La Inmor­tal Dama del Arte Lírico

MARIA. Ita­lia-Ale­ma­nia-Esta­dos Uni­dos, 2024. Un film de Pablo Larraín. 118 minutos

Acos­tum­bra­do a abor­dar rele­van­tes per­so­na­li­da­des, el direc­tor Pablo Larraín com­ple­ta la tri­lo­gía ini­cia­da en 2019 con Jac­kie (Ken­nedy), segui­da en 2021 con Spen­cer (Prin­ce­sa Dia­na) y en este caso con Maria, refe­ri­da a la más gran­de soprano del siglo pasa­do cono­ci­do como “La Callas”.

La tarea que se impu­so el rea­li­za­dor no ha sido fácil para refle­jar feha­cien­te­men­te la com­ple­ta psi­co­lo­gía de esta mujer dada su com­ple­ja personalidad.

Ange­li­na Jolie

Valién­do­se del guión de Ste­ven Knight, el cineas­ta comien­za el rela­to el día en que Callas (Ange­li­na Jolie) falle­ce a los 53 años en su piso de París, don­de cua­tro años antes efec­tuó su reti­ro de la esce­na al comen­zar a des­va­ne­cer­se su glo­rio­sa voz. De inme­dia­to la acción se retro­trae a una sema­na antes en don­de se apre­cia a la can­tan­te, que en su esta­do des­fa­lle­cien­te es aten­di­da por su fiel ama de lla­ves Bru­na (Alba Rohr­wa­cher) y su valet Ferruc­cio (Pier­fran­ces­co Favino). Ambos sir­vien­tes tra­tan de que Maria se ali­men­te y asis­ta a las citas médi­cas, en tan­to que lo que la enfer­ma más desea es obte­ner sedan­tes hip­nó­ti­cos que ali­vien su dolor.

A tra­vés de una serie de entre­vis­tas que le rea­li­za un repor­te­ro (Kodi Smith McPhee), ésa es la excu­sa para que a tra­vés de flash­backs se asis­ta a momen­tos tras­cen­den­tes de su vida, don­de obvia­men­te la ópe­ra cons­ti­tu­ye su razón de ser.

Median­te la exce­len­te carac­te­ri­za­ción que Jolie logra de la diva, se pue­de vis­lum­brar la pasión que la Callas infun­de a sus per­so­na­jes líri­cos como, por ejem­plo, en el caso de Tos­ca que es una de sus ópe­ras favo­ri­tas; en tal sen­ti­do la voz de Jolie se inter­ca­la con la de la icó­ni­ca soprano que emer­ge de sus regis­tros dis­co­grá­fi­cos. Lo intere­san­te es que la pose­sión que Callas logra de sus per­so­na­jes líri­cos pare­ce­ría no des­pren­der­se fue­ra de esce­na, al estar inves­ti­da de una per­so­na­li­dad vul­ne­ra­ble, tris­te a la vez que trágica.

Fue­ra del esce­na­rio, la his­to­ria no pue­de pres­cin­dir del apa­sio­na­do amor que la unió duran­te varios años al mag­na­te navie­ro Aris­tó­te­les Onas­sis (Haluk Bil­gi­ner); si bien él inten­tó poseer­la que­rien­do que desis­ta de su carre­ra, ella demos­tró su con­di­ción femi­nis­ta de no tras­cen­der a su volun­tad; indu­da­ble­men­te, el casa­mien­to de Onas­sis con la viu­da del ase­si­na­do pre­si­den­te Ken­nedy cons­ti­tu­yó para María un tre­men­do gol­pe emo­cio­nal. En lo que res­pec­ta a su pro­pia fami­lia, hay una rápi­da refe­ren­cia en una esce­na que man­tie­ne con su her­ma­na Yakinthy (Vale­ria Golino). A fin de brin­dar al rela­to un toque de fan­ta­sía, Larraín nutre al film de algu­nas esce­nas que atra­vie­san úni­ca­men­te en la men­te de la artista

