emplea­da domés­ti­ca, el públi­co se encuen­tra con seres huma­nos heri­dos emo­cio­nal­men­te, pro­fun­da­men­te insa­tis­fe­chos y que han sabi­do guar­dar celo­sa­men­te secre­tos muy per­tur­ba­do­res que de haber sido reve­la­dos a tiem­po habrían des­trui­do la apa­ren­te armo­nía familiar.

Que­da para el espec­ta­dor juz­gar has­ta qué pun­to el con­te­ni­do de este film pue­de ser repre­sen­ta­ti­vo de los pro­ble­mas que aque­jan el alma de la fami­lia ame­ri­ca­na. Lo que aquí se plan­tea es sin duda una visión pro­fun­da­men­te nihi­lis­ta don­de la mise­ria huma­na de este clan fami­liar con­ta­mi­na sus almas sin que se pue­da empa­ti­zar con la suer­te corri­da por sus inte­gran­tes. 

Con­clu­sión: Más allá de la refle­xión que sus­ci­ta la visión del film, el públi­co se enfren­ta con un inten­so dra­ma no exen­to de momen­tos de un humor soca­rrón que indu­da­ble­men­te ali­via en par­te la ten­sión del rela­to. La bue­na direc­ción de Wells y la opor­tu­ni­dad de con­tem­plar a gran­des acto­res, entre ellos una diva magis­tral que hip­no­ti­za a la pla­tea, jus­ti­fi­ca su reco­men­da­ción para un públi­co adul­to selec­ti­vo.  Jor­ge Gutman