Crónica de Jorge Gutman
NOISES OFF. Autor: Michael Frayn – Dirección Escénica: Jacob Tierney –- Elenco: Martha Burns, David Julian Hirsh, Chala Hunter, Marcel Jeannin, Daniel Lillford, Amanda Lisman, Michael Musi, Kaitlyn Riordan, Andrew Shaver – Escenografía: Pierre-Étienne Lucas – Vestuario: Louise Bourret – Iluminación: Nicolas Descoteaux – Diseño de Sonido/Compositor: Dmitri Marine — Duración: 2h10 con un intervalo de 20 minutos. — Representaciones: Hasta el 19 de Febrero de 2017 en la sala principal del Segal Centre (www.segalcentre.org)
El escritor y dramaturgo británico Michael Frayn que en 2000 obtuvo el premio Tony a la mejor obra de teatro por la excelente pieza Copenhague ya había logrado gran popularidad cuando en 1982 concibió Noises Off, una farsa teatral que deleitó a audiencias de diferentes rincones del mundo donde fue representada. Su gran éxito motivó a que en 1992 fuese trasladada al cine con la dirección de Peter Bogdanovich. A través de los años la pieza ha sido repuesta en varias oportunidades con ciertos cambios que el autor introduce permanentemente al texto aunque siempre respetando el alocado espíritu que la anima. Es ahora que el público de Montreal tiene oportunidad de apreciar esta versión dirigida por Jacob Tierney que a juzgar por la cálida ovación recibida por la audiencia que asistió en la noche de su estreno, todo hace suponer que el Segal Centre acertó en reponerla.
Esencialmente, Frayn quiso homenajear al teatro para ilustrar qué es lo que acontece detrás del escenario cuando se prepara o tiene lugar la representación de una obra. Para ello, el autor estructuró la pieza en tres momentos precisos.
La primera parte muestra a un grupo de actores de bajo nivel artístico realizando los últimos ensayos de una escandalosa pieza titulada Nothing On (“Sin Nada Encima”) a pocas horas antes de su estreno, que tiene como decorado el living de una casa campestre de la provincia de Quebec. Durante su desarrollo, se tiene una clara idea de las animosidades que existen entre varios de sus actores como así también de la casi nula eficacia actoral de sus intérpretes que logran exasperar al director; todo ello conduce a situaciones jocosas.
La segunda parte se desarrolla detrás del escenario donde los intérpretes que no están actuando van delatando sus enconados sentimientos y frustraciones; para evitar que los espectadores escuchen sus discusiones, los actores no hablan y todo se desarrolla de manera gestual, generando de este modo instancias decididamente hilarantes. La tercera y última parte vuelve a desarrollarse en el escenario donde se puede ver a los ineptos artistas representando la obra que en este caso adopta características diferentes a las del ensayo debido al caos, anarquía, confusión y completa desorganización que se va produciendo.
Lo que distingue a esta producción es la buena dirección de Tierney quien ha sabido coordinar eficientemente todos los movimientos del elenco teniendo en cuenta que tanto la pieza central como la que se está representando exigen que los actores en sus duales roles deban abrir y cerrar puertas, subir y bajar escaleras a toda velocidad, mover muebles, cambiarse de atuendos o bien desvestirse a medias; a todo ello deben agregarse los momentos agresivos que adoptan algunos miembros del elenco persiguiéndose en los ensayos y en bambalinas con el fin de agredirse. Si algún reparo merece la puesta escénica es que en el último acto, el tono de farsa adquiere ribetes exagerados que bordean la caricatura y, en consecuencia, disminuyen levemente el efecto perseguido.
Otro de los factores ponderables de esta producción es su excelente elenco desplegando un infatigable entusiasmo así como un apreciable desborde de energía física. Cada uno de sus integrantes actúa impecablemente; para citar algunos nombres se destacan Martha Burns como Dotty Otley, la productora de la obra, que en Nothing On asume el rol de una empleada doméstica obsesionada con las sardinas; Marcel Jeannin (Freddy) y Andrew Shaver (Garry) brindan franco humor como dos irremediables enemigos que deben disimular su odio en la representación de la obra para agarrarse a trompadas detrás del escenario; igualmente es meritoria la prestación de David Julian Hirsh como el donjuanesco director Lloyd Dallas compartiendo amores con la sexy actriz Brooke Ashton ‑caracterizada por Amanda Lisman- y la asistente de dirección Poppy Norton-Taylor, interpretada por Kaitlyn Riordan; Daniel Lillford anima muy bien a Selsdon Mowbray, un personaje excéntrico que no aparece en escena cuando se lo requiere debido a su afición alcohólica; igualmente produce simpatía Michael Musi como el utilero de la obra de ficción.
En esencia, esta comedia desnudando en clave de solfa la intimidad del teatro y los diferentes estados emocionales que se manifiestan entre el director de una pieza y el equipo que lo rodea, proporciona una grata velada teatral con carcajadas a granel.