Un Con­tro­ver­ti­do Rabino

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

SOUL DOC­TOR (Jour­ney of a Rock Star Rab­bi).  Autor: Daniel S. Wise – Direc­ción: Bry­na Was­ser­man y Rache­lle Glait –- Elen­co Prin­ci­pal: Adam Stotland, Coco Thom­pson, Sam Stein, Rho­na Sobol, Aron Gonshor, Bur­ney Lie­ber­man, Mikey Sam­ra –  Musi­ca: Shlo­mo Car­le­bach – Letra: David Schech­ter y Shlo­mo Car­le­bach —  Direc­ción Musi­cal: Nick Bur­gess – Coreo­gra­fía: Jim Whi­te Deco­ra­dos: John C. Din­ning — Ves­tua­rio: Loui­se Bou­rret — Ilu­mi­na­ción: Luc Prai­rie – Dise­ño de Soni­do: Peter Balov — Dura­ción: 2h10 inclu­yen­do 25 minu­tos de entre­ac­to- Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 29 de junio de 2014 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

Adam Stotland Foto de Andrée Lanthier

Adam Stotland ( Foto de Andrée Lanthier)

Como cie­rre de la tem­po­ra­da ofi­cial el Cen­tro Segal ofre­ce la come­dia musi­cal Soul Doc­tor basa­da en la vida real del con­tro­ver­ti­do rabino Shlo­mo Car­le­bach (1925 – 1994) quien se dis­tin­guió por ser com­po­si­tor y can­tan­te de músi­ca pop duran­te la segun­da mitad del siglo pasa­do. Si bien esta pie­za ya fue estre­na­da en Broad­way el año pasa­do, la pre­sen­te pro­duc­ción está habla­da mayor­men­te en idish con sub­tí­tu­los en fran­cés e inglés.

Aun­que con algu­nas meno­res licen­cias, el tex­to de Daniel S. Wise trans­mi­te con elo­cuen­cia el valor y la per­se­ve­ran­cia de un judío orto­do­xo quien sin rene­gar sus raí­ces judías y su fe como rabino tuvo el valor y la cons­tan­cia de ser un hom­bre abier­to y dis­pues­to a expre­sar sus genui­nos sen­ti­mien­tos a tra­vés de la música.

Bási­ca­men­te la pie­za se cen­tra en su comien­zo en la infan­cia de Shlo­mo duran­te la ocu­pa­ción ale­ma­na en Aus­tria y en don­de es tes­ti­go de la muer­te de un hom­bre judío ase­si­na­do por un ofi­cial nazi por el sim­ple hecho de haber esta­do can­tan­do en la calle. A fin de esca­par la per­se­cu­ción del impla­ca­ble régi­men impe­ran­te, la fami­lia se des­pla­za a Nue­va York don­de comen­za­rá sus estu­dios rabí­ni­cos para con­ver­tir­se en un rabino como su padre. No obs­tan­te su estric­ta for­ma­ción reli­gio­sa, esa cir­cuns­tan­cia no es un obs­tácu­lo para que ya en su con­di­ción de adul­to Shlo­mo (Adam Stotland) acu­die­ra a un club noc­turno de Green­wich Villa­ge don­de tie­ne opor­tu­ni­dad de escu­char a Nina Simo­ne (Coco Thom­pson), una can­tan­te negra de jazz con quien lle­ga­rá a crear una espe­cial comu­ni­ca­ción en par­te moti­va­da por­que esas dos nobles almas se encuen­tran man­co­mu­na­das por sus res­pec­ti­vas expe­rien­cias de vida. Pre­ci­sa­men­te, ese encuen­tro con Nina y su músi­ca gos­pel pro­du­ci­rá en el rabino una impor­tan­te trans­for­ma­ción cuan­do trans­gre­dien­do la tra­di­ción orto­do­xa resuel­ve apren­der gui­ta­rra, com­po­ner can­cio­nes y actuar públi­ca­men­te para todo tipo de audien­cia en los clu­bes de Nue­va York y San Fran­cis­co con­vir­tién­do­se de esta mane­ra en un popu­lar músi­co roc­ke­ro. En últi­ma ins­tan­cia, su con­duc­ta le aca­rrea­rá ser des­te­rra­do de su comu­ni­dad, de la sina­go­ga don­de ejer­cía y, lo que resul­ta más dolo­ro­so, ser igno­ra­do por sus parien­tes más pró­xi­mos inclu­yen­do su padre (Sam Stein) quien le reti­ra su bendición.

