Dife­ren­tes Visio­nes de la Iglesia

THE TWO POPES. Esta­dos Uni­dos-Gran Bre­ta­ña-Ita­lia-Argen­ti­na, 2019. Un film de Fer­nan­do Meirelles

La cono­ci­da expre­sión “no hay dos sin tres” debe­ría ser inver­ti­da: eso vie­ne al caso, por­que des­pués de haber­se estre­na­do dos exce­len­tes pro­duc­cio­nes de Net­flix como lo son The Irish­man y Marria­ge Story, aho­ra lle­ga la ter­ce­ra con The Two Popes del direc­tor Fer­nan­do Mei­re­lles. Aquí el talen­to­so rea­li­za­dor bra­si­le­ño se supera a sí mis­mo median­te el estu­pen­do retra­to de dos per­so­nas que han teni­do la opor­tu­ni­dad de lide­rar la Igle­sia Cató­li­ca que con­gre­ga a 1200 millo­nes de fie­les. En esta opor­tu­ni­dad el cineas­ta bra­si­le­ño con­tó con la valio­sa cola­bo­ra­ción del guio­nis­ta Anthony McCar­ten y la par­ti­ci­pa­ción de dos hip­nó­ti­cos acto­res encar­nan­do a los dos Papas que cons­ti­tu­yen el foco cen­tral de esta producción.

Jonathan Pry­ce y Anthony Hopkins

Agra­cia­do con una impor­tan­te docu­men­ta­ción de archi­vos pro­vis­ta por el Vati­cano, el film abor­da el encuen­tro entre el Papa Bene­dic­to XVI (Anthony Hop­kins) en su resi­den­cia vera­nie­ga de Cas­tel Gan­dol­fo con el car­de­nal de Argen­ti­na Jor­ge Ber­go­glio (Jonathan Pry­ce) hacia fines de 2012. Si bien la inten­ción que moti­vó el via­je a Roma de éste últi­mo ha sido la de pre­sen­tar su renun­cia al San­to Padre, él ade­más de no que­rer acep­tar­la por su par­te le comu­ni­ca su deci­sión de dejar el papa­do sien­do por pri­me­ra vez en casi seis siglos que un pon­tí­fi­ce adop­ta seme­jan­te acti­tud. A tra­vés de los estu­pen­dos diá­lo­gos que se pro­du­cen duran­te el encuen­tro que­da evi­den­cia­do el con­tras­te exis­ten­te entre la pos­tu­ra ultra con­ser­va­do­ra de Bene­dic­to XVI y la posi­ción libe­ral que alien­ta Ber­go­glio; entre otros temas el visi­tan­te le hace ver a su inter­lo­cu­tor que San Pedro estu­vo casa­do y que el celi­ba­to recién fue intro­du­ci­do en el siglo XII, alu­sión indi­rec­ta a la cau­sa de los escán­da­los sexua­les; ade­más le seña­la que lo que está en jue­go es el futu­ro de la emble­má­ti­ca ins­ti­tu­ción reli­gio­sa que debe evo­lu­cio­nar al com­pás de los tiem­pos moder­nos, sobre todo tenien­do en cuen­ta cómo la fe cató­li­ca va dis­mi­nu­yen­do en el mun­do. Más allá de la mar­ca­da dife­ren­cia ideo­ló­gi­ca entre el papa y el car­de­nal que­da en cla­ro el espí­ri­tu de cor­dial res­pe­to entre ambos.

Alter­nan­do el rela­to Mei­re­lles pasa revis­ta al pasa­do del joven Ber­go­glio (muy bue­na actua­ción de Juan Minu­jin) cuan­do en 1956 a pun­to de casar­se con la chi­ca que ama­ba, rom­pe el noviaz­go al reci­bir una señal de Dios para seguir el sacer­do­cio: igual­men­te en una con­fe­sión que le efec­túa a Bene­dic­to XVI le hace saber un hecho que pesa en su con­cien­cia; así, duran­te la épo­ca de la dic­ta­du­ra mili­tar argen­ti­na se abs­tu­vo de adop­tar una acti­tud más con­tes­ta­ta­ria con el gobierno gol­pis­ta sobre lo que esta­ba ocu­rrien­do, aun­que man­te­nien­do en todo momen­to su humil­de con­di­ción pas­to­ral ayu­dan­do a los sec­to­res más des­fa­vo­re­ci­dos. Al pro­pio tiem­po Ber­go­glio reci­be la con­fe­sión del papa don­de no está ausen­te el reco­no­ci­mien­to de no haber actua­do con­ve­nien­te­men­te con el gra­ve pro­ble­ma sexual pro­vo­ca­do por algu­nos sacerdotes.

