Un Utó­pi­co Espejismo

LE MIRA­GE. Cana­dá, 2015. Un film de Ricar­do Trogi

La bús­que­da de la feli­ci­dad es uno de los pro­pó­si­tos que todo ser humano tra­ta de lograr a lo lar­go de su exis­ten­cia. Es pre­ci­sa­men­te el obje­ti­vo que per­si­gue el pro­ta­go­nis­ta de Le mira­ge, para des­em­ba­ra­zar­se de las difi­cul­ta­des que lo apre­mian y de los sen­ti­mien­tos inter­nos que lo aco­san. Ese es uno de los temas que abor­da Ricar­do Tro­gi valién­do­se de un acer­ta­do guión del come­dian­te Louis Moris­set­te (con la cola­bo­ra­ción de Fra­nçois Avar), quien tam­bién como actor enca­be­za el elen­co de esta come­dia dramática.

Louis Morissette

Louis Moris­set­te

Patrick (Moris­set­te) e Isa­be­lle (Julie Perrault), ambos de apro­xi­ma­da­men­te 40 años de edad, con­for­man un matri­mo­nio des­de hace 11 años y son padres de dos hijos. Per­te­ne­cien­tes a la cla­se media alta de Que­bec y vivien­do en una sun­tuo­sa casa ubi­ca­da en un barrio resi­den­cial pró­xi­mo a Mon­treal, apa­ren­te­men­te todo lo nece­sa­rio para sen­tir­se col­ma­dos y rea­li­za­dos. No obs­tan­te, las apa­rien­cias engañan.

A medi­da que el rela­to pro­gre­sa se evi­den­cian las grie­tas que moti­van a que Patrick se sien­ta frus­tra­do y con­si­de­re que su vida es una suce­sión de acon­te­ci­mien­tos repe­ti­ti­vos que se con­vier­ten en ruti­na­rios. Con su espo­sa, quien pade­ce de ago­ta­mien­to psí­qui­co, prác­ti­ca­men­te no exis­te inti­mi­dad con­yu­gal y para satis­fa­cer sus deseos sexua­les recu­rre a su compu­tado­ra por­tá­til a fin de pre­sen­ciar via inter­net esce­nas eró­ti­cas de seduc­to­ras muje­res. En cuan­to a su tra­ba­jo como geren­te en un nego­cio de artícu­los depor­ti­vos, la ges­tión comer­cial no mar­cha como se espe­ra lo que con­du­ce a un endeu­da­mien­to cre­cien­te al no estar en con­di­cio­nes de pagar­les a sus proveedores.

El tán­dem Tro­gi-Mori­set­te no ofre­ce un tema nove­do­so por cuan­to el cine ya lo ha explo­ra­do en múl­ti­ples oca­sio­nes; sin embar­go, cuen­ta a su favor con una esme­ra­da y ágil rea­li­za­ción logran­do expo­ner satis­fac­to­ria­men­te ese males­tar que ani­da a cier­tos sec­to­res socia­les que lo tie­nen todo pero cuyo espe­jis­mo ence­gue­ce­dor los alie­na de la reali­dad que­rien­do siem­pre algo más. Así es el caso de esta pare­ja que al rela­cio­nar­se con sus ami­gos cer­ca­nos, Roxan­ne (Chris­ti­ne Beau­lieu) y Michel (Patri­ce Robi­tai­lle), quie­re emu­lar­los a tra­vés de la adqui­si­ción sobre­di­men­sio­na­da e inne­ce­sa­ria de bie­nes de con­su­mo cre­yen­do que de este modo será más feliz.

A pesar de algu­nos momen­tos de logra­do humor, el rea­li­za­dor no adop­ta un tono mora­li­za­dor sino que se limi­ta a efec­tuar una crí­ti­ca de la socie­dad enfo­can­do la figu­ra de Patrick. El ha sido el for­ja­dor de su pro­pio des­tino dado que mucho de lo que le suce­de es debi­do a su equi­vo­ca­do com­por­ta­mien­to y a su fal­ta de deter­mi­na­ción para adop­tar cam­bios pre­ci­sos que esta­ban a su alcan­ce para rever­tir su gra­do de insatisfacción.

Los acto­res se des­en­vuel­ven con com­ple­ta natu­ra­li­dad y entre los mis­mos cabe dis­tin­guir a Moris­set­te quien trans­mi­te debi­da­men­te el tor­be­llino de su per­so­na­je, espe­cial­men­te con el pate­tis­mo que adquie­re la angus­tia expe­ri­men­ta­da al cul­mi­nar el film.

Con­clu­sión: Un sóli­do film retra­tan­do un dis­cu­ti­ble esti­lo de vida. Jor­ge Gutman

Un Thri­ller Poco Convincente

DARK PLA­CES. Fran­cia-Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film escri­to y diri­gi­do por Gilles Paquet-Brenner

Basa­do en el libro de Gillian Flynn, Dark Pla­ces ofre­ce algu­nos logra­dos momen­tos de sus­pen­so pero sin pro­du­cir mayor impac­to. El direc­tor y guio­nis­ta Gilles Paquet-Bren­ner brin­da un film de menor cali­dad al rea­li­za­do por David Flin­cher con el exce­len­te dra­ma Gone Girl (2014) que tam­bién se basó en una nove­la de la mis­ma autora.

La acción comien­za en 1985 y se ubi­ca en Kan­sas City, en la gran­ja rural don­de Libby Day de 7 años (Ster­ling Jerins) y su her­mano Ben (Tye She­ri­dan) de 16 años son los úni­cos sobre­vi­vien­tes de una masa­cre fami­liar. Los tes­ti­mo­nios no muy con­tun­den­tes de Libby adju­di­can a Ben haber sido el autor del ase­si­na­to de su madre (Chris­ti­na Hen­dricks) y de sus dos her­ma­ni­tas meno­res; sin defen­sa algu­na de su par­te, el ado­les­cen­te es con­si­de­ra­do cul­pa­ble y envia­do a la cárcel.