Resul­ta intere­san­te com­pro­bar cómo una obra musi­cal de esta natu­ra­le­za pue­de alber­gar algu­nos tópi­cos urti­can­tes que da mar­gen para la refle­xión. Más allá de una bue­na pin­tu­ra de lo que sig­ni­fi­có el dolor de un pue­blo sacu­di­do por los nazis y el obli­ga­do des­pla­za­mien­to y ajus­te hacia un nue­vo tipo de vida, la pie­za obli­ga a pen­sar acer­ca de los pre­cep­tos reli­gio­sos con sus res­tric­cio­nes y pre­jui­cios sobre per­so­nas de otro cre­do y/o bien que la músi­ca popu­lar pue­da ser con­si­de­ra­da de natu­ra­le­za endia­bla­da y sacrílega.

La efi­cien­te y ágil direc­ción de Bry­na Was­ser­man y Rache­lle Glait extrae lo máxi­mo del tex­to de Daniel S. Wise per­mi­tien­do varias esce­nas de legí­ti­ma emo­ción; entre las mis­mas figu­ran la del pri­mer encuen­tro entre Shlo­mo y Nina don­de él ade­más de haber­se sen­ti­do cau­ti­va­do por el tema musi­cal que ella ento­nó com­pren­de muy bien la dis­cri­mi­na­ción racial que ella sien­te por ser negra al igual que por su par­te Nina se con­mi­se­ra cuan­do se impo­ne de los horro­res del holo­caus­to; otro momen­to emo­ti­vo es cuan­do hacia fina­les de la déca­da del 80 él retor­na por pri­me­ra vez a Vie­na, des­pués de 50 años de ausen­cia para un con­cier­to públi­co a pesar de las obser­va­cio­nes de un rabino que encuen­tra ver­gon­zo­so que lo hicie­se por todo el anti­se­mi­tis­mo que la ciu­dad albergó.

El des­plie­gue de la trein­te­na de melo­dio­sos núme­ros musi­ca­les es admi­ra­ble por la estu­pen­da coreo­gra­fía logra­da por Jim Whi­te per­mi­tien­do una com­ple­ta sin­cro­ni­za­ción del elen­co en sus des­pla­za­mien­tos den­tro del limi­ta­do espa­cio escé­ni­co; no menos des­ta­ca­ble es el brío que los acto­res brin­dan a las can­cio­nes que ento­nan y entre los mis­mos, men­ción espe­cial reci­be Thom­pson con su cali­dez vocal.

La actua­ción es sóli­da tenien­do en cuen­ta que la mayo­ría de los artis­tas que inter­vie­nen no son pro­fe­sio­na­les; en tal sen­ti­do, es elo­gia­ble la inter­pre­ta­ción de Stotland en el rol pro­ta­gó­ni­co apor­tan­do toda la noble­za de espí­ri­tu y de alma del rabino trans­gre­sor. Final­men­te, tan­to la esce­no­gra­fía como el ves­tua­rio refuer­zan la cali­dad del espectáculo.

El Joye­ro de los Zares

El Museo de Bellas Artes de Mon­treal (MBAM) pre­sen­ta des­de el 14 de junio has­ta el 5 de octu­bre de 2014 la expo­si­ción Fabu­lo­so Faber­gé, Joye­ro de los Zares. Se tra­ta de la impor­tan­te colec­ción ubi­ca­da fue­ra de Rusia y que per­te­ne­ce al Vir­gi­nia Museum of Fine Arts ubi­ca­do en Richmond.

Carl Faber­gé, naci­do en San Peters­bur­go (1846) y muer­to en Lau­sa­na (1920) logró una impor­tan­te repu­tación inter­na­cio­nal como res­pon­sa­ble de la empre­sa fami­liar de joye­ría en su ciu­dad natal por la exce­len­cia emplea­da en el dise­ño de sus crea­cio­nes así como en el tra­ba­jo con pie­dras pre­cio­sas, semi­pre­cio­sas y meta­les. Para efec­tuar su tra­ba­jo, este excep­cio­nal orfe­bre uti­li­zó dife­ren­tes esti­los que inclu­ye­ron el ruso anti­guo, grie­go, rena­cen­tis­ta, barro­co, neo­cla­si­cis­mo y Art Nou­veau, ins­pi­ra­do en la apre­cia­ción rea­li­za­da duran­te sus fre­cuen­tes via­jes a tra­vés de Europa.

