WOMAN IN GOLD. Gran Bretaña, 2015. Un film de Simon Curtis
El realizador Simon Curtis enfoca en este film una fascinante historia real referida a las sustracciones realizadas por el nazismo de obras de arte pertenecientes a judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
La acción comienza en 1998 y se centra en Maria Altmann (Helen Mirren), una octogenaria judía de origen austríaco que logró escapar de la guerra con su marido y recomenzó una nueva vida en Los Ángeles. Después de asistir al funeral de su hermana, al leer una carta que perteneció a la difunta, se impone de los infructuosos intentos que había realizado para recuperar cinco obras pictóricas del renombrado artista Gustav Klimt (1862 – 1918) que habían pertenecido a su familia. Habiendo sido confiscadas por el régimen de Hitler, cuando el hogar de sus padres fue saqueado, después del conflicto bélico las pinturas ingresaron a la Galería Belvedere de Austria para su exposición pública. Entre las mismas se encuentra el célebre cuadro “Retrato de Adele Bloch-Bauer” (1907), donde el renombrado pintor austríaco utilizó como modelo a Adele, la amada tía de Maria. Esa pintura, también conocida como “La Dama de Oro” llegó a convertirse en un tesoro nacional al ser considerada como la Mona Lisa de Austria.
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A partir de allí el guión de Alexi Kaye Campbell reconstruye dramáticamente los esfuerzos que Maria realiza junto con la ayuda y asesoramiento legal del joven abogado Randy Schoenberg (Ryan Reynolds) quien es amigo de la familia, para lograr la recuperación de lo que legítimamente pertenece a los herederos de la familia. Con ese propósito, ambos se embarquen en una prolongada batalla legal que los lleva hasta el corazón de las autoridades austríacas y la Corte Suprema de Estados Unidos.
Toda esa ardua tarea motiva a que Maria deba confrontar vívidas memorias de su vida en Viena. A través de flashbacks la distinguida dama recuerda los años felices de su infancia transcurrida en el marco de un confortable hogar donde sus integrantes amantes del arte coleccionaban valiosos tesoros artísticos. Entre otros detalles se asiste en 1938 al animado casamiento de María (Tatiana Maslany) con Fritz Altmann (Max Irons), un cantante de ópera, hasta que seis semanas después de la boda, cuando Hitler anexa Austria a Alemania, comienza la cruel persecución de los judíos que motiva a que la pareja deba huir del país; este hecho origina uno de los momentos más tensos del relato.
Para el relato de esta historia Curtis apeló a una narrativa clásica pero efectiva; aunque algunos momentos puedan resultar demasiado melodramáticos, el tema se presta a ello y en todo caso lo que se expone resulta suficientemente convincente como para que el espectador se adentre con los embates que van atravesando sus personajes centrales mediante la buena caracterización lograda por su calificado elenco de actores.
No resulta novedad destacar el talento de Mirren donde aquí transmite intensamente la fuerza y determinación de Maria para lograr su propósito a la vez que demuestra sus sentimientos encontrados cuando en principio se resiste a retornar a la ciudad donde su familia y ella resultaron humillados por los nazis; su expresivo rostro delata la extraña emoción que la embarga cuando en Viena efectúa una visita al piso que habitó con su familia. Reynolds colabora muy bien con la prestigiosa actriz como el abogado que, aunque al principio inexperto, a medida que progresa la causa legal va ganando confianza convirtiéndose en un gran apoyo profesional y moral para su cliente; la amistad que se va generando entre la anciana y el joven origina escenas de auténtica calidez y ternura. También cabe distinguir la participación de Daniel Bruhl animando a Hubertus Czernin, el periodista austríaco que trata de ayudar a Maria y Randy y que al hacerlo busca liberar su conciencia culpable generada cuando a los 15 años se impuso que era hijo de un nazi.
Hay ciertas observaciones a ser mencionadas, como por ejemplo algunos episodios superfluos incluidos en el recuento de los recuerdos, o bien algunas escenas sentimentalmente innecesarias entre Schoenberg y su esposa (Katie Holmes). Sin embargo, globalmente considerado, eso no afecta el propósito final del film, o sea la búsqueda de justicia en la restitución de importantes obras artísticas que en el caso de Altmann eran importantes no tanto por el valor monetario de las mismas sino por su vínculo con el pasado.
Conclusión: Una historia que relatada en forma sencilla llega a atrapar por el interés de su tema y la muy buena actuación de Mirren y Reynolds. Jorge Gutman