DESTROYER. Estados Unidos, 2018. Un film de Karyn Kusama
Como expresión del cine negro, este film de Karyn Kusama no logra crear el clima de suspenso necesario para justificar sus dos horas de duración. La mayor objeción es que no hay mucho que el relato ofrezca o innove dentro de este tipo de género lo que unido a una narración que se torna confusa, debilita considerablemente su interés.
Con un maquillaje admirable Nicole Kidman aparece irreconocible como Erin Bell, una alcohólica detective policial de Los Ángeles, cuyo rostro andrajoso y desganado unido a su torpe andar con el que medianamente puede sostenerse, da la idea de haber sobrevivido una atroz guerra; sin embargo, su profundo malestar responde a otras causas. La primera escena la ubica en el escenario de un crimen cometido a un hombre no identificado y al que no se le ve su rostro; solamente un billete de 100 dólares manchado de sangre parece ser la pista conductora para que ella comience su investigación.
A través de flashbacks y mediante el guión de Phil Hay y Matt Manfredi se llega a saber que 17 años atrás Erin con su compañero Chris (Sebastian Stan), ambos ligados románticamente, en forma encubierta se infiltraron en las actividades de una banda de asaltantes de bancos liderada por Silas (Toby Kebbell); las acciones de este peligroso psicópata en uno de los atracos bancarios que concluye pésimamente, provocará el permanente traumatismo de Erin; a partir de ese momento su propósito es ubicar a Silas y vengarse de él.
En forma simultánea el relato describe la muy pobre relación que la detective mantiene con Shelby (Jade Pettyjohn), su rebelde hija adolescente a quien no ha sabido educar como madre, cediendo esa responsabilidad a su ex marido Ethan (Scoot McNairy). Es así, que aunque la joven la desprecia sin poder tolerarla, sobre todo por que le impide mantener su relación sentimental con su amigo Jay (Beau Knappp), Erin realiza denodados esfuerzos por acercarse a ella y lograr redimirse.
La historia se desenvuelve permanentemente entre presente y pasando donde el abuso de dicho recurso afecta negativamente el interés de seguir su desarrollo. Con todo, hay dos elementos que rescatan al film de su completa inercia; uno de ellos es la buena composición que Kidman inyecta a su personaje demostrando que a esta altura de su carrera como consumada actriz ya no le resta nada por probar; el otro elemento es que el film en tiempo presente no es seguido cronológicamente y es así que en su climax ofrece una verdadera sorpresa que resulta bienvenida.
En términos generales, este thriller además de no profundizar suficientemente la psicología de su protagonista es decididamente anémico, lo que lo hace olvidable a los pocos minutos de haber concluido su proyección. Jorge Gutman