Sus tra­ba­jos que fue­ron exhi­bi­dos en la Expo­si­ción Pan­ru­sa de Mos­cú de 1882 fue­ron recom­pen­sa­dos con la meda­lla de oro. Dado su gran pres­ti­gio, sus ser­vi­cios pro­fe­sio­na­les fue­ron reque­ri­dos por la cor­te impe­rial de Rusia, como así tam­bién por muchas otras monar­quías del vie­jo continente.

La pas­cua es la fies­ta más impor­tan­te de la igle­sia orto­do­xa rusa don­de en dicha oca­sión se sue­le inter­cam­biar rega­los, entre los cua­les se dis­tin­guen los carac­te­rís­ti­cos hue­vos. En opor­tu­ni­dad de la pas­cua de 1883, el zar Ale­jan­dro III encar­gó a Faber­gé la cons­truc­ción de un hue­vo para obse­quiar­le a su mujer, la zari­na María. La satis­fac­ción obte­ni­da por el tra­ba­jo rea­li­za­do moti­vó que a par­tir de enton­ces la pres­ti­gio­sa Casa Faber­gé se ocu­pa­ra de todo lo con­cer­nien­te con las refi­na­das joyas de la fami­lia impe­rial, en un comien­zo con Ale­jan­dro III y pos­te­rior­men­te con su here­de­ro Nico­lás II. Esa aso­cia­ción duró has­ta los últi­mos días del impe­rio ruso cuan­do se pro­du­jo la revo­lu­ción bol­che­vi­que y al pro­pio tiem­po la defun­ción de la Casa Fabergé.

La colec­ción que se pre­sen­ta en el MBAM exhi­be 240 obje­tos de arte, figu­ran­do entre los mis­mos 4 de los famo­sos hue­vos impe­ria­les entre los 43 res­tan­tes que la dinas­tía de los Roma­nov había encar­ga­do a Faber­gé. Uno de los mis­mos es cono­ci­do como Pelí­cano (1897) y fue con­ce­bi­do den­tro de la tra­di­ción orto­do­xa. Es un hue­vo de oro rosa des­ple­ga­do en ocho peque­ños mar­cos ova­la­dos ribe­tea­dos de per­las. El pelí­cano del títu­lo se encuen­tra posan­do arri­ba del hue­vo en un nido sos­te­ni­do por tres peque­ños pájaros.FABERGE

Un segun­do hue­vo de pas­cua cono­ci­do como Pedro el Gran­de (1903) es la ofren­da que Nico­lás II hizo a su espo­sa Ale­jan­dra Feo­do­rov­na en 1903, el año en que se con­me­mo­ra­ba el bicen­te­na­rio de la fun­da­ción de San Peters­bur­go. En un lado del mis­mo se encuen­tra el retra­to en minia­tu­ra de Pedro el Gran­de y del otro un retra­to de Nico­las II con una pin­tu­ra en minia­tu­ra del Pala­cio de Invierno, la resi­den­cia ofi­cial de la fami­lia impe­rial. Den­tro del hue­vo se encuen­tra una répli­ca en minia­tu­ra de la céle­bre esta­tua ecues­tre de Pedro el Gran­de rea­li­za­da por Fal­co­net en 1792 a pedi­do de Cata­li­na la Grande.

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El ter­ce­ro hue­vo pas­cual (1912), cono­ci­do con el nom­bre Zare­vitch, con­sis­te en seis sec­cio­nes de lapis­lá­zu­li deco­ra­das en oro don­de se apre­cian, entre otros deta­lles, águi­las de dos cabe­zas, cariá­ti­des con alas y bal­da­qui­nos suspendidos.

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El últi­mo de los hue­vos con­ce­bi­dos cro­no­ló­gi­ca­men­te es de la Cruz Roja con Retra­tos (1915). Se tra­ta de un rega­lo que Nico­lás II ofre­ció a su madre, la empe­ra­triz viu­da María Feo­do­rov­na, por su devo­to desem­pe­ño como pre­si­den­ta de la Cruz Roja rusa duran­te la pri­me­ra gue­rra mun­dial. El hue­vo hecho de pla­ta con una cás­ca­ra rodea­da por una serie de ban­das hori­zon­ta­les con ribe­tes de oro con­tie­ne cin­co retra­tos ova­les en minia­tu­ra de la espo­sa del zar, su her­ma­na, dos de sus hijas y su prima.

