Un Robo Histórico

MUSEO. Méxi­co-Esta­dos Uni­dos-Cana­dá. Un film de Alon­so Ruizpalacios

Con el ante­ce­den­te de haber obte­ni­do el pre­mio a la mejor ópe­ra pri­ma en Ber­lín por Güe­ros (2014), el direc­tor Alon­so Ruis­pa­la­cios retor­na con Museo con­si­de­ran­do un robo his­tó­ri­co que acon­te­ció en Méxi­co en 1985.

Gabriel Gar­cía Ber­nal y Leo­nar­do Ortizgris

La acción se desa­rro­lla en el año men­cio­na­do en Ciu­dad Sate­li­tal, ubi­ca­da a pocos kiló­me­tros de la capi­tal mexi­ca­na. Allí viven Juan (Gael Gar­cía Ber­nal) y Ben­ja­mín (Leo­nar­do Ortiz­gris), dos ami­gos estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios de medi­ci­na vete­ri­na­ria aun­que aún no gra­dua­dos y sin una cla­ra direc­ción o idea fija sobre el futu­ro. Lo que sí que­da cla­ro es que Juan tie­ne una obse­sión por las reli­quias mayas que se encuen­tran bien pro­te­gi­das en el Museo Nacio­nal de Antro­po­lo­gía de Méxi­co; obser­van­do esas pre­cia­das pie­zas él deci­de per­pe­trar con la ayu­da de su ami­go un gol­pe maes­tro con el pro­pó­si­to de sus­traer algu­nas de las mis­mas del impor­tan­te cen­tro cultural.

La opor­tu­ni­dad se pre­sen­ta en las horas noc­tur­nas que median entre la Noche­bue­na y Navi­dad. Para ello Juan aban­do­na la cena fami­liar toman­do pres­ta­do el coche de su padre (Alfre­do Cas­tro) y se reúne con Ben­ja­mín para eje­cu­tar la audaz maniobra.

Así, con un plan pre­ci­so, una eje­cu­ción impe­ca­ble y un per­fec­to esca­pe, estos dos jóve­nes logran su pro­pó­si­to apro­pián­do­se de un cen­te­nar de inva­lua­bles joyas del arte azte­ca. La muy bue­na direc­ción de Ruiz­pa­la­cios y el guión que le per­te­ne­ce escri­to con Manuel Alca­lá gene­ran un cli­ma de exce­len­te suspenso.

Con el valio­so botín en su poder y sabien­do que todo el país se mues­tra indig­na­do al ente­rar­se del espec­ta­cu­lar robo, don­de las auto­ri­da­des ofre­cen una valio­sa recom­pen­sa a quie­nes sumi­nis­tren la pis­ta de los ladro­nes, ambos jóve­nes son cons­cien­tes de que deben des­pren­der­se cuan­to antes de las obras sus­traí­das. Valién­do­se de un con­tac­to sumi­nis­tra­do por un guía turís­ti­co (Ber­nar­do Velas­co) que se desem­pe­ña en un sitio arqueo­ló­gi­co de Chia­pas, Juan y Ben­ja­mín se des­pla­zan a Aca­pul­co don­de logran con­tac­tar a un colec­cio­nis­ta bri­tá­ni­co (Simon Rus­sell Bea­le); asu­mien­do fal­sas iden­ti­da­des tra­tan de ven­der­le las pie­zas mayas pero fra­ca­san en el inten­to. El últi­mo seg­men­to del rela­to dis­mi­nu­ye en efi­ca­cia pero eso no alcan­za a des­me­re­cer­lo, sobre todo por­que con­du­ce a un des­en­la­ce sor­pren­den­te­men­te satisfactorio.

Aun­que a nivel inter­pre­ta­ti­vo las actua­cio­nes tan­to del popu­lar Gar­cía Ber­nal como la de Ortiz­gris son inob­je­ta­bles, resul­tan enig­má­ti­cas las per­so­na­li­da­des deci­di­da­men­te dife­ren­tes de los per­so­na­jes que com­po­nen. En pri­mer lugar no es muy com­pren­si­ble la extre­ma­da doci­li­dad de Ben­ja­mín al dejar­se mani­pu­lar por su ami­go a quien lo sigue como un perro fal­de­ro tole­ran­do su acti­tud auto­ri­ta­ria. Tam­po­co es cla­ra la acti­tud de Juan; per­te­ne­cien­do a una fami­lia de muy bue­na posi­ción eco­nó­mi­ca don­de no le fal­ta el dine­ro que pue­da nece­si­tar, es extra­ño que se haya embar­ca­do en una ope­ra­ción tan peli­gro­sa en la medi­da que dada la natu­ra­le­za del mate­rial roba­do se requie­re ser extre­ma­da­men­te inge­nuo para supo­ner que pue­da ser obje­to de tran­sac­ción mone­ta­ria. La úni­ca res­pues­ta a esas dudas es que la natu­ra­le­za huma­na es lo sufi­cien­te­men­te com­ple­ja don­de no siem­pre exis­te una expli­ca­ción o moti­va­ción racio­nal de su comportamiento.

En líneas gene­ra­les, ade­más de la remar­ca­ble pues­ta escé­ni­ca y logra­das inter­pre­ta­cio­nes, deben igual­men­te des­ta­car­se sus bue­nos efec­tos visua­les y apre­cia­do mon­ta­je, con­fi­gu­ran­do de este modo una logra­da come­dia de sus­pen­so no exen­ta de humor negro. Como nota adi­cio­nal cabe seña­lar que esta pelí­cu­la fue dis­tin­gui­da con el pre­mio al mejor guión en el Fes­ti­val de Ber­lín de 2018. Jor­ge Gutman