Una Sin­gu­lar Familia

LA FAMI­LLE BELIER. Fran­cia, 2014. Un film de Eric Lartigau

De tan­to en tan­to el cine de Fran­cia ofre­ce a su públi­co pelí­cu­las sen­ci­llas con men­sa­jes alec­cio­na­do­res que des­pier­tan los más nobles sen­ti­mien­tos huma­nos. Así como hace 3 años, Intou­cha­bles de Oli­vier Naka­che y Eric Tole­dano tuvo la vir­tud de lle­gar direc­ta­men­te al cora­zón del espec­ta­dor, aho­ra es el turno de La Fami­lia Bélier, una her­mo­sa come­dia con algu­nas situa­cio­nes serias que sin lle­gar a un nivel dra­má­ti­co per­mi­te que el públi­co la dis­fru­te ampliamente.

Karin Viard y Louane Emera

Karin Viard y Loua­ne Emera

La his­to­ria pre­sen­ta a los Bélier, cuyo gru­po fami­liar está inte­gra­do por Rodolphe (Fra­nçois Damiens), su seño­ra Gigi (Karin Viard) y sus dos hijos, el más joven Quen­tin (Luca Gel­berg), y la ado­les­cen­te Pau­la (Loua­ne Eme­ra) de 16 años. Lo que dis­tin­gue a esta fami­lia de las res­tan­tes es que con la excep­ción de Pau­la, sus otros miem­bros son sordomudos.

Vivien­do en una zona rural no muy dis­tan­te de París, la fami­lia dis­po­ne de una gran­ja don­de ade­más de criar gana­do ela­bo­ra que­sos que ven­de en un pues­to de la feria local don­de Pau­la, con un exce­len­te mane­jo del len­gua­je de las señas, cons­ti­tu­ye el medio de comu­ni­ca­ción por el cual sus padres y her­ma­nos inter­ac­túan social­men­te. Así por ejem­plo, en una esce­na don­de Pau­la con­cu­rre con sus padres al gine­có­lo­go ella como tra­duc­to­ra debe refe­rir­se a cier­tas carac­te­rís­ti­cas vin­cu­la­das con la sexua­li­dad del matri­mo­nio, hecho que gene­ra espon­tá­nea hilaridad.

A tra­vés de las acti­vi­da­des ruti­na­rias de la fami­lia, el rela­to se cen­tra en Pau­la don­de ade­más de ser la colum­na ver­te­bral del hogar tam­bién debe cum­plir con sus tareas de estu­dian­te. Es pre­ci­sa­men­te en la escue­la a la que asis­te, don­de par­ti­ci­pan­do en un coro jun­to con otro com­pa­ñe­ro (Ilian Ber­ga­la), el pro­fe­sor de músi­ca (Eric Elmos­nino) des­cu­bre que ella posee exce­len­tes apti­tu­des para el can­to; es por eso que le pro­po­ne entre­nar­la para que esté en con­di­cio­nes de par­ti­ci­par en un con­cur­so a rea­li­zar­se en Radio Fran­ce de París. Ese es el ele­men­to gene­ra­dor del con­flic­to dra­má­ti­co de esta his­to­ria en la medi­da que el deseo de Pau­la de par­ti­ci­par en la com­pe­ten­cia, entra en con­flic­to con la acti­tud de sus padres quie­nes creen que fren­te a la posi­bi­li­dad de que Pau­la se ausen­te del hogar, ellos que­da­rán des­pro­te­gi­dos para seguir actuan­do nor­mal­men­te como has­ta ese momento.

El film se nutre de peque­ñas esce­nas que ponen de relie­ve el esfuer­zo de una ado­les­cen­te que como cual­quie­ra otra de su edad aspi­ra a un futu­ro ven­tu­ro­so pero que al pro­pio tiem­po debe com­pa­ti­bi­li­zar­lo con el amor que sien­te por su fami­lia a quien no pue­de dejar de lado.

Uno de los gran­des momen­tos de emo­ción se pro­du­ce cuan­do Pau­la can­ta delan­te de un públi­co don­de se encuen­tran sus padres y el soni­do des­apa­re­ce para ilus­trar cuál es la sen­sa­ción que ellos expe­ri­men­tan al no poder oír lo que la hija entona.

El rela­to brin­da una his­to­ria secun­da­ria rela­ti­va a la can­di­da­tu­ra del jefe de fami­lia a la alcal­día del lugar; para Rodolphe no exis­te nin­gún impe­di­men­to en tal sen­ti­do, ale­gan­do que si un polí­ti­co negro pudo lle­gar a la pre­si­den­cia de Esta­dos Uni­dos, tam­po­co exis­te pro­ble­ma alguno para que un sor­do­mu­do pue­da cum­plir una bue­na labor social como alcal­de. Su incor­po­ra­ción a la his­to­ria cen­tral moti­va algu­nas situa­cio­nes sim­pá­ti­cas que de nin­gún modo la dis­traen de su prin­ci­pal pro­pó­si­to sino que sir­ven para ilus­trar la diná­mi­ca familiar.

La direc­ción de Lar­ti­gau es impe­ca­ble tenien­do en cuen­ta los resul­ta­dos que obtu­vo de su elen­co don­de tan­to Viard, Damiens y Eme­ra tuvie­ron que apren­der el len­gua­je de las señas para desem­pe­ñar­se con la des­en­vol­tu­ra que evi­den­cian en sus res­pec­ti­vos roles; ade­más cabe remar­car el papel de Gal­berg quien en la vida real es sor­do­mu­do y en su pri­me­ra apa­ri­ción fren­te a las cáma­ras demues­tra con su actua­ción una com­ple­ta natu­ra­li­dad. Con todo, la gran reve­la­ción del film es Eme­ra que apar­te de su duc­ti­li­dad acto­ral lle­van­do sobre sus hom­bres el mayor peso del rela­to, demues­tra sus exce­len­tes con­di­cio­nes voca­les en las her­mo­sas can­cio­nes que ella inter­pre­ta valién­do­se del reper­to­rio de Michel Sardou

Con­clu­sión: Lar­ti­gau ha logra­do film cáli­do y emo­ti­vo don­de en nin­gún momen­to ha recu­rri­do a gol­pes bajos para crear un arti­fi­cio­so efec­to sen­ti­men­tal o lacri­mó­geno. Evi­tan­do caer en la cur­si­le­ría o en recur­sos fáci­les, el rea­li­za­dor logra la com­pli­ci­dad del públi­co con un rela­to hones­to demos­tran­do cómo con­tra vien­to y marea se pue­den supe­rar las difi­cul­ta­des y dis­ca­pa­ci­da­des exis­ten­tes cuan­do pri­ma un sóli­do amor entre los inte­gran­tes de una fami­lia, como es el caso de los Bélier.  Jor­ge Gutman