El Rey León

THE LION KING. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film de Jon Favreau

Al ter­mi­nar la pro­yec­ción de The Lion King que­da la duda sobre si era nece­sa­rio reha­cer el mag­ní­fi­co film ani­ma­do de 1994. Si bien la pro­duc­ción actual no es dese­cha­ble, la mis­ma care­ce de nue­vos inci­den­tes que sor­pren­dan al espec­ta­dor con la excep­ción de haber inclui­do dos nue­vos per­so­na­jes que fue­ron incor­po­ra­dos en el musi­cal de Braod­way estre­na­do en 1997.

Una esce­na de THE LION KING

Aquí nue­va­men­te se apre­cia en toda su majes­tuo­si­dad la sava­na afri­ca­na con la colo­ri­da fau­na que la habi­ta. En la mis­ma se encuen­tra el leo­nino rey Mufa­sa (James Earl Jones) quien tie­ne a su lado a su hiji­to Sim­ba (JD McCrary) a quien le trans­mi­te sabios con­se­jos tenien­do en cuen­ta que algún día habrá de here­dar­lo y que rei­na­rá en el amplio terri­to­rio que le per­te­ne­ce. Pero Scar (Chi­we­tel Ejio­vor), el resen­ti­do her­mano de Mufa­sa, urde con sus secua­ces una manio­bra que pro­du­ce la muer­te del monar­ca. Cuan­do Sim­ba com­prue­ba que su padre murió, su tío le mani­pu­la hacién­do­le creer que él ha sido res­pon­sa­ble de su des­apa­ri­ción y le reco­mien­da que aban­do­ne el lugar. De este modo el infa­me Scar usur­pa el trono, man­tie­ne a la rei­na madre Sara­bi (Alfre Woo­dard) bajo su yugo, en tan­to que Sim­ba huye deses­pe­ra­da­men­te hacia el exi­lio. Cuan­do el adul­to Sim­ba (Donald Glo­ver) se impo­ne de lo que real­men­te suce­dió cuan­do era infan­te, tra­ta­rá de ven­gar la muer­te de su padre y recu­pe­rar la coro­na. Para quie­nes no hayan vis­to el film ante­rior, que­da­rá abier­ta la curio­si­dad por saber si nues­tro héroe logra­rá su propósito.

Este rela­to leja­na­men­te ase­me­ja­do al Ham­let de Sha­kes­pea­re se encuen­tra visual­men­te real­za­do por una ani­ma­ción hiper­rea­lis­ta logra­da por las moder­nas téc­ni­cas de compu­tari­za­ción; ade­más cuen­ta a su favor con la estu­pen­da foto­gra­fía de Caleb Des­cha­nel, los efec­tos visua­les. super­vi­sa­dos por Robert Lega­to y el logra­do dise­ño de pro­duc­ción de James Chin­lund que con­fie­re a este espec­tácu­lo una inne­ga­ble belle­za visual. Otro aspec­to posi­ti­vo de esta ver­sión radi­ca en las impe­ca­bles voces pres­ta­das por Ejio­for, Jones, Glo­ver, Beyon­cé ‑como la ami­ga de infan­cia y la ama­da de Simba‑, Flo­ren­ce Kasum­ba en la hie­na Shen­zi; espe­cial aten­ción mere­cen el sim­pá­ti­co dúo inte­gra­do por Seth Rogen como el jaba­lí Pum­baa y Billy Eich­ner, como el suri­ca­to Timón ofre­cien­do los momen­tos joco­sos del rela­to. Los núme­ros musi­ca­les, entre otros el cono­ci­do himno Haku­na Mata­ta (ento­na­do por Rogen y Eich­ner) y Can you feel the love tonight (can­ta­do por Beyon­cé, Glo­ver, Rogen y Eich­ner) son agra­da­bles aun­que no nece­sa­ria­men­te remarcables.

Expo­nien­do una vez más el enfren­ta­mien­to entre las fuer­zas del bien y del mal, el guión de Jeff Nathan­son repro­du­ce casi lite­ral­men­te al del film ori­gi­nal aun­que en este caso sin lograr una com­ple­ta huma­ni­za­ción de los per­so­na­jes. La pues­ta escé­ni­ca de Jon Favreau es correc­ta con cier­tas secuen­cias de con­si­de­ra­ble sun­tuo­si­dad pero con excep­ción de su belle­za visual care­ce de un esti­lo distintivo.

Dejan­do de lado la com­pa­ra­ción con la exce­len­te pelí­cu­la de 1994, por sí mis­mo éste es un buen film que satis­fa­rá a los aman­tes del géne­ro. Jor­ge Gutman