Un Bello Film de Animación

THE BOY AND THE HERON. Japón, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Hayao Miyazaki.124 minutos

Des­pués de 10 años de ausen­cia en don­de Hayao Miya­za­ki des­lum­bró con The Wild Rises aho­ra pre­sen­ta su últi­ma crea­ción The Boy and the Heron. El gran pio­ne­ro y maes­tro de la ani­ma­ción japo­ne­sa sigue fas­ci­nan­do con su crea­ti­vi­dad en una his­to­ria  basa­da en par­te en recuer­dos de su niñez.

El guión que trans­cu­rre duran­te la Segun­da Gue­rra pre­sen­ta a Mahi­to (voz de Soma San­to­ki), un niño de 11 años que que­da ate­rra­do cuan­do una bom­ba explo­ta en el hos­pi­tal en que tra­ba­ja su madre Hisa­ko quien pere­ce en el incen­dio pro­du­ci­do. Al poco tiem­po él y su padre Shoi­chi (voz de Kimu­ra Taku­ya) que es inge­nie­ro tra­ba­jan­do para una com­pa­ñía que fabri­ca avio­nes, se tras­la­dan des­de Tokio a una zona cam­pes­tre don­de vivi­rán con su nue­va espo­sa Natsu­ko (voz de Kimu­ra Yoshino) que es el vivo refle­jo de Hisako.

Una esce­na del film

Mahi­to no pue­de olvi­dar a su madre cuya tra­ge­dia le pro­du­ce una pro­fun­da pena y man­tie­ne la espe­ran­za de vol­ver a ver­la. Tra­tan­do de adap­tar­se en su nue­vo hogar su exis­ten­cia cobra un giro dife­ren­te cuan­do es per­se­gui­do agre­si­va­men­te por una gar­za gris (voz de Masa­ki Suda) quien le dice que su madre no está real­men­te muer­ta. Sor­pren­di­do, el chi­co lle­ga a infil­trar­se en una aban­do­na­da torre don­de habi­ta el ave quien tra­ta­rá de ayu­dar­lo a tra­vés de un mun­do nue­vo. A par­tir de ese momen­to el rela­to cam­bia de tono adqui­rien­do el carác­ter de una fan­ta­sía don­de Mahi­to pre­sen­cia un curio­so rei­no pobla­do entre otros per­so­na­jes por gigan­tes­cos peri­qui­tos y una joven pirata.

En esta his­to­ria el rea­li­za­dor trans­cri­be las expe­rien­cias del chi­co que al ir madu­ran­do le per­mi­ten cono­cer­se mejor, apa­ci­guar su dolor y afron­tar mejor el mun­do en que le toca vivir. Lo que real­men­te impre­sio­na es cómo Miya­za­ki refle­ja la vio­len­cia del mun­do actual que no difie­re mayor­men­te del uni­ver­so para­le­lo vivi­do por Mahi­to, por lo que glo­bal­men­te con­si­de­ra­do el film tra­sun­ta una sen­sa­ción pesimista.

En el aspec­to visual no exis­ten pala­bras que expre­sen ple­na­men­te la magia que el genial octo­ge­na­rio rea­li­za­dor logra en cada plano secuen­cia de ani­ma­ción imbui­da de bri­llan­tes colo­res. Así como acon­te­ció con su film pre­ce­den­te cuan­do Miya­za­ki seña­la­ba que sería su pelí­cu­la pós­tu­ma, aquí nue­va­men­te lo reite­ra; oja­lá que The Boy and the Heron no cons­ti­tu­ya su des­pe­di­da del cine a fin de que se pue­da seguir dis­fru­tan­do de su excep­cio­nal maes­tría artística.

