Mucho Rui­do y Pocas Nueces

THE FRENCH DIS­PATCH. Gran Bre­ta­ña-Fran­cia-Ale­ma­nia, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Wes Anderson.

Esta pelí­cu­la ha sido otra de las pos­pues­tas en 2020 a cau­sa de la pan­de­mia y es así que des­pués de su estreno mun­dial en el Fes­ti­val de Can­nes de este año, aho­ra el públi­co tie­ne opor­tu­ni­dad de juz­gar­la. La con­si­de­ra­ble expec­ta­ti­va gene­ra­da se debió por tra­tar­se de un film del ico­no­clas­ta rea­li­za­dor Wes Ander­son y por haber reu­ni­do a un con­si­de­ra­ble núme­ro de popu­la­res acto­res; así en su repar­to par­ti­ci­pan entre otros Beni­cio del Toro, Léa Sey­doux, Fran­ces McDor­mand, Timothée Cha­la­met, Jef­frey Wright, Adrien Brody, Til­da Swin­ton, Owen Wil­son, Mathieu Amalric, Bill Murray, Saoir­se Ronan, Willem Dafoe, Eli­sa­beth Moss, Chris­toph Waltz y Jason Schwartzman.

Bill Murray

Difí­cil­men­te cla­si­fi­ca­ble, lo que más se acer­ca es cate­go­ri­zar a este film como una sáti­ra al perio­dis­mo. La his­to­ria con­ce­bi­da por el rea­li­za­dor se desa­rro­lla en la fic­ti­cia ciu­dad fran­ce­sa de Ennui-sur-Bla­sé y trans­cu­rre duran­te la déca­da de los años 50 y 60. En su comien­zo la narra­ción a car­go de Anje­li­ca Hous­ton hace saber de la muer­te de Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray), el fun­da­dor ame­ri­cano que fun­dó en Fran­cia la revis­ta lite­ra­ria The French Dis­patch, cuyo con­te­ni­do podría ser com­pa­ra­do a The New Yor­ker; en su tes­ta­men­to él deter­mi­nó que a su dece­so la publi­ca­ción debe­rá cesar.

Des­pués de un via­je guia­do por la ciu­dad a car­go del escri­tor Herb Saint Saze­ra (Owen Wil­son) la his­to­ria exa­mi­na tres artícu­los publi­ca­dos en la revis­ta. En el pri­me­ro de los mis­mos, la escri­to­ra J.K.L.Berenson (Til­da Swin­ton) en una con­fe­ren­cia a su car­go rela­ta a una aten­ta audien­cia la his­to­ria de Moses Rosentha­ler (Beni­cio del Toro), un pin­tor men­tal­men­te per­tur­ba­do que se encuen­tra en pri­sión por haber come­ti­do un doble homi­ci­dio; en su encie­rro su guar­dia­na car­ce­le­ra (Lea Sey­doux) posa des­nu­da para él; este epi­so­dio inten­ta sati­ri­zar al mun­do del arte plás­ti­co y al cul­to de la cele­bri­dad. En el segun­do artícu­lo la auto­ra Lucin­da Kre­mentz (Fran­ces McDor­mand) se refie­re a las revuel­tas estu­dian­ti­les de Mayo del 68 con espe­cial énfa­sis en el anar­quis­ta Zef­fi­re­lli (Timothee Cha­la­met) y la joven Juliet­te (Lyna Khou­dri); este seg­men­to cues­tio­na la neu­tra­li­dad perio­dís­ti­ca tenien­do en cuen­ta que Kre­mentz no tie­ne empa­cho en acos­tar­se con Zef­fi­re­lli. En el ter­cer artícu­lo, el escri­tor culi­na­rio Roe­buck Wright (Jef­frey Wright) cuen­ta la entre­vis­ta que le rea­li­za un repor­te­ro de tele­vi­sión (Liev Schrei­ber) y cómo se ha vis­to invo­lu­cra­do en un rap­to efec­tua­do por un gru­po de malean­tes al hijo (Wins­ton Ait Hellal) de un agen­te poli­cial (Mathieu Amalric) que final­men­te es res­ca­ta­do por su jefe (Ste­ve Park).

