Visual­men­te Admirable

TENET. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Chris­topher Nolan. 145 minutos.

Dados sus ante­ce­den­tes por el logro de su fil­mo­gra­fía, un nue­vo film de Chris­topher Nolan cons­ti­tu­ye un ver­da­de­ro even­to; hoy lo es más que nun­ca, en tan­to que se aguar­da que su nom­bre cons­ti­tu­ya un imán de atrac­ción del públi­co en su retorno a los cines des­pués de varios meses de haber per­ma­ne­ci­do inac­ti­vos. Sin ser una gran pelí­cu­la, Tenet reúne todos los ele­men­tos nece­sa­rios para que dejan­do de lado la incre­du­li­dad de la his­to­ria narra­da la gen­te se sumer­ja en un rela­to deci­di­da­men­te esca­pis­ta como para olvi­dar por dos horas y media la malé­fi­ca pandemia.

Ubi­ca­do den­tro del géne­ro de cien­cia fic­ción, esta aven­tu­ra de espio­na­je no es en el fon­do muy dife­ren­te a lo que se apre­cia en los fil­mes de James Bond aun­que, cla­ro está, que en este caso el emi­nen­te­men­te cere­bral Nolan no per­mi­ti­rá que lo que rela­ta pue­da seguir­se fácilmente.

Robert Pat­tin­son y John David Washington

El pró­lo­go del film anti­ci­pa el tono de lo que ven­drá cuan­do en el audi­to­rio de la Ópe­ra Nacio­nal de Kiev, ins­tan­tes pre­vios al comien­zo de una repre­sen­ta­ción irrum­pen escua­dro­nes de asal­to pro­vo­can­do el caos a todos los que allí se encuen­tran. Rápi­da­men­te se sale al encuen­tro de quien igno­ran­do su nom­bre es cono­ci­do como El Pro­ta­go­nis­ta (John David Washing­ton); habien­do sido reclu­ta­do por la CIA le es enco­men­da­do una secre­ta misión para que al fren­te de un coman­do anti­te­rro­ris­ta pue­da pre­ve­nir que fuer­zas malé­fi­cas pro­vo­quen una Ter­ce­ra Gue­rra Mun­dial. Pre­via­men­te reci­be ins­truc­cio­nes de una cien­ti­fi­ca (Clé­men­ce Poésy) quien le expli­ca que en la tarea que des­ple­ga­rá debe­rá tener en cuen­ta que la tec­no­lo­gía emplea­da invo­lu­cra el meca­nis­mo de la “inver­sión” en el sen­ti­do de que el futu­ro revier­te al pre­sen­te y que la ley de “cau­sa y efec­to” adop­ta el cri­te­rio inver­so don­de la con­se­cuen­cia de una acción remi­te pos­te­rior­men­te a la reac­ción del hecho que la pro­du­jo. Final­me­ne, ella le comen­ta que no tra­te de enten­der lo que le está trans­mi­tien­do y es así que el públi­co que con­tem­pla el film ten­drá tam­bién que admi­tir­lo si desea gozar del espec­tácu­lo. Pron­ta­men­te El Pro­ta­go­nis­ta se diri­ge a Mum­bai don­de encon­tra­rá a Neil (Robert Pat­tin­son), un ofi­cial de inte­li­gen­cia bri­tá­ni­co con una maes­tría en físi­ca quien habrá de secun­dar­lo en su tarea. Pos­te­rior­men­te sal­drá al cru­ce de Andrei Sator (Ken­neth Bra­nagh), un tra­fi­can­te de armas ruso que ade­más de ser el gran villano del rela­to se abu­sa físi­ca y emo­cio­nal­men­te de Kat (Eli­za­beth Debic­ki), su aris­to­crá­ti­ca esposa.

Como pre­via­men­te se ade­lan­tó resul­ta muy tra­ba­jo­so lle­gar a com­pe­ne­trar­se en esta con­vul­sio­na­da e intri­ca­da his­to­ria que tran­si­tan­do del tiem­po futu­ro al pre­sen­te alu­de a teo­rías cien­tí­fi­cas sobre la físi­ca cuán­ti­ca difí­ci­les de digerir.

Lo que enno­ble­ce al film es la maes­tría de Nolan en cali­dad de rea­li­za­dor y el rit­mo ver­ti­gi­no­so que impo­ne al rela­to. Es así que las múl­ti­ples esce­nas de acción, don­de no fal­tan explo­sio­nes, com­ba­tes, des­truc­ción de edi­fi­cios, la coli­sión de un avión de car­ga, están irre­pro­cha­ble­men­te fil­ma­das; a ello cabría agre­gar una estu­pen­da secuen­cia de una per­se­cu­ción auto­mo­vi­lís­ti­ca que den­tro del espí­ri­tu de la inver­sión del rela­to se apre­cia cómo uno de los coches dis­pa­ra hacia ade­lan­te mien­tras que el otro auto­mó­vil retro­ce­de vertiginosamente.

Visual­men­te la pelí­cu­la pro­du­ce admi­ra­ción. Ade­más de los dis­tin­tos esce­na­rios que el espec­ta­dor tie­ne oca­sión de visi­tar inclu­yen­do Lon­dres, Oslo, Tallinn, Trondheim y la belle­za del Mar Medi­te­rrá­neo, la fil­ma­ción rea­li­za­da en IMAX y ade­más pro­yec­ta­da en la inmen­sa pan­ta­lla resul­ta espec­ta­cu­lar; es así que si el espec­ta­dor está en babias al no poder seguir la his­to­ria, al menos resul­ta gra­ti­fi­ca­do por la des­lum­bran­te sen­sa­ción que expe­ri­men­ta su sen­ti­do visual.

A nivel de inter­pre­ta­ción tan­to Washing­ton como Pat­tin­son cum­plen airo­sa­men­te su come­ti­do ade­más de exis­tir una bue­na quí­mi­ca entre sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes. Sin embar­go son Bra­nagh y sobre­to­do Debic­ki quie­nes a nivel humano ofre­cen los momen­tos de mayor emo­ción del relato.

En suma, aun­que este opus de Nolan debi­do a sus alti­ba­jos no logra alcan­zar el nivel de Memen­to (2000), The Dark Night (2008), Incep­tion (2010) o Dun­kirk (2017), de todos modos como entre­te­ni­mien­to arro­ja un sal­do posi­ti­vo. Jor­ge Gutman