Film de Aper­tu­ra del TIFF 2020

AME­RI­CAN UTOPIA

Den­tro de la natu­ra­le­za híbri­da que adqui­ri­rá la 45ª edi­ción del Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Cine de Toron­to, don­de se com­bi­na­rá la muy limi­ta­da pre­sen­cia físi­ca con la difu­sión en línea, la pelí­cu­la de aper­tu­ra será Ame­ri­can Uto­pia según lo han hecho saber Came­ron Bai­ley y Joa­na Vicen­te, los co-direc­to­res artís­ti­cos del TIFF.

El direc­tor Spi­ke Lee fil­mó la ver­sión del espec­tácu­lo musi­cal de Broad­way David Byr­ne’s Ame­ri­can Uto­pia que se man­tu­vo en car­tel des­de octu­bre de 2019 has­ta febre­ro del pre­sen­te año con un sos­te­ni­do éxi­to de públi­co y crí­ti­ca. El film docu­men­ta el con­cier­to del músi­co y com­po­si­tor esco­cés David Byr­ne en el que se inclu­yen can­cio­nes de su álbum de 2018 así como algu­nas otras que pro­vie­nen de sus años en que lide­ra­ba la ban­da de rock Tal­king Heads. El artis­ta ade­más de can­tar, toca ins­tru­men­tos y bai­la jun­to con un elen­co de 11 músi­cos de dife­ren­tes luga­res del mun­do, inclu­yen­do a la cana­dien­se Jac­que­le­ne Acevedo.

David Byr­ne (Foto:David Lee)

Según se anti­ci­pa, Lee magis­tral­men­te se cen­tra una expe­rien­cia trans­for­ma­do­ra, en la medi­da que el show alu­de a temas de natu­ra­le­za social y polí­ti­ca, reve­lan­do el modo en que el públi­co pue­de unir­se en estos desa­fian­tes momen­tos a tra­vés del poder del entretenimiento.

En el comu­ni­ca­do de pren­sa Joa­na Vicen­te expre­sa que “esta ale­gre pelí­cu­la lle­va al públi­co a un via­je musi­cal sobre la aper­tu­ra, el opti­mis­mo y la fe en la huma­ni­dad. Esto es espe­cial­men­te con­mo­ve­dor en un momen­to de gran incer­ti­dum­bre en todo el mun­do”. Por su par­te Came­ron Bai­ley agre­ga: “Spi­ke Lee de algu­na mane­ra siem­pre se ade­cuó exac­ta­men­te a su épo­ca y ade­lan­tán­do­se a su tiem­po. Con “Ame­ri­can Uto­pia” de Byr­ne, el rea­li­za­dor trae las can­cio­nes clá­si­cas del com­po­si­tor y el ale­gre esce­na­rio a la pan­ta­lla jus­to cuan­do lo necesitamos”.

Debi­do a la difí­cil situa­ción que atra­vie­sa el mun­do a cau­sa de la pan­de­mia, el TIFF con­ti­núa tra­ba­jan­do estre­cha­men­te con la Pro­vin­cia de Onta­rio, la Muni­ci­pa­li­dad de Toron­to y los ofi­cia­les de salud públi­ca, tenien­do en cuen­ta que duran­te el trans­cur­so del fes­ti­val la prio­ri­dad mayor es el bien­es­tar tan­to de los con­cu­rren­tes al mis­mo como el de los resi­den­tes de toda la comunidad.

Como se anti­ci­pó, el Fes­ti­val se desa­rro­lla­rá des­de el 10 has­ta el 20 de sep­tiem­bre de 2020.

