Un Remar­ca­ble Matemático

ADVEN­TU­RES OF A MATHE­MA­TI­CIAN. Ale­ma­nia-Polo­nia-Gran Bre­ta­ña, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Thor Klein. 102 minutos.

Aun­que el nom­bre de Sta­nis­law (Stan) Mar­cin Ulam (1909 – 1984) pue­da no ser muy cono­ci­do para quie­nes no están invo­lu­cra­dos en el cam­po cien­tí­fi­co, el rea­li­za­dor ger­mano Thor Klein lo con­si­de­ra en este intere­san­te film con con­no­ta­cio­nes morales.

Phi­llip­pe Tlokinski

Phi­llip­pe Tlo­kins­ki da vida a Stan Ulam, un bri­llan­te mate­má­ti­co pola­co de fami­lia judía que habien­do goza­do de una beca en la Uni­ver­si­dad de Har­vard resi­de en Esta­dos Uni­dos des­de 1939 jun­to con su her­mano Adam (Mateusz Wie­cla­wek) de 17 años; ambos están preo­cu­pa­dos por la suer­te corri­da por sus padres y her­ma­na que que­da­ron en Polo­nia fren­te a la inva­sión ale­ma­na. Dada sus meri­to­rias cali­fi­ca­cio­nes, en 1943 Stan es invi­ta­do por su cole­ga y ami­go John von Neu­mann (Fabian Kocieck) a par­ti­ci­par en el Pro­yec­to Manhat­tan que tie­ne lugar en el labo­ra­to­rio de Los Ála­mos; dicho pro­gra­ma per­si­gue la cons­truc­ción de una bom­ba de hidró­geno para ayu­dar a derro­tar al nazis­mo. Es así que des­pués de enviar a su her­mano a Nue­va York para per­ma­ne­cer con fami­lia­res, Stan via­ja a New Mexi­co acom­pa­ña­do de su recien­te espo­sa Fra­nçoi­se (Esther Garrel).

En la medi­da que su misión avan­za, ade­más de par­ti­ci­par en la ela­bo­ra­ción del masi­vo pro­yec­to él igual­men­te se invo­lu­cra en los pri­me­ros esta­dios de la tec­no­lo­gía compu­tado­ri­za­da. Cuan­do en mayo de 1945 con­clu­ye la gue­rra con la derro­ta del nazis­mo tan­to él como varios de sus cole­gas no ven las razo­nes para que la misión con­ti­núe su cur­so, sobre todo des­pués de de las explo­sio­nes ató­mi­cas de Esta­dos Uni­dos en Hiroshi­ma y Naga­sa­ki en agos­to de ese año cau­san­do la pér­di­da de cien­to de miles de vidas ino­cen­tes. Poco tiem­po des­pués, con su espo­sa e hiji­ta de esca­sos meses, se tras­la­da a Los Ánge­les para desem­pe­ñar­se como pro­fe­sor aso­cia­do en la Uni­ver­si­dad de Southern Cali­for­nia, para retor­nar al año siguien­te a Los Ála­mos don­de per­ma­ne­ce­rá por un perío­do de 10 años; pos­te­rior­men­te vuel­ve a su acti­vi­dad docen­te en mate­má­ti­cas como así­mis­mo pro­si­guien­do la inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca has­ta el final de su vida.

Muy bien arti­cu­la­do, el guión del rea­li­za­dor tras­cien­de la mera bio­gra­fía para ana­li­zar los por­me­no­res de un cien­tí­fi­co cuyos cono­ci­mien­tos pues­tos al ser­vi­cio de las armas nuclea­res pue­de gene­rar asi­mis­mo con­se­cuen­cias malé­fi­cas; esa situa­ción es lo que moti­va la preo­cu­pa­ción de Ulam gene­rán­do­le con­flic­tos mora­les. A su vez el rela­to no ocul­ta cómo su devo­ción al tra­ba­jo moti­vó a que Stan no haya teni­do asi­duo con­tac­to con su her­mano, quien por tal razón Adam demues­tra su gran resen­ti­mien­to, agra­va­do aún más por la noti­cia de la muer­te de su que­ri­da her­ma­na en Polonia.

Klein ofre­ce un cui­da­do­so rela­to del mun­do de la cien­cia y cómo la pasión por la mis­ma pue­de aca­rrear gra­ves con­se­cuen­cias; eso se apre­cia en una muy emo­ti­va esce­na cuan­do en 1954 Ulam acu­de a visi­tar a su dilec­to ami­go John quien pade­ce de un cán­cer ter­mi­nal, pro­ba­ble­men­te por haber esta­do expues­to a la radioactividad.

En líneas gene­ra­les, el rea­li­za­dor efec­túa una acer­ta­da des­crip­ción de los per­so­na­jes aun­que en el de Adam se igno­ra la cau­sa por la cual ha deci­di­do cor­tar los lazos con el judaís­mo. Con un cali­fi­ca­do elen­co homo­gé­neo, Tlo­kins­ki se dis­tin­gue en el rol pro­ta­gó­ni­co refle­jan­do la varie­dad de sen­ti­mien­tos que ani­dan en el remar­ca­ble de este mate­má­ti­co que ha con­tri­bui­do enor­me­men­te en el cam­po de la físi­ca nuclear como así tam­bién en el terreno de la compu­tación moderna.

Por su rique­za temá­ti­ca, Adven­tu­res of a Mathe­ma­ti­cian es uno de los más atra­yen­tes fil­mes que se difun­den en el mar­co del Toron­to Jewish Film Fes­ti­val. Jor­ge Gutman