Charlize Theron

Char­li­ze Theron

El rela­to se tras­la­da 25 años más tar­de enfo­can­do a Libby (Char­li­ze The­ron ) que aún sigue vivien­do los cole­ta­zos de la tra­ge­dia vivi­da en su infan­cia; por su par­te, Ben (Corey Stoll) aún per­ma­ne­ce en la cár­cel sin que has­ta el pre­sen­te haya ape­la­do su ino­cen­cia, con­fir­man­do implí­ci­ta­men­te su culpabilidad.

Con el pro­pó­si­to de seguir man­te­nién­do­se finan­cie­ra­men­te, que has­ta aho­ra lo había logra­do gra­cias a dona­cio­nes de gen­te que se com­pa­de­ció de su tra­ge­dia y la publi­ca­ción de sus memo­rias, Libby acep­ta con reluc­tan­cia una pro­pues­ta que le ofre­ce Lyle Wirth (Nicho­las Hoult) a cam­bio de un ten­ta­dor ofre­ci­mien­to mone­ta­rio. Este joven per­te­ne­ce a una orga­ni­za­ción que agru­pa a gen­te apa­sio­na­da por acla­rar casos cri­mi­na­les no resuel­tos y que al pre­su­mir la ino­cen­cia de Ben, con­si­de­ra que la inter­ven­ción de Libby ayu­da­rá a escla­re­cer defi­ni­ti­va­men­te quién o quié­nes son los ver­da­de­ros res­pon­sa­bles de las atro­ci­da­des come­ti­das en el pasado.

A par­tir de allí, el trau­ma de esta mujer resur­ge al tener que evo­car hechos que no desea­ría rever y sobre todo por­que se encuen­tra obli­ga­da a visi­tar por pri­me­ra vez a su her­mano en la cár­cel. Median­te flash­backs la acción se des­en­vuel­ve per­ma­nen­te­men­te entre el momen­to actual y el pasa­do don­de el rela­to comien­za a intro­du­cir hechos difí­ci­les de admi­tir en tér­mi­nos de cre­di­bi­li­dad. Con dema­sia­das situa­cio­nes ines­pe­ra­das que se van abul­tan­do, va sur­gien­do una serie de reve­la­cio­nes tales como abu­so infan­til, cul­tos satá­ni­cos, dro­gas, fric­cio­nes fra­ter­na­les y vio­len­cia domés­ti­ca que si bien des­pier­tan natu­ral intri­ga no alcan­zan a inte­grar­se en el rela­to cen­tral, ade­más de dejar dema­sia­dos hilos suel­tos sin reso­lu­ción satis­fac­to­ria; eso se agra­va con un des­en­la­ce bas­tan­te discutible.

Fren­te a una indi­fe­ren­te rea­li­za­ción y a un poco plau­si­ble guión, el film se deja ver debi­do fun­da­men­tal­men­te a la exce­len­te actua­ción de The­ron como la trau­ma­ti­za­da y aris­ca mujer y a la efi­caz par­ti­ci­pa­ción de Chloe Gra­ce Moretz ani­man­do a la dia­bó­li­ca y per­ver­sa novia de Ben.

Con­clu­sión: Un thri­ller que basa­do en un libro de gran reper­cu­sión popu­lar, no ha logra­do una satis­fac­to­ria adap­ta­ción cine­ma­to­grá­fi­ca, aun­que de todos modos no resul­ta dese­cha­ble.  Jor­ge Gutman

La Elas­ti­ci­dad de los Valo­res Morales

IRRA­TIO­NAL MAN. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film escri­to y diri­gi­do por Woody Allen

En el cua­dra­gé­si­mo quin­to film de su carre­ra pro­fe­sio­nal, Woody Allen some­te al públi­co a un plan­teo inte­lec­tual sobre el con­cep­to de mora­li­dad. Al así hacer­lo, más allá de la gra­cia de muchos de sus inge­nio­sos diá­lo­gos y del humor pro­pio que emer­ge de algu­nas situa­cio­nes natu­ra­les plan­tea­das, este film está nutri­do de un gran pesi­mis­mo al abor­dar un tema deci­di­da­men­te dra­má­ti­co y perturbador.

Emma Stone y Joaquin Phoenix

Emma Sto­ne y Joa­quin Phoenix

Su títu­lo, Un hom­bre Irra­cio­nal, se ajus­ta per­fec­ta­men­te a la his­to­ria plan­tea­da por Allen. Su pro­ta­go­nis­ta es Abe Lucas (Joa­quin Phoe­nix), un autor y pro­fe­sor de filo­so­fía escép­ti­co y des­ilu­sio­na­do de la vida, que lle­ga a una peque­ña uni­ver­si­dad de Rho­de Island para dic­tar esa mate­ria a sus jóve­nes alum­nos. Su esta­do emo­cio­nal se debe al des­en­ga­ño de haber com­pro­ba­do que sus actos de labor huma­ni­ta­ria efec­tua­dos en el pasa­do no han teni­do ecos posi­ti­vos. Es así que el sen­ti­mien­to nihi­lis­ta que lo embar­ga lo trans­mi­te a la cla­se al afir­mar que las dis­tin­tas teo­rías filo­só­fi­cas de Kant, Kier­ke­gaard, así como la de otros filó­so­fos exis­ten­cia­lis­tas, no han con­tri­bui­do a mejo­rar la par­te oscu­ra de nues­tra civi­li­za­ción; de allí que para él gran par­te del pen­sa­mien­to filo­só­fi­co no es más que una teó­ri­ca “mas­tur­ba­ción verbal”.

