Balan­ce de Can­nes 2019

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

La 72ª edi­ción del Fes­ti­val que ha con­clui­do el sába­do pasa­do ha sido una de las mejo­res de los últi­mos años en la medi­da que de los 21 títu­los pro­yec­ta­dos en la Com­pe­ten­cia Ofi­cial — la más impor­tan­te del even­to- la mitad de los mis­mos ha alcan­za­do un nivel de gran cali­dad; en con­se­cuen­cia, el balan­ce arro­ja un sal­do amplia­men­te posi­ti­vo al haber satis­fe­cho las expec­ta­ti­vas de los miles de perio­dis­tas acre­di­ta­dos que asis­tie­ron a este pres­ti­gio­so evento.

LOS PAL­MA­RES DE LA COM­PE­TEN­CIA OFICIAL

Ale­jan­dro Gon­zá­lez Iñá­rri­tu que pre­si­dió el jura­do de la com­pe­ten­cia ofi­cial afir­mó que “el cine debe ele­var la con­cien­cia social a tra­vés del mun­do”; por lo tan­to no sor­pren­de que varios de los títu­los galar­do­na­dos res­pon­dan a tal prin­ci­pio. Para­si­te (Corea del Sur) del gran direc­tor coreano Bong Joon Ho mere­ci­da­men­te ha obte­ni­do la codi­cia­da Pal­ma de Oro al abor­dar con gran maes­tría el tema de la des­igual­dad social impe­ran­te en su país.

PARA­SI­TE

Den­tro del géne­ro de la tra­gi­co­me­dia don­de a su vez no están ausen­tes el sus­pen­so y el terror, el film cons­ti­tu­ye una sagaz metá­fo­ra sobre la frac­tu­ra exis­ten­te entre los pobres mise­ra­bles des­crip­tos por el rea­li­za­dor y los inte­gran­tes de las cla­ses pudien­tes quie­nes con­si­de­ran a sus humil­des sir­vien­tes como pará­si­tos de la socie­dad. La his­to­ria con­ce­bi­da por el rea­li­za­dor y Han Jin-Won pre­sen­ta una fami­lia muy humil­de con­for­ma­da por Ki-taek, un des­em­plea­do indi­vi­duo, su espo­sa Chung-Sook y sus dos hijos adul­tos vivien­do en con­di­cio­nes pau­pé­rri­mas en un dis­tri­to de la cla­se tra­ba­ja­do­ra de Seúl. La vida ruti­na­ria del gru­po fami­liar cobra un vuel­co sor­pre­si­vo cuan­do Ki-Woo, uno de los hijos, reci­be un ofre­ci­mien­to de empleo por par­te de su ami­go Min; como éste debe par­tir al extran­je­ro, el tra­ba­jo con­sis­te en reem­pla­zar­lo como ins­truc­tor de Da-Hye, una joven que él ama y es la hija de Park, un millo­na­rio hom­bre de nego­cios. Valién­do­se de un fal­so diplo­ma obte­ni­do, Ki-Woo logra ese empleo. Que­dan­do des­lum­bra­do por la lujo­sa man­sión en don­de debe cum­plir sus fun­cio­nes de tuto­ría y el extra­or­di­na­rio con­fort del cual gozan los inte­gran­tes de esta opu­len­ta fami­lia, pron­ta­men­te logra sedu­cir con su sim­pa­tía a su alum­na y con­quis­tar la bue­na volun­tad de su pro­tec­to­ra madre. Al pro­pio tiem­po el ave­za­do mucha­cho con­ci­be un maquia­vé­li­co plan para que los miem­bros de su pro­pia fami­lia pue­dan rea­li­zar dife­ren­tes acti­vi­da­des en ese nue­vo medio social y poder en con­se­cuen­cia aspi­rar a un nivel de vida más aus­pi­cio­so. Así logra que su padre sea reclu­ta­do como cho­fer, su her­ma­na se luz­ca como pro­fe­so­ra de arte de un chi­co sor­do­mu­do de la millo­na­ria fami­lia y que su madre sea con­cha­ba­da como ama de lla­ves des­pués de haber logra­do que la pre­ce­den­te fue­ra des­pe­di­da. Gra­cias a un inge­nio­so guión que ofre­ce unas vuel­tas de giro impo­si­bles de pre­ver anti­ci­pa­da­men­te, la his­to­ria es con­du­ci­da hacia un terro­rí­fi­co des­en­la­ce. Resuel­ta con gran ima­gi­na­ción y a tra­vés de una estu­pen­da pues­ta escé­ni­ca el rea­li­za­dor efec­túa con esta fábu­la negra un devas­ta­dor toque de aler­ta ilus­tran­do la grie­ta social exis­ten­te entre los pode­ro­sos y los des­am­pa­ra­dos de su tierra.

El Gran Pre­mio del Jura­do fue con­ce­di­do a Atlan­ti­que (Fran­cia-Bél­gi­ca-Sene­gal), ópe­ra pri­ma de la direc­to­ra fran­co-sene­ga­le­sa Mati Diop. La tra­ma que trans­cu­rre en Dakar rela­ta la difí­cil situa­ción que atra­vie­sa Sou­lei­man (Ibrahi­ma Trao­ré), uno de los tra­ba­ja­do­res de la cons­truc­ción que al igual que sus com­pa­ñe­ros no han podi­do cobrar sus sala­rios por más de 3 meses; en tal sen­ti­do los patro­nes no con­si­de­ran la difí­cil e injus­ta situa­ción de sus emplea­dos que deben afron­tar los com­pro­mi­sos fami­lia­res en mate­ria de ali­men­ta­ción y habi­ta­ción. Simul­tá­nea­men­te, el film intro­du­ce a la joven Ada (Mama Sané) que man­tie­ne un sóli­do víncu­lo sen­ti­men­tal con Sou­lei­man pero que a tra­vés de un matri­mo­nio arre­gla­do por sus padres está obli­ga­da a casar­se en pocos días más con Omar (Baba­car Sylla), un hom­bre de exce­len­te situa­ción eco­nó­mi­ca, a quien deci­di­da­men­te no ama. La situa­ción se ten­sa cuan­do Sou­lei­man deci­de dejar Sene­gal con sus com­pa­ñe­ros con direc­ción a Espa­ña en pro­cu­ra de un futu­ro mejor, uti­li­zan­do una pira­gua como medio de trans­por­te en la inmen­si­dad del océano. Mez­clan­do el roman­ti­cis­mo con el dra­ma social que gene­ra la inmi­gra­ción clan­des­ti­na, la rea­li­za­do­ra intro­du­ce cier­tos ele­men­tos super­na­tu­ra­les que no logran inser­tar­se flui­da­men­te en la narra­ti­va de una his­to­ria que adquie­re visos fan­tas­ma­gó­ri­cos. Con todo, que­da como resul­ta­do un film que se deja ver ilus­tran­do las con­di­cio­nes de vida de este país afri­cano y la posi­ción de la mujer en el mar­co de un sis­te­ma social que limi­ta su libertad.