Si bien la bri­llan­te com­po­si­ción de Jolie es uno de los ele­men­tos vita­les del rela­to, eso no obs­ta para que la direc­ción de Larraín aun­que correc­ta resul­te un tan­to fría al no extraer del guión toda la fogo­si­dad que uno aguar­da de una per­so­na­li­dad tan gigan­tes­ca como lo fue La Callas. Con todo, eso que­da en gran par­te com­pen­sa­do por la mag­ní­fi­ca músi­ca de John Warhurst en don­de el aman­te de la ópe­ra se sola­za con mag­ní­fi­cos extrac­tos de varias ópe­ras inter­pre­ta­das por la diva.

En el elen­co, ade­más de Jolie, en roles de apo­yo se lucen Rohr­wa­cher y Favino. En otros rubros es des­ta­ca­ble la foto­gra­fía de Ed Lach­man com­bi­nan­do el uso del color con el blan­co y negro, como así tam­bién es meri­to­rio el dise­ño de pro­duc­ción de Guy Hendrix.

Sin alcan­zar un nivel de excep­ción el film es de todos modos apre­cia­ble, resul­tan­do enco­mia­ble el desa­fío asu­mi­do por Larraín en revi­vir a la inol­vi­da­ble dama del arte lírico.
Jor­ge Gutman

Con­mo­ve­dor Amor Paternal

LE ROMAN DE JIM. Fran­cia, 2024. Un film de Arnaud Larrieu y Jean-Marie Larrieu. 101 minutos

Un nota­ble melo­dra­ma es lo que los cineas­tas y her­ma­nos Arnaud y Jean-Marie Larrieu ofre­cen en Le Roman de Jim enfo­can­do el tema de la paternidad.

Karim Leklou y Eol Personne

Basa­do en el libro homó­ni­mo de Pie­rric Bailly, los direc­to­res siguen la tra­yec­to­ria emo­cio­nal vivi­da por Ayme­ric (Karim Leklou), a tra­vés de un perío­do de 28 años. En 1996 con sus 20 años de edad este joven resi­dien­do en la región de Jura, aban­do­nó sus estu­dios uni­ver­si­ta­rios, tra­ba­jan­do en un alma­cén. Al haber esta­do invo­lu­cra­do por sus cono­ci­dos en un robo de cua­dros de pin­tu­ra, es dete­ni­do y encar­ce­la­do por un par de años.

La acción se des­pla­za al año 2000 cuan­do cir­cuns­tan­cial­men­te Ayme­ric que has­ta ese enton­ces no encon­tró un sen­ti­do fijo a su vida sal­vo su pasión por la foto­gra­fía, sale al encuen­tro de Flo­ren­ce (Lae­ti­tia Dosch), una ex cole­ga de tra­ba­jo; aho­ra ella es enfer­me­ra y está grá­vi­da de 6 meses de un hom­bre casa­do y padre de dos hijos que se des­en­ten­dió de ella. El amor a pri­me­ra vis­ta que sur­ge entre ambos moti­va a que ade­más de con­vi­vir como pare­ja, Ayme­ric devie­ne el padre sus­ti­tu­to de Jim.

A tra­vés de los pri­me­ros 7 años de Jim (Eol Per­son­ne), se obser­va la devo­ción que Ayme­ric vuel­ca hacia él en todos los aspec­tos que con­cu­rren a la infan­cia de un niño; a su vez el peque­ño reco­no­ce y retri­bu­ye ese afec­to aun­que igno­ra que su pro­ge­ni­tor no es su padre bio­ló­gi­co. La fami­lia así con­for­ma­da cobra un giro ines­pe­ra­do cuan­do en la pri­ma­ve­ra de 2008 regre­sa Chris­tophe (Ber­trand Belin), el padre bio­ló­gi­co, moti­van­do a que Ayme­ric que­de des­pla­za­do de la fami­lia; para peor, Chris­tophe y Flo­ren­ce deci­den vivir en Mon­treal y ella mien­te a su hijo dicién­do­le que Ayme­ric deci­dió aban­do­nar­los para comen­zar una nue­va familia.