Una Encar­ni­za­da Rivalidad

Cró­ni­ca de Jor­ge Gut­man 

AMA­DEUS. Autor: Peter Shaf­fer. Direc­tor: Michael Longhurst. Prin­ci­pa­les Pro­ta­go­nis­tas: Lucian Msa­ma­ti y Adam Gillen. Direc­tor Musi­cal: Simon Sla­ter 

En otra nota­ble pro­duc­ción ofre­ci­da en línea por Natio­nal Thea­tre el públi­co tie­ne opor­tu­ni­dad de pre­sen­ciar Ama­deus, tal como ha sido fil­ma­da en una de las repre­sen­ta­cio­nes efec­tua­das en el tea­tro Oli­vier de Lon­dres en octu­bre de 2016. Esta remar­ca­ble pie­za del des­apa­re­ci­do autor bri­tá­ni­co Peter Shaf­fer que tuvo su estreno mun­dial en Lon­dres en 1979 sigue man­te­nien­do pal­pi­tan­te inte­rés; des­de enton­ces, la obra ha sido repre­sen­ta­da mun­dial­men­te ade­más de haber sido exi­to­sa­men­te tras­la­da­da a la pan­ta­lla en 1984 bajo la direc­ción de Milos For­man en una bri­llan­te adap­ta­ción rea­li­za­da por su autor.

Lucian Msa­ma­ti (Foto: Marc Brenner)

El vir­tuo­sis­mo de Schaf­fer radi­ca en haber sabi­do fun­dir la fic­ción con la reali­dad en una his­to­ria alta­men­te entre­te­ni­da don­de la vani­dad, riva­li­dad, envi­dia y celos pro­du­cen la ten­sión nece­sa­ria para que el espec­ta­dor man­ten­ga per­ma­nen­te aten­ción duran­te las 3 horas de espec­tácu­lo. En tal sen­ti­do la pre­sen­te ver­sión diri­gi­da por Michael Longhurst se des­ta­ca por su inno­va­ción al haber inter­ca­la­do en su expo­si­ción una redu­ci­da orques­ta sin­fó­ni­ca así como un coro, can­tan­tes líri­cas y dan­zas que resal­tan estu­pen­da­men­te el con­te­ni­do de esta pieza.

Adam Gillen (Foto: Marc Brenner)

En una bre­ve sín­te­sis se pue­de ade­lan­tar que Anto­nio Salie­ri, quien fue­ra el com­po­si­tor de la cor­te de Vie­na duran­te el impe­rio de Joseph II (Tom Edden), es aho­ra un hom­bre enve­je­ci­do y apos­ta­do en una silla de rue­das que está con­ven­ci­do de haber enve­ne­na­do a Mozart (1791). De allí en más, a tra­vés de sus recuer­dos la acción retro­ce­de hacia media­dos del siglo XVIII, cuan­do en un salón lite­ra­rio cono­ce a Wolf­gang Ama­deus Mozart quien pro­ce­den­te de Salz­bur­go tie­ne la inten­ción de radi­car­se en la capi­tal aus­tría­ca. Salie­ri, que ya tenía anti­ci­pa­da­men­te noti­cias del joven pro­di­gio, en un prin­ci­pio admi­ra su talen­to pero lle­ga­do un momen­to teme que la genia­li­dad de Mozart pue­da hacer­le som­bra; a par­tir de allí comien­za a detes­tar a quien con­si­de­ra su enemi­go y median­te un sutil meca­nis­mo de mani­pu­la­ción tra­ta de evi­tar de que su músi­ca logre reco­no­ci­mien­to alguno. En suma, la gue­rra está declarada.

Kar­la Crome.(Foto: a Marc Brenner)

Hay muchas razo­nes que resal­tan a esta gran pro­duc­ción. En pri­mer lugar la inter­pre­ta­ción de sus dos acto­res pro­ta­go­nis­tas don­de el públi­co asis­te a un ver­da­de­ro due­lo de tita­nes. Lucian Msa­ma­ti ofre­ce una carac­te­ri­za­ción anto­ló­gi­ca de Salie­ri; intro­du­cién­do­se de lleno en la piel de su per­so­na­je, el odio a su rival alcan­za dimen­sión incon­tro­la­ble y a pesar de ser un fer­vien­te cató­li­co no pue­de per­do­nar a Dios que haya pre­fe­ri­do a Mozart antes que a él; así, ter­mi­na­rá su vida sufrien­do las­ti­mo­sa­men­te al ser cons­cien­te de que es el “san­to patrón de la mediocridad”.