Con cier­ta fre­cuen­cia se cons­ta­ta cómo el con­te­ni­do de un film va ocu­pan­do un lugar secun­da­rio para aten­der más a su aspec­to for­mal, tal como aquí acon­te­ce don­de Ander­son expo­ne extra­va­gan­tes viñe­tas que care­cen de soli­dez dra­má­ti­ca y menos aún de emo­ción. Para resal­tar su tra­ba­jo, el rea­li­za­dor ape­la a logra­dos aspec­tos visua­les apor­ta­dos por la impe­ca­ble foto­gra­fía de Robert Yeo­man y el remar­ca­ble dise­ño de pro­duc­ción de Adam Stockhau­sen. Pero uno se pre­gun­ta a qué vie­ne el haber recu­rri­do con­ti­nua­da­men­te a alter­nar la fil­ma­ción en colo­res y en blan­co y negro al no ser fun­cio­nal a la narra­ción; igual­men­te curio­so es que en el capí­tu­lo de Wright, el cineas­ta intro­du­ce una secuen­cia de ani­ma­ción que si bien es atrac­ti­va como gag visual, la mis­ma pro­du­ce una vir­tual rup­tu­ra con lo que está relatando.

Dicho lo que ante­ce­de, éste es un film cuyo esfuer­zo de pro­duc­ción es inne­ga­ble pero glo­bal­men­te con­si­de­ra­do no lle­ga a exci­tar. En todo caso tenien­do en cuen­ta que sobre gus­tos no hay nada escri­to, los incon­di­cio­na­les de Ander­son apre­cia­rán al film como una fan­ta­sía de pro­di­gio­sa ima­gi­na­ción. Jor­ge Gutman

Por Amor al Teatro

UN TRIOMPHE. Fran­cia, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Ëmma­nuel Cour­col. 105 minutos

Des­pués de haber deja­do una favo­ra­ble impre­sión con su ópe­ra pri­ma Ces­sez le feu (2016), el rea­li­za­dor y actor Émma­nuel Cour­col vol­vió a ubi­car­se detrás de la cáma­ra para rela­tar un dra­ma carcelario.

Si bien lo que se rela­ta es una fic­ción, el guión del rea­li­za­dor escri­to con Kha­led Ama­ra y Thierry de Car­bon­niè­res está basa­do en un hecho verí­di­co acon­te­ci­do en Sue­cia en 1986 con los pre­si­dia­rios de la pri­sión de alta segu­ri­dad de Kumla.

Mari­na Hands y Kad Merad

La acción trans­cu­rre en Fran­cia don­de Étien­ne (Kad Merad), un vete­rano direc­tor tea­tral y actor que en los últi­mos tiem­pos ha cai­do en el olvi­do encuen­tra la opor­tu­ni­dad para reafir­mar su talen­to al acep­tar un ambi­cio­so pro­yec­to que le es pro­pues­to; el mis­mo con­sis­te en ofre­cer lec­cio­nes de tea­tro en una cár­cel don­de se encuen­tran pre­sos que han come­ti­do deli­tos de dife­ren­te natu­ra­le­za. El pro­pó­si­to es el de ensa­yar duran­te un perío­do de 6 meses con cin­co de los dete­ni­dos la obra “Espe­ran­do a Godot” de Samuel Beckett.

Duran­te la pri­me­ra mitad del metra­je la narra­ción enfo­ca la rela­ción man­te­ni­da de Étien­ne con los inter­nos selec­cio­na­dos: Jor­dan (Pie­rre Lot­tin), Patrick (David Aya­la), Kamel (Sofian Kham­mes), Alex (Lami­ne Cis­sokho) y Mous­sa (Wabin­lé Nabié). La tarea del ins­truc­tor no es nada sen­ci­lla en sus comien­zos al tener que enfren­tar a pri­sio­ne­ros de dife­ren­te per­so­na­li­dad y lograr un buen enten­di­mien­to a fin de que ellos pue­dan desem­pe­ñar sus roles de la mejor mane­ra posi­ble; al pro­pio tiem­po Étien­ne man­tie­ne un per­ma­nen­te tra­to flui­do con la direc­to­ra del penal (Mari­na Hands) para con­se­guir una exten­sión en los hora­rios de ensa­yo y sobre todo para que cuan­do los nova­tos acto­res estén com­ple­ta­men­te pre­pa­ra­dos pue­dan obte­ner el per­mi­so de salir de la pre­sión para repre­sen­tar la obra en un esce­na­rio teatral.