Por medio de una elip­sis la his­to­ria aho­ra se ubi­ca en el verano de 2017 don­de el des­pla­za­do padre ha reanu­da­do su vida sen­ti­men­tal con Oli­via (Sara Girau­deau), una maes­tra afi­cio­na­da al bai­le que le brin­da a él su cari­ño y sopor­te moral. Eso no eli­mi­na el sen­ti­mien­to de pena que aún expe­ri­men­ta por haber per­di­do con­tac­to con su entra­ña­ble y que­ri­do Jim, al que le que­da el recuer­do de las nume­ro­sas foto­gra­fías que con su cáma­ra cap­tó de él.

Sería incon­du­cen­te reve­lar qué es lo que acon­te­ce en 2024 cuan­do el aho­ra adul­to Jim (Andra­nic Manet) se topa con Ayme­ric pero lo cier­to es que resul­ta difí­cil no con­mo­ver­se con el des­en­la­ce de esta agri­dul­ce historia.

No es muy común que cineas­tas mas­cu­li­nos abor­den el tema de la pater­ni­dad, de allí que resul­ta más que elo­gia­ble la sen­si­bi­li­dad demos­tra­da por los her­ma­nos Larrieu quie­nes median­te una sobria narra­ción y evi­tan­do este­reo­ti­pos han sabi­do cap­tar los hon­dos sen­ti­mien­tos alber­ga­dos en el libro de Bailly.

Ade­más de la pul­cra y esme­ra­da rea­li­za­ción de los cineas­tas, gran par­te del logro de este melo­dra­ma resi­de en haber con­ta­do como pro­ta­go­nis­ta con Leklou. En una bri­llan­te actua­ción, sumer­gién­do­se por com­ple­to en su per­so­na­je, el actor refle­ja la ver­da­de­ra esen­cia del mis­mo al trans­mi­tir las vici­si­tu­des de un hom­bre melan­có­li­co, bona­chón y de máxi­ma ter­nu­ra que des­pués de cier­tos tro­pie­zos de juven­tud, encuen­tra sen­ti­do a su exis­ten­cia como el putati­vo pro­ge­ni­tor de Jim. A su lado se des­ta­ca Dosch como la mujer egoís­ta que no repa­ra el daño pro­vo­ca­do a quien supo que­rer­la como mari­do y padre de su hijo; en un per­fil más bajo igual­men­te se dis­tin­gue la expre­si­vi­dad de Girau­deau en su femi­nis­ta personaje.

Como esce­na­rio del rela­to se des­ta­ca el pano­ra­ma mon­ta­ño­so de Jura duran­te las dife­ren­tes esta­cio­nes del año, a tra­vés de la muy bue­na foto­gra­fía de Iri­na Lubtchansky.

En esen­cia, esta bella pelí­cu­la resal­ta la impor­tan­cia que adquie­re el amor pater­nal aun­que no esté nutri­do de lazos con­san­guí­neos y eso es lo que que­da en la memo­ria del espec­ta­dor. Jor­ge Gutman

Visual­men­te Espectacular

GLA­DIA­TOR II. Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos, 2024. Un film de Rid­ley Scott. 148 minutos

Des­pués de más de dos déca­das en el que Gla­dia­tor logró en 2001 el Oscar al mejor film del año ade­más de otros cua­tro pre­mios inclu­yen­do a Rus­sell Cro­we como mejor actor, el cineas­ta bri­tá­ni­co Rid­ley Scott diri­ge su secue­la en Gla­dia­tor II. Sin alcan­zar la gran­de­za del ori­gi­nal, de todos modos satis­fa­rá a una audien­cia pro­cli­ve a dis­fru­tar de un espec­tácu­lo nutri­do de acción y vio­len­cia a gra­nel en el mar­co de lo que fue el pode­ro­so impe­rio romano.