El poco pre­sen­ta­ble esta­do físi­co de Abe así como su incli­na­ción por el alcohol, no repre­sen­tan obs­tácu­los para ganar­se el res­pe­to del alum­na­do debi­do a su gran cul­tu­ra y por expo­ner sus ideas sin com­pla­cen­cia algu­na. Así, su com­ple­ja per­so­na­li­dad logra atraer el inte­rés de Rita Richards (Par­ker Posey), una cole­ga que insa­tis­fe­cha de su matri­mo­nio inten­ta y logra sedu­cir­lo sexual­men­te, y la de Jill Pollard (Emma Sto­ne), una de las bri­llan­tes estu­dian­tes de su cur­so. Pre­ci­sa­men­te, es Jill quien a pesar de tener un novio (Jamie Blac­kley) que la quie­re, no pue­de sus­traer­se de la atrac­ción román­ti­ca­men­te inte­lec­tual de Abe con quien com­par­te horas extra­cu­rri­cu­la­res dia­lo­gan­do sobre temas filosóficos.

Como en muchos de los fil­mes de Allen, el azar jue­ga un rol deter­mi­nan­te que modi­fi­ca el des­tino de sus per­so­na­jes; en este caso, eso se pro­du­ce a par­tir del momen­to en que una con­ver­sa­ción que Abe logra escu­char de gen­te que des­co­no­ce, lo impul­sa a come­ter un cri­men que le hará reco­brar su vita­li­dad de otro­ra y la ale­gría de vivir.

De este modo, el rela­to adop­ta un giro sor­pren­den­te don­de la come­dia román­ti­ca que ini­cial­men­te apa­ren­ta­ba se con­vier­te en un absor­ben­te e inquie­tan­te dra­ma que plan­tea muchos inte­rro­gan­tes a los que resul­ta difí­cil encon­trar res­pues­tas ade­cua­das. Con su modo de pen­sar, Abe entien­de que la eli­mi­na­ción físi­ca de una per­so­na des­co­no­ci­da de nin­gu­na mane­ra cons­ti­tu­ye un acto inmo­ral cuan­do la mis­ma con­tri­bu­ye a mejo­rar al géne­ro humano y con­vi­vir en un mun­do más jus­to y tolerable.

Aun­que el rea­li­za­dor ya incur­sio­nó el tema de crí­me­nes come­ti­dos por razo­nes de bene­fi­cio per­so­nal en Cri­mes and Mis­de­mea­nors (1989) y Match Point (2005), aquí Abe no guar­da nin­gún sen­ti­mien­to de cul­pa ni remor­di­mien­to alguno en su con­cien­cia por­que está total­men­te con­ven­ci­do de que su acción cons­ti­tu­yó un apor­te humanitario.

De lo que se apre­cia en el film, se podría infe­rir de que el cono­ci­mien­to filo­só­fi­co no dis­po­ne cien­tí­fi­ca­men­te de los ins­tru­men­tos nece­sa­rios para pro­bar de qué mane­ra fun­cio­na el con­cep­to moral en un mun­do don­de todo que­da libra­do al azar. En otras pala­bras, aun­que evi­den­te­men­te el direc­tor no se aso­cie con el modo de pen­sar de Abe, deja abier­to a que el públi­co juz­gue su “irra­cio­na­li­dad” tenien­do en cuen­ta la elas­ti­ci­dad de los valo­res morales.

Sin la com­ple­ji­dad de sus tra­ba­jos mayo­res, Allen brin­da un enco­mia­ble film don­de una vez más que­da con­fir­ma­da su inge­nio­si­dad en la habi­li­dad de redac­tar el guión y la for­ma de imple­men­tar­lo en imá­ge­nes. Lo más intere­san­te es que den­tro de la livian­dad de su pri­me­ra mitad y el tono de sus­pen­so y dra­má­ti­ca ten­sión que el rela­to adquie­re pos­te­rior­men­te, el rea­li­za­dor ofre­ce un exce­len­te ejer­ci­cio inte­lec­tual que la audien­cia selec­ti­va habrá de apreciar.

Con res­pec­to al elen­co, se reafir­ma una vez más de que quie­nes par­ti­ci­pan en los fil­mes de Allen se sien­ten total­men­te a gus­to con la guía y orien­ta­ción por él impar­ti­da. Phoe­nix logra dar con el tono pre­ci­so de un hom­bre ator­men­ta­do y que a pesar de su socio­pa­tía per­mi­te la empa­tía y com­pren­sión del espec­ta­dor. A su lado, Sto­ne cap­ta muy bien la natu­ra­le­za de una joven que esti­mu­la­da por su men­tor inte­lec­tual no pue­de final­men­te jus­ti­fi­car su con­duc­ta; por su par­te atrae la excen­tri­ci­dad que Posey vuel­ca a su rol, en tan­to que Blac­kley, Betsy Aidem y Ethan Phi­llips en pape­les de apo­yo, redon­dean un repar­to de pri­mer nivel.

En los valo­res de pro­duc­ción, se des­ta­ca la bue­na con­tri­bu­ción de Darius Khond­ji en la foto­gra­fía y la efec­ti­va ban­da sono­ra con músi­ca de jazz.

Con­clu­sión: Un fas­ci­nan­te y per­tur­ba­dor film para pen­sar y reflexionar.
Jor­ge Gutman

Fan­ta­sia 2015. Eva­lua­ción de filmes

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

He aquí un bre­ve comen­ta­rio de una dece­na de fil­mes vis­tos en el fes­ti­val FAN­TA­SIA

CASH ONLY (Esta­dos Unidos-Albania)

Valién­do­se de un módi­co pre­su­pues­to, el rea­li­za­dor Malik Bader ofre­ce un rela­to de sus­pen­so, acción y con­si­de­ra­ble dosis de emo­ción que trans­cu­rre en los bajos fon­dos de la ciu­dad de Detroit.