Cuan­do los ensa­yos fina­li­zan y los reclu­sos ya están entre­na­dos para actuar, ellos son trans­por­ta­dos al Tea­tro de la Croix-Rous­se de Lyon don­de obtie­nen un gran éxi­to por par­te del públi­co asis­ten­te; eso con­lle­va a seguir repre­sen­tan­do la pie­za de Bec­kett en otros esce­na­rios con igual suce­so. Cuan­do el gru­po es invi­ta­do a actuar en el emble­má­ti­co Tea­tro Odeón de París, la his­to­ria con­du­ce a un des­en­la­ce ines­pe­ra­do suma­men­te conmovedor.

La meticu­losa narra­ción emplea­da por Cour­col per­mi­te que se pue­da apre­ciar una come­dia de nota­ble con­te­ni­do humano don­de nada ha que­da­do libra­do al azar. Pre­vio al roda­je, el direc­tor visi­tó el cen­tro correc­cio­nal de Meaux Chau­co­nin don­de obser­vó aten­ta­men­te lo que acon­te­ce en su inte­rior; por lo tan­to, la repro­duc­ción ambien­tal obte­ni­da alcan­za un satis­fac­to­rio nivel de autenticidad.

El rea­li­za­dor con­tó con un estu­pen­do elen­co en don­de tras­cien­de la extra­or­di­na­ria actua­ción del vete­rano Merad ani­man­do al divor­cia­do y veni­do a menos indi­vi­duo que encuen­tra un nue­vo impul­so a su vida a tra­vés de la pasión tea­tral en el tra­ba­jo que rea­li­za con los reclu­sos. Meri­to­ria es la tarea de los poco cono­ci­dos acto­res que han asu­mi­do los roles de los con­vic­tos, actuan­do con ener­gía y entu­sias­mo; la esce­na en que salen por pri­me­ra vez al exte­rior de la pri­sión es muy emo­ti­va mos­tran­do la enor­me ale­gría que sien­ten al dejar la oscu­ri­dad car­ce­la­ria para gozar de la limi­ta­da liber­tad temporal.

En resu­men, Un Triomphe es un film entre­te­ni­do y sobre todo emo­ti­vo demos­tran­do la mane­ra en que el tea­tro como expre­sión artís­ti­ca pue­de rei­vin­di­car y enal­te­cer al ser humano. Jor­ge Gutman

Ambi­cio­so Dra­ma Psicológico

MY ZOE. Gran Bre­ta­ña-Ale­ma­nia-Fran­cia, 2019. Un film diri­gi­do y escri­to por Julie Delpy. 93 minutos.

En su sép­ti­ma incur­sión detrás de la cáma­ra, la cineas­ta y actriz Julie Delpy deja de lado el géne­ro de la come­dia para abor­dar un ambi­cio­so dra­ma psicológico.

Julie Delpy, Sophia Ally y Richard Armitage

En un guión que le per­te­ne­ce, Delpy asu­me el rol pro­ta­gó­ni­co ani­man­do a Isa­be­lle, una des­ta­ca­da cien­tí­fi­ca fran­ce­sa radi­ca­da en Ber­lín quien a pun­to de divor­ciar­se de su mari­do James (Richard Armi­ta­ge), ambos com­par­ten la tenen­cia de la ado­ra­da hiji­ta Zoe (Sophia Ally). Esta pri­me­ra par­te enfa­ti­za las difi­cul­ta­des que ella man­tie­ne con su espo­so para con­ve­nir los días y hora­rios de tener a su car­go a la niña como así tam­bién resal­ta el gran amor que ambos sien­ten por la encan­ta­do­ra criatura.

La tra­ge­dia aso­ma cuan­do Zoe expe­ri­men­ta un serio males­tar que obli­ga a Isa­be­lle a con­du­cir­la al hos­pi­tal don­de ella jun­to con su madre (Lind­say Dun­can) y James se encuen­tran al lado de la peque­ña aten­tos al desa­rro­llo de su crí­ti­co esta­do. Cuan­do des­gra­cia­da­men­te la niña mue­re, el dolor de los padres es inmen­so en don­de Isa­be­lle no pue­de resig­nar­se a su pérdida.