Que­da como balan­ce una obra esté­ti­ca­men­te bella a la vez que emo­ti­va y pro­fun­da­men­te huma­na capaz de satis­fa­cer no sola­men­te a quie­nes se incli­nan por los fil­mes ani­ma­dos sino asi­mis­mo a un públi­co más amplio; por lo tan­to mere­ce la incon­di­cio­nal reco­men­da­ción de quien escri­be estas líneas. Jor­ge Gutman

El Gran Maestro

MAES­TRO. Esta­dos Uni­dos, 2023. Un film de Brad­ley Cooper. 129 minutos

A la lis­ta de remar­ca­bles fil­mes pre­sen­ta­dos duran­te el año en cur­so tales como Oppenhei­mer, Fallen Lea­ves, Ana­tomy of a Fall, Past Lives y Killers of the Flo­wer Moon, entre otro títu­los, es nece­sa­rio aña­dir Maes­tro al que pue­de cali­fi­car­se como una mara­vi­llo­sa sin­fo­nía cinematográfica.

Si bien el actor Brad­ley Cooper demos­tró su talen­to como rea­li­za­dor en A Star is Born (2018), aquí lo rati­fi­ca ple­na­men­te abor­dan­do la carre­ra pro­fe­sio­nal del gran com­po­si­tor, direc­tor musi­cal pia­nis­ta y autor de músi­ca de fil­mes Leo­nard Berns­tein así como su rela­ción con su ama­da Feli­cia Mon­tea­le­gre con quien com­par­tió 27 años de vida conyugal.

Carey Mulli­gan y Brad­ley Cooper

El guión esbo­za­do por el rea­li­za­dor com­par­ti­do con Josh Sin­ger en un bre­ve pró­lo­go fil­ma­do en color pre­sen­ta a Berns­tein (Cooper), apo­da­do Lenny, en los últi­mos años de su vida tocan­do en el piano una melan­có­li­ca melo­día duran­te una entre­vis­ta que le es efec­tua­da, en don­de recuer­da a su que­ri­da espo­sa. Con una fil­ma­ción en blan­co y negro, la acción retro­ce­de en el tiem­po don­de Berns­tein com­par­tien­do la cama con el cla­ri­ne­tis­ta David Oppenheim (Matt Bor­ner) es des­per­ta­do en la maña­na del 14 de noviem­bre de 1943 por un lla­ma­do tele­fó­ni­co; en el mis­mo se le soli­ci­ta que como direc­tor adjun­to de la Orques­ta Filar­mó­ni­ca de New York diri­ja ese día un con­cier­to en el Car­ne­gie Hall en reem­pla­zo del céle­bre direc­tor Bruno Wal­ter impo­si­bi­li­ta­do de rea­li­zar­lo debi­do a una ines­pe­ra­da enfer­me­dad. A pesar de no dis­po­ner del nece­sa­rio tiem­po de ensa­yo, rea­li­za ese con­cier­to reci­bien­do una cla­mo­ro­sa ova­ción del públi­co asis­ten­te como así tam­bién por par­te de la crí­ti­ca espe­cia­li­za­da; en la medi­da que el con­cier­to ha sido trans­mi­ti­do por radio, su éxi­to se inten­si­fi­ca por la audien­cia que lo ha escu­cha­do. De allí en más el joven músi­co de 25 años se con­vier­te en el pri­mer direc­tor ame­ri­cano reco­no­ci­do mundialmente.

En 1946 en una reu­nión ofre­ci­da por Shir­ley (Sarah Sil­ver­man), la her­ma­na de Lenny, mien­tras él entre­tie­ne a los asis­ten­tes tocan­do el piano lle­ga como invi­ta­da la joven estu­dian­te de tea­tro Feli­cia Mon­tea­le­gre (Carey Mulli­gan). De inme­dia­to sur­ge una mar­ca­da sim­pa­tía entre ambos que pron­ta­men­te devie­ne en una febril his­to­ria de amor aun­que no exen­ta de adversidades.

A tra­vés de una elip­sis y vol­vien­do nue­va­men­te la fil­ma­ción en colo­res, años des­pués se obser­va al matri­mo­nio jun­to con sus vás­ta­gos Jamie (Maya Haw­ke), Ale­xan­der (Sam Nivo­la) y Nina (Ale­xa Swin­ton) con­for­man­do una sóli­da unión familiar.

