THE FACE OF LOVE. Estados Unidos, 2013. Un film de Arie Posin
Muchas veces sería deseable dejar la memoria de lado cuando se trata de juzgar una obra artística. Esto viene al caso porque en The Face of Love inmediatamente se recuerdan filmes que abordaron temas semejantes, surgiendo sin quererlo las comparaciones que a veces resultan poco simpáticas. De todos modos, dejando de lado Vértigo, la obra maestra de Alfred Hitchcock, o bien el notable trabajo de François Ozon en Sous le sable (Bajo la Arena), este film de Arie Posin tiene sus propios méritos relatando una interesante historia de amor con la participación de dos actores que vuelcan una total convicción y humanidad a sus respectivos roles.
Annette Bening anima a Nikki, una sensible viuda de Los Ángeles quien después de haber compartido 30 años de matrimonio con su amado esposo Garrett, aún no puede recobrarse del dolor que le produjo cuando cinco años atrás lo perdió trágicamente mientras se encontraban de vacaciones en México. Desde entonces, vive permanentemente ligada a su recuerdo al punto de que su ilusión delirante motiva a creerlo con vida en diversas oportunidades. Aunque Posin se extiende un poco más de lo necesario para exponer el particular estado emocional de esta mujer, esas escenas iniciales contribuyen a crear el marco necesario para que uno pueda compenetrarse plenamente en su anímica tristeza. En la vida solitaria que lleva, su único contacto afectivo es con su hija Summer (Jess Weixler) con quien mantiene una muy buena comunicación. Además, de por medio se encuentra Roger (Robin Williams), un amable vecino quien se siente atraído por ella aunque sin lograr su reciprocidad.
Todo cambia para Nikki cuando en una visita al Museo de Arte de Los Ángeles divisa a un individuo (Ed Harris) cuya apariencia física es un calco perfecto de quien fuera su marido. Intrigada a la vez que perturbada por esta presencia, en los siguientes días retorna al lugar con la intención de volver a verlo y cuando finalmente lo logra, decide seguirlo descubriendo que es profesor de arte de una escuela. A partir de allí entra en contacto con Tom, tal es su nombre, y lo convence para que le ofrezca clases de pintura en su domicilio.
El guión de Posin escrito con Matthew McDuffie relata sutilmente la relación sentimental que va surgiendo entre ambos, logrando el difícil equilibrio de convencer a la audiencia acerca del modo en que al principio se produce la ambivalencia de la sensible Nikki al ver en Tom a su marido pero al propio tiempo sabiendo obviamente que no es él. Ese aspecto complicado de conseguir se vuelve más fascinante en la medida que Tom ignora por completo que es el doble de Garrett y por lo tanto dista de sospechar que el amor que ella le ofrece no sea completamente natural o auténtico como sería de pensar en circunstancias diferentes.
A pesar de ciertos objeciones concernientes a la resolución de esta historia, la impresión final es positiva, sobre todo por la magnífica caracterización que Bening logra de su personaje; la actriz convence plenamente como la frágil mujer que trata desesperadamente de resucitar al gran amor de su vida en el cuerpo y alma de otra persona, al propio tiempo que para no dañarla oculta la verdad adoptando una actitud que aunque inconscientemente deshonesta, resulta comprensible atendiendo a su sublimada obsesión. Si bien el personaje de Tom no logra estar desarrollado del mismo modo que el de su contraparte, Harris anima con gran solidez a un artista de edad madura que embargado en un romanticismo ideal provee de gran generosidad, calidez y abnegación a su pareja.
Conclusión: Un buen melodrama psicológico con reminiscencia de aquéllos que proliferaron en Hollywood en las décadas del 40 y 50, dirigido especialmente a una audiencia adulta. Jorge Gutman