El ter­cer pre­mio en impor­tan­cia que corres­pon­de al de la Mejor Direc­ción ha sido otor­ga­do a los her­ma­nos Jean-Pie­rre y Luc Dar­den­ne por el aná­li­sis efec­tua­do de un faná­ti­co musul­mán en Le jeu­ne Ahmed (Bél­gi­ca-Fran­cia). Sin sen­ti­men­ta­lis­mo alguno, los rea­li­za­do­res enfo­can a Ahmed (Idir Ben Addi), un ado­les­cen­te bel­ga de 13 años que inte­gran­do una fami­lia bien cons­ti­tui­da, no obs­tan­te se mues­tra apar­ta­do de los suyos e ira­cun­do con la gen­te que inter­ac­túa. El pro­ble­ma se debe a que al estar suma­men­te embe­bi­do en la reli­gión musul­ma­na y en la inter­pre­ta­ción que rea­li­za de los pre­cep­tos del Corán, su meta es la de ser un ver­da­de­ro y fiel musul­mán, cum­plien­do con todas las reglas y ritos de dicha fe inclu­yen­do las ablu­cio­nes y ple­ga­rias que no com­par­te con sus fami­li­la­res. Con­si­de­ran­do como enemi­gos a quie­nes no coin­ci­den con sus con­vic­cio­nes, cri­ti­ca a su madre (Clai­re Bod­son) por no uti­li­zar hiyab y menos­pre­cia a su her­ma­na por la for­ma moder­na de su ves­ti­men­ta. Asi­mis­mo, por su ardien­te fer­vor reli­gio­so lle­ga a odiar a su pro­fe­so­ra (Myriem Akhed­diou) con inten­ción de matar­la por­que no ense­ña el reque­ri­do ára­be expues­to en el Corán y por­que la supo­ne após­ta­ta. He aquí la radi­ca­li­za­ción de un joven isla­mis­ta que a pesar de ser esti­mu­la­do por Yous­souf (Oth­ma­ne Mou­men), el imam local, no exis­te una expli­ca­ción psi­co­ló­gi­ca sobre su total alienación.

LE JEU­NE AHMED

Median­te la estu­pen­da rea­li­za­ción de los Dar­den­ne este film alta­men­te inquie­tan­te y per­tur­ba­dor per­mi­te que el públi­co que­de impac­ta­do con lo que obser­va. Si bien su des­en­la­ce opti­mis­ta resul­ta poco rea­lis­ta, eso no empa­ña la exce­len­te ilus­tra­ción efec­tua­da sobre el malé­fi­co poder del fana­tis­mo reli­gio­so impreg­na­do en jóve­nes que se con­vier­ten en ence­gue­ci­dos ase­si­nos a tra­vés de su inte­gra­ción en las célu­las terro­ris­tas del yihadismo.

Dolor y Glo­ria (Espa­ña), que a jui­cio de quien esto escri­be ha sido el mejor film de la com­pe­ten­cia, fue recom­pen­sa­do con el pre­mio al Mejor Actor. Alu­dien­do a su títu­lo, si bien el dolor esta­ría dado por el hecho de que Pedro Almo­dó­var no logró obte­ner la Pal­ma de Oro que la mayo­ría de los crí­ti­cos daban por des­con­ta­do, la glo­ria que­da refle­ja­da por haber sido galar­do­na­do Anto­nio Ban­de­ras per­so­ni­fi­can­do a Sal­va­dor Mallo, el alter ego de Almo­dó­var. En este film par­cial­men­te bio­grá­fi­co el cineas­ta man­che­go ofre­ce una obra artís­ti­ca magis­tral expo­nien­do con pro­fun­di­dad los ava­ta­res de un cineas­ta des­pués de varias déca­das de haber logra­do una exi­to­sa labor profesional.

Sal­va­dor, apos­ta­do en su piso de Madrid, se encuen­tra can­sa­do, afec­ta­do de dolo­res físi­cos y un tan­to blo­quea­do por su esta­do aní­mi­co depre­si­vo que le impi­de con­ce­bir nue­vas ideas. A tra­vés de su memo­ria pasa revis­ta a su vida de infan­cia trans­cu­rri­da en un pue­blo humil­de don­de su padre bri­lla por su ausen­cia y su devo­ta madre cora­je (Pené­lo­pe Cruz) rea­li­za lo impo­si­ble para dar a su hijo una bue­na edu­ca­ción. Su vida actual cobra un alien­to inusi­ta­do a tra­vés de dos reen­cuen­tros: uno de ellos es con Alber­to (Asier Etxean­dia), un actor que pro­ta­go­ni­zó hace 32 años una pelí­cu­la suya (Sabor) y que a raíz de la mis­ma moti­vó el dis­tan­cia­mien­to entre ambos; el otro reen­cuen­tro aún más sig­ni­fi­ca­ti­vo es la visi­ta ines­pe­ra­da de Fede­ri­co (Leo­nar­do Sba­ra­glia), quien habien­do sido en el pasa­do su aman­te, eli­gió radi­car­se en Argen­ti­na, casar­se y ser padre de fami­lia. En esta subli­me his­to­ria de auto­fic­ción Almo­dó­var ofre­ce uno de los tra­ba­jos más memo­ra­bles de su carre­ra con algu­nas esce­nas inol­vi­da­bles don­de la emo­ción bro­ta a flor de piel. El film se encuen­tra refor­za­do con un mag­ní­fi­co elen­co don­de sobre­sa­le la anto­ló­gi­ca actua­ción de Ban­de­ras, quien como gran cono­ce­dor del cineas­ta, al haber tra­ba­ja­do en 8 pelí­cu­las suyas, logra una extra­or­di­na­ria com­pe­ne­tra­ción de su per­so­na­je al mime­ti­zar­se por com­ple­to con su per­so­na; en con­se­cuen­cia, Ban­de­ras aquí deja de ser quien es para trans­mu­tar­se bri­llan­te­men­te en Almodóvar.