No menos impor­tan­te es el tour de for­ce de Adam Gillen quien como Mozart delei­ta a la audien­cia ofre­cien­do la varie­dad de mati­ces de su per­so­na­li­dad; así fas­ci­na como el ani­ña­do pro­di­gio due­ño de cier­to esca­to­ló­gi­co humor, rien­do como una hie­na, revol­cán­do­se en el sue­lo a la vez que brin­can­do mien­tras toca el piano de mane­ra magis­tral; pero tam­bién demues­tra su furia cuan­do el con­de Rosen­berg (Hugh Sachs), inte­gran­te de la cor­te, des­tru­ye una par­te de la par­ti­tu­ra de “Las Bodas de Fígaro”.

En un rol secun­da­rio se dis­tin­gue Kar­la Cro­we asu­mien­do el rol de Cons­tan­ze Weber, la espo­sa de Mozart, quien se sien­te humi­lla­da al pedir a Salie­ri que ayu­de a Mozart a desem­pe­ñar­se como tutor musi­cal de la espo­sa del emperador.

La esce­no­gra­fía de Chloe Lam­ford, la coreo­gra­fía de Imo­gen Knight, la South Bank Sin­fo­nia bajo la direc­ción musi­cal de Simon Sla­ter así como la ins­pi­ra­da pues­ta escé­ni­ca de Longhurst con­tri­bu­yen a valo­ri­zar el con­te­ni­do de esta excep­cio­nal obra.

Ama­deus se difun­de has­ta el 23 de julio en el sitio nationaltheatre.org.uk/

Vale­ro­sas Mujeres

NUES­TRAS MADRES. Bél­gi­ca-Fran­cia, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por César Díaz. 77 minutos

Ins­pi­ra­do por hechos per­so­na­les, el rea­li­za­dor gua­te­mal­te­co César Díaz ofre­ce un impac­tan­te docu­men­to refe­ri­do a las con­se­cuen­cias de la san­grien­ta gue­rra civil que azo­tó a su país des­de 1960 y que habién­do­se pro­lon­ga­do has­ta 1996 dejó un sal­do de más de 200.000 muer­tos y 45.000 des­apa­re­ci­dos. Díaz, cuyo padre había sido uno de los nume­ro­sos mili­tan­tes que lucha­ron con­tra la dic­ta­du­ra mili­tar impe­ran­te en la déca­da del 80 y nun­ca más se supo de él, se sin­tió moti­va­do a ren­dir tri­bu­to a todas aqué­llas vale­ro­sas muje­res que habien­do per­di­do a sus mari­dos en el geno­ci­dio per­pe­tra­do aho­ra desean recu­pe­rar sus cadáveres.

Arman­do Espi­tia y Aure­lia Caal

La his­to­ria se desa­rro­lla en la capi­tal de Gua­te­ma­la en 2018 don­de el país ente­ro está sumer­gi­do en el jui­cio de los sol­da­dos que par­ti­ci­pa­ron en el con­flic­to béli­co. En ese con­tex­to el guión intro­du­ce a Ernes­to (Arman­do Espi­tía), el álter ego del rea­li­za­dor, quien como antro­pó­lo­go de la Fun­da­ción de Antro­po­lo­gía Foren­se su tarea con­sis­te en iden­ti­fi­car a las víc­ti­mas de la gue­rra civil que fue­ron ente­rra­das en fosas comu­nes en los cemen­te­rios del país. El motor que pro­pul­sa la tra­ma se pro­du­ce cuan­do ante Ernes­to se pre­sen­ta Nico­la­sa (Aure­lia Caal), una ancia­na mujer indí­ge­na, que pro­cu­ra hallar el cuer­po de su ama­do espo­so Mateo quien como gue­rri­lle­ro fue apre­sa­do y eli­mi­na­do en 1982; cuan­do ella le pre­sen­ta una foto de él jun­to a otros mili­tan­tes, Ernes­to cree que uno de ellos pudo haber sido su padre; indi­rec­ta­men­te ese hecho le ofre­ce cier­tas pis­tas para que a su vez él tam­bién pue­da loca­li­zar los res­tos de su pro­ge­ni­tor. Esa difí­cil tarea no está exen­ta de incon­ve­nien­tes dado que ganar acce­so a los hue­sos de los des­apa­re­ci­dos y obte­ner una mues­tra del DNA requie­re no solo tesón, dedi­ca­ción y pacien­cia sino tam­bién supe­rar obs­tácu­los burocráticos.

