En la Cuer­da Floja

THE WALK. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Robert Zemeckis

Aun­que la sen­sa­cio­nal haza­ña rea­li­za­da por Phi­lip­pe Petit el 7 de agos­to de 1974 tran­si­tan­do sobre un cable de ace­ro entre las dos torres del enton­ces World Tra­de Cen­tre, ya fue con­si­de­ra­da en el exce­len­te docu­men­tal Man On Wire (2008) –que obtu­vo el Oscar en 2009‑, esta ver­sión de fic­ción de Robert Zemec­kis se des­ta­ca por méri­tos pro­pios. Se tra­ta de un film de cali­dad que ade­más de gene­rar un con­si­de­ra­ble sus­pen­so, gra­cias a la actual tec­no­lo­gía y la magia de su pre­sen­ta­ción en IMAX 3D, crea una ilu­sión de máxi­mo rea­lis­mo per­mi­tien­do que el espec­ta­dor reali­ce ese increí­ble via­je jun­to con el osa­do funambulista.

Joseph Gordon Levitt

Joseph Gor­don Levitt

Zemec­kis se ins­pi­ró en el libro The Man Who Wal­ked Bet­ween The Towers (2003) de Mor­di­cai Gerns­tein para escri­bir su guión jun­to con Chris­topher Brow­ne don­de Joseph Gor­don-Levitt ani­ma al equi­li­bris­ta y pres­ti­di­gi­ta­dor francés.

En las pri­me­ras esce­nas se con­tem­pla al joven Petit, un mími­co rea­li­zan­do pirue­tas de acro­ba­cia para el públi­co que tran­si­ta por las calles de París; cuan­do se ente­ra de que las torres geme­las de Nue­va York están pró­xi­mas a inau­gu­rar­se, se pose­sio­na con la idea de cami­nar por una cuer­da que una a ambas torres. A pesar de que esa idea es en prin­ci­pio com­ple­ta­men­te alo­ca­da con­ta­rá con el apo­yo de Annie (Char­lot­te Le Bon), una joven tro­va­do­ra ambu­lan­te con quien pos­te­rior­men­te se uni­rá sen­ti­men­tal­men­te, Papa Rudy (Ben Kings­lley), un anti­guo vete­rano men­tor cir­cen­se con expe­rien­cia en cami­nar por la cuer­da flo­ja y Jean-Louis (Cle­mont Sibony), un agra­da­ble joven fotó­gra­fo. Tras varios expe­ri­men­tos de ensa­yo, algu­nos falli­dos, final­men­te logra con­cre­tar su funam­bu­lis­mo a tra­vés de las torres de la Cate­dral Notre Dame. De allí, nada lo para­rá para que jun­to a Annie y Jean-Louis via­jen a Nue­va York, pro­vis­to de todo un pesa­do equi­po nece­sa­rio para las ins­ta­la­cio­nes que debe­rán ser rea­li­za­das. Superan­do los incon­ve­nien­tes de adua­na y con la cola­bo­ra­ción de otros cóm­pli­ces neo­yor­ki­nos, entre ellos Barry (Ste­ve Valen­ti­ne) que tra­ba­ja en uno de los pisos de la Torre Nor­te, comien­za la difí­cil eta­pa de preparación.

De no haber­se tra­ta­do de un hecho real, uno podría dudar de que los tra­ba­jos clan­des­ti­nos rea­li­za­dos en el inte­rior del Tra­de Cen­ter, como con­tra­ban­dear el mate­rial a uti­li­zar y bur­lar a los agen­tes de segu­ri­dad, entre otros hechos, haya sido fac­ti­ble. Si has­ta aquí, Nemec­kis ha sabi­do crear una con­si­de­ra­ble ten­sión, el gran y ver­da­de­ro espec­tácu­lo comien­za en el momen­to en que Petit ini­cia su paseo des­de la terra­za del piso 110 de una de las torres para diri­gir­se a la opues­ta. Los 17 minu­tos siguien­tes de metra­je, apo­ya­dos por los mag­ní­fi­cos efec­tos visua­les del 3D crea un extra­or­di­na­rio sus­pen­so capaz de cor­tar el alien­to; el espec­ta­dor que­da estu­pe­fac­to al obser­var la silue­ta de un indi­vi­duo que se va des­pla­zan­do sin pro­tec­ción algu­na por esa cuer­da de ace­ro a 400 metros de altu­ra, gozan­do en for­ma sere­na, pla­cen­te­ra y subli­me de la proeza que está rea­li­zan­do, a tra­vés de varias cami­na­tas de ida y veni­da de una torre a la otra.

Una obser­va­ción a rea­li­zar es que a pesar de la muy bue­na actua­ción de Gor­don-Levitt, cuan­do su per­so­na­je habla fran­cés se nota cla­ra­men­te que se tra­ta de un ame­ri­cano expre­sán­do­se en la len­gua de Moliè­re; pero como la mayor par­te del film está dia­lo­ga­do en inglés, ese incon­ve­nien­te que­da obvia­do sin des­me­re­cer su calidad.

En esen­cia, el direc­tor brin­da aquí un home­na­je a la valen­tía y deter­mi­na­ción de una per­so­na cuyas fan­ta­sías logra­ron trans­for­mar­se en reali­dad; igual­men­te es un cáli­do tri­bu­to a la ciu­dad de Nue­va York obser­va­da des­de las nubes. Espe­cia­les elo­gios mere­cen los exce­len­tes efec­tos espe­cia­les repro­du­cien­do el World Tra­de Cen­ter, la foto­gra­fía de Dariusz Wols­ki y los dise­ños de pro­duc­ción de Nao­mi Shohan.

Con­clu­sión: Un espec­tácu­lo exce­len­te y reco­men­da­ble para todo tipo de públi­co, sal­vo aque­llos espec­ta­do­res que pade­cen de vér­ti­go.   Jor­ge Gutman