THE LAST OF THE UNJUST/LE DERNIER DES INJUSTES. Francia-Austria, 2013. Un film de Claude Lanzmann
Después de haberse dado a conocer en varios festivales internacionales, incluyendo el de Cannes y el TIFF, ahora se acaba de estrenar en Montreal este remarcable documental de Claude Lanzmann.
El nombre de este realizador francés no es desconocido porque a él se debe el documento más importante que se haya hecho en cine sobre el Holocausto; en efecto, en Shoa (1985), un film de 9 horas y media, sin recurrir a ningún material de archivo, Lanzmann recogió el testimonio de los sobrevivientes, testigos y ex nazis para ofrecer con lujo de detalles el retrato más horrendo de lo que fue el genocidio nazi. Precisamente, por la extensión de ese invaluable documental, no pudo incorporar una serie de entrevistas que mantuvo con Benjamín Murmelstein quien fue el último presidente del Consejo Judío encargado de dirigir el campo de concentración de Theresienstadt, a 60 kilómetros de Praga. El presente film vuelve nuevamente sobre el tema, al incluir en esta oportunidad las entrevistas que Lanzmann le efectuó en Roma en 1975, donde el entrevistado se confiesa como un “exiliado y el último de los injustos”.
Durante la cruel guerra el aparato propagandístico del Tercer Reich trató de demostrar a la Cruz Roja que el gueto judío de Terezín era un ejemplo modelo donde sus habitantes gozaban de una vida normal y sin que nadie fuera exterminado, aún cuando la realidad fue indiscutiblemente diferente. Cuando el conflicto bélico concluyó en 1945, Murmelstein fue acusado de haber mantenido una estrecha colaboración con los nazis –en especial con Adolf Eichmann-; por esa razón fue encarcelado durante cierto tiempo aunque finalmente quedó liberado de culpa y cargo al demostrar que su vínculo diario con el siniestro régimen permitió que él pudiese negociar y salvar la vida de 120 mil judíos al lograr que emigraran a Palestina. A pesar de todo, jamás le fue permitido viajar a Israel y por lo tanto se vio imposibilitado de testimoniar en el juicio realizado a Eichmann (1962) en Jerusalén; más aún, cuando murió en Roma en 1989, el Gran Rabino de esa ciudad se negó a enterrarlo en un cementerio judío.
A pesar de la relación mantenida con Eichmann, Murmelstein no ha tenido empacho de denunciarlo como uno de los principales responsables de la “Solución Final”, rechazando enfáticamente la teoría de la filósofa Hanna Arendt sobre “la banalidad del mal”.
Este documento se valoriza por la personalidad del entrevistado. A través de la serie de entrevistas el espectador tiene la impresión de encontrarse frente a un hombre erudito, inteligente, de memoria excepcional y excelente relator. En uno de los momentos en que Lanzmann lo interrumpe preguntándole cómo es posible que efectúe su relato sin experimentar emoción en lo que expresa, Murmelstein le responde con completa convicción dando el ejemplo del cirujano que frente a la mesa de operaciones no puede llorar porque de lo contrario llegaría a matar a su paciente.
Igualmente encomiable es la labor de Lanzmann quien en última instancia es el responsable directo de la extraordinaria investigación emprendida, cuyo resultado es un documental riguroso, estremecedor y doloroso pero a todas luces importante de juzgar, sobre todo para las nuevas generaciones a fin de que puedan captar en toda su dimensión la tragedia que vivió la humanidad hace menos de un siglo y que lamentablemente se repetiría posteriormente con los crímenes cometidos en la guerra de los Balcanes y en el genocidio de Ruanda.
Al propio tiempo, este documento deja amplio campo para la reflexión. ¿Pudo Murmelstein haber actuado de diferente manera a la que procedió según lo aquí expuesto? ¿Habiendo salvado la vida de miles de judíos, mereció haber sido desterrado de la comunidad judía? Naturalmente, estas preguntas quedan sin respuesta, o al menos cada persona tendrá su opinión al respecto, pero lo cierto es que Lanzmann está convencido de la honestidad e integridad de su entrevistado a quien llegó a apreciarlo.
Conclusión: Un documental excepcional de imprescindible visión. Jorge Gutman