Un Exce­len­te Leo­nar­do DiCaprio

THE REVE­NANT. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Ale­jan­dro G. Iñárritu

Con un film extre­ma­da­men­te fuer­te y vis­ce­ral, Ale­jan­dro G. Iñá­rri­tu retor­na al cine un año des­pués de que Bird­man fue­ra pre­mia­do por la Aca­de­mia de Holly­wood como mejor film y mejor rea­li­za­dor. En este caso, sin alcan­zar la exce­len­cia de su opus pre­ce­den­te, The Reve­nant lle­ga a satis­fa­cer pese a las reser­vas que pre­sen­ta su des­igual guión.

Leonardo DiCaprio

Leo­nar­do DiCaprio

El rela­to que trans­cu­rre en la déca­da de 1820 está basa­do en la verí­di­ca odi­sea atra­ve­sa­da por el explo­ra­dor Hugh Glass (Leo­nar­do DiCa­prio) en una expe­di­ción que par­ti­ci­pa como tram­pe­ro en las Mon­ta­ñas Roca­llo­sas del vir­gi­nal oes­te de Esta­dos Uni­dos. Las pri­me­ras imá­ge­nes son tan elo­cuen­tes a la vez que con­fu­sas para quien no esté pre­via­men­te inte­rio­ri­za­do de lo que se tra­ta. Lo que se obser­va es un des­pia­da­do ata­que de los nati­vos ame­ri­ca­nos de Wyo­ming quie­nes con sus filo­sas fle­chas y acer­ta­das pun­te­rías van diez­man­do a gran par­te de los expe­di­cio­na­rios. Aun­que Glass jun­to con su que­ri­do hijo mes­ti­zo Hawk (Forrrest Good­luck) logran mila­gro­sa­men­te sal­var­se de una embos­ca­da, la suer­te ter­mi­na sien­do esqui­va para el explo­ra­dor cuan­do ines­pe­ra­da­men­te es vio­len­ta­men­te ata­ca­do por una gigan­tes­ca osa, deján­do­lo san­grien­ta­men­te mal heri­do y al bor­de de la muer­te. Como pri­mer gran méri­to del film, cabe rese­ñar que pocas veces el cine ha demos­tra­do la for­ma des­car­na­da en que una bes­tia ata­ca a un ser humano y a decir ver­dad esta esce­na alcan­za un nivel de excep­cio­nal vera­ci­dad don­de uno que­da impre­sio­na­do por el resul­ta­do que Iñá­rri­tu logró de la misma.

El nudo cen­tral del film acon­te­ce cuan­do John Fitz­ge­rald (Tom Hardy), uno de los miem­bros del con­tin­gen­te, en lugar de ocu­par­se del mori­bun­do Glass, tal como lo soli­ci­tó el capi­tán Henry (Domh­nall Glee­son) que es el líder del gru­po, ter­mi­na aban­do­nán­do­lo a su suer­te y ade­más mata vil­men­te a Hawk. A par­tir de allí el rena­ci­do Glass que logra mila­gro­sa­men­te sobre­vi­vir, ali­men­ta una pro­fun­da nece­si­dad de ven­gar la muer­te de su hijo que no habrá de ser satis­fe­cha has­ta que se pro­duz­ca el impe­rio­so regla­men­to de cuen­tas con su mal­va­do enemigo.

El guión de Iñá­rri­tu escri­to con Mark L. Smith –toman­do par­cial­men­te como refe­ren­cia la nove­la de Michael Pun­ke- care­ce de la enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca que mere­ce la difi­cul­to­sa aven­tu­ra atra­ve­sa­da por el pro­ta­go­nis­ta; a ello se agre­ga la exten­sa dura­ción del rela­to que a ratos se vuel­ve monó­tono y tedio­so. Sin embar­go, el film se valo­ri­za por diver­sos ele­men­tos que a con­ti­nua­ción se mencionan.

Ade­más del impre­sio­nan­te encuen­tro del hom­bre y la bes­tia ya con­si­de­ra­do, cabe resal­tar la extra­or­di­na­ria labor de DiCa­prio que aquí ofre­ce una pres­ta­ción admi­ra­ble de su per­so­na­je. En un rol de esca­so diá­lo­go, el actor vuel­ca todas sus ener­gías a tra­vés de sus reac­cio­nes facia­les –sobre todo con su inten­sa mira­da- para que uno se iden­ti­fi­que por com­ple­to con las penu­rias que trans­mi­te tra­tan­do de sobre­vi­vir a lo lar­go de un reco­rri­do de 300 kiló­me­tros con una pier­na que­bra­da en un medio inhós­pi­to y peli­gro­so para tra­tar de ubi­car a su enemi­go; su vis­ce­ral actua­ción es sin duda dig­na de un Oscar.

Otro de los méri­tos del film debe ser atri­bui­do a su des­lum­bran­te foto­gra­fía; tenien­do en cuen­ta que casi todo el film trans­cu­rre en abier­tos espa­cios exte­rio­res, Emma­nuel Lubez­ki cap­tó la majes­tuo­si­dad de los impo­nen­tes pano­ra­mas tan­to sel­vá­ti­cos como mon­ta­ño­sos ape­lan­do exclu­si­va­men­te a la ilu­mi­na­ción natu­ral en esce­na­rios de la pro­vin­cia de Alber­ta y del sur de Argen­ti­na. De este modo, el exce­len­te fotó­gra­fo con­fir­ma una vez más su repu­tación de gran artis­ta en la mate­ria, tal como lo demos­tró en Gra­vity (2013) y Bird­man (2014).

Iñá­rri­tu no ha aho­rra­do la cuo­ta de cruen­ta vio­len­cia que ema­na de varias de las esce­nas del film y que pue­de moti­var a que cier­to sec­tor del públi­co no pue­da lle­gar a tole­rar­la; de todos modos, que­da como balan­ce final un wes­tern rea­lis­ta que cuen­ta con una impe­ca­ble pues­ta escé­ni­ca y en don­de la soli­dez del mis­mo des­can­sa en los impor­tan­tes valo­res des­crip­tos que con­tra­pe­san las obje­cio­nes apun­ta­das. Jor­ge Gutman