COMING HOME. China, 2014. Un film de Zhang Yimou
Zhang Yimou, sin duda uno de los más importantes realizadores de China, y Gong Li, la excelente y expresiva actriz que participó en varios filmes del director como Ju Dou (1990), Raise the Red Lanterns (1991) y To Live (1994), retornan con un muy emotivo melodrama que tiene como trasfondo la Revolución Cultural China (1966 – 1976). Al así hacerlo, Zhang además de rendir un tácito tributo a los intelectuales, campesinos y la clase obrera que sufrieron durante esa triste época, ofrece a las nuevas generaciones, que hoy están imbuidas en un marco cultural muy diferente, un retrato de lo que fue vivir en ese entonces.
Basado en una novela de Yan Gelilng y adaptado por Zou Jingzhi, Coming Home comienza en los primeros años de la década del 70, cuando Lu Yanshi (Chen Daoming) escondiéndose en un lugar próximo a la estación ferroviaria de Beijing trata de reencontrarse con su esposa Feng (Gong Li) después de haber escapado del campo de reeducación de trabajos forzados donde había sido enviado 10 años antes por ser considerado para el régimen un intelectual revisionista. Sin embargo ese intento se frustra cuando nuevamente es detenido en la estación ferroviaria de Beijing por haber sido denunciado a las autoridades por su hija Dandan (Zhang Huiwen); después del arresto de Lu, Feng sufre un fuerte golpe en su cabeza que le producirá amnesia.
Algunos años después, cuando la Revolución llega a su fin, también sobreviene la liberación de Lu y con ello el regreso al hogar. Lu está lejos de imaginar que al reencontrarse con su amada mujer, ella no llega a saber quién es él a pesar de admitir que recuerda tener un marido y que aguarda su pronto retorno. Es ahí, cuando con la ayuda de su hija ‑quien por su parte porta la enorme carga de culpa de haber producido la separación de sus padres, Lu se esfuerza por recurrir a todos los métodos posibles para lograr que Feng lo pueda reconocer; en tal sentido, uno de los momentos más tiernos del relato es cuando él se hace pasar como un afinador de piano tocando una canción que pueda reanimar la memoria de su esposa, como así apelando a la lectura de cartas que le había escrito cuando estuvo en prisión pero que no se las había hecho llegar. Puede que esta bella historia de amor que corona la parte final del film resulte demasiado sentimental para algunos espectadores; sin embargo, el realizador, que también había sido enviado al campo durante los años de dicha revolución, evita cualquier golpe bajo o efectista logrando que las emociones broten naturalmente.
Con respecto a las actuaciones, Gong en un rol duramente dramático que requiere de múltiples matices para llegar al espectador, logra su objetivo con la maestría que supo también exhibir en anteriores actuaciones; Chen también sale airoso brindando calidez y ternura a su personaje; por su parte, y a pesar de trabajar al lado de dos grandes actores, Zhang es muy convincente como la joven que ha logrado madurar como adulta y que aún sigue sufriendo los efectos del terrible golpe que ocasionó a sus padres en el pasado.
A pesar de la ausencia de despliegues visuales que caracterizaron a otros filmes del realizador, lo que aquí trasciende es el contenido y solidez del relato, donde algunos momentos del mismo, como el esfuerzo de reconexión de Lu con Feng, quedan grabados en la memoria del espectador mucho después de que concluya la proyección. Jorge Gutman