Paul Mes­cal

El rela­to basa­do en el guión de David Scar­pa, cier­ta­men­te des­pro­vis­to de rigu­ro­si­dad his­tó­ri­ca, cen­tra su aten­ción en Lucius (Paul Mes­cal) quien años atrás fue envia­do por su madre Luci­lla (Con­nie Niel­sen) a Numi­dia, una pro­vin­cia afri­ca­na de Roma que es el últi­mo bas­tión sepa­ra­tis­ta del impe­rio. Cuan­do la región sufre los emba­tes del ejér­ci­to de Roma a car­go del gene­ral Mar­cus Aca­cius (Pedro Pas­cal), la mujer de Lucius (Yuval Gonen) pier­de la vida en tan­to que él logra sal­var­se pero es apre­sa­do y envia­do a la capi­tal del impe­rio como escla­vo. Al ser com­pra­do por el ambi­cio­so comer­cian­te escla­vis­ta Macri­nus (Den­zel Washing­ton) Lucius es des­ti­na­do a luchar como gla­dia­dor en las are­nas del Coli­seo; su nota­ble des­tre­za refle­ja­da en los suce­si­vos encuen­tros con sus con­trin­can­tes satis­fa­ce al gen­tío que lo obser­va con espe­cial bene­plá­ci­to de los extra­va­gan­tes empe­ra­do­res melli­zos Geta (Joseph Quinn) y Cara­ca­lla (Fred Hechinger).

Sin por­me­no­ri­zar en deta­lles más espe­cí­fi­cos, en su mayor par­te el film trans­cu­rre en el mar­co de san­grien­tas bata­llas terres­tres y nava­les ‑en medio de vora­ces tibu­ro­nes- como al pro­pio tiem­po abun­dan las intri­gas pala­cie­gas, trai­cio­nes y cons­pi­ra­cio­nes en don­de Aca­cius, can­sa­do de los paté­ti­cos empe­ra­do­res, pla­nea un gol­pe mili­tar ten­dien­te a eliminarlos.

Argu­men­tal­men­te nada nue­vo ofre­ce esta secue­la y por aña­di­du­ra el ende­ble guión gene­ra un rela­to que se vuel­ve en par­te repe­ti­ti­vo sin alcan­zar dema­sia­da ten­sión ni menos aún el impac­to dra­má­ti­co y emo­cio­nal logra­do por el osca­ri­za­do film.

A nivel de inter­pre­ta­ción, quien real­men­te sobre­sa­le es Washing­ton sin que el res­to del elen­co lle­gue a tras­cen­der. En tal sen­ti­do la inter­pre­ta­ción pro­ta­gó­ni­ca de Mes­cal, si bien demos­tró su talen­to de actor en ante­rio­res opor­tu­ni­da­des, en este caso encar­nan­do al ávi­do gla­dia­dor sedien­to de ven­gan­za por el ase­si­na­to de su cón­yu­ge no ofre­ce el caris­ma nece­sa­rio que se aguar­da de este per­so­na­je; aun­que las com­pa­ra­cio­nes resul­ten poco sim­pá­ti­cas, no se pue­de olvi­dar el magis­tral rol ofre­ci­do por Rus­sell Cro­we en Gla­dia­tor.

