Una Supues­ta Pin­tu­ra de Jack­son Pollock

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

BAKERS­FIELD MIST. Autor: Stephen Sachs – Direc­ción: Roy Suret­te — .Elen­co: Nico­la Caven­dish, Jonathan Mon­ro — Esce­no­gra­fía y Ves­tua­rio: Pam John­son – Ilu­mi­na­ción: Conor Moo­re — Dise­ño de Soni­do: Scott Zech­ner – Dura­ción: 80 minu­tos (sin entre­ac­to) — Repre­sen­ta­cio­nes: has­ta el 26 de Febre­ro de 2017 en el Cen­taur Thea­tre (www.centaurtheatre.com)

La auten­ti­ci­dad de una obra artís­ti­ca es el tema que abor­da el dra­ma­tur­go Stephen Sachs en la pie­za que se comen­ta, don­de la exce­len­te des­crip­ción de sus dos úni­cos per­so­na­jes y el tex­to impreg­na­do de jugo­sos diá­lo­gos son algu­nos de los ele­men­tos que la distinguen.

Uno de los per­so­na­jes de Bakers­field Mist es Mau­de Gut­man, una mujer de apro­xi­ma­da­men­te 70 años, sin edu­ca­ción for­mal que vive en una casa rodan­te ubi­ca­da en Cali­for­nia. Ella adqui­rió en una tien­da de segun­da mano un cua­dro per­di­do de Jack­son Pollock (1912 – 1956), el cele­bra­do pin­tor esta­dou­ni­den­se que se dis­tin­guió como uno de los repre­sen­tan­tes más impor­tan­tes del expre­sio­nis­mo abs­trac­to; como está con­ven­ci­da que ese lien­zo pue­de valer una inmen­sa for­tu­na, nece­si­ta que pre­via­men­te sea auten­ti­ca­do. Es así que a tra­vés de una fun­da­ción de arte de Nue­va York logra que Lio­nel Percy, uno de sus miem­bros, se des­pla­ce a su vivien­da para eva­luar la obra en cues­tión y deter­mi­nar si real­men­te per­te­ne­ce al artista.

Foto de David Cooper

Foto de David Cooper

Des­de el pri­mer ins­tan­te en que Percy lle­ga en una limu­si­na al lugar don­de habi­ta Mau­de que­da esta­ble­ci­do un mar­ca­do con­tras­te entre ambos. A la sim­pli­ci­dad de la due­ña de casa que se vale de un len­gua­je no siem­pre deco­ro­so al hablar, se opo­ne la pre­sen­cia for­mal de un pro­fe­sio­nal edu­ca­do en la Uni­ver­si­dad de Prin­ce­ton, ves­ti­do sobria­men­te de tra­je y cor­ba­ta y con un currí­cu­lum que inclu­ye el haber sido nada menos que direc­tor del cele­bra­do Museo Metro­po­li­tano de Nue­va York. Ese encuen­tro ori­gi­na las pri­me­ras son­ri­sas del públi­co que los obser­va don­de en este caso los polos opues­tos no lle­gan a atraer­se. El momen­to de la ver­dad se pro­du­ce una vez que Mau­de exhi­be el cua­dro en cues­tión a su visi­tan­te; des­pués de un minu­cio­so examen Percy lle­ga a la con­clu­sión de que el lien­zo no es legí­ti­mo sino una fal­si­fi­ca­ción dado que la téc­ni­ca de sal­pi­ca­do de pin­tu­ra uti­li­za­do por Pollock se encuen­tra ausente. .

El cora­zón de la pie­za des­can­sa en la bata­lla ver­bal que se esta­ble­ce entre ambos; así, se apre­cia la obs­ti­na­ción de Mau­de para que Percy con­fir­me la vali­dez de la pin­tu­ra y la nega­ción del gran exper­to en ceder a sus deseos dado que no está dis­pues­to a dejar a un lado su inte­gri­dad pro­fe­sio­nal fir­man­do un apó­cri­fo dic­ta­men. La situa­ción lle­ga a un momen­to de cli­max cuan­do la mujer esta­lla emo­cio­nal­men­te y el eva­lua­dor tra­ta de cal­mar­la; eso per­mi­te que poco a poco el cli­ma de ten­sión tien­da a dis­mi­nuir don­de cada una de las par­tes irá reve­lan­do a la otra inti­mi­da­des de la vida personal.

