Las Salas Rojas

LES CHAM­BRES ROU­GES / RED ROOMS. Cana­dá, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Pas­cal Plan­te. 118 minutos

Bien cono­ci­do por haber fil­ma­do dos pelí­cu­las de lar­go metra­je de dife­ren­te géne­ro como han sido Les Faux Tatoua­ges (2017) y Nadia But­terfly (2020), el direc­tor cana­dien­se Pas­cal Plan­te impre­sio­na una vez más en un rela­to que adop­ta la for­ma de un dra­ma judi­cial y a la vez de esca­lo­frian­te horror. Pero el cineas­ta no con­du­ce a la audien­cia a algo gra­tui­to imbui­do de efec­tos sen­sa­cio­na­lis­tas, sino que la sumer­ge en el mun­do de la reali­dad actual cuya avan­za­da tec­no­lo­gía pue­de pro­du­cir per­ni­cio­sos efectos.

Juliet­te Gariépy

En el comien­zo del rela­to se obser­va a Kelly-Anne (Juliet­te Gariépy) diri­gién­do­se al Pala­cio de Jus­ti­cia de Mon­treal para asis­tir a un jui­cio que se le some­te a Ludo­vic Che­va­lier (Max­well McCa­be-Lokos) por haber tor­tu­ra­do y vio­la­do a tres ado­les­cen­tes feme­ni­nas para pos­te­rior­men­te ase­si­nar­las y des­mem­brar sus cadá­ve­res; para peor, su abo­mi­na­ble acto ha sido trans­mi­ti­do en vivo en salas rojas y a la vez fil­ma­do a tra­vés de una oscu­ra red que obvia­men­te es ile­gal en la que sadis­tas espec­ta­do­res paga­ron con crip­to­mo­ne­das para con­tem­plar dichos crí­me­nes. Con una mag­ní­fi­ca lar­ga toma fil­ma­da en la pri­me­ra sesión de audien­cia, la cáma­ra enfo­ca el efec­ti­vo tes­ti­mo­nio expues­to por la pro­cu­ra­do­ra fis­cal (Nata­lie Tan­nous); ella diri­gién­do­se al jura­do seña­la la abe­rra­cio­nes del cri­mi­nal en dos de los videos encon­tra­dos en su domi­ci­lio, dado que el ter­cer video fil­ma­do per­ma­ne­ce iné­di­to; a todo ello el abo­ga­do defen­sor ale­ga que no exis­te com­ple­ta evi­den­cia de que Che­va­lier haya sido el cri­mi­nal por­que no se le pue­de ver cla­ra­men­te su ros­tro en la eje­cu­ción de sus crí­me­nes. Más aún de que en su pri­me­ra mitad el rela­to deja abier­ta la pre­gun­ta si real­men­te el incul­pa­do es o no el bes­tial cri­mi­nal, la his­to­ria cen­tra su aten­ción en Kelly-Anne.

Vivien­do en un lujo­so piso de Mon­treal, ella tra­ba­ja par­cial­men­te como mode­lo y ade­más es adep­ta al jue­go de póker en línea, lle­van­do una vida apa­ren­te­men­te bien orga­ni­za­da. No obs­tan­te, a medi­da que se desa­rro­lla el jui­cio man­tie­ne una mar­ca­da obse­sión en seguir su desa­rro­llo en la sala del tri­bu­nal. Es allí que tra­ba rela­ción con Clé­men­ti­ne (Lau­rie Babin), una chi­ca sin domi­ci­lio fijo que no cree que Ludo­vic sea el ase­sino sino que con­si­de­ra que él se halla injus­ta­men­te arrin­co­na­do; Kelly-Anne la lle­va a vivir a su depar­ta­men­to enta­blán­do­se entre ambas una curio­sa rela­ción has­ta un momen­to dado en que la hués­ped des­cu­bre face­tas igno­ra­das de su anfitriona.

La segun­da mitad del rela­to ilus­tra la vívi­da trans­for­ma­ción de Kelly-Anne en don­de su com­por­ta­mien­to va adqui­rien­do acti­tu­des surrea­lis­tas refle­jan­do un esta­do psi­co­ló­gi­co de ena­je­na­ción men­tal. Es así que en prin­ci­pio el espec­ta­dor igno­ra la razón por la que ella está al corrien­te de los videos fil­ma­dos por Che­va­lier, su férrea volun­tad de no que­rer per­der nin­gu­na de las sesio­nes del jui­cio, como tam­bién su espe­cial inte­rés en Fran­ci­ne Beau­llieu (Eli­za­beth Locas), la dolo­ri­da madre de una de las víc­ti­mas. Sin embar­go el rea­li­za­dor nada deja libra­do al azar para ofre­cer un des­en­la­ce en el que los enig­mas plan­tea­dos que­dan resueltos.

En líneas gene­ra­les este dra­ma de horror social gene­ra una expe­rien­cia incon­for­ta­ble pero al mis­mo tiem­po cau­ti­van­te; afor­tu­na­da­men­te el jui­cio­so tino de Plan­te que en lugar de expo­ner en pan­ta­lla los crí­me­nes men­cio­na­dos, los sugie­re a tra­vés de una acer­ta­da ban­da sono­ra de Domi­ni­que Plan­te. Ade­más de la bue­na narra­ción del rea­li­za­dor, el film se valo­ri­za por la mag­ní­fi­ca actua­ción de la debu­tan­te Gariépy quien con gran sol­ven­cia expre­sa la meta­mor­fo­sis del per­so­na­je cen­tral; a su lado igual­men­te satis­fa­cen Babin, Locas y espe­cial­men­te Tan­nous. Jor­ge Gutman