A su favor, el octo­ge­na­rio rea­li­za­dor per­mi­te que su monu­men­tal pelí­cu­la des­te­lle visual­men­te gra­cias a los elo­gia­bles dise­ños de pro­duc­ción de Arthur Max y la valio­sa foto­gra­fía de John Mathie­son. Resu­mien­do, esta secue­la pue­de atraer por sus efec­tos espe­cia­les pero con una tra­ma que no lle­ga a sus­ci­tar emo­ción. Jor­ge Gutman

La Corri­da Camarguesa

UNE JEU­NES­SE FRA­NÇAI­SE. Cana­dá-Fran­cia, 2024. Un docu­men­tal escri­to y diri­gi­do por Jéré­mie Bat­ta­glia. 84 minutos

Las carac­te­rís­ti­cas de un depor­te que con la excep­ción de Fran­cia es poco cono­ci­do en el res­to del mun­do es lo que ofre­ce el docu­men­ta­lis­ta Jéré­mie Bat­ta­glia en este cau­ti­van­te docu­men­tal que tie­ne como esce­na­rio de fon­do la corri­da camarguesa.

Una esce­na del film

Antes de entrar de lleno a su con­te­ni­do, cabe men­cio­nar que dicha acti­vi­dad depor­ti­va se prac­ti­ca no solo en Camar­ga sino tam­bién en otras regio­nes ubi­ca­das al sur de Fran­cia . A dife­ren­cia de la corri­da de toros, en este caso los par­ti­ci­pan­tes se apro­xi­man al ani­mal sin la inten­ción de matar­lo sino con el pro­pó­si­to de arre­ba­tar un peda­zo de tela roja que está sos­te­ni­da por cor­do­nes entre sus cuer­nos. En Une Jeu­nes­se Fra­nçai­se el direc­tor enfo­ca a Jawad Bakloul y Bel­ka­cem Benham­mou, dos jóve­nes de ori­gen ára­be dedi­ca­dos a esta curio­sa com­pe­ten­cia depor­ti­va que anual­men­te se rea­li­za entre mar­zo y octubre.

A tra­vés de su cáma­ra Bat­ta­glia pre­sen­ta los tes­ti­mo­nios de ambos atle­tas como asi­mis­mo los de sus fami­lia­res. Es así que salen a relu­cir aspec­tos de amplio con­te­ni­do social al rese­ñar que estos mucha­chos tra­tan de sobre­sa­lir en este depor­te como medio de con­tra­rres­tar la dis­cri­mi­na­ción exis­ten­te en des­cen­dien­tes de inmi­gran­tes afri­ca­nos; el pre­va­le­cien­te racis­mo se mani­fies­ta en mate­ria de empleos ofre­ci­dos como igual­men­te en los pre­jui­cios mani­fes­ta­dos en la prác­ti­ca de este depor­te hacia quie­nes no son fran­ce­ses de pura cepa.

Asi­mis­mo, el docu­men­tal ilus­tra algu­nos de los encuen­tros en la are­na del com­pe­ti­dor con el toro en don­de los par­ti­ci­pan­tes están expues­tos al serio ries­go de que­dar heri­do por el ani­mal; ése es el caso de Jawad quien en una de las con­tien­das que­dó gra­ve­men­te lesio­na­do, lo que le hace refle­xio­nar acer­ca de su incier­to futu­ro; dife­ren­te es la situa­ción de Bel­ka­cem que desa­fian­do el peli­gro laten­te del depor­te aspi­ra a con­ver­tir­se en cam­peón de Fran­cia y poder sub­ve­nir a las nece­si­da­des de su familia.

Con una cui­da­do­sa pues­ta escé­ni­ca, Bat­ta­glia obtie­ne un docu­men­tal flui­do y nutri­do de hon­do con­te­ni­do humano don­de ade­más de refle­jar las vici­si­tu­des y obs­tácu­los que afron­tan sus dos atle­tas en sus esfuer­zos de inte­gra­ción a un medio social racis­ta, igual­men­te ofre­ce una bue­na pin­tu­ra de las fes­ti­vi­da­des y tra­di­cio­nes aso­cia­das con esta dis­tin­ti­va acti­vi­dad depor­ti­va. Jor­ge Gutman

Revi­vien­do el Amor Conyugal

NOUS, LES LEROY. Fran­cia, 2024. Un film escri­to y diri­gi­do por Flo­rent Ber­nard. 103 minutos

En su pri­mer tra­ba­jo como rea­li­za­dor Flo­rent Ber­nard con­si­de­ra en Nous, les Leroy el tema de la com­ple­ji­dad conyugal.