De allí en más, Delpy intro­du­ce en su rela­to un giro ines­pe­ra­do. Tra­tan­do de ven­cer su deses­pe­ra­ción, Isa­be­lle como gene­tis­ta pla­nea recu­rrir a una expe­rien­cia iné­di­ta cuyo pro­pó­si­to es el de “resu­ci­tar” a su hija. Habien­do extraí­do fur­ti­va­men­te una mues­tra del teji­do de Zoe, ella via­ja a Mos­cú en don­de con­tac­ta al doc­tor Tho­mas (Daniel Brühl), quien es un exper­to en fer­ti­li­dad; Isa­be­lle le soli­ci­ta que reali­ce un clo­na­je, es decir obte­ner una copia gené­ti­ca de Zoe, ope­ra­ción deci­di­da­men­te ile­gal a la que en prin­ci­pio el médi­co se opo­ne pero que por com­pa­sión final­men­te acce­de a su pedi­do des­pués de haber dis­cu­ti­do el asun­to con su mujer (Gem­ma Arter­ton) quien se mues­tra reticente.

Sería suma­men­te indis­cre­to reve­lar el modo en que esta his­to­ria pro­si­gue aun­que cier­ta­men­te no está de más anti­ci­par el cli­ma de intri­ga y sus­pen­so que la rea­li­za­do­ra gene­ra en su ori­gi­nal y con­vin­cen­te guión. Ade­más de la sóli­da direc­ción, Delpy reafir­ma una vez más su talen­to de actriz como asi­mis­mo supo nutrir­se de un homo­gé­neo elen­co, con espe­cial dis­tin­ción de la amo­ro­sa Sophia quien demues­tra abso­lu­ta espon­ta­nei­dad en el bre­ve rol que le ha sido asignado.

Aun­que la clo­na­ción de un ser humano es un tópi­co dis­cu­ti­ble que por el momen­to pue­de ser acep­ta­do en el cam­po de la cien­cia fic­ción, lo cier­to es que más allá de las con­no­ta­cio­nes éti­cas, el film gene­ra la intri­ga sobre si aca­so será posi­ble en un futu­ro cer­cano lograr el doble de una per­so­na tan­to en lo físi­co como en lo emo­cio­nal y psi­co­ló­gi­co. De todos modos, al mar­gen de esta refle­xión, cabe apun­tar que Delby ha logra­do un film con­mo­ve­dor. Jor­ge Gutman

Com­pa­sión, Per­dón y Reconciliación

MASS. Esta­dos Uni­dos, 2021. Un film escri­to y diri­gi­do por Fran Kranz. 107 minutos.

Un lace­ran­te dra­ma expues­to con enco­mia­ble pro­fun­di­dad es lo que Fran Kranz expo­ne en Mass, su pri­mer tra­ba­jo como rea­li­za­dor y guionista.

Lamen­ta­ble­men­te dis­ta de ser noti­cia la matan­za que sue­le ocu­rrir en las escue­las de Esta­dos Uni­dos, cuan­do un estu­dian­te sin razón algu­na pene­tra en las aulas y dis­pa­ra a más no poder cau­san­do nume­ro­sas víc­ti­mas. Eso es lo que ha ins­pi­ra­do al novel cineas­ta para rela­tar una fic­ción aun­que a todas luces pare­cie­ra que se está asis­tien­do a un documental.

Jason Isaacs y Martha Plimpton

El rela­to tie­ne lugar en una de las salas de una igle­sia epis­co­pal de Idaho en don­de Jay (Jason Isaacs) y su espo­sa Gail (Martha Plim­pton) se encuen­tran con Richard (Reed Bir­ney) y su cón­yu­ge Lin­da (Ann Dowd). Ambas pare­jas han per­di­do tiem­po atrás a sus hijos y a pesar de los 6 años trans­cu­rri­dos, el due­lo sigue persistiendo.

