LES LIAISONS DANGEREUSES – Autor: Christopher Hampton — Dirección: Serge Denoncourt – Elenco: Julie Le Breton, Éric Bruneau, Magalie Lépine-Blondeau, Annick Bergeron, Kim Depatis, Jean-Moïse Martin, Kashia Malinowska, Lénie Scoffié, Philippe Thibault-Denis — Decorados: Guillaume Lord — Vestuario: François Barbeau – Iluminación: Étienne Boucher – Música: Nicolas Basque. Duración: 2h20 (con entreacto de 20 minutos). Representaciones: Hasta el 17 de mayo de 2014 en el Théâtre Duceppe (www.duceppe.com)
Crónica de Jorge Gutman
Les Liaisons Dangereuses es una pieza de teatro decididamente fresca y agradable de contemplar a pesar de su contenido amoral. La misma tiene su origen en la novela epistolar de Choderlos de Laclos publicada hacia finales del siglo 18 en donde quedan expuestas las andanzas de un perverso dúo de la nobleza francesa de ese entonces. Si bien fue trasladada al cine por Roger Vadim en 1959 y en un telefilm francés de 1980, la popularidad de la novela cobra un decisivo vuelo cuando Christopher Hampton en 1985 resuelve adaptarla dándole un brillo inigualado al punto tal que hoy día se le atribuye la autoria de la misma. Cabe señalar que el director Stephen Frears logró un gran film que permitió el excepcional lucimiento de Glenn Close, John Malkovich y Michelle Pfeiffer, como así también hubo otras versiones y adaptaciones teatrales.
¿A qué se debe la popularidad de esta obra? Sin duda a la audacia que Hampton imprime a la novela a través de diferentes situaciones escénicas donde a través de diálogos mordaces quedan expuestos los ingredientes libidinosos de dos seres que utilizan el sexo como un cruel mecanismo de venganza. En la versión que ofrece la compañía del Teatro Duceppe el director Serge Denoncourt en lugar de ubicar la acción en la Francia de finales del siglo XVIII prefirió hacerlo en el París de 1947; en todo caso, ese aspecto de ningún modo vulnera el espíritu esencial de su contenido, dado que la pieza ilustra algunas aristas oscuras de la condición humana que resultan atemporales.
En una breve sinopsis, la obra gira en torno a la intriga forjada por la marquesa de Merteuil quien resuelve vengarse de su ex amante al saber que habrá de desposar a Cécile Volanges, una joven inocente recién salida del convento: al sentirse despechada, ella le propondrá al libertino vizconde de Valmont –quien tiempo atrás fue otro de sus amantes- para que seduzca a Cécile despojándola de su virginidad antes de su enlace. Sin embargo, Valmont tiene otros planes como el de conquistar a la presidenta de Tourvel, una mujer casada de intachable moral, sin sospechar que en el plan diabólico concebido cometería el gran error de llegar a enamorarse.
Como una mordaz sátira donde el juego falso del amor se entremezcla con la manipulación, el deseo, la traición y el poderoso imán de la sexualidad, esta pieza ‑no exenta de un ácido humor- está muy lejos de asemejarse a las obras de vodevil del teatro francés; por el contrario, dentro un tono de aparente comedia demuestra hasta qué punto la manipulación y un cruel maquiavelismo son capaces de infligir serios daños a terceros. Completamente compenetrado con la pieza, Denoncourt ha logrado una sólida puesta escénica contando a su favor con un elenco donde especialmente el reparto femenino sobresale con las magníficas interpretaciones brindadas por Julie Le Breton como la corrompida marquesa, Magalie Lépine-Blondeau animando a la presidenta de Tourvel, Kim Depatis como la inocente Cécile, así como Annick Bergeron y Lénie Scoffié caracterizando con completa convicción a dos damas de la alta sociedad; por su parte, en el rol principal masculino Éric Bruneau brinda una correcta aunque indistinguible caracterización del inescrupuloso Valmont.
Hay dos elementos que refuerzan considerablemente el valor de esta producción. En primer lugar, la magnífica ambientación obtenida a través de los decorados de Guillaume Lord, sin duda de excepcional riqueza como pocas veces se ha podido contemplar en el teatro de Montreal; además, el escenario giratorio permite lograr una gran fluidez en las numerosas escenas que se van sucediendo a la vez que facilita el desplazamiento de los actores. Igualmente merece destacarse la labor de François Barbeau quien como responsable del vestuario reprodujo la elegante indumentario que prevaleció no hace mucho tiempo atrás y que realmente resulta añorable si se la compara con la vestimenta de la época actual.
Conclusión: Denoncourt ofrece una muy buena versión de este clásico de la literatura francesa que consigue sacudir al espectador contemplando las maquinaciones perversas y diabólicamente repulsivas de sus dos personajes centrales.