Crónica de Jorge Gutman
A partir de hoy y prosiguiendo hasta el 15 de octubre tiene lugar en Montreal la 52ª edición del Festival du nouveau cinéma (FNC) con la presentación de La Passion de Dodin Bouffant del cineasta Tràn Anh Hùng. La programación incluye 105 largometrajes y 90 cortometrajes provenientes de 57 países. Además de títulos aplaudidos en los festivales de Berlín, Cannes, Venecia y Toronto de este año, hay una buena selección de películas pertenecientes a nuevos promisorios realizadores.
He aquí el comentario de cuatro de los filmes que serán exhibidos.
La Passion de Dodin Bouffant (Francia)
La comida francesa como estilo de vida es lo que propone el director vietnamita Tràn Anh Hung en este relato que resultará apetitoso para los amantes de la “haute cuisine”.
Adaptado de la novela de Marcel Rouf La Vida y Pasión de Dodin Bouffant publicada en 1924, el guión del realizador ambienta su desarrollo en una mansión campestre de Francia hacia finales del siglo 19. En ese apacible rincón se sale al encuentro de la impecable cocinera Eugenie (Juliette Binoche) y del gastrónomo Dodin (Benoît Magimel) quienes durante 20 años conjuntamente han trabajado en la preparación de exquisitas delicias culinarias.
Durante los primeros 30 minutos del relato se observa cómo Eugenie prepara para el desayuno una apetitosa tortilla de huevos recomendando de que para su consumo es necesario valerse de una cuchara. Posteriormente con la ayuda de su asistente Violette (Galatea Bellugi) efectúa los preparativos de una comida para cuatro amigos de Dodin (Emmanuel Salinger, Patrick D’Assumçao, Frédéric Fisbach y Jan Hammenecker), previamente aprobado por el chef, considerado como el Napoleón de la gastronomía. A su vez Dodin se encargará de preparar el “pot au feu”, el clásico plato francés de lenta cocción que será destinado a un supuesto príncipe de Estonia. Asimismo Dodin remarca la importancia que tiene disponer de un vino adecuado para degustar una buena comida.
La historia narrada es mínima y en su mayor parte no existen mayores conflictos dramáticos salvo algunos desvanecimientos que experimenta Eugenie, aparentemente por cansancio, aunque se presume que padece de una enfermedad aunque ella terminantemente lo niegue. Para matizar el relato, se aprecia el vínculo sentimental de la pareja; si bien es claro el amor que los une, Eugenie en principio amablemente rechaza la propuesta de casamiento de Dodin, pero posteriormente aceptará su invitación en la medida que culinaria e intelectualmente existe una armoniosa complementación.
La excelente dirección de Anh Hung permite resaltar brillantemente la pasión de la pareja por el arte culinario; en tal sentido la participación del renombrado chef Pierre Gagnaire como consultor refleja la autenticidad de los manjares preparados. Pero precisamente por su propio bien, el relato se extiende más allá de lo necesario en la medida que a la postre en la mayor parte se asiste a un curso de comida que aunque sin duda remarcable puede asemejarse a los que suelen difundirse en la televisión.
No obstante la objeción que antecede, el film se valoriza por la insuperable actuación de Binoche y Magimel quienes compenetrados por completo en sus personajes irradian la inmensa ternura que los anima. Así, una de las escenas emotivas del film tiene lugar cuando Dodin por primera vez le prepara a su compañera que yace enferma un exquisito plato de comida, o bien en el poético desenlace de esta historia que resultaría indiscreto comentar. Una vez más queda demostrado como en ciertos casos brillantes actores pueden engrandecer la visión de una película, sin dejar de lado la notable puesta escénica del realizador que le valió en Cannes el premio a la mejor dirección.
Los Colonos (Chile-Argentina-Francia-Dinamarca-Gran Bretaña-Suecia-Taiwán)
Resulta gratificante para el crítico de cine comprobar el surgimiento de noveles realizadores capaces de mostrar inusitada madurez en sus primeros trabajos. Ese es el caso del director chileno Felipe Gálvez quien después de una experiencia como guionista y editor en cortometrajes debuta en el largometraje ilustrando lúcidamente de manera ficcional un drama histórico sobre el tratamiento recibido por la población autóctona de Chile.
El guión del realizador escrito con Antonia Girardi y la colaboración de Mariano Llynás en su comienzo ubica la acción en 1901 en la región patagónica de Chile y Argentina. Allí el poderoso terrateniente José Menéndez (Alfredo Castro), dedicado a la explotación de ovejas, quiere despejar la vasta ruta conducente a una salida en el Océano Atlántico. Para efectuar el recorrido de esa zona contrata los servicios del funcionario escocés MacLennan (Mark Stanley) para que elimine a la población autóctona que pueda encontrar en el camino; para realizar su tarea contará con la colaboración del mercenario americano Bill (Benjamín Westfall) y del ayudante Segundo (Camilo Arancibia) que es un mestizo oriundo de la isla Chiloé. En consecuencia, para cumplir su misión este heterogéneo grupo no vacilará en sembrar a lo largo del camino un sendero de sangre al perseguir y asesinar a la comunidad indígena Selk’nam.
Siete años después de la masacre, el presidente chileno Pedro Montt designa al oficial Vicuña (Marcelo Alonso), con el beneplácito de Menéndez, para que visite Chiloé a fin de tener un preciso conocimiento acerca del asesinato cometido al pueblo autóctono; para ello intenta obtener información de Segundo que ahora modestamente habita allí junto con su mujer Kiepja (Mishell Guaña). En todo caso, las buenas intenciones no reparan el genocidio producido.