Allí habi­ta Elvis Mar­ti­ni (Nic­ko­la Shre­li), un atri­bu­la­do hom­bre alba­nés que vive con su hija y que sufre el remor­di­mien­to de haber per­di­do a su espo­sa en un trá­gi­co acci­den­te del cual ha sido res­pon­sa­ble. Due­ño de un inmue­ble cuyos inqui­li­nos se atra­san en el pago del arrien­do, endeu­da­do con­si­de­ra­ble­men­te con sus impla­ca­bles apos­ta­do­res de jue­go y encon­trán­do­se apre­mia­do fren­te a sus obli­ga­cio­nes con el ban­co que está a pun­to de eje­cu­tar la hipo­te­ca que pesa sobre su pro­pie­dad, la úni­ca for­ma de evi­tar el nau­fra­gio es tra­tan­do de con­se­guir el dine­ro efec­ti­vo que le per­mi­ta remon­tar la cues­ta. A todo ello, su víncu­lo con sus com­pa­trio­tas liga­dos a acti­vi­da­des delic­ti­vas no le sir­ve de gran ayuda.

La rele­van­cia del film radi­ca en la des­crip­ción que efec­túa de cier­to estra­to de la socie­dad alba­ne­sa en los Esta­dos Uni­dos median­te el micro­cos­mos de inmi­gran­tes de ese ori­gen que lle­gan al país en pro­cu­ra del sue­ño ame­ri­cano que no siem­pre se con­cre­ta. Muy bien arti­cu­la­do por Bader y con un sóli­do libre­to de Shre­li, este film cuen­ta con la vis­ce­ral actua­ción de Shre­li com­po­nien­do a un hom­bre deses­pe­ra­do que es cons­cien­te de sus fra­ca­sos y que de algún modo tra­ta de bus­car una reden­ción a su vida.

CRUEL (Fran­cia)

El títu­lo de este pri­mer film escri­to y diri­gi­do por Eric Che­rriè­re ilus­tra la per­so­na­li­dad de su per­so­na­je prin­ci­pal que demues­tra una total cruel­dad como un ase­sino serial. A tra­vés de la his­to­ria este tema no ha per­di­do actua­li­dad don­de bas­ta recor­dar las tris­tes haza­ñas de Giles de Rais (Bar­ba Azul), Char­les Man­son, Heni Lan­drú, así como las noti­cias poli­cia­les que con­tem­po­rá­nea­men­te vie­nen brin­dan­do de tan­to en tan­to de cier­tos otros lamen­ta­bles cri­mi­na­les. Lo intere­san­te es que en muchos casos se apli­ca la bana­li­dad del mal, don­de per­so­nas de ino­cen­te apa­rien­cia cana­li­zan sus des­equi­li­bra­das emo­cio­nes inter­nas con­vir­tién­do­se en vio­len­tos psi­có­pa­tas que ate­rro­ri­zan a sus víc­ti­mas para des­pués eje­cu­tar­las en for­ma vil y sinies­tra. Tal es el caso de ese film

Jean-Jacques Lelté

Jean-Jac­ques Lelté

Pie­rre (Jean-Jac­ques Lel­té) es un hom­bre común y corrien­te de media­na edad cuya pre­sen­cia exte­rior no ofre­ce nin­gún aspec­to que deno­te una con­duc­ta irre­gu­lar. Como buen hijo, al regre­so de su tra­ba­jo dia­rio se ocu­pa de su padre anciano (Mau­ri­ce Poli) que sufre de Alzhei­mer. Con todo en Pie­rre late una vio­len­cia inter­na cuan­do se com­prue­ba que para rom­per su ruti­na, toda vez que no está con su padre, des­ti­na su tiem­po libre para secues­trar con estu­dia­da pre­ci­sión a quie­nes serán sus ino­cen­tes víc­ti­mas adul­tas sin dis­tin­ción de sexo, para des­pués de cier­tos diá­lo­gos man­te­ni­dos con las mis­mas eje­cu­tar­las con máxi­ma frialdad.

Che­rriè­re, que es tam­bién un agra­cia­do autor de nove­las poli­cia­les, ofre­ce exce­len­tes con­di­cio­nes de rea­li­za­dor en este muy buen thri­ller valién­do­se de un guión que exa­mi­na con minu­cio­si­dad la psi­co­lo­gía del ase­sino a tra­vés de lo que pasa en su afie­bra­da men­te. El film no expre­sa jui­cio valo­ra­ti­vo sobre la com­pul­sión cri­mi­nal de este per­so­na­je, sino que se limi­ta a disec­cio­nar­lo a tra­vés de un rela­to que sin efec­tis­mo alguno, cap­ta per­ma­nen­te­men­te la aten­ción del espec­ta­dor, gra­cias en par­te por la exce­len­te actua­ción de Lel­té quien domi­na exi­to­sa­men­te la per­tur­ba­do­ra y cruel per­so­na­li­dad de Pierre.

EXPE­RI­MEN­TER (Esta­dos Unidos)

Este film enfo­ca a Stan­ley Mil­gram (1933 – 1984), uno de los más impor­tan­tes psi­có­lo­gos socia­les de Esta­dos Uni­dos, que alcan­zó noto­rie­dad públi­ca con su con­tro­ver­ti­da teo­ría de la “Obe­dien­cia a la Auto­ri­dad”, duran­te el ejer­ci­cio de su docen­cia en la pres­ti­gio­sa Uni­ver­si­dad de Yale en la déca­da del 60 y que pos­te­rior­men­te se mani­fes­tó en su famo­so libro “Obe­dien­ce to Autho­rity” en 1974.

El direc­tor Michael Alme­rey­da ha con­ce­bi­do un guión bas­tan­te ori­gi­nal don­de ilus­tra algu­nos aspec­tos de su carre­ra cien­tí­fi­ca. Sin abor­dar el tra­di­cio­nal rela­to bio­grá­fi­co, enfo­ca al rela­to como si se tra­ta­ra de un docu­men­tal don­de Mil­gram, en la mag­ní­fi­ca per­so­ni­fi­ca­ción de Peter Sars­gaard, diri­gién­do­se a la cáma­ra expli­ca a la audien­cia algu­nos aspec­tos de sus estu­dios como si estu­vie­se dic­tan­do una conferencia.