La pie­za ofre­ce con­si­de­ra­cio­nes impor­tan­tes que moti­van a pen­sar sobre la auten­ti­ci­dad de una obra de arte y de qué mane­ra entran en jue­go fac­to­res obje­ti­vos e igual­men­te sub­je­ti­vos; así la opi­nión de los crí­ti­cos en la mate­ria pue­de pres­ti­giar a un artis­ta, como real­men­te ocu­rrió con Pollock. Ade­más, sur­ge la pre­gun­ta si aca­so el alto pre­cio que un colec­cio­nis­ta está dis­pues­to a pagar por una pin­tu­ra fir­ma­da por un renom­bra­do artis­ta es real­men­te el refle­jo de su intrín­se­co valor artís­ti­co, o bien vice­ver­sa; para citar un ejem­plo bas­ta­ría recor­dar que Vin­cent Van Gogh (1853 – 1890) duran­te su vida ape­nas logró cobrar míse­ras sumas por sus crea­cio­nes, en tan­to que a su muer­te recién fue reco­no­ci­do como el genial artis­ta y de allí en más, a tra­vés de los años, sus tra­ba­jos son de un incal­cu­la­ble valor monetario.

Tenien­do en cuen­ta a los per­so­na­jes crea­dos por Sachs, cabe seña­lar que el direc­tor Roy Suret­te encon­tró a dos extra­or­di­na­rios intér­pre­tes para carac­te­ri­zar­los. Nico­la Caven­dish una vez más con­fir­ma sus dotes de gran come­dian­te trans­mi­tien­do genui­na emo­ción como una mujer sen­si­ble y vul­ne­ra­ble que a toda cos­ta desea que el cua­dro que posee resul­te autén­ti­co; aden­trán­do­se por com­ple­to en el paté­ti­co per­so­na­je de Mau­de, su actua­ción logra des­per­tar luna gran sim­pa­tía a la vez que con­mi­se­ra­ción por par­te del públi­co que la con­tem­pla. Por su par­te, Mon­ro es total­men­te con­vin­cen­te como el hom­bre que si al prin­ci­pio con­si­de­ra de menos a su inter­lo­cu­to­ra, a medi­da que avan­za la obra des­plie­ga huma­ni­dad tra­tan­do de com­pren­der el com­por­ta­mien­to de la mujer que está enfrentando.

En esen­cia, Sachs ha logra­do una muy bue­na obra que en esca­sos 80 minu­tos per­mi­te que se la dis­fru­te ple­na­men­te por ser alta­men­te entre­te­ni­da y por ofre­cer amplio mate­rial para reflexionar.

Entre­te­lo­nes

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

NOI­SES OFF.  Autor: Michael Frayn – Direc­ción Escé­ni­ca: Jacob Tier­ney –- Elen­co: Martha Burns, David Julian Hirsh, Cha­la Hun­ter, Mar­cel Jean­nin, Daniel Lill­ford, Aman­da Lis­man, Michael Musi, Kaitlyn Rior­dan, Andrew Sha­ver –  Esce­no­gra­fía: Pie­rre-Étien­ne Lucas – Ves­tua­rio: Loui­se Bou­rret – Ilu­mi­na­ción: Nico­las Des­co­teaux – Dise­ño de Sonido/Compositor: Dmi­tri Mari­ne — Dura­ción: 2h10 con un inter­va­lo de 20 minu­tos. — Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 19 de Febre­ro de 2017 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

