Fan­ta­sia (2023) Segun­da Parte

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Eva­lua­ción de Fil­mes de Fantasia

He aquí un bre­ve comen­ta­rio de otras 3 pelí­cu­las juz­ga­das en el Fes­ti­val Fan­ta­sia que comen­zó la sema­na pasada.

Fem­me (Gran Bretaña)

Un sub­ver­si­vo thri­ller psi­co­ló­gi­co es lo que se apre­cia en este pri­mer lar­go­me­tra­je de los nove­les rea­li­za­do­res Sam H. Free­man y Ng Choon Ping que fue muy bien aco­gi­do en la sec­ción Pano­ra­ma del fes­ti­val de Ber­lín de este año.

En su comien­zo el rela­to intro­du­ce a Jules (Nathan Ste­wart-Jarrett), quien como drag queen actúa con gran éxi­to en un club noc­turno del este de Lon­dres. Cuan­do al ter­mi­nar el espec­tácu­lo se diri­ge a un nego­cio con el atuen­do emplea­do en su show al salir del local Jules es ase­dia­do por un gru­po de mato­nes y ata­ca­do sal­va­je­men­te por Pres­ton (Geor­ge Mac­Kay), uno de ellos.

Des­pués de tres meses en que Jules no ha vuel­to a actuar como pro­duc­to del trau­ma pro­du­ci­do por el ata­que sufri­do, al asis­tir a un baño de sau­na gay des­cu­bre que allí se encuen­tra Pres­ton, quien real­men­te ocul­ta su orien­ta­ción sexual ante ter­ce­ros. Entre ambos sur­ge una eléc­tri­ca mira­da y Pres­ton que no ha reco­no­ci­do a Jules, lo invi­ta a su auto­mó­vil y de inme­dia­to la atrac­ción físi­ca que­da con­su­ma­da. Si bien Jules está guia­do por su inten­ción de ven­gar­se de quien lo embis­tió feroz­men­te, se pro­du­ce en él lo que podría con­si­de­rar­se como el sín­dro­me de Esto­col­mo al que­dar en prin­ci­pio some­ti­do por la pasón sexual que Pres­ton ejer­ce en él.

Lo des­ta­ca­ble del rela­to es que a medi­da que el víncu­lo cobra inten­si­dad gra­dual­men­te los roles se invier­ten en don­de Jules es quien aho­ra tie­ne la sar­tén por el mango.

Vali­do de un remar­ca­ble guión los rea­li­za­do­res han logra­do que su narra­ti­va cobre la ten­sión que requie­re un buen thri­ller. Para ello han con­ta­do con la mag­ní­fi­ca inter­pre­ta­ción de Ste­wart-Jarreet y Mac­Kay quie­nes inves­ti­dos por com­ple­to en sus roles han per­mi­ti­do que la tra­ma adquie­ra nota­ble autenticidad.

Raging Gra­ce (Gran Bretaña)

En su debut como direc­to­ra y guio­nis­ta Paris Zar­ci­lla sigue los pasos de Joy (Max Ein­gen­mann), una madre sol­te­ra fili­pi­na que se encuen­tra por el momen­to ile­gal­men­te en Lon­dres y tra­tan­do de lograr el dine­ro sufi­cien­te para poder adqui­rir la visa que le per­mi­ta seguir resi­dien­do en Ingla­te­rra. Es así que apar­te de ocu­par­se de su tra­vie­sa hiji­ta Gra­ce (Jae­den Pai­ge Boa­di­lla), ella se ocu­pa de efec­tuar tareas de lim­pie­za en dife­ren­tes hoga­res de bue­na posi­ción eco­nó­mi­ca. La suer­te le son­ríe cuan­do final­men­te con­si­gue un tra­ba­jo esta­ble y a tiem­po com­ple­to en la man­sión del anciano Garret (David Hay­man) quien pos­tra­do en la cama está enfer­mo de cán­cer y al cui­da­do de su sobri­na Kathe­ri­ne (Lean­ne Best). La pri­me­ra par­te del rela­to mues­tra la rela­ción que man­tie­ne Joy con su emplea­do­ra, ocul­tán­do­le que tie­ne una hija y es por esa razón que la niña per­ma­ne­ce la mayor par­te del tiem­po en la habi­ta­ción que ella ocu­pa; has­ta aquí, uno pue­de pasar por alto la cir­cuns­tan­cia de que resul­ta difí­cil que la niña pase por com­ple­to des­aper­ci­bi­da cuan­do en más de una oca­sión Kathe­ri­ne podría haber­la des­cu­bier­to. El inte­rés del espec­ta­dor se incre­men­ta cuan­do madre e hija van des­cu­brien­do que los medi­ca­men­tos que Kathe­ri­ne sumi­nis­tra a su tío lo indu­cen a un casi esta­do comatoso.