La famo­sa teo­ría de este cien­tí­fi­co estu­vo en par­te ins­pi­ra­da en el jui­cio al que fue some­ti­do Adolf Eich­mann en 1961 en Jeru­sa­lén cuan­do en su defen­sa ale­gó que los actos come­ti­dos en el Holo­caus­to lo fue­ron en cum­pli­mien­to de la obe­dien­cia debi­da a sus supe­rio­res. Como es bien sabi­do Han­nah Arendt se refi­rió al caso don­de que­dó acu­ña­da su famo­sa fra­se “la bana­li­dad del mal” en un artícu­lo publi­ca­do en The New Yorker.

En fun­ción de lo que ante­ce­de, Mil­gram ini­cia en agos­to de 1961 sus pri­me­ros expe­ri­men­tos con par­ti­ci­pan­tes invi­ta­dos. Cada uno de los mis­mos asu­mía el rol de “maes­tro” y esta­ba obli­ga­do a inter­ac­tuar con otra per­so­na que se encon­tra­ba en una habi­ta­ción adya­cen­te asu­mien­do el carác­ter de “alumno” (John Legui­za­mo). Si el dis­cí­pu­lo no res­pon­día correc­ta­men­te a las pre­gun­tas de un test, el ins­truc­tor debía des­car­gar­le corrien­te eléc­tri­ca que obvia­men­te lo haría sufrir. Lo que el maes­tro igno­ra­ba es que él era quien esta­ba some­ti­do a la ver­da­de­ra prue­ba dado que no podía ima­gi­nar que su alumno for­ma­ba par­te del equi­po de Mil­gram y que las res­pues­tas siem­pre serían inco­rrec­tas para de este modo reci­bir el impac­to de las simu­la­das des­car­gas eléc­tri­cas. El pro­pó­si­to de Mil­gram era com­pro­bar has­ta qué pun­to cada par­ti­ci­pan­te obe­de­cía o no las órde­nes de seguir ade­lan­te con el expe­ri­men­to cuan­do su con­cien­cia no le per­mi­tía seguir hacién­do­lo, fren­te al (supues­to) dolor infli­gi­do a su dis­cí­pu­lo por la apli­ca­ción de los irrea­les shocks eléc­tri­cos. El resul­ta­do es que la mayo­ría de las per­so­nas exa­mi­na­das al sen­tir­se pre­sio­na­das obe­de­cían las órde­nes impar­ti­das por los asis­ten­tes de Mil­gram; así que­da­ba demos­tra­do cómo, en fun­ción del gra­do de pre­sión exis­ten­te, una per­so­na está dis­pues­ta a cum­plir con lo que se le ordena.

Expe­ri­men­ter abar­ca tam­bién aspec­tos de la vida per­so­nal de Mil­gram como la rela­ción con su espo­sa y cola­bo­ra­do­ra (Wino­na Ryder); con todo, lo más impor­tan­te de este rela­to resi­de pre­ci­sa­men­te en su famo­sa teo­ría que fue resis­ti­da por gran par­te de sus cole­gas por sus impli­can­cias éti­cas y mora­les. Lo cier­to es que este cien­tí­fi­co era judío y de nin­gún modo sus ideas ni su teo­ría pre­ten­dían jus­ti­fi­car la fero­ci­dad de Eich­mann. La inves­ti­ga­ción de Mil­gram cons­ti­tu­ye una voz de aler­ta para deter­mi­nar cómo el camino de la cie­ga obe­dien­cia al entrar en con­flic­to con la con­cien­cia moral pue­de resul­tar extre­ma­da­men­te peligroso.

Aun­que dra­má­ti­ca­men­te el film no logre gran impac­to, el buen guión de Alme­rey­da y la sobria inter­pre­ta­ción de Sars­gaard jus­ti­fi­can la visión de este film inte­lec­tual­men­te inquie­tan­te que sigue reso­nan­do des­pués de su proyección.

HOS­TI­LE (Fran­cia)

Este film tie­ne la par­ti­cu­la­ri­dad de haber sido diri­gi­do por Nathan Ambro­sio­ni, un ado­les­cen­te de tan solo 15 años de edad. Aun­que resul­ta alta­men­te pon­de­ra­ble que gen­te deci­di­da­men­te joven demues­tre su pasión por el cine, no siem­pre el esfuer­zo rea­li­za­do se tra­du­ce en posi­ti­vos logros, tal como suce­de con Hos­ti­le.

En un guión por él con­ce­bi­do, Ambro­sio­ni rela­ta el caso de Mere­dith Langs­ton (She­lley Ward), una mujer que con gran voca­ción mater­nal deci­de adop­tar a dos niñas huér­fa­nas her­ma­nas de san­gre, Anna (Luna Miti Belan) y Emi­lie (Julie Ven­tu­re­lli). Sin embar­go, las chi­cas no se sien­ten cómo­das en su nue­va vivien­da y comien­zan a adop­tar con­duc­tas extra­ñas que preo­cu­pan a su madre adop­ti­va; por esa razón, Mere­dith tra­ta de lograr ayu­da por par­te de un pro­gra­ma de tele­vi­sión local que se dedi­ca a los pro­ble­mas de adap­ta­ción de niños for­za­dos a vivir en hoga­res sus­ti­tu­tos. Es ahí cuan­do Chloé (Ana­to­lia Allieis) y Chris (Mor­gan Hec), dos perio­dis­tas del pro­gra­ma, al lle­gar al lugar y entrar en con­tac­to con las niñas se inter­nan en un terreno dema­sia­do peligroso.