Los personajes están muy bien esbozados y sobre todo el más elocuente es el de Segundo que a través de su óptica se asiste a lo que acontece en el relato; si bien se puede empatizar con el mismo, lo cierto es que él fue un colaborador pasivo de los graves incidentes ocurridos a pesar de su origen autóctono.
Con un buen elenco, Gálvez tiene la delicadeza de sugerir antes que demostrar en toda su magnitud las atrocidades cometidas. Imprimiendo un apropiado ritmo, el realizador contó con el valioso aporte de la fotografía de Simone D’Arcangelo captando el agreste paisaje en que transcurre la acción. Queda como resultado un muy buen articulado drama que contundentemente denuncia la acción arrasadora y destructiva de los pueblos originarios que tuvo lugar en la Patagonia a comienzos del siglo pasado; todo ello en nombre de una triste colonización tendiente a aplicar el racismo y el crimen a fin de lograr una civilización más purificada.
Here (Bélgica)
El respetado cineasta y guionista belga Bas Devos ofrece una película de austera dimensión y de valiosa calidad que ha sido apreciada en ocasión de su estreno mundial en el festival de Berlin de este año donde obtuvo el premio al mejor film de la sección Encounters.
A través de un estilo diáfano la diminuta historia presenta a dos seres que se desconocen pero cuyo encuentro fortuito permite brindarles el confort de transmitir sus inquietudes. Uno de ellos es Stefan (Stefan Gota), un obrero rumano que trabaja en Bruselas en el rubro de la construcción. Aprovechando sus vacaciones de verano se dispone viajar a su país natal y para ello cocina los vegetales que aún restan en el refrigerador, preparando una sopa que le ofrecerá a sus más cercanos compañeros de labor. A su vez aprovecha la ocasión para despedirse de su hermana Anca (Alina Constantin) que es enfermera y que también reside en la capital belga.
El otro personaje es Shuxiu (Liyo Gong), una científica investigadora china que se dedica a analizar con su microscopio las plantas no vasculares con especial énfasis en los musgos silvestres; además parte de su tiempo lo destina a ayudar a su tía que tiene a su cargo un pequeño restaurante.
Mientras Stefan aguarda unos días para que le reparen su automóvil a fin de trasladarse a Rumania, en una jornada de intensa lluvia, entra al restaurante donde se halla Shuxiu; posteriormente paseando por un parque de la ciudad el azar quiere que Stefan nuevamente se encuentre con la investigadora. Es allí donde cada uno aprende algo del otro y todo hace presumir que se establece una mutua conexión entre el taciturno rumano y la solitaria china.
Con mínimos diálogos queda concretada una historia sencilla pero lo suficientemente precisa en el estudio de caracteres que realiza el competente realizador de sus dos protagonistas como a su vez la preponderancia que adquiere el marco de la naturaleza que les rodea. En esencia, Devos brinda un film sutil y aunque nada dramáticamente acontece, destila la sensibilidad necesaria para seducir al espectador ávido de un cine diametralmente opuesto a lo ofrecido por los tradicionales blockbusters. Además de Devos, palabras de elogio igualmente merece la extraordinaria fotografía de Grimm Vandekerckhove brindando una cautivante sinfonía de luz y color, sobre todo creando una especial atmósfera de la ciudad en las horas nocturnas.
El Rostro de la Medusa (Argentina)
La novel realizadora Melisa Liebenthal en su primer largometraje de ficción parte de una premisa extraña cuyo propósito resulta difícil de captar a través de su desarrollo.
El guión de Agustín Godoy y Liebenthal presenta a Marina (Rocío Stellato), una docente de 30 años de edad que ha visto su rostro cambiado como resultado de una hinchazón que comenzó tiempo atrás. Habiendo recurrido a varios médicos para resolver su situación y retornar a su cara original, aún no ha encontrado solución al problema que le aflige..
Nada se sabe sobre la causa de su inflamación pero lo cierto es que su actitud la impulsa a mantenerse oculta en la medida de lo posible, lo que implica el haber solicitado licencia en su trabajo como asimismo evitar el encuentro con su novio (Vladimir Durán), por temor de que fuese rechazada por su nuevo aspecto. Eso excluye a sus padres que ya están habituados a verla tal cual es.
https://www.youtube.com/watch?v=FiXqhRvwkiQ
En principio se puede aceptar el hecho de que la identidad de una persona se asocie a cómo ella se vea y que cualquier cambio rotundo afecte la pérdida de la misma. Pero la directora adopta un tratamiento confuso en que el trauma psicológico de Marina no llega a comprenderse claramente. Afrontando su crisis ella visita un zoológico para observar los semblantes de los animales tratando de buscar alguna asociación con el suyo. A todo ello Liebenthal introduce escenas de animación digital con imágenes de rostros que distraen la narración; tampoco ayuda mucho la relación especial que Marina mantiene con su abuela y el affaire con un estudiante de la facultad a fin de esclarecer la crisis de identidad que la aflige.
Decididamente experimental y sin que el punto de partida adquiera envergadura dramática, la enigmática propuesta de la realizadora si bien intencionalmente audaz no alcanza a trascender; en consecuencia, al final de la proyección queda abierta la pregunta ¿y ahora qué?