Gra­dual­men­te se lle­ga a saber que Hay­den ‑hijo ado­les­cen­te de Richard y Lin­da- ha sido el res­pon­sa­ble de haber ase­si­na­do en su escue­la a varias per­so­nas en don­de Evan — el vás­ta­go de Jay y Gail- ha sido una de las víc­ti­mas. Al prin­ci­pio de la reu­nión exis­te una sen­sa­ción de inco­mo­di­dad en los padres de Evan quie­nes suma­men­te dolo­ri­dos desean saber de Richard y Lin­da la razón que asis­tió a su hijo de haber per­pe­tra­do seme­jan­te acto de vio­len­cia y minu­tos des­pués sui­ci­dar­se. Si bien Jay y Gail acor­da­ron en no cul­par a sus inter­lo­cu­to­res del tre­men­do cri­men, que­da cla­ro que a medi­da que la con­ver­sa­ción pro­gre­sa van sur­gien­do momen­tos de gran tor­be­llino emo­cio­nal; con todo, poco a poco los áni­mos se irán cal­man­do para ceder paso a la com­pa­sión, per­dón y recon­ci­lia­ción mutua, que en esen­cia es una suer­te de catar­sis para que el due­lo de ambos padres amengüe.

El rela­to que trans­cu­rre en tiem­po real adquie­re una auten­ti­ci­dad increí­ble con la cáma­ra cap­tan­do las reac­cio­nes de cada uno de los per­so­na­jes a medi­da que la con­ver­sa­ción se va desa­rro­llan­do. Los ges­tos, mira­das, movi­mien­tos cor­po­ra­les, los diá­lo­gos man­te­ni­dos y los momen­tos de silen­cio son admi­ra­ble­men­te carac­te­ri­za­dos por los 4 intér­pre­tes don­de resul­ta prác­ti­ca­men­te impo­si­ble des­ta­car a uno en par­ti­cu­lar; así Plim­pton tras­cien­de como la mujer tre­men­da­men­te afec­ta­da por el dolor que asis­te casi for­za­da­men­te a la reu­nión pero que lue­go comien­za a ablan­dar­se; Isaacs, como el mari­do que tra­ta de con­te­ner la angus­tia de Gail resal­ta por su natu­ra­li­dad; Dowd trans­mi­te ple­na­men­te la desa­zón de la madre del hijo ase­sino que hace lo máxi­mo para com­pa­de­cer y expre­sar­le a Gail su gran pena ofre­cién­do­le un ramo de flo­res; final­men­te Bir­ney aun­que más reca­ta­do en su rol no deja de impresionar.

Aun­que el film tie­ne todas las carac­te­rís­ti­cas de un tea­tro fil­ma­do, de nin­gún modo pro­du­ce claus­tro­fo­bia gra­cias a la exce­len­te pues­ta escé­ni­ca de Kranz. La his­to­ria ima­gi­na­da por el rea­li­za­dor no ofre­ce res­pues­tas con­cre­tas sobre las cau­sas que con­du­cen a la alie­na­ción de cier­tos jóve­nes con­ver­ti­dos en cri­mi­na­les. Sin embar­go per­mi­te refle­xio­nar sobre la tarea ardua que resul­ta para los padres cono­cer a fon­do lo que acon­te­ce en la men­te de sus hijos, sobre todo en la difí­cil eta­pa de la ado­les­cen­cia; así, apa­ren­te­men­te sanos, tran­qui­los e ino­cen­tes, resul­tan emo­cio­nal­men­te per­tur­ba­dos lo que los ins­ta para come­ter una masacre.

Aun­que la visión de Mass resul­te muy dura, la inte­li­gen­te for­ma en que el tema es tra­ta­do por el novel rea­li­za­dor basa­do en la rique­za de su sober­bia escri­tu­ra y la sobre­sa­lien­te actua­ción de su elen­co con­vier­ten al film en uno de los mejo­res del año en curso.
Jor­ge Gutman

Una Míti­ca Isla

BERG­MAN ISLAND. Fran­cia-Bél­gi­ca-Ale­ma­nia-Sue­cia, 2021. Un film escri­to y diri­gi­do por Mia Hansen-Love