Aun­que Ambro­sio­ni demues­tra con­di­cio­nes en lo que con­cier­ne al encua­dre del film y a la pues­ta en esce­na con algu­nas situa­cio­nes bien logra­das, el guión se des­ca­rri­la en su segun­da par­te con­vir­tién­do­se en un rela­to total­men­te irrea­lis­ta don­de una intro­du­ce una orgía de san­gre y fre­né­ti­ca vio­len­cia tra­tan­do de crear una atmós­fe­ra arti­fi­cial de terror que en últi­ma ins­tan­cia no agre­ga la ten­sión nece­sa­ria como para lograr asus­tar a la audien­cia. Dada la juven­tud del rea­li­za­dor, es muy posi­ble que en el futu­ro pue­da con­cre­tar pro­yec­tos sus­ten­ta­dos por his­to­rias más sólidas.

OBSER­VAN­CE (Aus­tra­lia)

He aquí otro film que al prin­ci­pio pro­me­te mucho pero que final­men­te des­alien­ta las expec­ta­ti­vas depo­si­ta­das en el mis­mo. Joseph Sims-Den­nett que ade­más de rea­li­za­dor es tam­bién res­pon­sa­ble del libre­to escri­to con Josh Zam­mith plan­tea una his­to­ria que tie­ne remi­nis­cen­cia en exce­len­tes fil­mes que han abor­da­do el espio­na­je de per­so­nas des­pre­ve­ni­das a fin de vigi­lar sus com­por­ta­mien­tos. Sin embar­go, Obser­van­ce está muy lejos de haber logra­do la exce­len­cia de Hitch­cock en Rear Win­dow, 1955) o la maes­tría de Fran­cis Ford Cop­po­la en The Con­ver­sa­tion (1974), para citar algu­nos ejemplos.

Lindsay Farris

Lind­say Farris

El rela­to se cen­tra en Par­ker (Lind­say Farris) quien aún dolo­ri­do por la muer­te de su hijo y obli­ga­do a pagar los gas­tos de hos­pi­tal que deman­dó su enfer­me­dad, acep­ta el tra­ba­jo de un mis­te­rio­so clien­te –que nun­ca apa­re­ce en pan­ta­lla- para obser­var des­de el ven­ta­nal del depar­ta­men­to de un edi­fi­cio don­de debe que­dar alo­ja­do, los pasos de una joven mujer (Stepha­nie King) que vive tam­bién en un depar­ta­men­to de otro inmue­ble ubi­ca­do en la ace­ra de enfren­te. La con­sig­na es que Par­ker no debe mover­se del lugar don­de se encuen­tra, no infor­mar a nadie sobre lo que está hacien­do y sola­men­te repor­tar a su clien­te los resul­ta­dos de su obser­va­ción. Nada suce­de en los pri­me­ros días y qui­zás un poco ase­dia­do por el encie­rro y la mono­to­nía de su tra­ba­jo deci­de no con­ti­nuar con su misión; sin embar­go una suma ten­ta­do­ra de dine­ro que le ofre­ce su clien­te le hace cam­biar de opi­nión pro­si­guien­do con su tarea de espía.

Aun­que la pre­mi­sa del film lle­ga a intri­gar, el desa­rro­llo de los acon­te­ci­mien­tos pos­te­rio­res des­va­ne­ce el inte­rés ini­cial. Para jus­ti­fi­car las extra­ñas situa­cio­nes que Par­ker atra­vie­sa duran­te el encie­rro a medi­da que su esta­día se ve demo­ra­da, el guión intro­du­ce la fór­mu­la clá­si­ca del ago­ta­mien­to men­tal que con­du­ce a la para­noia de este hom­bre; es así que nun­ca se sabe con cer­te­za si lo que está expe­ri­men­tan­do es pro­duc­to de su ima­gi­na­ción o si res­pon­de a la reali­dad. Así, cuan­do cae prác­ti­ca­men­te en un esta­do de locu­ra, el rela­to pier­de por com­ple­to su efi­ca­cia con­du­cien­do a un des­en­la­ce vio­len­to sin mayor sen­ti­do. Gran par­te del pro­ble­ma de este film se debe a que el guión abun­da en dema­sia­dos hilos suel­tos sin resol­ver, lo que gra­vi­ta nega­ti­va­men­te en el sus­pen­so que se ha tra­ta­do de crear.

A pesar de unos pri­me­ros minu­tos bien logra­dos y una aca­ba­da inter­pre­ta­ción casi exclu­si­va de Lind­say Ferris, Obser­van­ce es un thri­ller que a la pos­tre resul­ta frustrante.

OFFI­CE (Corea del Sur)

Un rela­to de con­si­de­ra­ble sus­pen­so es el que se con­tem­pla en este film del novel direc­tor Hong Won-chan que, tal como lo anti­ci­pa su títu­lo, se desa­rro­lla casi total­men­te en el ámbi­to de una oficina.

Las pri­me­ras imá­ge­nes mues­tran a Byung-guk (Bae Seong-woo), un apa­ci­ble mari­do y padre de fami­lia que des­pués de haber retor­na­do a su hogar tras una jor­na­da de tra­ba­jo sin cau­sa algu­na ase­si­na a su madre, espo­sa e hijo para des­apa­re­cer súbitamente.

