LA DANZA DE LA REALIDAD. Chile, Francia, 2013. Un film escrito y dirigido por Alejandro Jodorowsky
Después 23 años de ausencia y del malogrado proyecto de Dune (ver edición del 11 de abril) que había sido el sueño de su vida, se produce el retorno del octogenario realizador Alejandro Jodorowsky con un film personal, parcialmente autobiográfico, en donde queda reseñada su infancia y la relación conflictiva mantenida con su familia, especialmente con su padre.
Como lo ha hecho en sus trabajos precedentes (El Topo, La Montaña Sagrada), aquí nuevamente se vuelve a constatar la naturaleza psicodélica y surrealista de su estilo, aunque en la presente ocasión adquiere un carácter más íntimo; en efecto, el cineasta intenta desnudarse emocionalmente para mostrar al espectador algunas de las inquietudes que han caracterizado durante su existencia, a través de un lenguaje narrativo donde lo fantástico se funde con la realidad.
Con reminiscencia de algunos de los filmes de Federico Fellini (especialmente Amarcord) donde los recuerdos de la infancia quedan transfigurados por la memoria, Jodorowsky efectúa un viaje imaginario hacia el pasado ubicando la acción del relato en su ciudad natal de Tocopilla, en el norte de Chile. Allí, en la década del 30, el sensible preadolescente Alejandro (Jeremías Herskovits), hijo de una familia judía, convive con Jaime (Boris Jodorowsky), su riguroso y autoritario padre muy devoto de Stalin, y su madre Sara (Pamela Flores) quien dialoga cantando con una chirriante voz de soprano, posiblemente porque siempre soñó con llegar a ser una gran diva sin haberlo logrado. Entre el afecto de Sara y la presión de su provocativo progenitor que mide la masculinidad del muchacho por el nivel de dolor que puede tolerar, el relato además de reflejar los problemas psicológicos de Alejandro, también se entremezcla con recuerdos de la vida política chilena y en especial del antisemitismo que tuvo que tolerar de sus compañeros de escuela a través de chistes desagradables y burlones. Pero lo esencial de este confesionario es el intento del realizador de reinventar a su familia y de recomponer el vínculo con su padre, que en última instancia significará reconciliarse con su infancia.
Aludiendo al título de esta ambivalente autobiografía, Jodorowsky quiere expresar que la realidad –tal como se percibe- nunca puede ser objetiva sino que es el resultado de la danza provocada por nuestra imaginación.
Conclusión: Aunque la exposición de este drama familiar se extiende un poco más de lo necesario, hay algunos elementos que compensan el inconveniente: así, la atmósfera de realismo mágico y el hálito poético que Jodorowsky impregna a la historia a través de sorprendentes imágenes, la consideración de algunos temas de interés vinculados con la religión, el misticismo y la filosofía, añadido a una buena interpretación de conjunto, contribuyen a que el aburrimiento nunca invada al espectador dispuesto a sumergirse en el mundo imaginario del veterano cineasta. Jorge Gutman