Lejos de adop­tar un tono aca­dé­mi­co o solem­ne, el inge­nio­so guión está impreg­na­do con momen­tos de fran­co humor don­de abun­dan algu­nos chis­tes sumi­nis­tra­dos por el futu­ro Papa. En esta pie­za de cáma­ra prác­ti­ca­men­te domi­na­da por Hop­kins y Pry­ce, ambos se lucen a tra­vés de un due­lo acto­ral de gigan­tes­cos tita­nes; mien­tras que el vete­rano actor bri­tá­ni­co ofre­ce una sem­blan­za exce­len­te de la per­so­na­li­dad del ger­mano Joseph Ratzin­ger, Pry­ce des­ti­la cali­dez, humor y gran huma­ni­dad que pre­ci­sa­men­te son los ras­gos carac­te­rís­ti­cos del actual Papa Fran­cis­co, gran apa­sio­na­do del fút­bol y aman­te del tango.

Si bien el rela­to es de fic­ción, mucho de lo que ocu­rre en el mis­mo tie­ne visos de lo que real­men­te acon­te­ció, como lo es por ejem­plo el cón­cla­ve que cele­bra el Cole­gio Car­de­na­li­cio para pro­ce­der a la elec­ción de un nue­vo pon­tí­fi­ce, por pri­me­ra vez expues­to en el cine. A todo ello se agre­gan los exce­len­tes dise­ños de pro­duc­ción y una repro­duc­ción inme­jo­ra­ble de la Capi­lla Six­ti­na como una de las mues­tras del esplen­do­ro­so Vaticano.

En con­clu­sión, Mei­re­lles ofre­ce una esme­ra­da y pal­pi­tan­te come­dia dra­má­ti­ca que des­pués de una bre­ve exhi­bi­ción en con­ta­das salas de cine, des­de el 20 de diciem­bre los sus­crip­to­res de Net­flix podrán apre­ciar­la des­de sus hoga­res. Jor­ge Gutman

Tri­bu­to a un Repor­te­ro de Guerra

SYM­PATHIE POUR LE DIA­BLE. Cana­dá, 2019. Un film de Gui­llau­me de Fontenay

Esta ópe­ra pri­ma del direc­tor cana­dien­se Gui­llau­me de Fon­te­nay abor­da la muy arries­ga­da pro­fe­sión de los repor­te­ros de gue­rra. Con tal pro­pó­si­to en Sym­pathie pour le dia­ble enfo­ca al joven perio­dis­ta fran­cés Paul Mar­chand (1961 – 2009) quien tuvo a su car­go la cober­tu­ra del horren­do con­flic­to béli­co que azo­tó a Sara­je­vo, (Bos­nia-Her­ze­go­vi­na), en noviem­bre de 1992, sie­te meses des­pués de haber comen­za­do el sitio de la ciudad.

Niels Sch­nei­der

En el guión del rea­li­za­dor pre­pa­ra­do con Jean Bar­be y Gui­llau­me Vig­neault en base al libro de Mar­chand publi­ca­do en 1997, Niels Sch­nei­der da vida a este des­ta­ca­do repor­te­ro. Reco­rrien­do la ciu­dad a bor­do de su Ford Sie­rra tes­ti­mo­nia la cruen­ta gue­rra con las balas que sil­ban a su alre­de­dor dis­pa­ra­das por fran­co­ti­ra­do­res apos­ta­dos en dife­ren­tes rin­co­nes y vien­do cómo los cadá­ve­res se van api­lan­do en la ruta. De per­so­na­li­dad un tan­to enig­má­ti­ca y no siem­pre fácil de pre­ci­sar, Mar­chand no pue­de ocul­tar su frus­tra­ción y desa­zón al com­pro­bar la inopern­cia de las Nacio­nes Uni­das así como la de los polí­ti­cos del mun­do occi­den­tal demos­tran­do una peno­sa impa­si­bi­li­dad fren­te a la cruen­ta masa­cre. A pesar de vol­car su ente­re­za para infor­mar sobre lo que está pre­sen­cian­do, no pue­de dejar de refle­xio­nar has­ta qué pun­to pue­de tener sen­ti­do el tener que invo­lu­crar­se en los hechos que lo están cir­cun­dan­do, ponien­do en peli­gro su vida, cuan­do su tes­ti­mo­nio no lle­ga a tras­cen­der como debiera.

