RODIN. Francia-Bélgica, 2017. Un film escrito y dirigido por Jacques Doillon
En el centenario de su desaparición que tuvo lugar el año pasado, el cine francés quiso rendir tributo a Auguste Rodin a través de la visión del veterano realizador Jacques Doillon. Sin embargo, el biográfico film de ficción que aquí se presencia no está a la altura de quien fuera el excepcional escultor de Francia, conocido internacionalmente a través de las exposiciones realizadas en importantes museos del mundo, incluyendo el Museo Rodin de París.
La historia de Rodin (Vincent Lindon) se desarrolla entre 1880 Y 1890, período en que el artista desarrolla su madurez artística. Pocos años antes había presentado en el Salón de París su notable escultura La Edad de Bronce y a pesar de la controversia suscitada en su oportunidad, para él constituyó su carta de presentación y el reconocimiento de su gran talento. Es así que el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia le encomendó la realización de una puerta decorativa que representara a la Divina Comedia de Dante para el futuro Museo de Artes Decorativas de París; el resultado ha sido la creación de La Puerta del Infierno, su primer gran triunfo artístico; a ello seguirá entre otras grandes obras el Monumento a Balzac, escultura realizada en homenaje a Honoré de Balzac.
https://www.youtube.com/watch?v=AxnsnNqN36I
Es en 1883 que comienza su tempestuosa relación con Camille Claudel (Izia Higelin), a pesar de haber convivido toda su vida con su abnegada compañera Rose Beuret (Severine Caneele) con quien tuvo un hijo. Con todo es Camille, su alumna y asistente quien logra apreciar la dimensión completa de su arte convirtiéndose en su musa y amante, aunque nunca llegaría a desposarla. En tal sentido resulta mucho más interesante apreciar cómo el vínculo de Camille con el autor de “El Pensador” es reflejado en el film Camille Claudel (1988) de Bruno Nuytten con Isabel Adjani y Gérard Depardieu.
En general, lo más importante del film es Lindon quien con máxima expresividad infunde la fuerza, pasión y energía de Rodin como así también su sensualidad, seducción y masculinidad con el sexo femenino. Igualmente se destaca el diseño de producción de Katia Wyszkop resaltando las distintas etapas concurrentes en el proceso de trabajo del escultor. Con todo, y a pesar de contemplar una producción agradable a la vista, esos valores no alcanzan a compensar la considerable morosidad narrativa de Douillon insistiendo en largas secuencias que muestran los esfuerzos del artista por tratar de mejorar sus creaciones pero que en última instancia terminan fatigando al espectador. En suma, la fallida dirección y los diálogos poco ingeniosos del guión conspiran en dramatizar la vida de este excepcional artista. Jorge Gutman