Ko Ah-sung

Ko Ah-sung

Al día siguien­te el detec­ti­ve poli­cial (Park Sung-woong) encar­ga­do de inves­ti­gar el tri­ple homi­ci­dio visi­ta la ofi­ci­na don­de el cri­mi­nal tra­ba­ja­ba a fin de entre­vis­tar a sus cole­gas para obte­ner indi­cios sobre su per­so­na­li­dad. Entre los inte­rro­ga­dos, se encuen­tra Mirae (Ko Ah-sung), una joven de natu­ra­le­za tími­da y reser­va­da quien rea­li­zan­do una pasan­tía man­tie­ne un estre­cho con­tac­to con Byung-guk. De allí en más el rela­to se cen­tra­li­za en esta chi­ca quien alien­ta expec­ta­ti­vas de que la empre­sa la con­tra­te cuan­do fina­li­ce su tra­ba­jo tem­po­ral. Es por eso que al ser inte­rro­ga­da, pres­ta aten­ción al direc­tor de la com­pa­ñía (Kim Eui-sung) quien la alec­cio­na para no reve­lar al detec­ti­ve mayo­res deta­lles sobre el cri­mi­nal. La situa­ción se vuel­ve más ten­sa cuan­do se lle­ga a saber que el hom­bre bus­ca­do por la poli­cía se encuen­tra ocul­to en la ofi­ci­na mien­tras que nue­vos crí­me­nes se van produciendo.

Ade­más de su tema cen­tral, el rela­to ilus­tra con acier­to algu­nos ras­gos de la cul­tu­ra cor­po­ra­ti­va así como la rela­ción entre los emplea­dos que tra­ba­jan en la empre­sa, inclu­yen­do celos y riva­li­da­des latentes.

En líneas gene­ra­les el rea­li­za­dor logra man­te­ner una mar­ca­da ten­sión a medi­da que pro­gre­sa el metra­je don­de no resul­ta pre­vi­si­ble cómo se des­en­vol­ve­rán los acon­te­ci­mien­tos. La úni­ca obje­ción del rela­to es que en su últi­ma par­te no pue­de evi­tar los este­reo­ti­pos que ado­le­cen algu­nos fil­mes de horror al apor­tar un des­en­la­ce vio­len­to y dis­cu­ti­ble en tér­mi­nos de cohe­ren­cia; con todo, Offi­ce se deja ver, sobre todo por la muy bue­na actua­ción de Ko Ah-sung en el rol protagónico.

SUN­RI­SE (India-Fran­cia).

Uno de los pro­ble­mas que más afec­ta a la India es la des­apa­ri­ción de niños que, según se infor­ma, alcan­za un pro­me­dio de 100 mil por año. Es así que toman­do ese ele­men­to como refe­ren­cia, el rea­li­za­dor Partho Sen-Gup­ta con un guión co-escri­to con Yogesh Vina­yak Joshi enfo­ca un inten­so dra­ma psi­co­ló­gi­co sobre el tema.

Den­tro del esce­na­rio de los barrios más som­bríos de Mum­bay, cap­ta­dos impe­ca­ble­men­te por la foto­gra­fía de Jean-Marc Ferriè­re, el rela­to se cen­tra en Laksh­man Joshi (Adil Hus­sain), un ins­pec­tor de poli­cía de los ser­vi­cios socia­les quien tran­si­ta en horas noc­tur­nas las poco aco­ge­do­ras calles de la ciu­dad para tra­tar de encon­trar pis­tas que lo con­duz­can a deter­mi­nar el para­de­ro de su joven hija Aru­na que ha des­apa­re­ci­do; esa angus­tia pene­tran­te que car­co­me su espí­ri­tu es com­par­ti­da con su espo­sa cuan­do regre­sa al hogar des­pués de haber cum­pli­do su dia­ria tarea. Al pro­pio tiem­po, este fun­cio­na­rio debe inves­ti­gar el para­de­ro de Nai­na (Esha Amla­ni), una pre­ado­les­cen­te secues­tra­da que es man­te­ni­da en un depar­ta­men­to con muchas otras púbe­res y que en prin­ci­pio son uti­li­za­das para desem­pe­ñar­se como bai­la­ri­nas pros­ti­tu­tas en un club noc­turno de hombres.

Como lo que se apre­cia pro­vie­ne de la atri­bu­la­da men­te del angus­tia­do ins­pec­tor, pue­de que no todo sea real lo que se expo­ne sino pro­duc­to de su ima­gi­na­ción. De todos modos, la his­to­ria es narra­da en for­ma sobria, evi­tan­do la nota sen­sa­cio­na­lis­ta, don­de el direc­tor mues­tra una cru­da reali­dad como lo es el trá­fi­co de niños; el resul­ta­do es un film de con­no­ta­cio­nes socia­les muy bien realizado.

THE BLUE HOUR (Tai­lan­dia)

Una gra­ta sor­pre­sa depa­ra esta ópe­ra pri­ma de Anu­cha Boon­ya­wa­ta­na que habien­do sido pre­sen­ta­da en el fes­ti­val de Ber­lín de este año reci­bió mere­ci­da­men­te bue­nos comen­ta­rios críticos.

El guión con­ce­bi­do con­jun­ta­men­te por el direc­tor y Waa­suthep Ket­petch enfo­ca a Tam (Atthaphan Poon­sa­was), un ado­les­cen­te que por su orien­ta­ción sexual dife­ren­te sufre el aco­so físi­co en la escue­la y en su pro­pio hogar tam­po­co se sien­te con­for­ta­ble por la acti­tud de sus padres que no acep­tan su homo­se­xua­li­dad. A tra­vés de inter­net logra con­tac­tar a Phum (Oab­nithi Wiwat­ta­na­wa­rang) con quien man­tie­ne un pri­mer encuen­tro sexual en un aban­do­na­do com­ple­jo de nata­ción. La rela­ción entre ambos mucha­chos comien­za a adqui­rir mayor inten­si­dad a par­tir del momen­to en que Phum apa­re­ce subrep­ti­cia­men­te en el hogar de Tam y los encuen­tros entre ambos se vuel­ven más frecuentes.

