Una Obra Maestra

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

A STREET­CAR NAMED DESIRE

Con­si­de­ra­da por muchos crí­ti­cos lite­ra­rios como una de las gran­des obras de la lite­ra­tu­ra ame­ri­ca­na, Un Tran­vía Lla­ma­do Deseo del genial dra­ma­tur­go Ten­nes­see Williams escri­ta en 1947 y gana­do­ra del Pre­mio Pullitzer en 1948 ha sido repre­sen­ta­da inter­na­cio­nal­men­te en múl­ti­ples oca­sio­nes ade­más de haber sido tras­la­da­da a la pan­ta­lla e inclu­so a la ópe­ra. Por su excep­cio­nal rique­za no sor­pren­de que haya sido repues­ta una vez más en Lon­dres en 2014 bajo la direc­ción de Bene­dict Andrews. Habien­do sido fil­ma­da en vivo por Nick Wick­man en una de sus repre­sen­ta­cio­nes en el tea­tro Young Vic, la pie­za es difun­di­da por Natio­nal Thea­tre en el con­tex­to del ciclo Natio­nal Thea­tre at Home.

Gillian Ander­son. (Foto: Johan Persson)

El autor expo­ne la coli­sión cul­tu­ral exis­ten­te entre Blan­che Dubois pro­ve­nien­te de una fami­lia de muy bue­na posi­ción eco­nó­mi­ca de Mis­sis­sip­pi con la de su her­ma­na Ste­lla vivien­do modes­ta­men­te en New Orleans. Des­pués de algún tiem­po de no haber­se vis­to, Blan­che lle­ga al hogar de su her­ma­na que vive en el barrio fran­cés de dicha ciu­dad. A la ale­gría del reen­cuen­tro de inme­dia­to se apre­cia la dis­cre­pan­cia social de la visi­tan­te con res­pec­to a la de Ste­lla quien indi­rec­ta­men­te la cri­ti­ca por vivir en una exigua resi­den­cia de dos ambien­tes y haber­se casa­do con Stan­ley Kowals­ki, un pro­le­ta­rio pola­co. Esas dife­ren­cias se inten­si­fi­can cuan­do lle­ga su cuña­do y un aire de supe­rio­ri­dad sur­ge en ella des­de­ñan­do su pre­sen­cia; más aún, Blan­che no pue­de con­ce­bir cómo Ste­lla pudo unir su vida a un hom­bre por exce­len­cia bru­to y grotesco.

Si bien a tra­vés del tiem­po hubo dife­ren­tes enfo­ques en el tra­ta­mien­to del tex­to del autor, el cri­te­rio de Andrews pue­de ser dis­cu­ti­ble en su pro­pó­si­to de cohe­sio­nar la épo­ca en que la pie­za fue escri­ta con el toque moderno; eso se apre­cia aún más a tra­vés de la esce­no­gra­fía de Mag­da Willi quien de mane­ra mini­ma­lis­ta uti­li­za un esce­na­rio cir­cu­lar pre­sen­tan­do el hogar de los Kowals­ki como un depar­ta­men­to moderno con mue­bles tipo Ikea que de algún modo se ase­me­ja al de una clí­ni­ca hos­pi­ta­la­ria. No obs­tan­te estas obser­va­cio­nes, la soli­dez de esta pro­duc­ción resi­de en el exce­len­te nivel interpretativo.

Sin duda algu­na, Gillian Ander­son brin­da una carac­te­ri­za­ción inol­vi­da­ble de Blan­che. Des­de las pri­me­ras esce­nas en que su per­so­na­je apa­ren­ta sen­tir­se segu­ra de sí mis­ma fren­te a su her­ma­na y cuña­do, va exte­rio­ri­zan­do cier­ta ines­ta­bi­li­dad psi­co­ló­gi­ca que ella atri­bu­ye al can­san­cio y el estrés pro­du­ci­do tra­ba­jan­do como maes­tra en Mis­sis­sip­pi. Esa mani­fies­ta fra­gi­li­dad tra­ta de disi­mu­lar­la con su pro­pen­sión al alcohol aun­que el ambien­te en que trans­cu­rre su visi­ta no hará más que dete­rio­rar su esta­do men­tal has­ta lle­gar al nivel de la inci­pien­te locu­ra. La gra­dual trans­for­ma­ción que Ander­son logra de su Blan­che es nada menos que extra­or­di­na­ria a tal pun­to que uno se olvi­da que está actuan­do para en cam­bio creer que esta mujer es un per­so­na­je real que se ali­men­ta de men­ti­ras y fan­ta­sías para ocul­tar sus falen­cias. Si Ander­son es bri­llan­te en su actua­ción no lo es menos Ben Fos­ter como Kovals­ki quien due­ño de una per­so­na­li­dad machis­ta y beli­co­sa no pue­de tole­rar que su cuña­da inter­fie­ra en su vida matri­mo­nial; el gra­do de inten­si­dad que vier­te en el tra­to vio­len­to con su espo­sa y en las hirien­tes con­fron­ta­cio­nes man­te­ni­das con Blan­che adquie­ren inusi­ta­da mag­ni­tud emo­cio­nal, sobre todo en una de las últi­mas esce­nas en que ter­mi­na degra­dan­do a su des­es­ta­bi­li­za­da cuña­da. En pape­les meno­res pero igual­men­te impor­tan­tes se des­ta­ca Vane­sa Kirby quien como Ste­lla se encuen­tra en la deli­ca­da situa­ción de com­por­tar­se como bue­na her­ma­na al pro­pio tiem­po que ser leal a su mari­do; por su par­te Corey John­son ani­ma al soli­ta­rio y bona­chón Mitch, ami­go de Stan­ley, quien atraí­do por Blan­che está dis­pues­to a casar­se con ella pero al cono­cer su ocul­to pasa­do desis­te de hacerlo.

Coro­nan­do la gran­de­za de esta pie­za, el direc­tor logra una poé­ti­ca esce­na final en la cual Blan­che cal­ma­da­men­te cami­na toma­da del bra­zo por el médi­co que la está con­du­cien­do al hospicio.

Los aman­tes del buen tea­tro tie­nen la opor­tu­ni­dad de ver esta obra gra­tui­ta­men­te des­de la como­di­dad del hogar has­ta el jue­ves 28 de mayo (14h) pre­sio­nan­do aquí

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