Con mucha suti­le­za Cooper des­ta­ca cómo la bise­xua­li­dad de Leo­nard no impi­de que ese matri­mo­nio per­du­re en la medi­da que Feli­cia lo acep­ta tal cual es. En tal sen­ti­do resul­ta intere­san­te la esce­na cuan­do Jamie en una con­ver­sa­ción con su padre le cuen­ta lo que oyó acer­ca de su doble orien­ta­ción sexual; él adu­ce que no hay nada al res­pec­to y que los rumo­res son pro­du­ci­dos por quie­nes lo envi­dian. Pero cuan­do en 1976 el com­po­si­tor aban­do­na a Feli­cia por haber­se rela­cio­na­do con Tom Coth­ran (Gideon Glick), direc­tor musi­cal de una emi­so­ra de San Fran­cis­co, se pro­du­ce una rup­tu­ra en la pare­ja pero el amor todo lo pue­de para que al poco tiem­po se pro­duz­ca la recon­ci­lia­ción matrimonial.

Como es de espe­rar, la músi­ca de Berns­tein ocu­pa un lugar impor­tan­te en la ban­da sono­ra inclu­yen­do frag­men­tos de la ópe­ra A quiet Pla­ce y la ober­tu­ra de la ope­re­ta Can­di­de del com­po­si­tor. Con todo, una de las secuen­cias más glo­rio­sas y tras­cen­den­tes del film acae­ce en la cate­dral de Ely en Ingla­te­rra, don­de Berns­tein eje­cu­ta la par­te final del últi­mo movi­mien­to de la majes­tuo­sa Segun­da Sin­fo­nía (“Resu­rrec­ción”) de Mah­ler. Ahí el Cooper actor se con­vier­te en el fogo­so Berns­tein demos­tran­do el ardor de su san­gre al estar embria­ga­do con la músi­ca del inmor­tal autor aus­tro-bohe­mio; cuan­do al ter­mi­nar la inter­pre­ta­ción la audien­cia aplau­de a rabiar, antes de salu­dar al públi­co Berns­tein se diri­ge a abra­zar fuer­te­men­te a la con­mo­vi­da Feli­cia quien encon­trán­do­se en el transep­to de la basí­li­ca con­tem­pló a su mari­do diri­gien­do con brío a la orquesta.

Cui­dan­do de no des­bor­dar en un edul­co­ran­te sen­ti­men­ta­lis­mo, es remar­ca­ble cómo Cooper ha logra­do en su tra­mo final ilus­trar con suma deli­ca­de­za la enfer­me­dad ter­mi­nal de Feli­cia y la mane­ra en que Lenny evi­den­cia su pena al ser cons­cien­te de su inmi­nen­te pérdida.

En su con­di­ción de actor es admi­ra­ble el desem­pe­ño de Cooper quien ade­más de mos­trar un gran pare­ci­do físi­co con Berns­tein trans­mi­te acer­ta­da­men­te las dis­tin­tas face­tas del excep­cio­nal com­po­si­tor tan­to como el hom­bre extra­ver­ti­do, radian­te, fogo­so fren­te a la orques­ta, como así tam­bién sus momen­tos de depre­sión al tra­tar de con­ci­liar su ambi­güe­dad sexual con el gran amor de su vida; en lo estric­ta­men­te musi­cal, Cooper con­tó con la valio­sa asis­ten­cia del exi­mio maes­tro Yan­nick Nézet-Séguin para que pudie­ra genui­na­men­te trans­mi­tir lo que sen­tía Berns­tein fren­te a los músi­cos de la orques­ta. No menos remar­ca­ble es la bri­llan­te com­po­si­ción de Mulli­gan expre­san­do la for­ta­le­za, devo­ción y el apo­yo incon­di­cio­nal de una mujer hacia el hom­bre que ama tan­to en su vida ínti­ma como pro­fe­sio­nal, per­mi­tien­do de ese modo la per­du­ra­bi­li­dad conyugal.