El escri­tor y dra­ma­tur­go bri­tá­ni­co Michael Frayn que en 2000 obtu­vo el pre­mio Tony a la mejor obra de tea­tro por la exce­len­te pie­za Copenha­gue ya había logra­do gran popu­la­ri­dad cuan­do en 1982 con­ci­bió Noi­ses Off, una far­sa tea­tral que delei­tó a audien­cias de dife­ren­tes rin­co­nes del mun­do don­de fue repre­sen­ta­da. Su gran éxi­to moti­vó a que en 1992 fue­se tras­la­da­da al cine con la direc­ción de Peter Bog­da­no­vich. A tra­vés de los años la pie­za ha sido repues­ta en varias opor­tu­ni­da­des con cier­tos cam­bios que el autor intro­du­ce per­ma­nen­te­men­te al tex­to aun­que siem­pre res­pe­tan­do el alo­ca­do espí­ri­tu que la ani­ma. Es aho­ra que el públi­co de Mon­treal tie­ne opor­tu­ni­dad de apre­ciar esta ver­sión diri­gi­da por Jacob Tier­ney que a juz­gar por la cáli­da ova­ción reci­bi­da por la audien­cia que asis­tió en la noche de su estreno, todo hace supo­ner que el Segal Cen­tre acer­tó en reponerla.

Esen­cial­men­te, Frayn qui­so home­na­jear al tea­tro para ilus­trar qué es lo que acon­te­ce detrás del esce­na­rio cuan­do se pre­pa­ra o tie­ne lugar la repre­sen­ta­ción de una obra. Para ello, el autor estruc­tu­ró la pie­za en tres momen­tos precisos.

El elenco completo (Foto Andrée Lanthier)

El elen­co com­ple­to (Foto Andrée Lanthier)

La pri­me­ra par­te mues­tra a un gru­po de acto­res de bajo nivel artís­ti­co rea­li­zan­do los últi­mos ensa­yos de una escan­da­lo­sa pie­za titu­la­da Nothing On (“Sin Nada Enci­ma”) a pocas horas antes de su estreno, que tie­ne como deco­ra­do el living de una casa cam­pes­tre de la pro­vin­cia de Que­bec. Duran­te su desa­rro­llo, se tie­ne una cla­ra idea de las ani­mo­si­da­des que exis­ten entre varios de sus acto­res como así tam­bién de la casi nula efi­ca­cia acto­ral de sus intér­pre­tes que logran exas­pe­rar al direc­tor; todo ello con­du­ce a situa­cio­nes jocosas.

La segun­da par­te se desa­rro­lla detrás del esce­na­rio don­de los intér­pre­tes que no están actuan­do van dela­tan­do sus enco­na­dos sen­ti­mien­tos y frus­tra­cio­nes; para evi­tar que los espec­ta­do­res escu­chen sus dis­cu­sio­nes, los acto­res no hablan y todo se desa­rro­lla de mane­ra ges­tual, gene­ran­do de este modo ins­tan­cias deci­di­da­men­te hila­ran­tes. La ter­ce­ra y últi­ma par­te vuel­ve a desa­rro­llar­se en el esce­na­rio don­de se pue­de ver a los inep­tos artis­tas repre­sen­tan­do la obra que en este caso adop­ta carac­te­rís­ti­cas dife­ren­tes a las del ensa­yo debi­do al caos, anar­quía, con­fu­sión y com­ple­ta des­or­ga­ni­za­ción que se va produciendo.

Lo que dis­tin­gue a esta pro­duc­ción es la bue­na direc­ción de Tier­ney quien ha sabi­do coor­di­nar efi­cien­te­men­te todos los movi­mien­tos del elen­co tenien­do en cuen­ta que tan­to la pie­za cen­tral como la que se está repre­sen­tan­do exi­gen que los acto­res en sus dua­les roles deban abrir y cerrar puer­tas, subir y bajar esca­le­ras a toda velo­ci­dad, mover mue­bles, cam­biar­se de atuen­dos o bien des­ves­tir­se a medias; a todo ello deben agre­gar­se los momen­tos agre­si­vos que adop­tan algu­nos miem­bros del elen­co per­si­guién­do­se en los ensa­yos y en bam­ba­li­nas con el fin de agre­dir­se. Si algún repa­ro mere­ce la pues­ta escé­ni­ca es que en el últi­mo acto, el tono de far­sa adquie­re ribe­tes exa­ge­ra­dos que bor­dean la cari­ca­tu­ra y, en con­se­cuen­cia, dis­mi­nu­yen leve­men­te el efec­to perseguido.