En su recien­te tra­ba­jo, la des­ta­ca­da direc­to­ra Mia Han­sen-Love ubi­ca la acción en la isla Faro, al nor­te de Sue­cia, en la que Ing­mar Berg­man pasó gran par­te de su vida con­ci­bien­do sus obras maes­tras. Su guión se cen­tra en la pare­ja ame­ri­ca­na inte­gra­da por Chris (Vicky Krieps) y Anthony (Tim Roth), quie­nes arri­ban a la míti­ca isla en pro­cu­ra de ins­pi­ra­ción. Ella es una guio­nis­ta y él un direc­tor de cine que ha sido invi­ta­do a pre­sen­tar su recien­te pelí­cu­la y al pro­pio tiem­po ofre­cer una cla­se maes­tra. En ese lugar tan espe­cial la joven espe­ra poder con­cre­tar su pró­xi­mo guión en tan­to que Anthony tra­ta­rá cap­tar el espí­ri­tu de Berg­man para su pró­xi­mo pro­yec­to; así des­de su comien­zo esa pre­sen­cia se hace sen­tir en la medi­da que en la con­for­ta­ble casa que les ha sido brin­da­da duran­te su esta­día, el dor­mi­to­rio es pre­ci­sa­men­te don­de el autor sue­co rodó Esce­nas de un Matri­mo­nio (1974).

Vicky Krieps y Tim Roth

En los encuen­tros man­te­ni­dos con turis­tas, isle­ños y faná­ti­cos pare­cie­ra que no hubie­ra otro tema que el de Berg­man y eso se rati­fi­ca con el tour “Safa­ri Berg­man” en el que una pin­to­res­ca ani­ma­do­ra va mos­tran­do y rela­tan­do los luga­res de la isla en los que el direc­tor solía frecuentar.

Dejan­do a Berg­man de lado, la direc­to­ra con­tras­ta la natu­ra­le­za ego­cén­tri­ca de Anthony con la inse­gu­ri­dad refle­ja­da en Chris, lo que tras­lu­ce cier­ta fra­gi­li­dad en la rela­ción con­yu­gal. Cuan­do final­men­te ella com­ple­ta su guión se lo va rela­tan­do a Anthony y eso ori­gi­na que el espec­ta­dor asis­ta a la his­to­ria pro­pues­ta. En la mis­ma se intro­du­ce el per­so­na­je fic­ti­cio de Amy (Mia Wasi­kows­ka) quien lle­ga a la isla para asis­tir a una boda; en la mis­ma se encuen­tra con Joseph (Anders Daniel­sen Lie), un ex novio de su juven­tud por quien aún se sien­te atraí­da aun­que él está com­pro­me­ti­do con otra mujer; esos encuen­tros y des­en­cuen­tros amo­ro­sos cons­ti­tu­yen el tema cen­tral de la his­to­ria ima­gi­na­da por Chris don­de que­da cla­ro que Amy es su alter ego.

La pelí­cu­la está bien fil­ma­da y correc­ta­men­te actua­da aun­que de mane­ra algu­na logra con­mo­ver. Así el recur­so uti­li­za­do de efec­tuar un film den­tro de otro, que obra a mane­ra de un jue­go de espe­jos entre la reali­dad y la fan­ta­sía, no alcan­za a cobrar vue­lo. Hilan­do fina­men­te podría con­cluir­se que la direc­to­ra qui­so ilus­trar la difi­cul­tad que entra­ña el pro­ce­so crea­ti­vo de un film, como tam­bién el laten­te celo pro­fe­sio­nal de Chris que­rien­do eman­ci­par­se de la figu­ra pater­nal de su pare­ja, pero tal como está expues­to no exis­te la sufi­cien­te enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca capaz de emo­cio­nar y/o de empa­ti­zar con los per­so­na­jes cen­tra­les, aun­que curio­sa­men­te el fic­cio­nal de Amy cobra más vigor que el de Chris.

Glo­bal­men­te con­si­de­ra­do, Han­sen-Love ha rea­li­za­do un film hones­to aun­que intras­cen­den­te y fácil­men­te olvi­da­ble; no obs­tan­te eso no impi­de su visión, más no fue­ra por la visi­ta turís­ti­ca efec­tua­da al lugar que sedu­jo a Berg­man, cap­ta­da muy bien por la foto­gra­fía de Denis Lenoir, y por echar una rápi­da mira­da a algu­nos extrac­tos de su excep­cio­nal fil­mo­gra­fía. Jor­ge Gutman