Aun­que Díaz cui­da evi­tar el estre­me­ci­mien­to emo­cio­nal al que el tema se pres­ta, hay algu­nas ins­tan­cias don­de resul­ta difí­cil no con­mo­ver­se; en una ten­sa secuen­cia Cris­ti­na (Emma Dib), la madre de Ernes­to, le rela­ta cómo ella había sido humi­lla­da, gol­pea­da y vio­la­da por los mili­ta­res duran­te el perío­do en que estu­vo en pri­sión y cómo él lle­gó a este mun­do; otro momen­to cul­mi­nan­te es cuan­do en el jui­cio nume­ro­sas madres tes­ti­fi­can ante las auto­ri­da­des per­ti­nen­tes el escar­nio sufri­do para que se haga jus­ti­cia y los agre­so­res sean castigados.

Habien­do incur­sio­na­do en el cine como mon­ta­jis­ta y docu­men­ta­lis­ta, en este pri­mer tra­ba­jo de fic­ción, el direc­tor se impo­ne como un ave­za­do cineas­ta. Ade­más de la denun­cia que efec­túa en su narra­ción, den­tro de un mar­co social don­de par­te de la socie­dad de Gua­te­ma­la pre­fie­re hoy día dar vuel­ta la pági­na, el docu­men­to obte­ni­do está nutri­do de remar­ca­ble autenticidad.

Con la excep­ción de Espi­tía y Dib, dos acto­res mexi­ca­nos que logran dar car­na­du­ra a sus per­so­na­jes, el res­to del elen­co, don­de amplia­men­te se des­ta­ca Caal como Nico­la­sa, está inte­gra­do por gen­te real de la aldea que nun­ca estu­vo expues­ta fren­te a una cáma­ra ofre­cien­do de este modo abso­lu­ta naturalidad.

Ape­lan­do a un esti­lo docu­men­tal, Díaz se ha vali­do de la fotó­gra­fa Vir­gi­nie Sur­dej para lograr un film que se acer­ca­ra lo más posi­ble a la reali­dad; así a tra­vés de exce­len­tes pri­me­ros pla­nos su cáma­ra ha sabi­do cap­tar los expre­si­vos ros­tros de los fami­lia­res de las víctimas.

Por sus inne­ga­bles méri­tos, el Fes­ti­val de Can­nes de 2019 recom­pen­só a Nues­tras Madres con la Cáma­ra de Oro, pre­mio dis­cer­ni­do a la mejor ópe­ra pri­ma. Jorge Gut­man

El Affai­re Olivier

TAR­GET NUM­BER ONE / SUS­PECT NUMÉ­RO UN. Cana­dá, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Daniel Roby. 135 minutos.

Un docu­men­to de inves­ti­ga­ción infor­ma­ti­va es lo que se apre­cia en Tar­get Num­ber One basa­do en un epi­so­dio real.

No ha sido la pri­me­ra ni úni­ca vez que una per­so­na ino­cen­te es injus­ta­men­te incul­pa­da por la jus­ti­cia. Ese ha sido el caso acon­te­ci­do con Alain Oli­vier, un joven cana­dien­se que des­de 1989 has­ta 1997 estu­vo encar­ce­la­do en Bang­kok en con­di­cio­nes lastimosas.

Antoi­ne Oli­vier Pilon

Este epi­so­dio fue obje­to de un exhaus­ti­vo tra­ba­jo perio­dís­ti­co por par­te de Víc­tor Mala­rek, un devo­to repor­te­ro del matu­tino Glo­be and Mail de Toron­to que duran­te su carre­ra siem­pre se impu­so deve­lar en sus repor­tes la des­nu­da ver­dad de los acon­te­ci­mien­tos que ha tes­ti­mo­nia­do. En méri­to a lo que ante­ce­de el direc­tor Daniel Roby en un guión que le per­te­ne­ce repro­du­ce los hechos uti­li­zan­do nom­bres fic­ti­cios sal­vo el del periodista.