M. Jeannin, C. Hunter, D. Lillford, A. Shaver (Foto de Andrée Lanthier)

M. Jean­nin, C. Hun­ter, D. Lill­ford, A. Sha­ver (Foto de Andrée Lanthier)

Otro de los fac­to­res pon­de­ra­bles de esta pro­duc­ción es su exce­len­te elen­co des­ple­gan­do un infa­ti­ga­ble entu­sias­mo así como un apre­cia­ble des­bor­de de ener­gía físi­ca. Cada uno de sus inte­gran­tes actúa impe­ca­ble­men­te; para citar algu­nos nom­bres se des­ta­can Martha Burns como Dotty Otley, la pro­duc­to­ra de la obra, que en Nothing On asu­me el rol de una emplea­da domés­ti­ca obse­sio­na­da con las sar­di­nas; Mar­cel Jean­nin (Freddy) y Andrew Sha­ver (Garry) brin­dan fran­co humor como dos irre­me­dia­bles enemi­gos que deben disi­mu­lar su odio en la repre­sen­ta­ción de la obra para aga­rrar­se a trom­pa­das detrás del esce­na­rio; igual­men­te es meri­to­ria la pres­ta­ción de David Julian Hirsh como el don­jua­nes­co direc­tor Lloyd Dallas com­par­tien­do amo­res con la sexy actriz Broo­ke Ash­ton ‑carac­te­ri­za­da por Aman­da Lis­man- y la asis­ten­te de direc­ción Poppy Nor­ton-Tay­lor, inter­pre­ta­da por Kaitlyn Rior­dan; Daniel Lill­ford ani­ma muy bien a Sels­don Mow­bray, un per­so­na­je excén­tri­co que no apa­re­ce en esce­na cuan­do se lo requie­re debi­do a su afi­ción alcohó­li­ca; igual­men­te pro­du­ce sim­pa­tía Michael Musi como el uti­le­ro de la obra de ficción.

En esen­cia, esta come­dia des­nu­dan­do en cla­ve de sol­fa la inti­mi­dad del tea­tro y los dife­ren­tes esta­dos emo­cio­na­les que se mani­fies­tan entre el direc­tor de una pie­za y el equi­po que lo rodea, pro­por­cio­na una gra­ta vela­da tea­tral con car­ca­ja­das a granel.

Remar­ca­ble Film de Animación

THE RED TURTLE / LA TOR­TUE ROU­GE. Fran­cia-Bél­gi­ca-Japón, 2016. Un film de Michael Dudok de Wit

El encan­to del cine se hace pre­sen­te con esta joya de la ani­ma­ción rea­li­za­da por Michael Dudok de Wit. Si aca­so el sép­ti­mo arte ha sido con­ce­bi­do para que con sólo imá­ge­nes des­pro­vis­tas de diá­lo­go pue­da trans­mi­tir­se una his­to­ria de con­si­de­ra­ble sig­ni­fi­ca­ción huma­na, La Tor­tue Rou­ge lo con­fir­ma cla­ra­men­te. Se encuen­tre el espec­ta­dor incli­na­do hacia el géne­ro de la ani­ma­ción o no, lo cier­to es que que­da­rá amplia­men­te gra­ti­fi­ca­do des­pués de con­tem­plar este poé­ti­co film.

LA TORTUE ROUGE

Fue por ini­cia­ti­va del renom­bra­do Stu­dio Ghi­bli de Japón, que Dudok de Wit comen­zó a ocu­par­se en 2006 de esta fan­ta­sía que cons­ti­tu­ye su ópe­ra pri­ma en el lar­go­me­tra­je; de esa aso­cia­ción y basa­do en una his­to­ria ori­gi­nal del rea­li­za­dor con la par­ti­ci­pa­ción de la cineas­ta Pas­ca­le Ferran que se encar­gó de la adap­ta­ción se cris­ta­li­zó esta her­mo­sa fábu­la sobre la pará­bo­la de la vida.