La des­tre­za de Cooper como rea­li­za­dor se mani­fies­ta no solo en lo que con­cier­ne al desem­pe­ño del mag­ní­fi­co elen­co sino que ade­más se des­ta­ca por haber brin­da­do máxi­ma flui­dez al rela­to en el mar­co de un esti­lo clá­si­co de narra­ción. A ello habrá que agre­gar la nota­ble foto­gra­fía, el inme­jo­ra­ble dise­ño de pro­duc­ción y muy en espe­cial la valio­sa coope­ra­ción del equi­po de maqui­lla­je ilus­tran­do cómo la fiso­no­mía de los pro­ta­go­nis­tas evi­den­cia el natu­ral cam­bio duran­te las varias déca­das en que trans­cu­rre el rela­to. Jor­ge Gutman

Nota: Maes­tro esta­rá dis­po­ni­ble en la pla­ta­for­ma de Net­flix a par­tir del 20 de diciembre.

Una Intrin­ca­da Historia

MONS­TER. Japón, 2023. Un film de Hiro­ka­zu Kore-eda. 126 minutos.

Incli­na­do a abor­dar temas vin­cu­la­dos con las carac­te­rís­ti­cas que asu­me el com­por­ta­mien­to fami­liar, en este caso Hiro­ka­zu Kore-eda se refie­re a la rela­ción entre una madre y su hijo aun­que la intrin­ca­da y com­ple­ja his­to­ria plan­tea­da en Mons­ter con­si­de­ra varios tópi­cos adi­cio­na­les. Acos­tum­bra­do a pre­pa­rar sus pro­pios guio­nes, en este caso Kore-eda se vale del con­ce­bi­do por Yuhi Saka­mo­to; eso en par­te pue­de expli­car que este film no alcan­ce la enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca logra­da en pre­vios tra­ba­jos que lo han con­sa­gra­do inter­na­cio­nal­men­te como uno de los más pres­ti­gio­sos cineastas.

Soya Kuro­ka­wa y Hina­ta Hiiragi

La his­to­ria que está ambien­ta­da en la ciu­dad japo­ne­sa de Suwa intro­du­ce a Sao­ri (Saku­ra Ando) una mujer viu­da y madre de Mina­to (Soya Kuro­ka­wa), un chi­co de 10 años que cur­sa el quin­to gra­do de edu­ca­ción ele­men­tal. El niño evi­den­cia cier­tos pro­ble­mas de con­duc­ta que lo tor­nan extra­ño al mani­fes­tar que podría poseer un cere­bro de cer­do; a todo ello, sue­le tener ideas raras sobre las reen­car­na­cio­nes, des­apa­re­ce súbi­ta­men­te y a su vez mani­fies­ta a su madre que en la escue­la es obje­to de bull­ying y que Hori (Eita Naga­ya­ma), su pro­fe­sor de edu­ca­ción físi­ca, lo con­si­de­ra un mons­truo. De inme­dia­to Sao­ri se diri­ge a la escue­la que­ján­do­se ante la direc­to­ra Maki­ko (Yuko Tana­ka) por la acti­tud del docen­te. No obs­tan­te las dis­cul­pas ofre­ci­das por el incul­pa­do Michi­toshi lo cier­to es que para sal­var la ima­gen de la ins­ti­tu­ción él lle­ga a ser despedido.

El rela­to cobra un giro dife­ren­te cuan­do la ver­sión de lo acon­te­ci­do es ofre­ci­da por el pro­fe­sor, en don­de se detec­ta que Mina­to no es tan ino­cen­te como lo supu­so su madre y que lo que se expu­so ante­rior­men­te difie­re por com­ple­to de lo que acon­te­ció en el ámbi­to esco­lar. A su vez, la his­to­ria se com­pli­ca más cuan­do se asis­te a la ver­sión ofre­ci­da por Mina­to y su com­pa­ñe­ro Yori (Hina­ta Hiiragi).