Acom­pa­ñan­do los 4 hue­vos men­cio­na­dos, el MBAM pre­sen­ta una remar­ca­ble obra maes­tra de pla­ta que ilus­tra una triun­fal cabal­ga­ta medie­val con­me­mo­ran­do los orí­ge­nes de la nación rusa.

La expo­si­ción brin­da en todo su medi­da el talen­to de Faber­gé don­de se pue­den con­tem­plar otros obje­tos que se dis­tin­guen por su com­ple­ta ori­gi­na­li­dad, su nota­ble dise­ño y la extra­or­di­na­ria for­ma en que han sido tra­ba­ja­dos. En esen­cia, el visi­tan­te asis­te a una expo­si­ción de gran belle­za que lle­ga a cau­ti­var como así tam­bién tie­ne opor­tu­ni­dad de sumer­gir­se en la his­to­ria de Rusia.

Para cono­cer deta­lles adi­cio­na­les pre­sio­ne aquí

Un Lar­go Reco­rri­do Introspectivo

TRACKS. Gran Bre­ta­ña-Aus­tra­lia, 2013. Un film de John Curran

En 1977, Robyn David­son, una joven aus­tra­lia­na de 27 años, empren­de un via­je sin­gu­lar. Acom­pa­ña­da de 4 came­llos y un perro efec­túa una tra­ve­sía de 1700 millas a tra­vés del desier­to aus­tra­liano, des­de Ali­ce Springs has­ta lle­gar a las cos­tas del Océano Indi­co Ins­pi­ra­do en esta épi­ca aven­tu­ra, el rea­li­za­dor John Curran logra un film de sin­gu­lar belle­za y que con la cau­ti­van­te inter­pre­ta­ción de Mia Wasi­kows­ka, prác­ti­ca­men­te domi­nan­do todo el rela­to, per­mi­te que el espec­ta­dor se invo­lu­cre con la expe­rien­cia emo­cio­nal de su protagonista.

 Mia Wasikowska

Mia Wasi­kows­ka

La his­to­ria comien­za con la lle­ga­da de Robyn a Ali­ce Springs en 1976, deter­mi­na­da a rea­li­zar el via­je y apren­dien­do la mane­ra de entre­nar a los came­llos que le brin­da­rán com­pa­ñía. Dada su per­so­na­li­dad de mujer inde­pen­dien­te, uno de los incon­ve­nien­tes que debe ven­cer es el que debi­do a sus esca­sos recur­sos eco­nó­mi­cos deba acep­tar con reluc­tan­cia el apo­yo finan­cie­ro de la revis­ta Natio­nal Geo­graphic a cam­bio de escri­bir un artícu­lo sobre el mis­mo y per­mi­tir al fotó­gra­fo esta­dou­ni­den­se Rick Smo­lan (Adam Dri­ver) tomar­le fotos en algu­nos pun­tos del trayecto.

Ade­más del encuen­tro con Rick, la pre­sen­cia más sig­ni­fi­ca­ti­va que la joven habrá de encon­trar a lo lar­go del arduo camino es la de un anciano y caris­má­ti­co abo­ri­gen (Rolley Min­tu­ma) quien con inna­ta cali­dez la acon­se­ja y la guía en algu­nos tre­chos del recorrido.