La tra­ma es de máxi­ma sen­ci­llez don­de que­dan resal­ta­dos los aspec­tos más esen­cia­les que resi­den en el géne­ro humano. Así, la nece­si­dad de socia­li­zar, ser tole­ran­te, cul­ti­var la amis­tad, sen­tir el amor y fun­dar una fami­lia se con­ju­ga con la pre­sen­cia de una natu­ra­le­za todo pode­ro­sa que de algún modo refle­ja la mara­vi­lla de la exis­ten­cia humana.

Todos esos valo­res se des­ta­can en la odi­sea vivi­da por el pro­ta­go­nis­ta del rela­to. En la pri­me­ra y cau­ti­van­te secuen­cia se obser­va a un hom­bre que des­pier­ta en la pla­ya de una isla desier­ta aban­do­na­da; des­pués de ins­pec­cio­nar el lugar don­de se encuen­tra, cobra con­cien­cia de su sole­dad al con­tem­plar las envol­ven­tes olas del océano, las rocas gigan­tes­cas del lugar, la are­na y algu­nos crus­tá­ceos que por allí rodean. Su espon­tá­nea deci­sión es aban­do­nar la isla y para lograr­lo con tron­cos que reco­ge cons­tru­ye una bal­sa para lan­zar­se al mar. Sin embar­go, sus inten­cio­nes se ven frus­tra­das cuan­do su embar­ca­ción es des­trui­da por la pre­sen­cia de una gigan­tes­ca tor­tu­ga roja mari­na; retor­nan­do a la pla­ya pro­ce­de­rá a cons­truir una nue­va bal­sa y a la vez tra­ta­rá de ven­cer al vic­to­rio­so galá­pa­go que se le inter­po­ne en su camino; sin embar­go, cuan­do ya ha logra­do domi­nar­lo y comien­za a dañar­lo su remor­di­mien­to le impi­de des­ha­cer­se del mis­mo. Es allí que la magia de este cuen­to cobra vue­lo con la apa­ri­ción de un ter­cer per­so­na­je que per­mi­te al rea­li­za­dor efec­tuar una mag­ní­fi­ca narra­ción sobre los ciclos de la exis­ten­cia huma­na que inclu­ye su mortalidad.

Sin que se pro­nun­cie una sola pala­bra, se sigue un rela­to que des­lum­bra no solo por su con­te­ni­do sino por sus múl­ti­ples y minu­cio­sos deta­lles que lo dis­tin­guen. Así, la músi­ca de Lau­rent Perez del Mar se encuen­tra per­fec­ta­men­te inte­gra­da al rela­to y se com­bi­na armo­nio­sa­men­te con los soni­dos que emer­gen de la natu­ra­le­za, per­fec­ta­men­te resal­ta­dos por los dise­ña­do­res Ale­xan­dre Fleu­rant y Sébas­tien Mar­quilly; la ani­ma­ción ‑con cier­ta influen­cia del Stu­dio Ghi­bli- está mag­ní­fi­ca­men­te ilus­tra­da por el rea­li­za­dor per­mi­tien­do que uno se com­pe­ne­tre con sus per­so­na­jes y que inclu­so logre emo­cio­nar­se; igual­men­te se dis­tin­gue la ilu­mi­na­ción refle­jan­do los dife­ren­tes momen­tos del día; final­men­te la logra­da gama de colo­res emplea­dos cons­ti­tu­ye otro acier­to que visual­men­te enri­que­ce al film.

Por su alta crea­ti­vi­dad este cuen­to de ani­ma­ción para adul­tos, resal­tan­do el poder de la natu­ra­le­za y las impor­tan­tes eta­pas de la vida, es una obra maes­tra del géne­ro que mere­ce la máxi­ma reco­men­da­ción de quien sus­cri­be estas líneas. Jor­ge Gutman

Las Dife­ren­tes Vidas de un Perro

A DOG’S PUR­PO­SE. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Las­se Hallström

Es indis­cu­ti­ble el sen­ti­mien­to afec­ti­vo que el perro des­pier­ta en el ser humano; sin duda, es la mas­co­ta pre­fe­ri­da entre los dife­ren­tes ani­ma­les domés­ti­cos que se pue­den alber­gar en un hogar. Qui­zá ésa sea la razón por la cual este film pue­da atraer la aten­ción de la gen­te que sien­te un pro­fun­do afec­to por “el mejor ami­go del hom­bre”. Con todo, A Dog’s Pur­po­se es una pelí­cu­la que a pesar de las bue­nas inten­cio­nes del rea­li­za­dor Las­se Halls­tröm cae en un arti­fi­cio­so sen­ti­men­ta­lis­mo que no le per­mi­te trascender.