Adop­tan­do el méto­do uti­li­za­do por Aki­ra Kuro­sa­wa en Rasho­mon (1950), Kore-eda tra­ta de emu­lar­lo median­te la expo­si­ción de hechos que difie­ren según quien los cuen­te. Pero en este caso el rea­li­za­dor deli­be­ra­da­men­te ocul­ta infor­ma­ción y eso moti­va a que final­men­te no que­de con­vin­cen­te­men­te acla­ra­do el cru­ci­gra­ma pro­pues­to, que­dan­do la duda de si Mina­to es la víc­ti­ma o el vic­ti­ma­rio y quién es en últi­ma ins­tan­cia el mons­truo de esta his­to­ria. Con todo, a tra­vés de su expo­si­ción el film per­mi­te refle­xio­nar sobre la cul­tu­ra de la can­ce­la­ción, a raíz del des­pi­do del pro­fe­sor para aca­llar la opi­nión públi­ca, como asi­mis­mo deja entre­ver cier­ta crí­ti­ca a la homo­fo­bia en vir­tud de los pre­jui­cios exis­ten­tes por la sóli­da amis­tad de Mina­to con Yori don­de ambos dejan entre­ver sus genui­nos sentimientos.

A pesar de las obje­cio­nes seña­la­das res­pec­to a su cohe­ren­cia el film des­ti­la un con­si­de­ra­ble huma­nis­mo en sus prin­ci­pa­les per­so­na­jes y en tal sen­ti­do Kore-eda sigue demos­tran­do que es un remar­ca­ble direc­tor de jóve­nes acto­res como es el caso de Soya Kuro­ka­wa y el de Hina­ta Hii­ra­gi quie­nes aca­rrean sóli­da­men­te gran par­te del relato.

Con­si­de­ra­ción espe­cial mere­ce la exce­len­te ban­da sono­ra com­pues­ta por el recien­te­men­te falle­ci­do músi­co Ryui­chi Saka­mo­to, que con­fi­gu­ra un nota­ble com­ple­men­to con lo que el film expo­ne. Jor­ge Gutman

Apa­rien­cias Engañosas

EILEEN. Esta­dos Uni­dos, 2023. Un film de William Oldroyd. 95 minutos

En 2016 el direc­tor tea­tral y de ópe­ra William Oldroy impre­sio­nó con su pri­mer lar­go­me­tra­je Lady Mac­beth, un sobrio dra­ma muy bien tra­ta­do y mag­ní­fi­ca­men­te actua­do por Flo­ren­ce Pugh en el rol pro­ta­gó­ni­co. Sin embar­go Eileen, su segun­do tra­ba­jo que tuvo su estreno mun­dial en Sun­dan­ce, no des­pier­ta el mis­mo entu­sias­mo en la medi­da que lo que el rea­li­za­dor enfo­ca en su pri­me­ra hora de metra­je, se dilu­ye por com­pe­to en los sub­si­guien­tes minutos.

Tho­ma­sin McKenzie

El rea­li­za­dor se ha basa­do en la nove­la homó­ni­ma de Ottes­sa Mosh­fegh publi­ca­da en 2016, con un guión pre­pa­ra­do por la auto­ra del libro y Luke Goe­bel, ubi­can­do la acción en la déca­da del 60 en los subur­bios de Bos­ton. Allí resi­de Eileen Dun­lap (Tho­ma­sin McKen­zie), una joven de 24 años jun­to con su padre Jim (Shea Whigham), un ex poli­cía viu­do. Ella es una chi­ca retraí­da que tra­ba­ja como secre­ta­ria en una peni­ten­cia­ria juve­nil de varo­nes, don­de ve trans­cu­rrir su vida de mane­ra ruti­na­ria a la vez que sufre los emba­tes de su padre alcohó­li­co que en esta­do de ebrie­dad sue­le uti­li­zar su arma para asus­tar a los chi­cos del vecin­da­rio. Asi­mis­mo, Eileen nutre su ima­gi­na­ción con fan­ta­sías sexua­les en don­de un guar­dia de la pri­sión (Owen Tea­gue) inti­ma con ella, como asi­mis­mo en cier­tas oca­sio­nes vis­lum­bra estar arma­da y matar a su progenitor.