¿Qué es lo que otor­ga vita­li­dad a un film como el pre­sen­te que en apa­rien­cia pare­ce­ría care­cer de nutri­das anéc­do­tas para su desa­rro­llo temá­ti­co? En pri­mer lugar, el encuen­tro de Robyn con el pano­ra­ma que atra­vie­sa duran­te las 10 sema­nas de via­je y que es trans­mi­ti­do con gran inten­si­dad gra­cias a la excep­cio­nal recrea­ción que Wasi­kows­ka logra de David­son. Ade­más de expo­ner la vul­ne­ra­bi­li­dad de la via­je­ra como así tam­bién su fir­me deter­mi­na­ción de no cejar en el pro­pó­si­to que la ani­ma, la joven actriz brin­da una amplia gama de mati­ces a su per­so­na­je per­mi­tien­do com­pren­der la razón que moti­va su obse­sión; así que­da cla­ro cómo esa región ári­da, de amplios desier­tos con terre­nos vacíos, rodea­da de un pro­fun­do silen­cio y gran sole­dad que es sola­men­te cono­ci­da por los abo­rí­ge­nes aus­tra­lia­nos y los con­ta­dos via­je­ros que la visi­tan, gra­vi­ta psi­co­ló­gi­ca­men­te en el áni­mo de la pro­ta­go­nis­ta cuya gran recom­pen­sa con­sis­te en la satis­fac­ción espi­ri­tual alcan­za­da en su com­ple­ta iden­ti­fi­ca­ción con las raí­ces telú­ri­cas del país que la vio nacer.

La flui­da direc­ción de Curran per­mi­tien­do que el inte­rés del metra­je no decai­ga duran­te sus casi dos horas de dura­ción, la apre­cia­ble con­tri­bu­ción de Mandy Wal­ker cap­tan­do la seque­dad del pai­sa­je y el mon­ta­je de Ale­xan­dre de Fran­ces­chi, son otros ele­men­tos que per­mi­ten que el film adquie­ra resonancia.

En los cré­di­tos fina­les se da a cono­cer que des­pués de haber com­ple­ta­do su via­je, Robyn escri­bió el artícu­lo para la Natio­nal Geo­graphic, tal como esta­ba pre­vis­to, acom­pa­ña­do por las foto­gra­fías de Smo­lan. La gran aco­gi­da que mere­ció su his­to­ria, moti­vo a que su auto­ra la expan­die­ra al libro Tracks que se con­vir­tió en un best seller internacional.

Con­clu­sión: Un via­je épi­co de remar­ca­ble con­te­ni­do espi­ri­tual.  Jor­ge Gutman

Una Refres­can­te Come­dia Gastronómica

CHEF. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Jon Favreau

Cuan­do en cine uno se refie­re a sen­tir un “pla­cer cul­pa­ble” quie­re trans­mi­tir la idea de haber vis­to un film que de nin­gu­na mane­ra pre­ten­de apa­re­cer como una obra artís­ti­ca pero que sin embar­go reúne el méri­to de ser agra­da­ble ape­lan­do a hones­tos y legí­ti­mos recur­sos. Eso es lo que ofre­ce Chef, diri­gi­do, escri­to e inter­pre­ta­do por Jon Favreau quien demues­tra sen­tir­se tan cómo­do rea­li­zan­do block­bus­ters (Iron Man, Iron Man 2) como abor­dan­do una sim­pá­ti­ca come­dia que en nada se ase­me­ja a la saga de los superhéroes.

A pesar de que han habi­do muy bue­nas pelí­cu­las sobre la gas­tro­no­mía y el pla­cer de la bue­na comi­da, este film se dis­tin­gue por pre­sen­tar algu­nas notas des­ta­ca­bles en la des­crip­ción de un meticu­loso jefe de coci­na de alta pro­fe­sio­na­li­dad que por impe­rio de situa­cio­nes no desea­das cae en des­gra­cias en el lugar don­de tra­ba­ja para pos­te­rior­men­te recu­pe­rar­se al esta­ble­cer­se por su pro­pia cuenta.

Jon Favreau ani­ma a Carl un exce­len­te chef que se desem­pe­ña en un pres­ti­gio­so res­tau­ran­te de Los Ánge­les. A pesar de estar tra­ba­jan­do 10 años como un vir­tuo­so y res­pon­sa­ble pro­fe­sio­nal, se sien­te limi­ta­do en su cam­po de acción debi­do a las res­tric­cio­nes que le impo­ne el due­ño del esta­ble­ci­mien­to (Dus­tin Hoff­man) cuan­do tra­ta de aven­tu­ra­se en nue­vos pla­tos o rece­tas, dado que pre­fie­re man­te­ner su nego­cio mar­chan­do tal cual está, fir­me y segu­ro. Un gra­ve con­flic­to lle­ga a pro­du­cir­se cuan­do a tra­vés de la red social, léa­se Twit­ter, un crí­ti­co gas­tro­nó­mi­co (Oli­ver Platt) se expre­sa en for­ma deci­di­da­men­te nega­ti­va sobre la coci­na de Carl; pro­fun­da­men­te heri­do por el comen­ta­rio, el coci­ne­ro se tra­ba en una pelea con éste en el res­tau­ran­te pobla­do de comen­sa­les, lo que ori­gi­na que deba aban­do­nar su trabajo.

