Estu­dios Sociales

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

SOCIAL STU­DIES. Auto­ra: Tri­cia Cooper – Direc­ción: Paul Van Dyck — . Elen­co: Elea­nor Noble, Jaa Smith-John­son, Emily Tog­net, Jane Whee­ler — Deco­ra­dos y Ves­tua­rio: Evi­ta Kara­sek – Ilu­mi­na­ción: Jody Burkhol­der – Dura­ción: 2horas 20 minu­tos (con un entre­ac­to inclui­do) — Repre­sen­ta­cio­nes: has­ta el 30 de noviem­bre de 2014 en el Cen­taur Thea­tre  (www.centaurtheatre.com)

Basa­da en las expe­rien­cias per­so­na­les que le ha toca­do vivir, la auto­ra cana­dien­se Tri­cia Cooper abor­da en Social Stu­dies el tema de los des­pla­za­dos “mucha­chos per­di­dos” de Sudan debi­do a la Segun­da Gue­rra Civil que sacu­dió a esa nación afri­ca­na entre 1983 y 2005. Curio­sa­men­te, este año se ha teni­do tam­bién opor­tu­ni­dad de juz­gar el buen film de Phi­lip­pe Falar­deau The Good Lie sobre refu­gia­dos suda­ne­ses ini­cian­do una nue­va vida en los Esta­dos Uni­dos. En este caso, el tópi­co es enfo­ca­do por Cooper a tra­vés de un tono de come­dia aun­que entre­mez­cla­do con algu­nas situa­cio­nes dramáticas.

 (Foto de Andrée Lanthier)

(Foto de Andrée Lanthier)

El rela­to está cen­tra­li­za­do en 4 per­so­na­jes don­de uno de los mis­mos es Jac­kie (Elea­nor Noble) una joven mujer que brus­ca­men­te aca­ba de divor­ciar­se y deci­de regre­sar a su hogar de sol­te­ra don­de su madre Val (Jane Whee­ler), habi­ta jun­to con su otra hija ado­les­cen­te Sarah (Emily Tog­net). La pri­me­ra sor­pre­sa para Jac­kie es la de encon­trar­se con que su habi­ta­ción que tenía antes de haber­se casa­do está aho­ra ocu­pa­da por Deng (Jaa Smith-John­son), un joven refu­gia­do de Sudan de 22 años que des­pués de haber via­ja­do a tra­vés de Áfri­ca logró asi­lo en Cana­dá y un con­for­ta­ble lugar don­de resi­dir en Win­ni­peg gra­cias al buen cora­zón de Val. La reac­ción de fas­ti­dio por par­te de Jac­kie es el pun­to de par­ti­da para que la auto­ra esta­blez­ca la diná­mi­ca fami­liar que se pro­du­ce con la pre­sen­cia del hués­ped africano.

Resul­ta de inte­rés la bue­na des­crip­ción que rea­li­za Cooper de estos per­so­na­jes. Por un lado se des­ta­ca el egoís­mo de Jac­kie que se con­tra­po­ne con la per­so­na­li­dad de su her­ma­na menor, apa­ren­te­men­te más madu­ra; Val, por su par­te, va des­per­tan­do su ins­tin­to mater­nal hacia su hués­ped pro­di­gán­do­le todo el afec­to y cari­ño del que ha care­ci­do en sus años de infan­cia; final­men­te Deng con su extre­ma­da ino­cen­cia des­cu­bre una cul­tu­ra com­ple­ta­men­te dife­ren­te a la de su país de ori­gen y es pre­ci­sa­men­te su com­por­ta­mien­to uni­do a cier­tos obs­tácu­los de len­gua­je los que pro­du­cen los momen­tos más gra­cio­sos de la pieza.

El pro­ble­ma que asis­te a esta obra muy bien inten­cio­na­da es que tenien­do en cuen­ta la estruc­tu­ra de la mis­ma, el dra­ma se inser­ta en la come­dia de mane­ra for­za­da. Así, la visión de la tra­ge­dia de Sudán está expues­ta en for­ma perió­di­ca, a tra­vés del mate­rial que pro­vee Sarah como par­te del tra­ba­jo asig­na­do en su escue­la en la cáte­dra de estu­dios socia­les; de este modo la acción real que tie­ne lugar en el living del hogar de Val des­apa­re­ce cuan­do Sarah exhi­be ‑median­te pre­sen­ta­cio­nes en power point- des­ga­rran­tes foto­gra­fías de los niños de Sudán cami­nan­do hacia el exi­lio y otras mos­tran­do los aglo­me­ra­dos cam­pos de refu­gia­dos. Esas pro­yec­cio­nes no están bien conec­ta­das con lo que ocu­rre en la pie­za en sí don­de el cli­ma joco­so que en algu­nos casos bor­dea la cari­ca­tu­ra no se corres­pon­de con el aspec­to dra­má­ti­co de las imá­ge­nes pre­sen­ta­das. Sólo hacia el final, un par­la­men­to de Deng per­mi­te que una emo­ción genui­na inva­da al espectador.

En líneas gene­ra­les, la pues­ta en esce­na de Paul Van Dyck es acep­ta­ble con la sal­ve­dad de que en la mar­ca­ción de los acto­res per­mi­te una inne­ce­sa­ria sobre­ac­tua­ción de Noble con algu­nas reac­cio­nes his­té­ri­cas que si bien pue­den pro­du­cir hila­ri­dad, qui­ta con­vic­ción rea­lis­ta a su per­so­na­je; Whee­ler y Tog­net están correc­tas en tan­to que Smith-John­son logra una exce­len­te carac­te­ri­za­ción del inmi­gran­te sudanés.

A pesar de las obser­va­cio­nes seña­la­das, la pie­za logra entre­te­ner al espec­ta­dor más como come­dia que como drama.