https://www.youtube.com/watch?v=wYfrG1pz74o&t=27s

Fil­ma­do con gran auten­ti­ci­dad, el rea­li­za­dor pare­cie­ra ofre­cer un docu­men­tal de la épo­ca, debi­do al inten­so rea­lis­mo insu­fla­do de con­si­de­ra­ble ten­sión como asi­mis­mo por la bue­na recons­ti­tu­ción del san­grien­to con­flic­to. A todo ello, este dra­ma asi­mis­mo se des­ta­ca por la muy bue­na carac­te­ri­za­ción logra­da por Sch­nei­der en el rol pro­ta­gó­ni­co per­mi­tien­do que el públi­co apre­cie a un hom­bre ani­ma­do de con­vic­cio­nes huma­ni­ta­rias pero que se halla impo­ten­te de modi­fi­car la dolo­ro­sa reali­dad. En esen­cia, el film cons­ti­tu­ye un mere­ci­do tri­bu­to a un perio­dis­ta fue­ra de lo común. Jor­ge Gutman

Trau­má­ti­ca Experiencia

HONEY BOY. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film de Alma Har’el

Este film de la cineas­ta israe­lí Alma Har’el, más bien per­te­ne­ce a Shia LaBeouf, quien es el autor del guión. El cono­ci­do actor, que igual­men­te inter­pre­ta a uno de los per­so­na­jes cla­ves del rela­to, vuel­ca aspec­tos per­so­na­les de su vida refe­ri­dos a la difi­cul­to­sa rela­ción man­te­ni­da con su padre duran­te su infan­cia. Honey Boy cons­ti­tu­ye para LaBeouf una mane­ra de poder expul­sar sus demo­nios inte­rio­res a fin de lograr su anhe­la­da paz interior.

El rela­to que comien­za en 2005 intro­du­ce a Otis (Lucas Hed­ges), un actor de 22 años con una vida per­tur­ba­da fue­ra del set; allí, des­pués de uno de sus fre­cuen­tes acci­den­tes de auto­mó­vil es envia­do a un cen­tro de reha­bi­li­ta­ción en la medi­da que expe­ri­men­ta un tras­torno de estrés post traumático.

Noah Jupe

A tra­vés de su memo­ria, el joven pasa revis­ta a trau­mas vivi­dos en 1995. En ese enton­ces Otis (Noah Jupe) es un novi­cio actor de 12 años quien vive con su padre James (LaBeouf) en un des­me­jo­ra­do motel del valle de San Fer­nan­do en el área metro­po­li­ta­na de Los Ánge­les. Con una madre ausen­te del rela­to, el víncu­lo paterno-filial es asfi­xian­te; James es un divor­cia­do alcohó­li­co recu­pe­ra­do que ade­más de vete­rano mili­tar había sido un ex paya­so de rodeo así como un ex con­vic­to; con fre­cuen­tes arran­ques vio­len­tos, adop­ta un com­por­ta­mien­to abu­si­vo con Otis ade­más de humi­llar­lo en más de una oca­sión. Curio­sa­men­te este pará­si­to tem­pe­ra­men­tal que apo­da a su hijo con el sobre­nom­bre de Honey Boy, indu­da­ble­men­te lo quie­re y tra­ta de pro­te­ger­lo, pero como bien expre­sa el dicho “hay amo­res que matan” y eso suce­de con Otis cuya tris­te expe­rien­cia lo deja traumatizado.

A tra­vés de esa tera­pia con­fe­sio­nal efec­tua­da por el guio­nis­ta, la direc­to­ra en su pri­me­ra expe­rien­cia detrás de la cáma­ra tra­ta de trans­mi­tir la angus­tia exis­ten­cial de LaBo­euf pero a pesar de un hones­to tra­ta­mien­to su des­igual narra­ti­va no per­mi­te que uno se invo­lu­cre total­men­te en el pro­ble­ma de Otis/LaBoeuf. Con todo, lo que resul­ta enco­mia­ble es que el actor, que en el rol de su padre brin­da una remar­ca­ble carac­te­ri­za­ción, haya logra­do a tra­vés de la escri­tu­ra una tera­pia ten­dien­te a tra­tar de eli­mi­nar sus heri­das emo­cio­na­les y bus­car de con­ci­liar, en el sen­ti­mien­to ambi­guo de resen­ti­mien­to y per­dón que lo embar­ga, una mejor comu­ni­ca­ción con su pro­ge­ni­tor. Jor­ge Gutman