John Leguizamo, Emjay Anthony y Jon Favreau

John Legui­za­mo, Emjay Anthony y Jon Favreau

Con el buen áni­mo de comen­zar nue­va­men­te sin deses­pe­rar y siguien­do el con­se­jo de su ex espo­sa Inez (Sofia Ver­ga­ra), Carl se des­pla­za a Mia­mi con su ami­go Mar­tin (John Legui­za­mo), quien fue­ra su leal asis­ten­te en el res­tau­ran­te, y con su hijo pre­ado­les­cen­te Percy (Emjay Anthony) que se encuen­tra en rece­so esco­lar duran­te las vaca­cio­nes de verano; allí el pri­mer mari­do de Inez (Robert Dow­ney Jr.) le pro­cu­ra un vie­jo camión que Carl lo trans­for­ma en res­tau­ran­te rodan­te duran­te su tras­la­do a Los Ánge­les. Ese es el ini­cio de una sin­gu­lar aven­tu­ra, don­de en el tra­yec­to reco­rri­do que inclu­ye pasar por Nue­va Orleans, Aus­tin y otras ciu­da­des, el trío se dedi­ca a la ven­ta de comi­das lle­gan­do a tener un des­co­llan­te éxi­to por los dife­ren­tes y ape­ti­to­sos pla­tos ofre­ci­dos, entre otros, el famo­so bar­be­cue texano y los sánd­wi­ches cubanos.

A dife­ren­cia de otros fil­mes del géne­ro, el flui­do rela­to de Favreau no se con­cen­tra úni­ca­men­te en la comi­da sino que ofre­ce algu­nos aspec­tos dis­tin­ti­vos y entre los mis­mos, ade­más de la soli­da­ri­dad brin­da­da por Mar­tin, se encuen­tra la tier­na y sóli­da rela­ción enta­bla­da entre Carl y su entu­sias­ta hijo a lo lar­go de un mes, tenien­do en cuen­ta que Percy no vive con él.

Si algu­na obser­va­ción mere­ce esta come­dia es que su feliz des­en­la­ce ade­más de pre­vi­si­ble resul­ta com­pla­cien­te. Pero para el caso, eso no lle­ga a empa­ñar el resul­ta­do glo­bal por el sano humor des­ti­la­do en su desa­rro­llo, la exce­len­te músi­ca con la sal­sa de Mia­mi, los her­mo­sos blues de Texas y el cau­ti­van­te jazz de Nue­va Orleans que cons­ti­tu­yen una gra­ti­fi­ca­ción para el oído del espec­ta­dor y por la sim­pa­tía ema­na­da de sus per­so­na­jes. Ade­más de la com­pe­ten­te actua­ción de Favreau, el efi­cien­te elen­co que le rodea inclu­ye a Legui­za­mo, Anthony, Ver­ga­ra, Platt, Hoff­man, Scar­let Johans­son, Bobby Can­na­va­le y Dow­ney Jr.

Con­clu­sión: Una pelí­cu­la fres­ca, ame­na, que aun­que no pro­fun­da des­ti­la cali­dez y bue­nos sen­ti­mien­tos. Al no pre­ten­der más de lo que ofre­ce, cum­ple con su come­ti­do de entre­te­ner sana­men­te al espec­ta­dor y brin­dar un pla­cer com­pa­ra­ble al de dis­fru­tar de una comi­da exqui­si­ta pre­pa­ra­da por un buen chef de coci­na.  Jor­ge Gutman

Sedu­cien­do a un Doctor

THE GRAND SEDUC­TION. Cana­dá, 2013. Un film de Don McKellar

Con el pro­pó­si­to de atraer a una audien­cia angló­fo­na, Don McKe­llar deci­dió efec­tuar una nue­va ver­sión de la exce­len­te come­dia que­be­quen­se La Gran­de Seduc­tion de Jean-Fra­nçois Pou­liot juz­ga­da en 2003. Si bien la inten­ción es inob­je­ta­ble lo que cabría espe­rar es que el pre­sen­te film intro­du­je­ra algo dis­tin­ti­vo que sin alte­rar la pre­mi­sa del guión ori­gi­nal de Ken Scott pudie­ra uno olvi­dar que está vien­do una répli­ca casi cal­ca­da de lo que ya se ha visto.