Dennis Quaid

Den­nis Quaid

El rela­to se cen­tra en uno o varios perros, según como se lo con­si­de­re. Eso es así por­que a tra­vés de la voz de un canino (Josh Gad) se lle­ga a saber que cada vez que se pro­du­ce su muer­te, va reen­car­nán­do­se en otro de dife­ren­te espe­cie. Así, en el pri­me­ro de los capí­tu­los que trans­cu­rre en la déca­da del 60, un ado­ra­ble gol­den retrie­ver que se encuen­tra en un coche casi asfi­xia­do por el calor rei­nan­te es res­ca­ta­do por Ethan (Bry­ce Ghei­sar), un niño de 8 años que vive en Michi­gan, y su madre (Juliet Rylan­ce). El chi­co logra con­ven­cer a su reti­cen­te padre (Luke Kirby) para que el ani­mal for­me par­te de la uni­dad fami­liar, bau­ti­zán­do­lo con el nom­bre de Bai­ley. La inten­sa amis­tad entre el perro y Ethan, moti­va a que el ani­mal jue­gue un papel impor­tan­te tan­to en su infan­cia como así tam­bién en la rela­ción sen­ti­men­tal que el ado­les­cen­te Ethan (KK.J. Apa) man­tie­ne con Han­nah (Britt Rober­tson), una com­pa­ñe­ra de estu­dios. A medi­da que el tiem­po va trans­cu­rrien­do y des­pués de tes­ti­mo­niar dra­má­ti­cos inci­den­tes que invo­lu­cra­rán a su amo, Bai­ley ya enve­je­ci­do pasa­rá a mejor vida.

En el segun­do epi­so­dio, el alma de Bai­ley cobra nue­va vida en Ellie, una perra pas­tor ale­mán que cola­bo­ra con el ofi­cial Car­los (John Ortiz) en Chica­go duran­te los años 70; al tra­tar de sal­var a una chi­ca secues­tra­da la leal perra es balea­da por el mal­he­chor que la secues­tró que­dan­do heri­da mor­tal­men­te; demás está decir el des­con­sue­lo de su due­ño. En la ter­ce­ra his­to­ria, Ellie resur­ge como un cor­gi adop­ta­do por una estu­dian­te uni­ver­si­ta­ria (Kirby Howell-Bap­tis­te). En el últi­mo seg­men­to de esta serie, el perro apa­re­ce como un boye­ro aus­tra­liano con las mis­mas carac­te­rís­ti­cas de Bai­ley lo que gra­cias a su extra­or­di­na­rio olfa­to le per­mi­te reen­con­trar a Ethan (Den­nis Quaid), esta vez como un hom­bre de media­na edad, así como a Han­nah (Peggy Lip­ton), cerrán­do­se de este modo el círcu­lo inicial.

Aun­que el film ha sido adap­ta­do de la nove­la homó­ni­ma de W. Bru­ce Came­ron que fue un best seller, el direc­tor le brin­da un tra­ta­mien­to dema­sia­do esque­má­ti­co ade­más de pre­ten­cio­sa­men­te filo­só­fi­co don­de el perro se pre­gun­ta sobre el sen­ti­do de la vida. A todo ello, el rela­to acu­mu­la situa­cio­nes sin un per­sua­si­vo desa­rro­llo dra­má­ti­co, tra­tan­do mani­pu­la­ti­va­men­te de emo­cio­nar al espectador.