Cuan­do Kathe­ri­ne debe ausen­tar­se por unos días y deja a car­go de Joy la aten­ción de Garret, mági­ca­men­te el anciano des­pier­ta de su sopor y man­tie­ne una exce­len­te rela­ción con la niña así como con su madre.

La acción alcan­za su cli­max en el últi­mo seg­men­to del rela­to al pro­du­cir­se el regre­so de Kathe­ri­ne y en don­de van sur­gien­do algu­nos secre­tos de su fami­lia en don­de nadie es como pare­ce ser. Es allí que Zar­ci­lla intro­du­ce en su guión un con­jun­to de situa­cio­nes abso­lu­ta­men­te dis­pa­ra­ta­das que tie­nen como pro­pó­si­to crear gra­tui­ta­men­te una atmós­fe­ra de pesa­di­lla que está lejos de pro­du­cir espanto.

La ópe­ra pri­ma de la cineas­ta cuen­ta con muy bue­nas actua­cio­nes de su bre­ve elen­co pero lamen­ta­ble­men­te el sus­pen­so ini­cial se dilu­ye; así su des­en­la­ce de terror que no cohe­sio­na con lo vis­to pre­via­men­te resul­ta des­alen­ta­dor. Asi­mis­mo aun­que la inten­ción de Zar­ci­lla es la de efec­tuar una crí­ti­ca social de la explo­ta­ción a la que está suje­ta la comu­ni­dad fili­pi­na de Ingla­te­rra, la mis­ma es esbo­za­da de mane­ra epidérmica.

What You Wish For (Esta­dos Unidos)

En su doble con­di­ción de rea­li­za­dor y guio­nis­ta Nicho­las Tom­nay sor­pren­de gra­ta­men­te con una his­to­ria trans­gre­so­ra que cau­ti­va ple­na­men­te. Entre varios de los fac­to­res que valo­ri­zan al rela­to es la capa­ci­dad de sor­pren­der a tra­vés de su desa­rro­llo y sin que pue­da anti­ci­par­se sobre lo que ven­drá a continuación.

El pro­ta­go­nis­ta es Ryan (Nick Stahl), un remar­ca­ble chef lon­di­nen­se que dada su ten­den­cia al jue­go se ha endeu­da­do y obli­ga­do a esca­par y des­pla­zar­se a un país de Amé­ri­ca Lati­na ‑pro­ba­ble­men­te cen­tro­ame­ri­cano- don­de es reci­bi­do e invi­ta­do por su ami­go Jack (Brian Groh) a quien no veía por más de una déca­da, quien a su vez es tam­bién otro cele­bra­do chef. Lo que más impre­sio­na a Ryan es la fas­tuo­sa man­sión en la que su ami­go habi­ta y la vida prác­ti­ca­men­te de millo­na­rio que lle­va acom­pa­ña­do de su ami­ga Ali­ce (Pené­lo­pe Mitchell).

El apa­ci­ble comien­zo del rela­to cobra un ines­pe­ra­do giro cuan­do Jack se sui­ci­da y Ryan asu­me su iden­ti­dad valién­do­se de fal­sa docu­men­ta­ción. La situa­ción se com­pli­ca aún más cuan­do arri­ban a la man­sión Imo­ge­ne (Tam­sin Topols­ki) y Mau­ri­ce (Juan Car­los Mes­sier); ellos per­te­ne­cen a una agen­cia encar­ga­da de sumi­nis­trar sofis­ti­ca­das comi­das a gen­te de exce­len­te situa­ción eco­nó­mi­ca capa­ces de pagar altas sumas de dine­ro por las mis­mas; es así que diri­gién­do­se a Ryan cre­yen­do que es Jack, al que nun­ca habían vis­to ante­rior­men­te, le soli­ci­tan que pre­pa­re una cena de alto vue­lo para unos clien­tes de gran for­tu­na que ven­drán al día siguiente.

A par­tir de allí Tom­nay impri­me a su his­to­ria un tono deci­di­da­men­te maca­bro y per­ver­so que sería indis­cre­to reve­lar sal­vo seña­lar que Ryan lle­ga­rá a saber la razón por la que Jack pudo haber dis­fru­ta­do de un esti­lo de vida al cual él siem­pre había aspirado.

Pro­ba­ble­men­te ins­pi­ra­do en las obras maes­tras de Hitch­cock, el rea­li­za­dor ofre­ce un muy buen film de sus­pen­so que desem­bo­ca en un impre­de­ci­ble des­en­la­ce. Pala­bras fina­les son para des­ta­car al elen­co lide­ra­do por la rele­van­te actua­ción de Stahl así como por la efi­cien­te par­ti­ci­pa­ción de Topols­ki, Mes­sier, Mit­chell y Randy Vas­quez ani­man­do a un detec­ti­ve policial.