Taylor Kitsch

Tay­lor Kitsch

La his­to­ria sola­men­te cam­bia de esce­na­rio don­de en lugar de un pue­blo rural de pes­ca­do­res de Que­bec esta vez se desa­rro­lla en Tic­kle Cove, una peque­ña comu­ni­dad cos­te­ra de 120 habi­tan­tes ubi­ca­da en Terra­no­va. La situa­ción atra­ve­sa­da por sus habi­tan­tes es peno­sa por la des­ocu­pa­ción rei­nan­te don­de todos viven del bien­es­tar social pro­vis­to por los che­ques que pro­vee el gobierno. La situa­ción tie­ne visos de cam­biar cuan­do sur­ge la posi­bi­li­dad de que se gene­ren empleos debi­do a que una empre­sa petro­quí­mi­ca con­si­de­ra que el lugar podría ser apro­pia­do para ins­ta­lar una plan­ta indus­trial; la úni­ca con­di­ción reque­ri­da es que cuen­te con un ser­vi­cio médi­co, don­de de hecho la pobla­ción no posee nin­gún facul­ta­ti­vo resi­den­te. Por un fac­tor for­tui­to, el joven doc­tor Lewis (Tay­lor Kitsch), al lle­gar al aero­puer­to de St John es aprehen­di­do por la pose­sión de cocaí­na y para lograr la cle­men­cia de las auto­ri­da­des se com­pro­me­te a brin­dar un mes de ser­vi­cio pro­fe­sio­nal en el pue­blo; es allí don­de la pobla­ción local enca­be­za­da por su patriar­ca Murray French (Bren­dan Glee­son) no quie­re dejar pasar la opor­tu­ni­dad para tra­tar de lograr que el doc­tor fije allí su resi­den­cia per­ma­nen­te. Para ello habrá que sedu­cir al visi­tan­te demos­trán­do­le que Tic­kle Cove es un lugar encan­ta­dor; para imple­men­tar la far­sa, los luga­re­ños simu­lan que son apa­sio­na­dos del cric­ket que es el depor­te favo­ri­to del visi­tan­te, tam­bién prac­ti­can la pes­ca y ade­más gus­tan del jazz al igual que Lewis; para com­ple­tar la tarea tra­ta­rán de hacer­le creer que Kath­leen (Lia­ne Bala­ban), la joven del pue­blo por quien el médi­co se sien­te intere­sa­do, gus­ta de él. Fren­te a la inge­nui­dad del hués­ped igno­ran­do que todo lo que pre­sen­cia es un ardid, la intri­ga resi­de en deter­mi­nar has­ta dón­de es posi­ble seguir man­te­nien­do esta come­dia y qué es lo que habrá de ocu­rrir cuan­do Lewis des­cu­bra que fue obje­to de un enga­ño y que el lugar que visi­ta dis­ta de poseer el encan­to que aparenta.

En esen­cia, el rela­to impreg­na­do de sano humor se ase­me­ja más a un cuen­to de hadas que a un dra­ma rea­lis­ta, pero en todo caso es muy fácil adap­tar­se a esta fan­ta­sía adul­ta que cuen­ta con un buen elen­co enca­be­za­do por la caris­má­ti­ca pre­sen­cia de Kitsch, la remar­ca­ble par­ti­ci­pa­ción de Glee­son así como la bue­na actua­ción de Gor­don Pin­sent carac­te­ri­zan­do al buen ami­go de Murray. Lo que en cam­bio habría sido desea­ble es que McKe­llar hubie­se incor­po­ra­do su visión per­so­nal a esta his­to­ria para que no se tuvie­ra que com­pa­rar­la con el film pre­ce­den­te que sin duda se des­ta­có por su pre­mi­sa ori­gi­nal y por sus per­so­na­jes más pintorescos.

Con­clu­sión: Esta es una peque­ña come­dia ama­ble bien rea­li­za­da que sin ser memo­ra­ble con­for­ma­rá a quie­nes no hayan cono­ci­do la ver­sión que­be­quen­seJor­ge Gutman