La labor ruti­na­ria de Eileen se alte­ra cuan­do lle­ga al cen­tro peni­ten­cia­rio Rebec­ca Saint John (Anne Hatha­way), una psi­có­lo­ga de apro­xi­ma­da­men­te cua­ren­ta años quien ha sido con­tra­ta­da para tra­tar a los jóve­nes pre­si­dia­rios; ella ase­me­ja ser una mujer mun­da­na, muy bien ves­ti­da y cier­ta­men­te atrac­ti­va que con­tras­ta por com­ple­to con la per­so­na­li­dad de Eileen. En su pri­mer día de tra­ba­jo y estan­do acom­pa­ña­da por Eileen son tes­ti­gos de una esce­na no muy agra­da­ble que tie­ne lugar cuan­do una madre (Marin Ire­land) visi­ta en la cár­cel a su hijo Leo (Sam Nivo­la) que ha sido con­vic­to por haber ase­si­na­do a su padre policía.

https://www.youtube.com/watch?v=wkMIv0xuzr8

A tra­vés de la comu­ni­ca­ción man­te­ni­da entre Eileen y Rebec­ca, la joven se encuen­tre más ani­ma­da y fas­ci­na­da por la per­so­na­li­dad de la psi­có­lo­ga emer­gien­do un sen­ti­mien­to de atrac­ción román­ti­ca hacia ella, cir­cuns­tan­cia que evo­ca al exce­len­te film Carol (2015) de Todd Hay­nes; eso que­da refle­ja­do cuan­do ambas dan­zan jun­tas en un bar noc­turno y sobre todo cuan­do Eileen es invi­ta­da por Rebec­ca a que cele­bren en su hogar la vís­pe­ra de Navi­dad. Arre­gla­da de pun­ta en blan­co y uti­li­zan­do un atuen­do de fies­ta per­te­ne­cien­te a su difun­ta madre, Eileen lle­ga a la casa de Rebec­ca. En un comien­zo la vela­da trans­cu­rre plá­ci­da­men­te has­ta el ins­tan­te en que la anfi­trio­na le soli­ci­ta un favor espe­cial, que no se habrá de deve­lar en qué con­sis­te para no malo­grar la intri­ga de quie­nes deseen pre­sen­ciar este film; lo úni­co que se pue­de anti­ci­par es que lo que se apre­cia de aquí en más es un rela­to de horror bajo la apa­rien­cia de un enga­ño­so thri­ller psicológico.

No hay nada más frus­tran­te para el espec­ta­dor cuan­do des­pués de haber asis­ti­do a una muy intere­san­te des­crip­ción de las per­so­na­li­da­des de las dos pro­ta­go­nis­tas feme­ni­nas, repen­ti­na­men­te las mis­mas se modi­fi­can por com­ple­to. Por aña­di­du­ra en el seg­men­to final de esta his­to­ria las esce­nas se suce­den ver­ti­gi­no­sa­men­te con­du­cien­do a un des­en­la­ce que ade­más de abrup­to es com­ple­ta­men­te irreal y por lo tan­to decep­cio­nan­te. Si bien son des­ta­ca­bles las sóli­das inter­pre­ta­cio­nes de McKen­zie y de Anne Hatha­way así como igual­men­te se dis­tin­guen en roles de apo­yo las de Ire­land y Whigham, el pro­ble­ma resi­de en que es difí­cil iden­ti­fi­car­se con lo que sus per­so­na­jes ter­mi­nan sien­do, por más que los mis­mos res­pon­dan a lo que la auto­ra vuel­ca en su novela.

En suma, es de lamen­tar que lo que el film pro­me­tía en un prin­ci­pio se haya esfu­ma­do con una pro­vo­ca­ti­va e incon­gruen­te reso­lu­ción. Jor­ge Gutman

Una Her­mo­sa Fábula

FALLEN LEA­VES. Fin­lan­dia-Ale­ma­nia, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Aki Kau­ris­ma­ki. 81 minutos

Con su esti­lo incon­fun­di­ble des­ti­lan­do sole­dad, melan­co­lía y ter­nu­ra, Aki Kau­ris­ma­ki retor­na para ofre­cer una her­mo­sa fábu­la de tin­te román­ti­co en Fallen Lea­ves que mere­ci­da­men­te obtu­vo el Pre­mio del Jura­do en Cannes.

