Melo­dra­ma de Esca­sa Inspiración

LA QUIE­TUD. Argen­ti­na, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Pablo Trapero

Pablo Tra­pe­ro, uno de los más impor­tan­tes rea­li­za­do­res argen­ti­nos, da un paso en fal­so en el melo­dra­ma La Quie­tud. Tra­tan­do de explo­rar los lazos que unen a los miem­bros de una fami­lia dis­fun­cio­nal, la his­to­ria con­ce­bi­da por el rea­li­za­dor resul­ta cha­ta y sin mayor vue­lo en la medi­da que es fácil­men­te olvi­da­ble al poco tiem­po de haber fina­li­za­do su proyección.

Béré­ni­ce Bejo y Mar­ti­na Gusmán

La acción se desa­rro­lla en una estan­cia argen­ti­na que lle­va el títu­lo del film aun­que en su inte­rior lo que menos impe­ra es la tran­qui­li­dad de la fami­lia aco­mo­da­da que la habi­ta; entre los mis­mos se encuen­tran el anciano Augus­to (Isi­do­ro Tol­ca­chir), su mujer Esme­ral­da (Gra­cie­la Bor­ges) y su hija adul­ta Mía (Mar­ti­na Gus­mán); Euge­nia (Béré­ni­ce Bejo), la otra hija, está casa­da con Vin­cent (Édgar Ramí­rez) vivien­do en Fran­cia por espa­cio de 10 años.

En la pri­me­ra esce­na una fuer­te dis­cu­sión deno­ta la mala rela­ción con­yu­gal del matri­mo­nio como así tam­bién el buen acer­ca­mien­to exis­ten­te entre Mía y su padre. Cuan­do inme­dia­ta­men­te des­pués ella lo acom­pa­ña a la ciu­dad al haber sido con­vo­ca­do por un fis­cal para escla­re­cer el ori­gen de unas pro­pie­da­des que le per­te­ne­cen inclu­yen­do la de la estan­cia, duran­te el inte­rro­ga­to­rio judi­cial el hom­bre sufre un acci­den­te car­dio­vas­cu­lar que lo deja sumi­do en coma. En con­se­cuen­cia, Euge­nia inme­dia­ta­men­te regre­sa a Argen­ti­na para estar al lado de los suyos en esos difí­ci­les momentos.

El reen­cuen­tro de las her­ma­nas resul­ta apa­sio­na­do en la medi­da que duran­te la pri­me­ra noche en que ellas se hallan ten­di­das en la mis­ma cama Tra­pe­ro deja entre­ver ambi­gua­men­te una rela­ción eró­ti­ca casi rozan­do hacia el inces­to, en don­de ambas ter­mi­nan mas­tur­bán­do­se. A medi­da que trans­cu­rre el rela­to salen a relu­cir los amo­res y odios de esta fami­lia al que­dar en des­cu­bier­to los tra­pi­tos sucios de cada uno de sus inte­gran­tes. Así, Esme­ral­da no pue­de ocul­tar el pro­fun­do recha­zo hacia su pos­tra­do mari­do como igual­men­te demues­tra una mar­ca­da hos­ti­li­dad hacia Mía que con­tras­ta con el amor mater­nal que sien­te por Eugenia.

Los secre­tos e hipo­cre­sías se vuel­ven más evi­den­tes cuan­do se lle­ga a saber que Mia en sus visi­tas a Fran­cia había esta­do enga­ñan­do a su tan que­ri­da her­ma­na con su cuña­do; así cuan­do Vin­cent regre­sa de Paris y Mía lo reco­ge en el aero­puer­to no tie­ne repa­ro alguno de inti­mar inme­dia­ta­men­te con él. Por su par­te, Euge­nia igual­men­te prac­ti­ca el adul­te­rio en sus víncu­los amo­ro­sos con Este­ban (Joa­quín Furriel), un abo­ga­do ami­go de la familia.

Tra­pe­ro que siem­pre se carac­te­ri­zó por la sobrie­dad impre­sa a sus pelí­cu­las, aquí deja de lado la suti­le­za apli­can­do en más de una opor­tu­ni­dad la bro­cha gor­da. La pelí­cu­la cam­bia de tono en su par­te final vol­vién­do­se más melo­dra­má­ti­ca cuan­do se des­cu­bre el abo­mi­na­ble com­por­ta­mien­to del mori­bun­do Augus­to y su mujer duran­te el tris­te perío­do de la dic­ta­du­ra mili­tar que enlu­tó al país.

Sin la pro­fun­di­dad reque­ri­da para que el espec­ta­dor empa­ti­ce con sus per­so­na­jes y agra­va­do por una narra­ción en su mayor par­te arti­fi­cial, el film care­ce la acos­tum­bra­da soli­dez refle­ja­da en la fil­mo­gra­fía de Tra­pe­ro. No obs­tan­te su ende­ble guión la pelí­cu­la se dis­tin­gue visual­men­te con la bue­na foto­gra­fía de Die­go Dus­suel, el remar­ca­ble dise­ño de pro­duc­ción de Cris­ti­na Nigro y la muy bue­na inter­pre­ta­ción de Bejo, Gus­mán y sobre todo la de la vete­ra­na actriz Bor­ges quien des­lum­bra como la matriar­ca fami­liar de esta his­to­ria. Jor­ge Gutman