A pesar de acu­sar algu­nos des­ni­ve­les narra­ti­vos que le hacen per­der cier­ta fuer­za, el film se dis­tin­gue por la bue­na com­bi­na­ción de una sobria his­to­ria de roman­ti­cis­mo gay fusio­na­da con ele­men­tos surrea­lis­tas que man­tie­nen la ten­sión en una inquie­tan­te atmós­fe­ra fan­tas­ma­gó­ri­ca. La genui­na auten­ti­ci­dad brin­da­da por sus dos acto­res, la bue­na foto­gra­fía y los logra­dos dise­ños de pro­duc­ción con­tri­bu­yen a real­zar los valo­res de este film que tes­ti­mo­nia la sin­gu­lar madu­rez de su rea­li­za­dor en su pri­mer tra­ba­jo para el cine.

THE MAS­TER­PLAN (Sue­cia)

A par­tir de Rifi­fi (1956), el exce­len­te film de Jules Das­sin sobre una pan­di­lla de delin­cuen­tes que pla­nean robar el ban­co de Bél­gi­ca, muchos otros direc­to­res tra­ta­ron de emu­lar el tema con varia­da suer­te. Esta vez es el turno del joven rea­li­za­dor Alain Dar­borg quien lo abor­da en un rela­to que sin ser excep­cio­nal reúne los ingre­dien­tes nece­sa­rios para satisfacer.

Simon J. Berger y Susanne Thorson

Simon J. Ber­ger y Susan­ne Thorson

El tema gira en torno de Char­les Ing­var Johns­son (Simon J. Ber­ger), un maes­tro en la eje­cu­ción de gran­des atra­cos, espe­cial­men­te cuan­do se tra­ta de coches caros y lujo­sos, cui­dan­do minu­cio­sa­men­te todos los deta­lles con­du­cen­tes para lograr su obje­ti­vo. A pesar de que Ralf, su tío y socio, está dis­pues­to a dejar la pro­fe­sión, acep­ta cola­bo­rar por últi­ma vez con Char­les. Cuan­do se apro­pian de un Jaguar en un par­que de esta­cio­na­mien­to don­de por aña­di­du­ra se encuen­tra un orde­na­dor por­ta­ble que per­te­ne­ce a la jefa de una gran cor­po­ra­ción (Andrea Edwards), ésta envía a corrup­tos poli­cías para per­se­guir­los; todo ter­mi­na cala­mi­to­sa­men­te con la muer­te de Ralf, lo que moti­va a que Char­les, sedien­to de ven­gan­za, se val­ga de tres valio­sos truha­nes –Wanhe­den (Ale­xan­der Karim), Rocky (Susan­ne Thor­son) y Harry (Tor­kei Peters­son)- para rea­li­zar un robo magistral.

Con un rit­mo flui­do, mon­ta­je apro­pia­do y un buen elen­co, se asis­te a un film que aun­que liviano de tono com­bi­na ade­cua­da­men­te la come­dia con bue­nos momen­tos de acción y suspenso.

THE TAKING (Gran Bretaña)

Una zona empo­bre­ci­da de Tod­mor­den, peque­ña ciu­dad bri­tá­ni­ca ubi­ca­da en West Yorkshi­re, sir­ve como esce­na­rio en la tra­ma uti­li­za­da por el direc­tor Domi­nic Brunt y el guio­nis­ta Paul Roun­dell para expo­ner un rela­to que si en prin­ci­pio tie­ne con­no­ta­cio­nes socia­les a la pos­tre se con­vier­te en un ruti­na­rio film de horror.

Victoria Smurfit y Dawn Joanne Mitchell

Vic­to­ria Smur­fit y Joan­ne Mitchell

La his­to­ria intro­du­ce a Bex (Vic­to­ria Smur­fit) y Dawn (Joan­ne Mit­chell), dos ami­gas que den­tro del con­tex­to eco­nó­mi­co del lugar en que viven, no quie­ren seguir tra­ba­jan­do más para ter­ce­ros, dado que aspi­ran con­ver­tir­se en due­ñas con­jun­tas de una peque­ña cafe­te­ría. Como los ban­cos a los que acu­den para soli­ci­tar el finan­cia­mien­to de 10 mil libras rehú­san a satis­fa­cer el prés­ta­mo, la suer­te apa­ren­te­men­te les ayu­da cuan­do lle­gan a cono­cer a Jeremy (Jonathan Slin­ger), un hom­bre de nego­cios que en prin­ci­pio con apa­rien­cia afa­ble demues­tra bue­na volun­tad para pres­tar­les el mon­to nece­sa­rio a fin de que la empre­sa pue­da des­pe­gar. Sin embar­go, no todo resul­ta como debía ser cuan­do para sor­pre­sa de estas muje­res, el acree­dor resul­ta una per­so­na que exhi­be su real face­ta de impla­ca­ble usu­re­ro, don­de sus deman­das de pago adquie­ren carac­te­rís­ti­cas des­me­di­das. Tenien­do en cuen­ta la deses­pe­ra­ción que aque­ja a Bex y Dawn fren­te a la con­duc­ta ines­cru­pu­lo­sa y amo­ral de Jeremy, el rela­to se con­vier­te en un dra­ma de drás­ti­ca represalia.

Si bien resul­ta intere­san­te la expo­si­ción de los pro­ble­mas por los que pue­de atra­ve­sar una socie­dad en tiem­pos difí­ci­les, el film final­men­te se trans­for­ma en una his­to­ria de horror con abun­dan­te san­gre y exa­ge­ra­da vio­len­cia que no lle­ga a jus­ti­fi­car la acti­tud adop­ta­da por sus per­so­na­jes. Pre­ci­sa­men­te, el des­equi­li­brio entre lo ini­cial­men­te pro­pues­to y lo exhi­bi­do con pos­te­rio­ri­dad debi­li­ta la efi­ca­cia del rela­to. Con cier­tos des­ni­ve­les de direc­ción evi­den­cia­dos por Brunt, lo mejor de The Taking resi­de en las bue­nas actua­cio­nes de Smur­fit y Mit­chell y muy en espe­cial la de Slin­ger como el psi­có­pa­ta peli­gro­so prestamista.