El pre­mio a la Mejor Actriz feme­ni­na corres­pon­dió a Emily Bee­cham por su inter­ven­ción en Little Joe (Aus­tria-Gran Bre­ta­ña-Ale­ma­nia) de la rea­li­za­do­ra Jes­si­ca Haus­ner; este film leja­na­men­te futu­ris­ta sobre una dise­ña­do­ra de plan­tas que crea una flor que des­ti­la un per­fu­me capaz de brin­dar feli­ci­dad a quien lo res­pi­re, no logró des­per­tar gran entu­sias­mo por par­te de la crítica.

El Pre­mio del Jura­do fue com­par­ti­do por Bacu­rau (Bra­sil-Fran­cia) y Les Misé­ra­bles (Fran­cia).

Bacu­rau de Kle­ber Men­don­ca Filho quien hace tres años impre­sio­nó gra­ta­men­te en Can­nes con Aqua­rius, en este caso cuen­ta con la cola­bo­ra­ción de Juliano Dome­lles como co-direc­tor, para ofre­cer una his­to­ria de cien­cia fic­ción que se desa­rro­lla en un futu­ro cer­cano en la fic­ti­cia pobla­ción que da títu­lo al film, ubi­ca­da al nor­des­te de Bra­sil. A la mane­ra de un wes­tern lati­no­ame­ri­cano, los rea­li­za­do­res e igual­men­te res­pon­sa­bles del guión pre­sen­tan un cua­dro de des­igual­dad social. El rela­to expo­ne la vida de humil­des habi­tan­tes de la región que afec­ta­dos por la sequía y con una com­ple­ta indi­fe­ren­cia del esta­do por la fal­ta de sumi­nis­tro del agua, están ame­na­za­dos por el arri­bo de extran­je­ros con el pro­pó­si­to de cazar como si se tra­ta­ra de un safa­ri. Fren­te a esa inusi­ta­da y ame­na­za­do­ra pre­sen­cia, los luga­re­ños sabrán cómo impo­ner la resis­ten­cia de los intru­sos. A pesar de no ser un film total­men­te per­fec­to, el mis­mo se dis­tin­gue con deta­lles pre­cio­sis­tas obser­va­dos por los rea­li­za­do­res, demos­tran­do cómo la vita­li­dad de un pue­blo uni­do defien­de su dig­ni­dad e iden­ti­dad a tra­vés de la lucha arma­da para derro­tar a quie­nes tie­nen la inten­ción de opri­mir­los. Sin que exis­ta un per­so­na­je que gra­vi­te total­men­te a lo lar­go del rela­to, se dis­tin­guen la vete­ra­na actriz Sonia Bra­ga como una alcohó­li­ca doc­to­ra, Udo Kier lide­ran­do un gru­po de fac­cio­sos inva­so­res y Thar­delly Lima ani­man­do a un corrup­to alcalde.

BACU­RAU

Remar­ca­ble es la ópe­ra pri­ma de Ladj Ly Les Misé­ra­bles cuyo títu­lo no alu­de a una nue­va ver­sión de la obra de Víc­tor Hugo pese a que tam­bién trans­cu­rre en el subur­bio pari­sino de Mont­fer­meil; es allí don­de se encuen­tran haci­na­dos inmi­gran­tes afri­ca­nos ile­ga­les, musul­ma­nes que tra­tan de impo­ner sus con­vic­cio­nes reli­gio­sas, así como niños y ado­les­cen­tes libra­dos de la mano de Dios con pre­ca­rias con­di­cio­nes de vida. En ese con­tex­to, este duro film rela­ta el accio­nar de una bri­ga­da anti­cri­mi­nal inte­gra­da por tres ofi­cia­les (Damien Bon­nard, Dje­bril Zon­ga y Ale­xis Manen­ti); ellos deben lidiar con varios de los pro­ble­mas de la zona pero al abu­sar de su poder con la apli­ca­ción de méto­dos de mano dura gene­ran una inusi­ta­da vio­len­cia, la cual no hace más que engen­drar otra de carác­ter más inten­so. Adop­tan­do un tono docu­men­tal, el direc­tor cap­ta con gran ener­gía la auten­ti­ci­dad de los acon­te­ci­mien­tos den­tro de ese cli­ma de mise­ria, logran­do que su rela­to adquie­ra un poten­te efec­to dra­má­ti­co con un final vis­ce­ral que con­mue­ve viva­men­te al espectador.

La dis­tin­ción al Mejor Guión fue con­fe­ri­da a la rea­li­za­do­ra Celi­na Sciam­ma quien con un inge­nio­so y ori­gi­nal libre­to ofre­ce en Por­trait de la jeu­ne fille en feu (Fran­cia) un cau­ti­van­te rela­to sobre la rela­ción exis­ten­te entre dos jóve­nes muje­res. La rea­li­za­do­ra ubi­ca la acción en la región fran­ce­sa de Bre­ta­ña en 1770, don­de Marian­ne (Noé­mie Mer­lant) es con­tra­ta­da por una Con­de­sa (Vale­ria Golino) para que pin­te a su hija Heloï­se (Adè­le Hae­nel), recién sali­da del con­ven­to, con el pro­pó­si­to de enviar el tra­ba­jo rea­li­za­do a quien será su futu­ro espo­so, un hom­bre de bue­na con­di­ción eco­nó­mi­ca que resi­de en Millán. Como la joven se nie­ga a ser retra­ta­da des­pués del esfuer­zo inten­ta­do por otros artis­tas pre­ce­den­tes, Marian­ne debe adop­tar el rol de dama de com­pa­ñía para que estu­dian­do aten­ta­men­te sus fac­cio­nes pue­da lue­go repro­du­cir­las en la tela sin que Héloï­se se entere.

POR­TRAIT DE LA JEU­NE FILLE EN FEU

Si bien al prin­ci­pio el víncu­lo exis­ten­te entre la pin­to­ra y la retra­ta­da es obje­to de cier­ta ten­sión, a medi­da que trans­cu­rren los encuen­tros la situa­ción tien­de a alte­rar­se a par­tir del momen­to en que Héloi­se acep­ta posar libre­men­te para Marian­ne. A tra­vés de la fre­cuen­cia dia­ria entre ambas se pro­du­ce una curio­sa sim­bio­sis que con­du­ci­rá a una apa­sio­na­da rela­ción lésbica.