Antoi­ne Oli­vier Pilon ani­ma con brío a Daniel Léger (per­so­na­je basa­do en Alain Oli­vier), un joven ex toxi­có­mano, que en 1989 sien­do paga­do por la Royal Cana­dian Moun­ted Poli­ce (RCMP) via­ja a Tai­lan­dia en una ope­ra­ción invo­lu­cra­da en una tran­sac­ción de dro­gas de la filial asiá­ti­ca. Cuan­do es dete­ni­do por las auto­ri­da­des del país asiá­ti­co des­cu­bre que por sus ante­ce­den­tes de dro­ga­dic­to ha sido mani­pu­la­do y arrin­co­na­do por la ins­ti­tu­ción cana­dien­se. Asi, lle­ga­do el momen­to del jui­cio la RCMP des­lin­da toda res­pon­sa­bi­li­dad acha­can­do a Léger ser un nar­co­tra­fi­can­te. A pesar de que el incul­pa­do cla­ma viva­men­te su ino­cen­cia, su súpli­ca no es toma­da en cuen­ta sien­do con­de­na­do a 100 años de prisión.

Fren­te a ese epi­so­dio el sagaz olfa­to de Mala­rek (Josh Hart­nett) lo hace sos­pe­char que hay algo ocul­to en los moti­vos por los que Léger fue con­de­na­do. Arries­gan­do su vida y la de su fami­lia, el tenaz perio­dis­ta via­ja a Tai­lan­dia de mane­ra encu­bier­ta para poder des­cu­brir las cir­cuns­tan­cias que rodea­ron la deten­ción de Léger. Como resul­ta­do de su inves­ti­ga­ción que­da en evi­den­cia la corrup­ción y mala fe de cier­tos agen­tes de la RCMP, sobre todo la del poli­cía Frank Cooper (Stephen McHat­tie), así como la acción poco efec­ti­va de la diplo­ma­cia cana­dien­se para sal­var a un inocente.

En mate­ria acto­ral, Pilon trans­mi­te con extra­or­di­na­ria inten­si­dad físi­ca y emo­cio­nal el vía cru­cis de Léger; en tan­to que Hart­nett con per­sua­sión carac­te­ri­za la caris­má­ti­ca per­so­na­li­dad de Malarek.

Con pul­so fir­me Roby ha logra­do un diná­mi­co thri­ller de acción cuya acer­ta­da repro­duc­ción de épo­ca otor­ga con­vin­cen­te rea­lis­mo a su narra­ción; la úni­ca obje­ción es haber incor­po­ra­do cier­tas esce­nas irre­le­van­tes y a veces un tan­to con­fu­sas que dis­traen la aten­ción cen­tral del rela­to. De todos modos, el film logra su pro­pó­si­to de ilus­trar cómo el perio­dis­mo de inves­ti­ga­ción pue­de en cier­tas oca­sio­nes deve­nir un pala­dín de la jus­ti­cia. Jor­ge Gutman

Ende­ble Dra­ma Psicológico

GUEST OF HONOUR. Cana­dá, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por Atom Ego­yan. 105 minu­tes. Dis­po­ni­ble en VOD en diver­sas pla­ta­for­mas de streaming

Habien­do ofre­ci­do remar­ca­bles tra­ba­jos como lo fue­ron Exó­ti­ca (1994), The Sweet Hereaf­ter (1997) y Feli­cia’s Jour­ney ( 1999), resul­ta extra­ño que Atom Ego­yan, uno de los más impor­tan­tes rea­li­za­do­res angló­fo­nos de Cana­dá haya defrau­da­do las expec­ta­ti­vas con sus más recien­tes films. Lamen­ta­ble­men­te Guest of Honour en nada con­tri­bu­ye para enri­que­cer su fil­mo­gra­fía. En su inten­ción de brin­dar un rela­to de sus­pen­so psi­co­ló­gi­co sobre las com­pli­ca­das rela­cio­nes entre un padre y su hija, lo úni­co que logra es una pelí­cu­la rebus­ca­da­men­te com­ple­ja que en últi­ma ins­tan­cia a nada conduce.

