PIECES OF A WOMAN. Canadá-Hungría, 2020. Un film de Kornél Mundruczó. 128 minutos. Disponible en Netflix.
El director húngaro Kornél Mundruczó, bien conocido en el ámbito festivalero al haber obtenido su film White God (2014) el premio mayor en la sección Un Certain Regard del festival de Cannes retorna ahora con su primer trabajo efectuado en inglés. Aquí confirma su talento de cineasta a pesar de que Pieces of a Woman no llega a colmar la expectativa aguardada.
El pecado de este film, si así se le puede denominar, es que además de abordar dos temas ‑uno como consecuencia del otro‑, añade otra historia subyacente que desvía la atención al no lograr integrarse en un todo global.
Martha (Vanessa Kirby) y Sean (Shia LaBeouf) conforman un joven matrimonio radicado en Boston que aguardan con ansiedad la inminente llegada del primer hijo. En las primeras escenas se puede apreciar el gran amor de esta pareja y todo hace suponer que será aún más reforzado al agrandarse la familia.
Después de mostrar que Sean se desempeña como capataz de una obra en construcción, el desarrollo del relato se traslada al hogar de la pareja cuando ella comienza a sentir sucesivas contracciones y se produce la ruptura de la bolsa de agua. En la medida que el matrimonio decidió que el parto se efectúe en el hogar en lugar de una clínica hospitalaria, la operación es realizada con la intervención de Eva (Molly Parker), una profesional sanitaria especializada en atender partos. Es aquí donde Mundruczó ofrece un extraordinario plano secuencia de poco más de 20 minutos transmitiendo la intensa tensión generada por los fuertes dolores experimentados por la parturienta antes del alumbramiento, en tanto que Sean trata de brindarle el máximo apoyo emocional. Finalmente se produce el momento de júbilo cuando la hijita asoma a la vida, pero esa dicha se desvanece en escasos segundos cuando inesperadamente perece en los brazos de su madre.
Es fácil de conmiserarse con la profunda pena vivida por los cónyuges en donde el guión de Kata Weber considera el diferente modo en que cada uno de ellos la transmite y las diferencias que se producen. Martha vive su trauma queriendo eliminar cualquier vestigio vinculado con su hijita desaparecida; adoptando una actitud autodestructiva rechaza los estímulos que su marido con profundo sentimiento trata de ofrecerle para levantar su deplorable estado anímico. En cuanto a Sean, él vuelca su pesadumbre queriendo aferrarse por completo al recuerdo del ser perdido y oponiéndose a que su mujer deshaga la habitación especialmente preparada para quien habría de ocuparla. Así, en un proceso que se prolonga por espacio de 7 meses, el film ilustra la forma en que el estrecho lazo de amor se va desintegrando frente al desinterés que Martha va sintiendo hacia su esposo, a pesar de los denodados esfuerzos que él realiza para que el vínculo no se disuelva.
Lo que podría constituir un interesante estudio de caracteres demostrando cómo un desdichado acontecimiento puede conducir a la conclusión de una relación conyugal, el guón adopta una variante que dispersa la atención del foco central de esta historia. Eso acontece cuando Elizabeth (Ellen Burstyn) la entrometida anciana madre de Martha, insta a su hija a demandar judicialmente a la partera por presunta negligencia y pueda obtener una compensación monetaria; en consecuencia, el consiguiente juicio que tiene lugar podría haber sido prescindido por completo. En todo caso la presencia de Elizabeth en el marco del relato es la excusa para demostrar la tirante relación existente entre la hija y su madre así como el menosprecio de esta mujer hacia su yerno.
Por razones de discreción se evitará el comentario de ciertas escenas completamente entreveradas que desmerecen lo que humanamente el film prometía en su inicio. Lo más relevante reside en su elenco en donde netamente se destaca la descollante actuación de Kirby que ya había demostrado sus dotes artísticas en la personificación de la princesa Margaret en las primeras dos temporadas de la exitosa serie británica The Crown; su vibrante interpretación durante el proceso del parto y la consiguiente furia contenida por su fracaso maternal le ha valido el premio a la mejor actriz en el festival de Venecia del año pasado. Por su parte resulta encomiable la composición que LaBeouf realiza de su personaje con el que existe mayor empatía que con el de Kirby; eso se debe a la remarcable convicción que transmite en el doble dolor que experimenta por la muerte de la criatura y por constatar cómo su vínculo conyugal se deshace a pesar del profundo cariño que siente por su esposa. En un papel secundario la veterana Burstyn sigue demostrando sus quilates a pesar de componer un personaje poco agraciado. En otros rubros es importante destacar la valiosa colaboración del fotógrafo de Benjamin Loeb, sobre todo en la minuciosa filmación de la prolongada escena del nacimiento.
Con un desdibujado desenlace, el film se deja ver pero de ningún modo trasciende como retrato de la descomposición de un matrimonio por la pérdida de un ser querido.
Jorge Gutman