Sutil y deli­ca­da en su rea­li­za­ción, Sciam­ma no solo con­si­de­ra el tema del amor sáfi­co, sino que tam­bién enca­ra el tema del abor­to clan­des­tino a tra­vés de Sophie (Luà­na Baj­ra­mi), la emplea­da domés­ti­ca en esta­do de emba­ra­zo, quien es tes­ti­go de lo que acon­te­ce en la resi­den­cia y for­ma par­te del ínti­mo círcu­lo inte­gra­do por Héloi­se y Marian­ne. Nada hace pre­su­mir cuál será el des­tino que aguar­da a las pro­ta­go­nis­tas de esta his­to­ria pero en todo caso lo que más se des­ta­ca es la nota­ble carac­te­ri­za­ción de Hae­nel y Mer­lant logran­do una inme­jo­ra­ble quí­mi­ca en la com­po­si­ción de sus per­so­na­jes. Esen­cial­men­te el film cons­ti­tu­ye un buen apor­te a la temá­ti­ca femi­nis­ta, cada vez más fre­cuen­te en el cine actual.

Una Men­ción Espe­cial mere­ció It Must Be Hea­ven (Fran­cia-Qatar-Ale­ma­nia-Cana­dá-Tur­quía) del direc­tor y guio­nis­ta Elia Sulei­man quien tam­bién reci­bió el Pre­mio de la Crí­ti­ca Inter­na­cio­nal por la sec­ción competitiva.

El Pre­mio Camé­ra d’Or que se entre­ga a la mejor pri­me­ra pelí­cu­la pre­sen­ta­da en cual­quie­ra de las sec­cio­nes de la Selec­ción Ofi­cial, Quin­ce­na de los Rea­li­za­do­res y Sema­na de la Crí­ti­ca, fue adju­di­ca­do a Nues­tras Madres (Gua­te­ma­la-Bél­gi­ca-Fran­cia). Este remar­ca­ble docu­men­to de César Díaz impac­ta por la meticu­losa inves­ti­ga­ción efec­tua­da de epi­so­dios que tuvie­ron lugar en la san­grien­ta y des­pia­da­da gue­rra civil que azo­tó a Gua­te­ma­la duran­te más de tres déca­das y que dejó un sal­do de más de 200.000 muer­tos y desaparecidos.

Lo que más se des­ta­ca en el tra­ba­jo de Díaz es cómo evi­ta el estre­me­ci­mien­to emo­cio­nal que el tema gene­ra para pri­vi­le­giar en su lugar las obser­va­cio­nes rea­li­za­das por el pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria. Ins­pi­ra­do por la des­apa­ri­ción en 1982 de su pro­pio padre que fue un mili­tan­te polí­ti­co, Díaz ambien­ta su rela­to en 2013 pre­sen­tan­do a Ernes­to (Arman­do Espi­tía) un joven antro­pó­lo­go que se desem­pe­ña en el ins­ti­tu­to médi­co foren­se tra­tan­do de iden­ti­fi­car a las víc­ti­mas ente­rra­das en fosas comu­nes en los cemen­te­rios de Gua­te­ma­la. Allí se pre­sen­ta ante él Nico­la­sa (Aure­lia Caal), una mujer indí­ge­na, que pro­cu­ra hallar el cuer­po de su ama­do espo­so Mateo ase­si­na­do duran­te el perío­do del con­flic­to arma­do. Coin­ci­den­te­men­te esta seño­ra le brin­da a Ernes­to cier­tas pis­tas para que él pue­da a su vez loca­li­zar el cuer­po de su padre al que nun­ca lle­gó a cono­cer. Sin embar­go, Ernes­to debe ven­cer la resis­ten­cia de su pro­pia madre (Emma Dib) que rehú­sa tes­ti­fi­car. Un elen­co de muy bue­nos intér­pre­tes, algu­nos de ellos no pro­fe­sio­na­les como en el caso de Caal, otor­gan auten­ti­ci­dad a este lace­ran­te y sen­si­ble docu­dra­ma de sufri­mien­to y com­pa­sión que el espec­ta­dor selec­ti­vo sabrá apre­ciar. En esen­cia, el film cons­ti­tu­ye una exce­len­te car­ta de pre­sen­ta­ción para el novel realizador.

Para com­ple­tar los pre­mios de la Com­pe­ti­ción Ofi­cial el cor­to­me­tra­je The Dis­tan­ce Bet­ween Us and the Sky (Gre­cia-Fran­cia) de Vasi­lis Keka­tos obtu­vo la Pal­ma de Oro en tan­to que Mons­truo Dios (Argen­ti­na) de Agus­ti­na San Mar­tin fue obje­to de la Men­ción Espe­cial en dicha categoría.

OTROS FIL­MES DESTACADOS

Con medio cen­te­nar de pelí­cu­las en su haber el casi octo­ge­na­rio rea­li­za­dor Mar­co Belloc­chio sigue ofre­cien­do sóli­das obras, sobre todo de natu­ra­le­za polí­ti­ca vin­cu­la­das con Ita­lia, su país de ori­gen. Aun­que el tema de la mafia ha sido enfo­ca­do en nume­ro­sas opor­tu­ni­da­des, el direc­tor ita­liano lo con­si­de­ra por pri­me­ra vez en Il Tra­di­to­re (Ita­lia-Fran­cia-Ale­ma­nia-Bra­sil) recons­tru­yen­do la his­to­ria de Tom­ma­so Bus­cet­ta (Pier­fran­ces­co Favino), un mafio­so sici­liano que actuó como infor­man­te para el gobierno de Italia.

IL TRA­DI­TO­RE

El film comien­za en 1980 cuan­do Bus­cet­ta des­pués de haber hui­do de Sici­lia resi­de en Bra­sil jun­to a su espo­sa bra­si­le­ña Cris­ti­na (Maria Fer­nan­da Cân­di­do) don­de de este modo logra un res­pi­ro en la gue­rra enta­bla­da entre los dife­ren­tes padri­nos de la mafia sici­lia­na por el trá­fi­co de heroí­na; aun­que los gru­pos riva­les logran lle­gar a un acuer­do de tre­gua, el mis­mo es de efí­me­ra dura­ción. En Bra­sil Bus­cet­ta se ente­ra que la fami­lia enemi­ga ase­si­nó en Paler­mo a dos de sus hijos y a su her­mano, entre otros parien­tes cer­ca­nos. Al ser extra­di­ta­do a Ita­lia por las auto­ri­da­des bra­si­le­ñas, al lle­gar a des­tino y temien­do que él pue­da ser la pró­xi­ma víc­ti­ma, deci­de que­brar el pac­to de silen­cio que exis­te en la mafia, tes­ti­mo­nian­do ante el juez Gio­van­ni Fal­co­ne (Faus­to Rus­so Ale­si) bajo el ampa­ro del pro­gra­ma de pro­tec­ción de tes­ti­gos. Sus decla­ra­cio­nes reve­lan los tra­pos sucios ocul­tos del clan enemi­go lide­ra­do por el padrino Toto Rii­na (Nico­la Cali) y su anti­guo aso­cia­do Totuc­cio Con­torno (Lui­gi Lo Cas­cio) así como las vin­cu­la­cio­nes de la Cosa Nos­tra con las altas esfe­ras polí­ti­cas del gobierno inclu­yen­do a Giu­lio Andreot­ti y otros jerar­cas del Par­ti­do Demó­cra­ta. Como resul­ta­do de los jui­cios que tuvie­ron lugar pos­te­rior­men­te cer­ca de 400 inte­gran­tes de la mafia sici­lia­na fue­ron encarcelados.

