UNE HISTOIRE DE FOU. Francia, 2015. Un film de Robert Guédiguian
La limpieza étnica de Armenia de 1915 en la que un millón y medio de su población fue deportada y ejecutada por Turquía constituye uno de los capítulos más sombríos de la historia del siglo pasado; como es bien sabido, hasta hoy día el gobierno turco no quiere reconocer o admitir su autoría. Dentro de ese contexto, el realizador Robert Guédiguian que es de origen armenio decidió abordar el tema; al hacerlo su preocupación esencial ha sido la de ilustrar las secuelas generadas por esa encarnizada matanza medio siglo después de lo acontecido.
Aunque se trate de un relato de ficción la fuente de inspiración del realizador ha sido la novela autobiográfica “La Bomba” del periodista español José Antonio Gurriarán; en 1981 en la ciudad de Madrid, el autor sufrió un grave accidente que lo dejó semiparalizado como consecuencia de la explosión de una bomba por parte del Ejercito Secreto Armenio para la Liberación de Armenia.
En el prólogo filmado en blanco y negro, se presencia el asesinato a sangre fría de Taalat Pasha acontecido en Berlín en marzo de 1921. La víctima había sido el primer ministro turco del gobierno otomano y el principal responsable del exterminio armenio. En la reconstrucción del juicio, el acusado Soghomon Thelirian (Robinson Stevenin) se defiende del crimen cometido contando en su perturbador relato cómo su familia armenia fue asesinada por los turcos. Contrariando el consejo del presidente del tribunal, el jurado lo absuelve. De alguna manera, esa decisión implicaba que a pesar de que Thelirian admitió su culpabilidad, en todo caso no fue considerado responsable del crimen.
Inmediatamente, el guión de Guédiguian escrito con Gilles Taurand traslada la acción hacia finales de la década del 70 enfocando a la comunidad armenia que vive en Marsella. Con una filmación en colores, el relato se centra en la familia integrada por Hovannes (Simon Abkarian), su esposa Anouch (Ariane Ascaride) y su hijo Aram (Syrus Shahidi) quien se ha nutrido de las dramáticas historias narradas por su abuela (Siro Fazilian) sobre el genocidio de Armenia. Cuando miembros de la comunidad armenia son expulsados de una iglesia local, el joven Aram se traslada a París y se integra a un movimiento radical contra Turquía que detona una violenta explosión al vehículo del embajador turco en Francia; ese hecho motiva que Gilles Tessier (Grégoire Leprince-Ringuet), un ciclista que pasaba por el lugar, quede severamente herido y quede confinado a una silla de ruedas debido al movimiento minimizado de sus piernas.
Entre los aspectos más emotivos del relato se destaca el encuentro de Anouch con Tessier cuando ella, por un cargo de conciencia, viaja a París para visitarlo en el hospital, reconociendo que su hijo fue el responsable de su accidente; pidiéndole perdón, la mujer le ofrece todo el apoyo de su familia. Eso motiva a que Gilles se vuelque a la causa armenia al haberse impuesto de algo que él completamente ignoraba. Aunque lo que precede es tratado de un modo demasiado melodramático, de todos modos queda rescatado el aspecto humano del relato.
El film deja varias preguntas abiertas. En primer lugar surge el interrogante de si la lucha armada de las nuevas generaciones armenias para reivindicar el horror sufrido por sus ancestros puede constituir el medio más conveniente de concientizar a las autoridades turcas sobre lo acontecido. Si acaso a través de la vía violenta es posible perpetuar la memoria colectiva, surge el problema moral sobre el daño colateral que implica dicho procedimiento. Así, tanto Tessier (personaje de ficción) como el novelista Gurriarán (personaje real) son las víctimas inocentes de una escalada terrorista humanamente intolerante; eso conduce a la pregunta siguiente: ¿no existen otros métodos más persuasivos para que Turquía y el resto del mundo que no lo haya hecho reconozcan la culpabilidad del exterminio acaecido un siglo atrás?
Con sus dos horas y cuarto de duración, el relato se resiente en algunos momentos. De todos modos cabe reconocer que el film a pesar de no ser extraordinario deja una impresión favorable por la mesura de su tratamiento, la eficiente actuación de su elenco y por el debate moral que suscita su contenido. Jorge Gutman