Una Dan­za Politizada

FOX­TROT. Israel-Ale­ma­nia-Fran­cia-Sui­za, 2017. Un film escri­to y diri­gi­do por Samuel Maoz

El exce­len­te rea­li­za­dor Samuel Maoz quien con su pri­mer film Leba­non obtu­vo el pre­mio máxi­mo en el Fes­ti­val de Vene­cia de 2009, nue­va­men­te brin­da un mag­ní­fi­co tra­ba­jo con Fox­trot que el año pasa­do fue dis­tin­gui­do con el segun­do pre­mio en el mis­mo fes­ti­val. Aun­que el telón de fon­do en ambos títu­los es el eterno con­flic­to ára­be israe­lí, esta pelí­cu­la se carac­te­ri­za por sor­pren­der al espec­ta­dor en más de una ocasión.

Lior Ash­ke­na­zi

El rela­to del direc­tor está estruc­tu­ra­do en tres par­tes. En la pri­me­ra sec­ción se asis­te a la tra­ge­dia vivi­da por el matri­mo­nio de media­na edad inte­gra­do por Michael Feld­man (Lior Ash­ke­na­zi) y su espo­sa Daph­na (Sara Adler) a par­tir del momen­to en que ella reci­be en la puer­ta de su hogar la noti­fi­ca­ción por par­te de dos sol­da­dos que su hijo Jonathan (Yona­tan Shi­ray) de 20 años ha muer­to en el cam­po de bata­lla; como con­se­cuen­cia de la terri­ble noti­cia, la angus­tia y deso­la­ción se ampa­ran en los deso­la­dos padres. La cáma­ra sigue aten­ta­men­te a Michael con­tem­plan­do cómo el dolor se con­vier­te en furia cuan­do en momen­tos de la pre­pa­ra­ción del fune­ral a car­go de la auto­ri­dad rabí­ni­ca, él insis­te en que­rer ver el cuer­po de Jonathan. Con todo, un hecho ines­pe­ra­do sor­pren­de al espec­ta­dor al con­cluir este capítulo.

En el segun­do seg­men­to de natu­ra­le­za surrea­lis­ta, el direc­tor ubi­ca la acción en un remo­to lugar desér­ti­co don­de en un pues­to de con­trol se refle­ja la situa­ción que viven 4 sol­da­dos allí apos­ta­dos, sien­do Jonathan uno de ellos. Los mucha­chos, ade­más de fran­quear el paso a un came­llo suel­to, se dedi­can a veri­fi­car las tar­je­tas de iden­ti­fi­ca­ción de los pales­ti­nos que atra­vie­san el lugar adop­tan­do hacia ellos acti­tu­des humi­llan­tes. En los momen­tos en que nada suce­de, estos jóve­nes ate­núan su sole­dad ape­lan­do a jue­gos de video como así tam­bién bai­lan­do el fox­trot; este popu­lar bai­le en don­de los pasos de los bai­la­ri­nes siem­pre retor­nan al pun­to de par­ti­da, es uti­li­za­do meta­fó­ri­ca­men­te por Maoz para trans­mi­tir el des­alien­to que se pue­de sen­tir fren­te al pro­ce­so de estan­ca­mien­to de las nego­cia­cio­nes que vive Israel sin resol­ver la gra­ve cri­sis que le afec­ta. El final de esta segun­da par­te cul­mi­na con una situa­ción no aguar­da­da y que evi­den­te­men­te cons­ti­tu­ye una recri­mi­na­ción a la polí­ti­ca segui­da por quie­nes gobier­nan el país.

En el ter­cer capí­tu­lo se retor­na al hogar de los Feld­man don­de el guión con­du­ce a un des­en­la­ce conmovedor.

A mane­ra de un inge­nio­so rom­pe­ca­be­zas, el espec­ta­dor va con­ca­te­nan­do los acon­te­ci­mien­tos que se desa­rro­llan a tra­vés del rela­to don­de no hay hilo alguno que per­ma­nez­ca suel­to. Con un exce­len­te argu­men­to, excep­cio­nal actua­ción, un sor­pren­den­te des­plie­gue visual y una insu­pe­ra­ble direc­ción escé­ni­ca, Maoz ofre­ce un excep­cio­nal film retra­tan­do de mane­ra crí­ti­ca la fala­cia de las gue­rras y la mane­ra en que ter­mi­nan frus­tran­do a las víc­ti­mas y sus vic­ti­ma­rios. Jor­ge Gutman