Belloc­chio se abs­tie­ne de juz­gar la mora­li­dad de Bus­cet­ta aun­que eso no le impi­de efec­tuar un buen estu­dio psi­co­ló­gi­co de su per­so­na. Impri­mien­do un rit­mo ágil a la narra­ción el rea­li­za­dor logra igual­men­te una muy bue­na recons­truc­ción de los hechos y de los múl­ti­ples jui­cios que tie­nen lugar. El úni­co bemol resi­de en la inmen­sa acu­mu­la­ción de datos así como los nume­ro­sos inci­den­tes que con­tie­ne el rela­to que impi­de su com­ple­ta absor­ción en una pri­me­ra visión; sin embar­go, esa obje­ción no lle­ga a eclip­sar los méri­tos de este film que el públi­co sigue con máxi­ma atención.

Des­pués de haber obte­ni­do su segun­da Pal­ma de Oro hace 3 años con I, Daniel Blac­ke, el vete­rano rea­li­za­dor Ken Loach, siem­pre acom­pa­ña­do de su exce­len­te guio­nis­ta Paul Laverty, des­cri­be en Sorry We Mis­sed You una con­mo­ve­do­ra his­to­ria. Ape­lan­do a una narra­ción rea­lis­ta Loach ilus­tra las injus­ti­cias de gen­te común y sen­ci­lla que no tie­ne esca­pa­to­ria fren­te al esta­do de situa­ción en que se encuen­tra para poder sobre­vi­vir. Aquí se sale al encuen­tro de una humil­de fami­lia inte­gra­da por Rick (Kris Hit­chen), su ama­da espo­sa Abby (Deb­bie Honey­wood) y sus dos hijos Seb (Rhys Sto­ne) de 15 años y Liza Jane (Katie Proc­tor) de 12. Habien­do per­di­do su tra­ba­jo en la cons­truc­ción y vivien­do día a día con lo que se pue­de, Rick desea aspi­rar a un nivel de vida supe­rior para poder tener una casa pro­pia y dejar el dila­pi­da­do lugar habi­ta­cio­nal don­de resi­de su fami­lia así como ofre­cer a sus hijos un futu­ro mejor; en tan­to Abby pro­si­gue en su tarea de ser­vi­do­ra social ofre­cien­do mag­ná­ni­ma­men­te ayu­da a dis­ca­pa­ci­ta­dos y ancia­nos. A tra­vés de una fran­qui­cia obte­ni­da para el des­pa­cho de mer­ca­de­ría a domi­ci­lio, Kris logra que su mujer ven­da su vehícu­lo para que él pue­da adqui­rir una camio­ne­ta a fin de trans­por­tar los pedi­dos y de este modo poder tra­ba­jar por su cuen­ta y ser su pro­pio emplea­dor. Sin embar­go, la auto­no­mía que desea­ba lograr es fic­ti­cia en la medi­da que está some­ti­do des­pia­da­da­men­te por la com­pa­ñía con­ce­sio­na­ria a tener que cum­plir con el des­pa­cho de los paque­tes en un redu­ci­do espa­cio de tiem­po. A pesar de que su abne­ga­da mujer tra­ta de tem­plar los áni­mos fren­te a la des­hu­ma­ni­za­ción y humi­lla­ción que Rick expe­ri­men­ta dia­ria­men­te, cada vez resul­ta más difí­cil man­te­ner la armo­nía fami­liar fren­te a la situa­ción impe­ran­te; el hecho tien­de a agra­var­se debi­do al com­por­ta­mien­to de su hijo que fal­tan­do a la escue­la para dedi­car­se a rea­li­zar graf­fi­tis efec­túa peque­ños robos para dis­po­ner del dine­ro que le per­mi­ta com­prar la pin­tu­ra nece­sa­ria. Si bien el cua­dro des­crip­to es evi­den­te­men­te som­brío Loach tra­ta de ate­nuar­lo con algu­nas notas de humor; en todo caso a pesar de su negru­ra su des­en­la­ce no es fatal dado que deja la puer­ta abier­ta al que­rer demos­trar cómo la sóli­da unión del lazo fami­liar adquie­re sus­tan­cial gra­vi­ta­ción para alen­tar espe­ran­zas. Como en todos los fil­mes del rea­li­za­dor, resul­ta fácil de empa­ti­zar con el sen­ti­mien­to de sus per­so­na­jes per­fec­ta­men­te carac­te­ri­za­dos por un con­jun­to de acto­res exce­len­tes. En esen­cia, Loach nue­va­men­te brin­da un film de gran huma­ni­dad y compasión.

