THE DEATH AND LIFE OF JOHN F. DONOVAN. Canadá-Gran Bretaña, 2018. Un film de Xavier Dolan
Antes de evaluar al film es necesario aclarar que la edición del mismo resultó dificultosa en la medida que insumió dos años para que el director Xavier Dolan quedara finalmente satisfecho. Sin embargo es en el montaje donde reside el gran problema de The Death and Life of John F. Donovan dada la forma poco afortunada de la estructura del guión de Dolan escrito con Jacob Tierney; a ello se agrega la eliminación de un personaje importante interpretado por Jessica Chastain, contribuyendo a que en la versión final se presencie algunas situaciones inverosímiles y poco coherentes que afectan la calidad de esta película.
La historia comienza en 2017 en Praga donde Audrey Newhouse (Thandie Newton), una sagaz y un poco hostil reportera del Times, entrevista al joven actor Rupert Turner (Ben Schnetzer) con motivo de su libro de memorias que acaba de publicarse; en el mismo él se refiere a su período de preadolescente con especial énfasis a una relación epistolar con un famoso personaje. Eso motiva a que el relato se subdivida en dos partes que se van desarrollando paralelamente.
Retrocediendo a 2006, se ve a Rupert de 11 años (Jacob Tremblay), un chico locuaz y muy inteligente que vive en Londres con Sam (Natalie Portman) su madre monoparental; aunque es un alumno muy aventajado en su escuela no es muy querido por sus compañeros. Llevando una vida solitaria y en donde las relaciones con su madre no son muy fluidas, su vía de escape la encuentra en un exitoso programa de televisión de Estados Unidos donde actúa John F. Donovan (Kit Harington), un actor americano muy popular a quien idolatra y con el que desde hace 5 años se cartea de manera permanente.
En forma simultánea se asiste a la gran notoriedad alcanzada por Donovan, un hombre que aparentemente lo tiene todo pero que torturado de alma no puede ser feliz; de orientación homosexual, cubre las apariencias manteniendo un falso romance con Amy (Emily Hampshire) en tanto que mantiene una relación transitoria con su amante Will (Chris Zylka); en lo que concierne estrictamente a su vida familiar se denota el tirante vínculo con su neurótica madre Grace (Susan Sarandon).
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El grave conflicto se produce cuando las cartas que Rupert ha recibido de John le son sustraídas de su bolso escolar por los compañeros de escuela y al llegar a dominio público producen un grave escándalo; eso acarrea la caída en desgracia del famoso actor que finalmente produce su muerte en circunstancias misteriosas.
Contemplando este melodrama surgen serias dudas sobre su credibilidad. Para comenzar, nunca se llega a conocer el contenido de las cartas y por lo tanto se ignora la causa del escándalo; también resulta problemático suponer que a partir de los 6 años Ruppert haya comenzado a escribirlas y que alguien tan popular como Donovan haya respondido a sus misivas durante ese largo período. No menos cuestionable es aceptar que durante el intercambio de correspondencia la madre de Ruppert haya ignorado por completo su recepción; ¿es que el niño esperaba todos los días al cartero para recibir y ocultar las cartas recibidas? Finalmente, si todo lo que se sabe de John Donovan es a través del relato que el adulto Ruppert le cuenta a la periodista, es completamente irrealista concebir que el niño pudo haberse impuesto de los pormenores íntimos de su ídolo.
Dejando de lado la inconsistencia del endeble guión y los graves problemas de montaje, se podrá rescatar algunos de los temas ya evidenciados por Dolan en sus filmes precedentes, como el amor-odio de hijos hacia madres dominantes, la búsqueda de identidad, las tensiones que surgen en torno a la homofobia, los sueños imaginarios, como así también ‑en el presente caso- reflexionar sobre el culto de la celebridad.
Los aspectos favorables del film residen en las excelentes actuaciones de Tremblay, Portman, Sarandon, Newton y Kathy Bates ‑como la agente de Donovan- quienes transmiten completa convicción a sus roles a pesar de las serias limitaciones del libreto donde casi al final aparece el veterano Michael Gambon en una escena completamente extraña y fuera de contexto. Destacable es la fotografía de André Turpin como asimismo la música de Gabriel Yared.
En conclusión: el film no es un desastre como muchos críticos lo han considerado cuando el año pasado se dio a conocer en el Festival de Toronto, pero lo cierto es que tampoco está logrado. Por el respeto que Dolan merece como remarcable realizador es de esperar que en sus futuros proyectos pueda reafirmarse como tal apoyándose en guiones más sólidos. Jorge Gutman