David Thew­lis

A tra­vés de múl­ti­ples espa­cios de tiem­po, el rela­to que trans­cu­rre en Toron­to pre­sen­ta a Veró­ni­ca (Lay­sia De Oli­vei­ra) quien se encuen­tra con el sacer­do­te local (Luke Wil­son) a fin de con­cer­tar los arre­glos para el fune­ral de su padre Jim (David Thew­lis) que aca­ba de morir; es allí don­de el sacer­do­te le pide a la joven que le rela­te deta­lles de la vida del difun­to a fin de estar pre­pa­ra­do para cuan­do lle­gue el momen­to de la ora­ción fúne­bre. Esa es la excu­sa argu­men­tal para que la his­to­ria se rami­fi­que en diver­sas facetas.

En la pri­me­ra sub­tra­ma se sabe que Jim es un bri­tá­ni­co que habien­do emi­gra­do a Cana­dá se desem­pe­ña como ins­pec­tor de sani­dad por lo que visi­ta luga­res de pre­pa­ra­ción de comi­das y res­tau­ran­tes para veri­fi­car el cum­pli­mien­to del nivel de salu­bri­dad reque­ri­do; en su vida per­so­nal es un hom­bre viu­do y soli­ta­rio que dis­tan­cia­do de su hija, su úni­ca com­pa­ñía es la de un cone­ji­to que man­tie­ne enjaulado.

En otro seg­men­to tem­po­ral se ve a la peque­ña Veró­ni­ca (Isa­be­lle Fran­ca) de 8 años de edad, asis­tien­do con su padre a las cla­ses de piano que le brin­da su pro­fe­so­ra Ali­cia (Sochi Fried); allí, ella que­da impac­ta­da al des­cu­brir la rela­ción amo­ro­sa entre ambos, en tan­to que su madre (Teni­lle Read) se encuen­tra gra­ve­men­te enfer­ma. El adul­te­rio de Jim moti­va a que ese epi­so­dio a tra­vés de los años haya que­da­do gra­ba­do en su memo­ria crean­do un fuer­te resen­ti­mien­to hacia su pro­ge­ni­tor que no ha podi­do superar.

La Veró­ni­ca adul­ta se desem­pe­ña como docen­te musi­cal en una escue­la de ense­ñan­za media. Man­te­nien­do una bue­na comu­ni­ca­ción con sus alum­nos ado­les­cen­tes se obser­va que Cli­ve (Ale­xan­dre Bour­geo­is), uno de ellos, no pue­de ocul­tar la atrac­ción que ella le pro­du­ce; ese mis­mo deseo expe­ri­men­ta el tur­bio con­duc­tor del ómni­bus esco­lar (Ros­sif Suther­land) quien al no ser corres­pon­di­do en sus sen­ti­mien­tos aca­rrea­rá a la docen­te serias consecuencias.

Pro­du­cien­do otro sal­to tem­po­ral se obser­va a Veró­ni­ca que está encar­ce­la­da por un deli­to que no come­tió; es allí que su padre tra­ta de lograr su libe­ra­ción anti­ci­pa­da aun­que curio­sa­men­te ella pre­fie­re seguir en pri­sión Con todo, Jim se empe­ña en loca­li­zar al cau­san­te del deli­to atri­bui­do a su hija y para ello, abu­san­do de su con­di­ción de ins­pec­tor ali­men­ti­cio, come­te un deplo­ra­ble acto de chan­ta­je. El des­en­la­ce que tie­ne lugar en un res­tau­ran­te arme­nio don­de este hom­bre es el “invi­ta­do de honor” ‑al que alu­de el títu­lo del film- es deci­di­da­men­te desechable.

Recom­po­ner un víncu­lo paterno-filial ha sido el tema que el cine con­si­de­ró en más de una oca­sión con mucha mejor suer­te que lo que este dra­ma ofre­ce. Aquí no hay más que una serie de his­to­rias sub­ya­cen­tes al tópi­co cen­tral que no cohe­sio­nan posi­ti­va­men­te y que para peor con­du­cen a una reso­lu­ción sin mayor sen­ti­do. La muy bue­na actua­ción de Thew­lis, como un hom­bre frus­tra­do y resig­na­do de aca­rrear sobre sus hom­bros la ver­güen­za y cul­pa que ha arrui­na­do su rela­ción pater­nal por lo que inten­ta redi­mir­se, de nin­gún modo alcan­za a sal­var a esta des­ca­be­lla­da his­to­ria. Jor­ge Gutman