Alma Pöysty y Jus­si Vatanen

De mane­ra con­ci­sa y aus­te­ra, el rea­li­za­dor sumer­ge a su audien­cia en una atra­pan­te his­to­ria cen­tra­da en dos taci­tur­nos pro­ta­go­nis­tas. En el guión que le per­te­ne­ce Kau­ris­ma­ki pre­sen­ta a Ansa (Alma Pöysty) a quien se la con­tem­pla como emplea­da de un super­mer­ca­do; sin embar­go, pron­ta­men­te es des­pe­di­da por­que al con­cluir una jor­na­da se apro­pió de comi­da sobran­te para lle­var­la a su casa, que de otro modo esta­ba des­ti­na­da al ces­to de basu­ra. El otro per­so­na­je es Holap­pa (Jus­si Vata­nen), un tra­ba­ja­dor de una empre­sa meta­lúr­gi­ca don­de tam­bién pier­de su empleo y su esta­do depre­si­vo lo com­ba­te en par­te con el alcohol.

Estos dos seres tími­dos se cono­cen aza­ro­sa­men­te en un karao­ke y la pri­me­ra cita for­mal para jun­tar­se es una sali­da a un cine de arte don­de se pro­yec­ta la pelí­cu­la The Dead Don’t Die de Jim Jar­mush. A lo lar­go de dife­ren­tes encuen­tros, des­en­cuen­tros y obs­tácu­los que deben afron­tar, final­men­te ter­mi­na­rán unien­do sus vidas como en un cuen­to de hadas.

Como es su cos­tum­bre, Kau­ris­ma­ki inclu­ye refe­ren­cias de gran­des rea­li­za­do­res del cine uni­ver­sal como lo han sido Cha­plin, Bres­son, Tati„ entre otros. Asi­mis­mo, como apa­sio­na­do del tan­go uti­li­za su músi­ca en gran par­te de su fil­mo­gra­fía y en este caso la ban­da sono­ra del film inclu­ye Arra­bal Amar­go can­ta­do por Car­los Gar­del en un bar lla­ma­do Bue­nos Aires; igual­men­te se escu­cha la Sere­na­ta de Schu­bert así como Ita­lian Mam­bo can­ta­da en fin­lan­dés y la céle­bre can­ción Las Hojas Muer­tas.

El cineas­ta, siem­pre aler­ta de lo que social y polí­ti­ca­men­te está ocu­rrien­do en el mun­do, deja que la radio trans­mi­ta los acon­te­ci­mien­tos de la inva­sión de Rusia a Ucra­nia en oca­sión del bom­bar­deo de la ciu­dad de Mariu­pol por el coman­do ruso.

La pelí­cu­la está natu­ral­men­te actua­da en don­de tan­to Vata­nen como Pöys­ti trans­mi­ten la sole­dad que embar­ga a sus per­so­na­jes has­ta el momen­to del encuen­tro; a par­tir de allí estas dos almas geme­las vis­lum­bran la luz de espe­ran­za de que a tra­vés del amor sus vidas tran­si­ten por un sen­de­ro más pro­mi­so­rio. Aun­que ambos acto­res cubren el mayor peso del rela­to, Jan­ne Hyy­tiai­nen logra un buen desem­pe­ño como Huo­ta­ri, el ami­go de Holap­pa quien se mues­tra con­fia­do en el canto.

Rein­ven­tán­do­se a sí mis­mo, el gran cineas­ta ofre­ce con este su vigé­si­mo film roda­do en 35 mm otro lumi­no­so tra­ba­jo don­de alter­nan ele­men­tos tris­tes con otros ale­gres sazo­na­dos con su típi­co humor asor­di­na­do en el mar­co de una bella his­to­ria agri­dul­ce. Es así que no obs­tan­te su nota­ble sen­ci­llez, Fallen Lea­ves emo­cio­na des­ti­lan­do su entra­ña­ble huma­ni­dad. Alu­dien­do al refrán de Bal­ta­sar Gra­cián que “lo bre­ve si bueno es dos veces bueno” aquí se diría “dos veces remar­ca­ble­men­te bueno”.
Jor­ge Gutman