EXODUS: GODS AND KINGS. Estados Unidos, 2014. Un film de Ridley Scott
Considerando los antecedentes del realizador Ridley Scott en materia de filmes épicos (Gladiator) y/o impactantes (Blade Runner, The Duellists, Alien, Thelma & Louise), las expectativas eran altas al saber que abordaría un tema bíblico tantas veces considerado por el cine como lo es la historia de Moisés, el liberador de la servidumbre del pueblo judío de Egipto y receptor de los 10 Mandamientos de Dios en el Monte Sinaí.
Intriga saber si Scott examinó atentamente las versiones ofrecidas por el legendario cineasta Cecil B. DeMille de Ten Commandments en 1923 en el cine mudo y obviamente su obra maestra del mismo título en 1956 que obtuvo varios Oscar incluido al mejor film y realizador. Esa duda surge porque lo que Exodus brinda al espectador no es más ni menos que una rutinaria ilustración sobre el tema. Comparado con la producción juzgada hace casi seis décadas, este film se encuentra en franca desventaja; así, amparado por el factor “espectáculo”, Scott trata sin lograrlo de cubrir las debilidades de un guión chato, interpretaciones corrientes donde los actores declaman sus partes en lugar de sumergirse de lleno en los roles que interpretan así como la ausencia de un ritmo apropiado que innecesariamente dilata por dos horas y media la duración del metraje.
La primera parte del film es la más débil con la presentación de sus esquematizados personajes. La acción se ubica en el Egipto gobernado por faraones, alrededor de 1300 años antes de la era cristiana. Ahí se encuentra el adulto Moisés (Christian Bale) quien mantiene una gran amistad con Ramses (Joel Edgerton), el hijo del moribundo líder Seti (John Turturro) y de su esposa Tuya (Sigourney Weaver); a pesar de su condición de egipcio y de la lealtad debida sus superiores, no es indiferente al sufrimiento infligido por más de 400 años a los esclavos hebreos trabajando en las construcciones faraónicas. Cuando Seti muere y Ramses asume el poder, Moisés llega a imponerse a través de un sabio hebreo (Ben Kingsley) de su verdadero origen; luego de ser degradado de su cargo, inicia el camino del destierro donde se encuentra con Séfora (Maria Valverde), se casa y funda una familia.
Lo que sigue después, entra en el terreno de lo muy bien conocido y aunque su visión resulte un poco más tolerable nunca logra a brindar la emoción genuina que el dramático relato debería generar. Lo que aquí está ausente, entre otras cosas, es la presencia de un Moisés y un Ramsés que mantengan una mínima alquimia, tal como tan bien lo lograron Charlton Heston y Yul Brinner respectivamente en el gran film de De Mille, creando verdadera tensión en el enfrentamiento de estos dos personajes: nada de eso se logra en los roles de Bale y Edgerton.
Otro de los detalles que merecen observación es que cuando se recurre a crear escenas espectaculares, el resultado debe impresionar. Así, por ejemplo la escena de la partición de las aguas del Mar Rojo que en la versión de 1956 adquiere característicamente realmente asombrosas teniendo en cuenta la técnica de esa época, el recurso que aquí emplea Ridley a través de la sequedad de las aguas no alcanza mayor impacto. Y si de espectacularidad se habla, uno se pregunta cómo es posible que con los milagros de la digitalización actual, las grandes batallas desplegadas evidencien completa falta de realismo; solamente las imágenes digitalizadas ilustrando las 12 plagas que consumen al pueblo egipcio permiten que uno las aprecie con cierta condescendencia.
En lo que hace al factor de la divinidad, el encuentro de Moisés con Dios, que en esta versión adquiere la forma de un niño, es francamente risible. Parece ser que la figura del Creador adopta características ambiguas: por una parte está el piadoso Señor que se compadece con la suerte corrida por los esclavos hebreos, pero que se contrapone con la presencia de un Dios vengador que no tiene contemplaciones de arrasar y condenar a gente inocente incluyendo a niños no hebreos como medio de asestar un grave dolor a Ramses; si bien ésa es una interpretación bastante discutible aportado por el guión de este film, lo que objetivamente no lo es son los solemnes y patéticos diálogos establecidos entre Moisés y el Todopoderoso.
Conclusión: Un film pedestre, carente de emoción que sin brindar nada nuevo sobre la materia, lo único que logra es aburrir a pesar de su prefabricada espectacularidad. Jorge Gutman