Reco­rrien­do Ciu­dad de México

GÚE­ROS. Méxi­co, 2014. Un film de Alon­so Ruizpalacios.

Dejan­do de lado los temas de vio­len­cia que han sido fre­cuen­te­men­te con­si­de­ra­dos por la cine­ma­to­gra­fía de Méxi­co en los últi­mos tiem­pos, resul­ta bien­ve­ni­da esta ópe­ra pri­ma de Alon­so Ruiz­pa­la­cios abor­dan­do el com­por­ta­mien­to de un estra­to juve­nil de la capi­tal azteca.

Sebastián Aguirre

Sebas­tián Aguirre

El rela­to escri­to por el rea­li­za­dor con Gibrán Por­te­la se cen­tra en Tomás (Sebas­tián Agui­rre), un ado­les­cen­te vivien­do en Vera­cruz con su madre que la enlo­que­ce con sus dia­blu­ras al pun­to tal que fren­te a una situa­ción lími­te ella deci­de enviar­lo a la ciu­dad de Méxi­co para que con­vi­va con Fede­ri­co (Tenoch Huer­ta), su hijo mayor. Así es que for­za­do por las cir­cuns­tan­cias Tomás lle­ga al hogar de su her­mano quien está alo­ja­do en un depar­ta­men­to de mala muer­te des­pro­vis­to de ener­gía eléc­tri­ca que com­par­te con su con San­tos (Leo­nar­do Ortiz­gris), su com­pa­ñe­ro de estu­dios. El rela­to que trans­cu­rre en 1999, duran­te los meses en que en el país atra­ve­só una impor­tan­te huel­ga de los estu­dian­tes de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co, moti­va a que este trío juve­nil des­ti­ne su tiem­po a robar elec­tri­ci­dad de los veci­nos mien­tras aguar­dan que el paro fina­li­ce pronto.

El ele­men­to que movi­li­za al rela­to es la gran admi­ra­ción que Tomás sien­te por Epig­me­nio Cruz, un vie­jo can­tan­te roc­ke­ro del cual el mucha­cho por­ta un case­te que lo oye en su walk­man. Cuan­do se ente­ra de que su ído­lo está hos­pi­ta­li­za­do, jun­to con Fede­ri­co y San­tos ini­cian un via­je en coche a tra­vés de la ciu­dad con el pro­pó­si­to de loca­li­zar­lo. En esta par­ti­cu­lar aven­tu­ra se les uni­rá Ana (Ilse Salas), quien es una de las huel­guis­tas que enca­be­zan las pro­tes­tas calle­je­ras y de quien Fede­ri­co se sien­te atraído.

Si en prin­ci­pio la inten­ción del rea­li­za­dor es ilus­trar de qué mane­ra los dis­tur­bios uni­ver­si­ta­rios afec­tan el modus viven­di de la ciu­dad tra­tan­do de efec­tuar algún comen­ta­rio de natu­ra­le­za socio polí­ti­ca, en reali­dad el film se tra­du­ce en una suce­sión de viñe­tas que aun­que no del todo cohe­sio­na­das o dis­ci­pli­na­das ter­mi­na ganan­do la aten­ción del espec­ta­dor; así, la efer­ves­cen­cia narra­ti­va de Ruiz­pa­la­cios, la pre­sen­cia de un humor soca­rrón ori­gi­na­do por algu­nos colo­ri­dos diá­lo­gos, cier­tas vuel­tas de giro no pre­vis­tas y la bue­na foto­gra­fía de Damián Gar­cía logra­da en blan­co y negro, son fac­to­res que con­tri­bu­yen a valo­ri­zar el relato.

Sin ser espec­ta­cu­lar ni tam­po­co dema­sia­do inno­va­dor; el film cons­ti­tu­ye una bue­na car­ta de pre­sen­ta­ción de su joven direc­tor al pun­to tal de haber obte­ni­do varios pre­mios en su país de ori­gen, inclu­yen­do entre otros al del mejor film de 2014, ópe­ra pri­ma, rea­li­za­dor, foto­gra­fía y soni­do. Jor­ge Gutman