José Gar­cía y Char­lot­te Gainsbourg

El guión del novel cineas­ta pre­sen­ta a San­dri­ne (Char­lot­te Gains­bourg), una mujer que tras vein­te años de matri­mo­nio con Chris­tophe Leroy (José Gar­cía) sien­te que la ruti­na­ria vida con su espo­so no le ofre­ce incen­ti­vos, tenien­do en cuen­ta que por razo­nes de tra­ba­jo no hay mayor comu­ni­ca­ción. Esa situa­ción la afec­ta en dema­sía y es así que deci­de sepa­rar­se de su mari­do, comu­ni­can­do su pro­pó­si­to a sus hijos Bas­tien (Hadrien Heaul­mé) de 18 años y Lore­ley (Lily Aubry) de 16 años. Cuan­do Chris­tophe se ente­ra de la deci­sión de su mujer, él que la quie­re y no desea que el núcleo fami­liar se disuel­va, le rue­ga que le brin­de la opor­tu­ni­dad de cam­biar de pare­cer; para ello pro­po­ne efec­tuar un via­je con San­dri­ne y sus hijos a fin de visi­tar los luga­res que el matri­mo­nio solía fre­cuen­tar en el pasado.

En la pri­me­ra para­da de este peri­plo visi­tan el depar­ta­men­to que habi­ta­ron al prin­ci­pio de la vida con­yu­gal, para pos­te­rior­men­te pro­se­guir a un res­tau­ran­te en el que Chris­tophe le pro­pu­so matri­mo­nio a San­dri­ne. Con todo la pro­se­cu­ción de este via­je no resul­ta­rá de acuer­do a lo planeado.

Entre­mez­clan­do situa­cio­nes risue­ñas con otras más serias, el film inten­ta demos­trar cómo la ausen­cia de comu­ni­ca­ción afec­tó la rela­ción con­yu­gal al haber gene­ra­do la des­ilu­sión de San­dri­ne sin que su mari­do lo hubie­se per­ci­bi­do. Asi­mis­mo el rela­to de Ber­nard tras­lu­ce la fal­ta de un con­tac­to más inten­so del matri­mo­nio hacia sus hijos como es el caso de la ado­les­cen­te Lore­ley sin­tién­do­se un poco resen­ti­da por la fal­ta de aten­ción de sus padres.

En últi­ma ins­tan­cia Chris­tophe reco­no­ce que ade­más de tra­tar de revi­vir la chis­pa amo­ro­sa de su espo­sa, debe adop­tar un cam­bio de acti­tud en la rela­ción man­te­ni­da con sus hijos. Es así que en la últi­ma par­te del rela­to el film ofre­ce momen­tos de ter­nu­ra, a tra­vés de la sen­si­ble acti­tud de Chris­tophe hacia su mujer como al pro­pio tiem­po ayu­dan­do a su hijo a que pue­da reanu­dar el inte­rrum­pi­do víncu­lo sen­ti­men­tal con su joven amiga.

Basa­do en su expe­rien­cia per­so­nal, Ber­nard ofre­ce un emo­ti­vo cua­dro de fami­lia resal­tan­do la impor­tan­cia de los lazos emo­cio­na­les que unen a sus miem­bros y la for­ma de man­te­ner­los permanentemente.

Con la sóli­da actua­ción de su elen­co, sobre todo la de Gains­bourg, un acer­ta­do guión y la pre­ci­sa rea­li­za­ción de Ber­nard, se asis­te a un sen­ci­llo y genuino rela­to agri­dul­ce capaz de lograr la empa­tía del espec­ta­dor. Jor­ge Gutman