TIMBUKTU. Francia-Mauritania, 2014. Un film de Abderrahmane Sissako
Frente a la brutal violencia perpetrada por grupos yihadistas radicalizados aquejando dolorosamente al mundo civilizado, hoy más que nunca cobra vigencia lo que el director mauritano Abderrahmane Sissako retrata en Timbuktu. Aunque no se trata de un documental, este excelente relato de ficción es reflejo de una innegable realidad y su resultado es humanamente devastador. El guión del realizador junto con Kessen Tallun se inspira en la acción guerrillera acaecida en julio de 2012 en Aghuelhok; una pequeña ciudad ubicada al norte de Malí, que durante un breve período sufrió las consecuencias del fanatismo religioso de yihadistas quienes llegaron a ejecutar a una pareja con hijos por no haber estado casados propiamente.
La acción tiene lugar en Timbuktu, una ciudad de Mali que cae bajo el yugo de extremistas religiosos pero eso no exime a que sus efectos nefastos se hagan sentir fuera de la misma. Precisamente, en la vastedad del desierto, habita apaciblemente una familia integrada por Kidane (Ibrahim Ahmed), su señora Satima (Toulou Kiki), la hija Toya (Layla Wallet Mohamed) de 12 años de edad e Issan (Mehdi AG Mohamed), un niño huérfano pastor del cual Kidane es su guardián; tomando a sus miembros como elemento referencial, Sissako va ilustrando a través de sucesivas viñetas cómo la crueldad de los invasores amarga sus vidas. Resulta penoso contemplar a los intocables jueces musulmanes que en nombre de la religión aplican sanciones por inocentes hechos cometidos por la población local al transgredir el código de conducta que ellos han establecido; así, por ejemplo, las mujeres deben utilizar guantes y medias bajo el abrasador calor, queda prohibido tocar música, jugar al fútbol, fumar, reír libremente, etc., todo ello contribuye a que la vida se convierta en un verdadero infierno.
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Tratando de utilizar un bajo perfil emocional, el director ilustra la forma en que el odio y la violencia, la indignación y el dolor se conjugan de brutal manera donde las mujeres violadas y los hombres sumisos de la población local son testigos de castigos impuestos por los integracionistas musulmanes, tal como se puede apreciar en una emocionante escena donde una joven mujer (Fatoumata Diawara) recibe 40 azotes por haberse atrevido a cantar, o en otra muy cruda en la que una pareja no casada es mortalmente apedreada.
Dentro de lo que constituye un horroroso atentado a los derechos humanos, este documento surrealista filmado con máxima mesura e irreprochable lenguaje visual permite reflexionar el modo en que la religión puede ser manipuleada o utilizada como excusa para destruir la vida de inocentes personas. Mérito del realizador es el haber sabido insertar en el relato algunas bellas escenas poéticas así como también ciertas situaciones humorísticas que permiten de este modo aliviar las tensiones.
El reparto integrado por actores de profesión y otros que no lo son se desempeña con máxima naturalidad, mientras que en los factores técnicos de producción se distingue la excelente fotografía de Sofian El Fani captando la radiante luminosidad del desierto.
Conclusión: Con plena veracidad y escalofriante dramatismo, Sissako ofrece un excelente documento sobre el extremismo religioso. De imprescindible visión. Jorge Gutman