Crónica de Jorge Gutman
LES CHAISES – Autor: Eugène Ionesco — Dirección: Frédéric Dubois – Elenco: Monique Miller, Gilles Renaud, Jean’François Guilbaut, Jasmine Daigneault„ Alex-Aimée Martel (alternativamente), Rosalie Payotte (alternativamente) — Escenografía: Anick La Bissonnière — Vestuario: Linda Brunelle – Iluminación: Caroline Ross – Música Original: Pascal Robitaille. Duración: 1h 20m (sin entreacto). Representaciones: hasta el 2 de junio de 2018 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Sin lugar a dudas, Eugene Ionesco junto con Samuel Beckett constituyen los supremos representantes del teatro del absurdo. Cada uno en lo suyo ha sabido captar lo máximo en la observación del mundo que los rodea y lo más sorprendente es cómo sus piezas a pesar de haber sido concebidas hace varias décadas mantienen rigurosa actualidad. En el caso concreto de Ionesco lo irrazonable ha comenzado a surgir al haber contemplado cómo la locura absurda y letal de un ser humano haya generado la tragedia más grande der la Humanidad con el genocidio de la Segunda Guerra. Ese drama racionalmente incomprensible le sirvió de inspiración como dramaturgo para analizar los matices del comportamiento de los seres humanos, muchas veces ilógicos y sin sentido, generando situaciones “absurdas”. Así después de haber concebido La Cantante Calva (1950), La Lección (1950) y El Porvenir está en los Huevos (1951), crea Las Sillas (1952), una profunda obra centrada en la futilidad de la existencia humana que se evidencia con mayor intensidad en la hora del adiós.
Ionesco concibe un matrimonio de ancianos que aislados del mundo viven en una suerte de casa flotante. La existencia de esta pareja ha sido completamente insípida y lo sigue siendo aguardando el final que se aproxima; sus insustanciales conversaciones, ilógicas, repetitivas y sin real sentido reflejan el patetismo de quienes consciente o inconscientemente cargan con el peso de las frustraciones de no haber acometido algo trascendente. Ese es el disparador para que en su imaginación resuelvan organizar una recepción a importantes personajes, donde no estará ausente el mismo Emperador; para ello van disponiendo de las sillas en que los invisibles invitados habrán de tomar asiento. Cuando la reunión alcanza su apogeo con las sillas invadiendo el espacio físico, se hace presente el Orador sordomudo que salvará a la Humanidad y permitirá a la pareja alcanzar su liberación en el momento de la partida final.
La excelente dirección de Frédéric Dubois sintoniza magníficamente con el discurso transgresor del Premio Nóbel de Literatura donde lo cómico y lo trágico llegan a fundirse equilibradamente. A través de una acertada puesta escénica que constituye un verdadero tributo al autor, Dubois permite que los ilógicos diálogos banalmente sublimados en el insólito texto adquieran relieve y que la audiencia empatice con sus personajes.
El mérito de Dubois se enriquece por haber contado con dos monstruos sagrados del teatro de Quebec que infunden una profunda humanidad a sus respectivos personajes. La gran dama de la escena teatral Monique Miller como el magistral Gilles Renaud se introducen con pasión en el espíritu de estos ancianos sin que la hilaridad como así también el patetismo que de ellos se desprenden adquiera contornos caricaturescos; en esencia, ambos han logrado una actuación antológica.
Mención aparte merecen los factores técnicos de esta producción donde la escenografía, iluminación y la música contribuyen funcionalmente a crear el clima necesario para disfrutar mejor de esta vivencia artística.
En esencia, el público asiste a una obra perturbadoramente poética donde la visión de Ionesco acerca del sin sentido, la soledad de los humanos y la razón de ser de nuestro paso por la vida cobra un sólido vuelo gracias a la excelente dirección de Dubois y la fascinante presencia de Miller y Renaud.