Terren­ce Malick, que en 2011 logró el máxi­mo pre­mio con Tree of Life, regre­sa a Can­nes con A Hid­den Life (Ale­ma­nia-Esta­dos Uni­dos) con­si­de­ran­do la his­to­ria real del cam­pe­sino aus­tría­co Franz Jägers­tät­ter. El rela­to que trans­cu­rre entre 1939 y 1943 mues­tra en su comien­zo a Franz (August Diehl), vivien­do apa­ci­ble­men­te jun­to a Fani (Vale­rie Pach­ner), su ama­da mujer, y sus tres hiji­tas. Esa tran­qui­la exis­ten­cia pas­to­ral se inte­rrum­pe cuan­do se encuen­tra for­za­do a ingre­sar al ejér­ci­to ale­mán; res­pe­tan­do sus prin­ci­pios anti­bé­li­cos se nie­ga a com­ba­tir por el régi­men y com­pro­me­ter su leal­tad a Hitler. Su com­por­ta­mien­to moti­va a que ade­más de ser con­si­de­ra­do un paria den­tro de su comu­ni­dad al pro­pio tiem­po sea encar­ce­la­do como trai­dor al régi­men nazi. De allí en más el rela­to trans­cu­rre en dos esce­na­rios dife­ren­tes: por una par­te rese­ña lo que acon­te­ce con su fami­lia don­de Fani sigue tra­ba­jan­do en la gran­ja y año­ra la ausen­cia de su mari­do que se comu­ni­ca con ella a tra­vés del inter­cam­bio epis­to­lar; simul­tá­nea­men­te se apre­cian las penu­rias físi­cas y emo­cio­na­les que sufre Franz duran­te su encie­rro. Cuan­do lle­ga el momen­to del jui­cio, al no retrac­tar­se de su férrea posi­ción de obje­tor de con­cien­cia es con­de­na­do a muer­te; si bien su abo­ga­do defen­sor se esfuer­za para que reca­pa­ci­te a fin de lograr la con­mu­ta­ción de la pena capi­tal, él se man­tie­ne fir­me con sus prin­ci­pios. Den­tro del esti­lo dis­tin­ti­vo de Malick don­de lo espi­ri­tual se fun­de con lo divino y lo cós­mi­co, el film des­ti­la una atmós­fe­ra de apre­cia­ble liris­mo y melan­co­lía. Con todo, el metra­je de casi tres horas de dura­ción se nutre con muchas esce­nas repe­ti­ti­vas y por más que uno pue­da admi­rar el cora­je de su pro­ta­go­nis­ta de sacri­fi­car su vida y dejar sin espo­so ni padre a su que­ri­da fami­lia, el rela­to no logra gene­rar en el espec­ta­dor la emo­ción nece­sa­ria que per­mi­ta una mayor iden­ti­fi­ca­ción con la suer­te corri­da por Franz.

A HID­DEN LIFE

Sin ser una obra maes­tra Roc­ket­man (Gran Bre­ta­ña) es un film auto­bio­grá­fi­co estu­pen­da­men­te rea­li­za­do por Dex­ter Flet­cher cen­trán­do­se en el gran roc­ke­ro naci­do como Regi­nald Dwight y artís­ti­ca­men­te cono­ci­do como Elton John. A pesar de que el rela­to basa­do en el mag­ní­fi­co guión de Lee Hall deja de ser com­pla­cien­te con el artis­ta, lo cier­to es que lo expues­to ha sido por él apro­ba­do como pro­duc­tor eje­cu­ti­vo de esta película.

ROC­KET­MAN

En la pri­me­ra esce­na Elton (Taron Eger­ton) ata­via­do excén­tri­ca­men­te entra en una sala de una clí­ni­ca de reha­bi­li­ta­ción don­de tie­ne lugar una reu­nión de alcohó­li­cos anó­ni­mos; su pre­sen­ta­ción fren­te al gru­po no pue­de ser más elo­cuen­te al con­fe­sar de haber sido adic­to al alcohol, a la cocaí­na, a las pas­ti­llas quí­mi­cas no pres­crip­tas por facul­ta­ti­vo alguno, ade­más de bulímico.

A tra­vés de flash­backs el comp­po­si­tor recuen­ta su vida. Así, el gru­po se impo­ne de la infan­cia de Reg­gie (Matthew Illes­ley) trans­cu­rri­da en Lon­dres duran­te la déca­da del 50 quien deno­ta una nota­ble afi­ni­dad hacia la músi­ca y al piano den­tro de un mar­co fami­liar poco satis­fac­to­rio; en el mis­mo se detec­ta a un padre que deci­di­da­men­te lo des­pre­cia (Ste­ven Mac­kin­tosh), una madre (Bry­ce Dallas Howard) frí­vo­la que se preo­cu­pa más en ella que en el niño y una ado­ra­ble abue­la (Gem­ma Jones) quien es la úni­ca que ade­más de brin­dar­le su cari­ño apre­cia sus apti­tu­des musi­ca­les y será quien lo haga entrar como alumno de la Royal Aca­demy of Music. La his­to­ria se des­pla­za años des­pués cuan­do ya adul­to efec­túa su tran­si­ción hacia la músi­ca rock y se pro­du­ce un for­tui­to encuen­tro con Ber­nie Tau­pin (Jamie Bell); como su talen­to­so letris­ta él es el artí­fi­ce que encuen­tra las pala­bras ade­cua­das para expre­sar los sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes que trans­mi­te Elton en sus crea­cio­nes musi­ca­les; ese víncu­lo pro­fe­sio­nal cimen­ta­rá una entra­ña­ble amis­tad que per­du­ra­rá a tra­vés del tiempo.

Pos­te­rior­men­te se ilus­tra su debut en el club noc­turno Trou­ba­dour de Los Ánge­les, don­de logra un reso­nan­te éxi­to y es allí don­de cono­ce al apues­to y ele­gan­te John Reid (Richard Mad­den) quien será su mana­ger a la vez que su aman­te. Su triun­fal carre­ra que a los 25 años de edad lo con­vier­te en super­es­tre­lla y la rup­tu­ra del víncu­lo amo­ro­so con Reid, trae­rá apa­re­ja­do su des­me­su­ra­do con­su­mo de alcohol así como su afi­ción por las dro­gas que ter­mi­na­rán aba­tién­do­lo anímicamente.

El film se valo­ri­za por varias razo­nes. En pri­mer lugar la diná­mi­ca pues­ta escé­ni­ca uni­da al inte­li­gen­te guión logra inser­tar ade­cua­da­men­te la músi­ca den­tro de la narra­ción efec­tua­da; eso con­tri­bu­ye a crear un cli­ma de fan­ta­sía acer­ta­da­men­te entre­mez­cla­do con las face­tas reales del rela­to y favo­re­ci­do por un remar­ca­ble des­plie­gue coreográfico.

En una admi­ra­ble mime­ti­za­ción, la inter­pre­ta­ción pro­ta­gó­ni­ca de Eger­ton trans­mi­te con hol­gu­ra la com­ple­ja per­so­na­li­dad del artis­ta don­de la ima­gen públi­ca de un Elton triun­fa­dor con­tras­ta con la angus­tia y sole­dad de un ser ansio­so que ínti­ma­men­te desea encon­trar un ver­da­de­ro amor como así tam­bién el temor que expe­ri­men­ta de ser des­en­mas­ca­ra­do en su orien­ta­ción sexual; asi­mis­mo Eger­ton se luce como can­tan­te ento­nan­do satis­fac­to­ria­men­te con su voz la mayo­ría de las can­cio­nes de John, inclu­yen­do entre otras a Goodb­ye Yellow Brick Road, Thank You For All your Loving, Don’t Go Brea­king My Heart, Tiny Dan­cer y The Bitch is Back.

