Una Loa­ble Pasión

LA PAS­SION D’AUGUSTINE. Cana­dá, 2015. Un film de Léa Pool

Un rela­to deli­ca­do com­bi­nan­do la fe reli­gio­sa con el amor por la músi­ca es lo que se apre­cia en La Pas­sion d’Augustine.

La his­to­ria se ubi­ca en un área rural de la pro­vin­cia de Que­bec y tie­ne lugar en 1968, perío­do en que en esta pro­vin­cia se vive el pro­ce­so de secu­la­ri­za­ción y moder­ni­za­ción con la deno­mi­na­da Revo­lu­ción Tran­qui­la. La épo­ca es impor­tan­te en la medi­da que la igle­sia cató­li­ca de natu­ra­le­za mono­lí­ti­ca comien­za a frag­men­tar­se y per­der influen­cia en la pobla­ción provincial.

En base a lo que pre­ce­de el guión de la rea­li­za­do­ra jun­to con Marie Vien pre­sen­ta a la Madre Augus­ti­ne (Céli­ne Bon­nier) diri­gien­do un con­ven­to don­de fun­cio­na un pen­sio­na­do para alum­nas que no sola­men­te reci­ben edu­ca­ción reli­gio­sa sino tam­bién musi­cal. Sin embar­go la edu­ca­do­ra así como las otras her­ma­nas del con­ven­to deben enfren­tar­se con la Madre Supe­rio­ra (María Tifo) que no ve con bue­nos ojos la prác­ti­ca musi­cal y que para redu­cir los cos­tos de la ins­ti­tu­ción le hace saber a Augus­ti­ne sobre la posi­bi­li­dad de cerrar la escue­la; eso es debi­do a que con la ins­tau­ra­ción de la edu­ca­ción públi­ca por par­te del gobierno de Que­bec se pro­du­ce un éxo­do de estu­dian­tes de las ins­ti­tu­cio­nes reli­gio­sas privadas.

LA PASSION D'AGUSTINESi bien la ame­na­za del cie­rre de esta escue­la musi­cal cons­ti­tu­ye uno de los ejes de la intri­ga del film, el otro ele­men­to impor­tan­te es la lle­ga­da de Ali­ce (Lysan­dre Ménard), la sobri­na de Augus­ti­ne que es una ado­les­cen­te de libre espí­ri­tu dota­da de bue­nas con­di­cio­nes como pia­nis­ta. Indi­rec­ta­men­te, su com­por­ta­mien­to, un tan­to rebel­de que cues­tio­na sin muchos tapu­jos la auto­ri­dad del sis­te­ma, moti­va a que el film adquie­ra un tono neta­men­te femi­nis­ta. Así, Augus­ti­ne comien­za a cons­ta­tar cómo la con­duc­ta de Ali­ce es un refle­jo de una liber­tad social que has­ta ese enton­ces la mujer no goza­ba y por ende eso la indu­ce a intro­du­cir en el con­ven­to algu­nos cam­bios impor­tan­tes, como por ejem­plo el dejar de lado el pesa­do atuen­do de las mon­jas por otras ves­ti­men­tas más sen­ci­llas. Al pro­pio tiem­po, la pre­sen­cia de Ali­ce obli­ga a su tía a con­fron­tar algu­nos momen­tos que vivió en el pasa­do antes de haber toma­do los hábitos.

Pool no inten­ta con­ver­tir a Augus­ti­ne en revo­lu­cio­na­ria, sino uti­li­zar a este per­so­na­je para ilus­trar cómo los vien­tos de cam­bio que se van regis­tran­do en Que­bec no solo influ­yen en la evo­lu­ción del cato­li­cis­mo sino tam­bién en la situa­ción social de la mujer que has­ta esa épo­ca esta­ba enmar­ca­da en un rol secun­da­rio fren­te al hombre.

La pelí­cu­la está diri­gi­da con suti­le­za y cuen­ta con una muy bue­na des­crip­ción de sus per­so­na­jes, sobre todo los de Augus­ti­ne y Ali­ce don­de la inter­ac­ción entre ambas gene­ra algu­nas de las situa­cio­nes más emo­ti­vas de esta his­to­ria. Bon­nier está impe­ca­ble en la carac­te­ri­za­ción de Augus­ti­ne don­de a tra­vés de su ros­tro un tan­to seve­ro no deja de reve­lar su noble­za. La reve­la­ción del film es Ménard quien ade­más de mos­trar sus exce­len­tes con­di­cio­nes de actriz demues­tra ser una con­su­ma­da pia­nis­ta con las mag­ní­fi­cas inter­pre­ta­cio­nes musi­ca­les que ofre­ce a lo lar­go del rela­to. El res­to del elen­co inte­gra­do por Pie­rret­te Robi­tai­lle, Andrée Lacha­pe­lle, Valé­rie Blais y Andrée Lacha­pe­lle es inob­je­ta­ble, en espe­cial Dia­ne Lava­llée como la pro­fe­so­ra de fran­cés no dis­pues­ta a acep­tar los cam­bios pro­pues­tos por Augustine.

Si bien hacia el final del rela­to hay cier­tas esce­nas que lo dis­traen de su prin­ci­pal obje­ti­vo, eso no lle­ga a menos­ca­bar la cali­dad de este film que ade­más de su his­to­ria huma­na fácil­men­te de empa­ti­zar, demues­tra una vez más el poder de la músi­ca como un ele­men­to vital para enri­que­cer el espí­ri­tu. Jor­ge Gutman