El pro­pó­si­to de esta serie de viñe­tas es el de demos­trar el amor que un ani­mal pue­de sen­tir por su amo y vice­ver­sa; por esa razón, para quie­nes hos­pe­dan en su hogar a estas mas­co­tas brin­dán­do­les la mayor dedi­ca­ción y cari­ño, esta his­to­ria habrá de com­pla­cer­les; sin embar­go, des­de un aná­li­sis estric­ta­men­te cine­ma­to­grá­fi­co el resul­ta­do es insa­tis­fac­to­rio. Jor­ge Gutman

La Otra Guerra

A WAR. Dina­mar­ca, 2015. Direc­ción: Tobías Lindholm. Dis­tri­bu­ción: VVS films (2017)

Como sue­le suce­der con muchos fil­mes de cali­dad que no logran ser estre­na­dos comer­cial­men­te, aho­ra se tie­ne opor­tu­ni­dad de juz­gar en video este dra­ma psi­co­ló­gi­co que tie­ne como esce­na­rio una gue­rra, tal como lo anti­ci­pa su títu­lo. Sin entrar a juz­gar direc­ta­men­te el con­flic­to béli­co, esta pelí­cu­la escri­ta y diri­gi­da por Tobias Lindholm ofre­ce un intere­san­te mate­rial que con sus plan­teos mora­les deja amplio mar­gen para la reflexión.

Pilou Asbaek

Pilou Asbaek

El rela­to se cen­tra en Claus Michael Peder­sen, el coman­dan­te de una uni­dad dane­sa apos­ta­da en Afga­nis­tán, quien ha sido envia­do a ese lugar para pro­te­ger a la pobla­ción civil de los ata­ques infli­gi­dos por los tali­ba­nes; al pro­pio tiem­po es igual­men­te res­pon­sa­ble de res­guar­dar la vida de sus sol­da­dos. Como aman­te espo­so y buen padre de sus peque­ños hijos, la dis­tan­cia de su hogar no impi­de que igual­men­te se preo­cu­pe por ellos median­te las con­ver­sa­cio­nes tele­fó­ni­cas man­te­ni­das con su mujer.

Cuan­do en una misión que se desa­rro­lla en el fren­te de bata­lla Peder­sen adop­ta una deci­sión para sal­var a uno de sus jóve­nes sol­da­dos dejan­do de lado cier­tas reglas esta­ble­ci­das, su cri­te­rio cau­sa la muer­te de once civi­les afga­nos. Como con­se­cuen­cia de lo ocu­rri­do, al retor­nar a Dina­mar­ca es some­ti­do a un jui­cio mili­tar. De allí en más, el rela­to adop­ta la for­ma de un thri­ller legal don­de par­ti­ci­pan una seve­ra fis­cal cul­pan­do al coman­dan­te por crí­me­nes de gue­rra y un efi­caz abo­ga­do que tra­ta de defen­der­lo para evi­tar que sea con­de­na­do a varios años de pri­sión. Sin anti­ci­par de qué mane­ra el caso será resuel­to, el con­flic­to moral que­da cla­ra­men­te expues­to cuan­do en medio de una bata­lla infer­nal este hom­bre ínte­gro de sóli­dos prin­ci­pios huma­nos debió optar rápi­da­men­te entre sal­var a su pelo­tón o evi­tar que hubie­sen víc­ti­mas civiles.

A pesar de que el tema no es nove­do­so, el direc­tor ha logra­do una narra­ción exce­len­te a tra­vés de una atmós­fe­ra de cre­cien­te ten­sión que se va crean­do duran­te el desa­rro­llo del jui­cio; si a eso se agre­ga la soli­dez del elen­co enca­be­za­do por Pilou Asbaek e inte­gra­do con Tuva Novotny, Char­lot­te Munck, Soren Malling y Dar Salim, entre otros, el públi­co tie­ne opor­tu­ni­dad de juz­gar un muy buen film sobre las con­se­cuen­cias emo­cio­na­les gene­ra­das por una guerra.

La ban­da sono­ra del video, tan­to en su for­ma­to DVD como Blu-Ray, es pre­sen­ta­da en danés y fran­cés con sub­tí­tu­los opta­ti­vos en inglés y fran­cés.  Jor­ge Gutman