Igual­men­te debe dis­tin­guir­se el sun­tuo­so ves­tua­rio como un fac­tor impor­tan­te que enri­que­ce al rela­to; en tal sen­ti­do, el dise­ña­dor Julian Day repro­du­ce fiel­men­te los tra­jes extra­va­gan­te­men­te exa­ge­ra­dos y colo­ri­dos uti­li­za­dos por Elton en sus conciertos.

En esen­cia, esta melo­dra­má­ti­ca come­dia musi­cal recrean­do algu­nos de los momen­tos este­la­res así como la tumul­tuo­sa vida y reden­ción del emble­má­ti­co com­po­si­tor y pia­nis­ta reúne todos los ele­men­tos nece­sa­rios para satis­fa­cer ple­na­men­te al gran público.

El film que mayor expec­ta­ti­va des­per­tó en esta mues­tra fue Once Upon a Time…in Holly­wood debi­do a la mag­né­ti­ca per­so­na­li­dad de su rea­li­za­dor Quen­tin Taran­tino como así tam­bién por la enor­me popu­la­ri­dad de sus dos pro­ta­go­nis­tas, Leo­nar­do DiCa­prio y Brad Pitt. En una sala col­ma­da en la pro­yec­ción pre­vis­ta para los perio­dis­tas, antes de comen­zar la exhi­bi­ción se leyó un comu­ni­ca­do del direc­tor don­de con un tono ama­ble y agra­de­cien­do anti­ci­pa­da­men­te a la audien­cia soli­ci­ta­ba que no se reve­la­ran cier­tos aspec­tos del film. Cier­ta­men­te el pedi­do tie­ne sen­ti­do por­que esta pelí­cu­la ofre­ce algu­nas sor­pre­sas que sería indis­cre­to revelarlas.

La his­to­ria trans­cu­rre en 1969 en Los Ánge­les don­de duran­te los últi­mos años Rick Dal­ton (Di Caprio) se desem­pe­ña como actor de cow­boys en series tele­vi­si­vas que han gana­do la adhe­sión del públi­co y en pelí­cu­las de menor reper­cu­sión; a su lado se encuen­tra Cliff Booth (Pitt) quien es su doble en accio­nes ries­go­sas a la vez que su cho­fer y hom­bre de con­fian­za. Como la indus­tria de Holly­wood está en ple­na muta­ción, Mar­tin Sch­warzs (Al Pacino), un sagaz publi­cis­ta, le hace notar a Rick que los tiem­pos han cam­bia­do y le sugie­re que se des­pla­ce a Roma don­de podrá seguir inter­pre­tan­do a vaque­ros del oes­te dado que en Ita­lia el spa­guet­ti wes­tern se halla en pleno apogeo.

El rela­to que no es pre­ci­sa­men­te lineal, mues­tra a Rick habi­tan­do en una amplia man­sión de Beverly Hills que se encuen­tra veci­na a la de Roman Polans­ki (Rafal Zawie­ru­cha) y su espo­sa Sha­ron Tate (Mar­got Rob­bie). En la medi­da que el per­so­na­je de Sha­ron adquie­re cier­ta impor­tan­cia en el rela­to, ese hecho crea la intri­ga de saber cómo se rela­cio­na­rá con los de Rick y Cliff, tenien­do en cuen­ta que el des­tino de esta joven mujer está liga­do al clan Man­son. Evi­tan­do sumi­nis­trar más deta­lles, cabe men­cio­nar que una de las mejo­res esce­nas del film tie­ne lugar cuan­do Cliff se intro­du­ce en un amplio des­ven­ci­ja­do ran­cho don­de se encuen­tra una ban­da de hip­pies per­te­ne­cien­tes al sinies­tro clan y se pro­du­ce un enfren­ta­mien­to que gene­ra un cli­ma de con­si­de­ra­ble tensión.

Esta pelí­cu­la cons­ti­tu­ye un home­na­je del rea­li­za­dor a un cine que ya no exis­te más y lo hace ofre­cien­do múl­ti­ples refe­ren­cias ciné­fi­las, algu­nas de las mis­mas vin­cu­la­das con los wes­terns de Ser­gio Leo­ne y Ser­gio Cor­buc­ci, ade­más de extrac­tos de fil­mes alu­si­vos. Las impe­ca­bles actua­cio­nes del elen­co, sobre todo la de Pitt, la exce­len­te repro­duc­ción de épo­ca y la incor­po­ra­ción de acer­ta­dos temas musi­ca­les uti­li­za­dos en la ban­da sono­ra per­mi­ten dis­fru­tar de este nos­tál­gi­co y entre­te­ni­do rela­to cuyo final no es pre­ci­sa­men­te el que uno aguarda.

Un film de gran ter­nu­ra y emo­ti­vi­dad es lo que el imba­ti­ble román­ti­co Clau­de Lelouch ofre­ce con Les Plus Belles Années d’u­ne Vie (Fran­cia) don­de 53 años des­pués de haber rea­li­za­do Un Hom­me et une Fem­me se dis­po­ne a con­tar qué es lo que acon­te­ce hoy día con sus per­so­na­jes prin­ci­pa­les, Anne (Anouk Aimée) y Jean-Louis (Jean-Louis Trin­tig­nant). A pesar del amor que los unió en Deau­vi­lle, lugar en que se cono­cie­ron en 1966, cada uno de ellos ha lle­va­do una vida sepa­ra­da. Anne es hoy día una viu­da de edad madu­ra que rodea­da de su fami­lia inclu­yen­do a su hija Fra­nçoi­se (Souad Ami­dou) está a car­go de un peque­ño nego­cio. Un buen día Antoi­ne (Antoi­ne Sire), el hijo de Jean-Louis, lle­ga a loca­li­zar­la y le pide que vaya a visi­tar a su padre que resi­de en un hogar para ancia­nos y que a pesar de su pér­di­da de memo­ria la sigue recor­dan­do con afec­to. Es así que Anne se diri­ge a ver­lo y el encuen­tro resul­ta alta­men­te con­mo­ve­dor don­de el ex corre­dor de auto­mó­vi­les está con­fi­na­do aho­ra a una silla de rue­das y en un esta­do de con­si­de­ra­ble enve­je­ci­mien­to. Aun­que él no pare­ce reco­no­cer­la, a tra­vés del diá­lo­go que se esta­ble­ce entre ambos sur­gen indi­cios con­tra­rios al oír su voz y obser­var el ros­tro de la mujer que amó y que admi­te que es la per­so­na que mayor sig­ni­fi­ca­ción tuvo en su vida. El film que se com­ple­men­ta con extrac­tos del ori­gi­nal con el acom­pa­ña­mien­to del famo­so tema musi­cal de Fran­cis Lai, va des­ti­lan­do una dul­ce nos­tal­gia al com­pro­bar que el paso del tiem­po no ha eli­mi­na­do por com­ple­to la pasión de anta­ño de estos dos seres y que pare­cie­ra dejar sus hue­llas en el cre­púscu­lo de sus vidas.

LES PLUS BELLES ANNÉES D’U­NE VIE

Con las impe­ca­bles actua­cio­nes de los vete­ra­nos Trin­tig­nant y Aimée don­de aquí se agre­ga Moni­ca Beluc­ci ani­man­do a la hija de Jean-Louis, Lelouch ha logra­do un rela­to don­de la poe­sía impreg­na­da y algu­nos momen­tos de buen humor ate­núan el inexo­ra­ble paso del tiem­po. Si aca­so que­da un men­sa­je de este bello film éste se hace notar en una cita que el rea­li­za­dor extrae de Víc­tor Hugo quien sos­tie­ne: “los mejo­res años de nues­tra vida son aqué­llos que aún nos res­tan para vivir”.

El direc­tor bri­tá­ni­co Asif Kapa­dia logra un muy buen docu­men­tal abor­dan­do la vida de un excep­cio­nal fut­bo­lis­ta en Die­go Mara­do­na (Gran Bre­ta­ña). A tra­vés de poco más de dos horas, que no se hacen sen­tir, el film sin ofre­cer mucho más de lo que ya se sabía a tra­vés de los medios de difu­sión per­mi­te no obs­tan­te brin­dar algu­nas pis­tas para cono­cer mejor algu­nas carac­te­rís­ti­cas de la com­ple­ja per­so­na­li­dad de Mara­do­na. El rela­to se cen­tra en su mayor par­te duran­te el perío­do de su actua­ción en Nápo­les des­de 1984 has­ta 1991. Duran­te ese lap­so Kapa­dia rese­ña cómo el míti­co depor­tis­ta lle­ga a ser endio­sa­do por los napo­li­ta­nos para que final­men­te sea con­si­de­ra­do peor que el mis­mo dia­blo. A tra­vés de esta saga, muy bien narra­da, está expues­ta su niñez vivien­do en un medio fami­liar de con­si­de­ra­ble pobre­za en uno de los barrios más des­fa­vo­re­ci­dos de la ciu­dad de Bue­nos Aires, para pasar a regis­trar sus extra­or­di­na­rias dotes fut­bo­lís­ti­cas des­de tem­pra­na edad. Entre otros aspec­tos, se des­ta­ca el triun­fo logra­do en el Mun­dial de Méxi­co de 1986, así la mane­ra en que su rele­van­te par­ti­ci­pa­ción per­mi­te que el club Napo­li de segun­da cate­go­ría lle­gue a encum­brar­se entre las más renom­bra­das ligas de Ita­lia. Sin embar­go, su fuer­te adic­ción a la cocaí­na con los con­sa­bi­dos efec­tos nega­ti­vos pro­du­ci­dos y la lamen­ta­ble vin­cu­la­ción con algu­nos miem­bros de la camo­rra napo­li­ta­na, ori­gi­nan el comien­zo de la eta­pa lúgu­bre de su exis­ten­cia que se agra­va más cuan­do en 1991 es acu­sa­do de pose­sión de dro­gas. Simul­tá­nea­men­te el docu­men­tal inclu­ye algu­nos aspec­tos de su vida per­so­nal con la pre­sen­cia de una de sus her­ma­nas, su madre, su com­pa­ñe­ra Clau­dia Villa­fa­ñe con quien con­trae­rá matri­mo­nio y su rela­ción fugaz con la napo­li­ta­na Cris­ti­na Sina­gra que pro­du­jo una pater­ni­dad que él no qui­so admi­tir has­ta que casi 30 años des­pués reco­no­ció a Die­go Jr. como su hijo. En líneas gene­ra­les, el film man­tie­ne cons­tan­te inte­rés demos­tran­do una vez más cómo el vene­ra­ble cul­to de la cele­bri­dad pue­de ser tan volá­til pro­vo­can­do el hun­di­mien­to de un mito.

DIE­GO MARADONA

Algo deci­di­da­men­te sor­pren­den­te acon­te­ció con la exhi­bi­ción de Que Sea Ley (Argen­ti­na), cuan­do pre­via­men­te a la mis­ma irrum­pió en la sala un gru­po de muje­res acti­vis­tas de Argen­ti­na y Fran­cia agi­tan­do los pañue­los ver­des y ento­nan­do can­cio­nes con pala­bras alu­si­vas a la lucha femi­nis­ta que se lle­va a cabo para la lega­li­za­ción del abor­to. Esa con­mo­ve­do­ra demos­tra­ción se exte­rio­ri­zó nue­va­men­te cuan­do comen­zó a pro­yec­tar­se el film diri­gi­do por Juan Sola­nas. Este logra­do docu­men­tal narra las vici­si­tu­des atra­ve­sa­das para la apro­ba­ción en Argen­ti­na del pro­yec­to de ley de des­pe­na­li­za­ción del abor­to; habien­do reci­bi­do el vis­to bueno de la Cáma­ra de Dipu­tados en junio de 2018 el Sena­do lo des­apro­bó por esca­sa mayo­ría cuan­do fue con­si­de­ra­do dos meses des­pués. A tra­vés de un rela­to aus­te­ro a la vez que emo­ti­vo Sola­nas brin­da los tes­ti­mo­nios de per­so­nas que han sufri­do la pér­di­da de fami­lia­res direc­tos como con­se­cuen­cia de abor­tos ile­ga­les rea­li­za­dos en con­di­cio­nes inseguras.

Lejos de ser un mero pan­fle­to pro­pa­gan­dís­ti­co, este docu­men­tal se carac­te­ri­za por su sobrie­dad y en tal sen­ti­do ofre­ce tam­bién la pala­bra a los que pien­san opues­ta­men­te. En últi­ma ins­tan­cia y tenien­do en cuen­ta que cada día en la Argen­ti­na una mujer mue­re como con­se­cuen­cia de abor­tos clan­des­ti­nos, que­da la sen­sa­ción de que en últi­ma ins­tan­cia, un abor­to legal, segu­ro y gra­tui­to, ter­mi­na­rá imponiéndose.